El Novio De Emma© #2

By shipsinthesky

1M 95.9K 45.1K

Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... More

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
13: Esmeralda
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
26: Perseguida
27: Gael
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
44: Cenizas
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
50: El mundo real
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
55: La frágil florecita
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

25: Amigos

13.4K 1.3K 866
By shipsinthesky

Emma despertó tarde.

Que siempre despierta tarde, sí. Pero esa tarde se sobresaltó en su cama cuando su padre golpeó la puerta al ritmo de un imaginario tambor a las 3:00 p.m. exactamente, anunciando que Bruno estaba esperándola.

Emma rechinó sus dientes al recordar la cita con la diseñadora de modas. Le entró ganas de llorar de rabia, pues quería seguir acostada, compitiendo contra los perezosos. Tambaleó cuando pisó la alfombra con sus pies descalzos, estaba adolorida, ese enterizo no fue el atuendo más idóneo para dormir, sintió gran alivio cuando bajó la cremallera. Tenía la cara hecha una obra de arte melancólica, el llanto, más, su manera desparramada de dormir contra la almohada, hicieron de ese maquillaje una obra digna de cualquier museo. Tocó su panza frente al espejo del baño, había comido demasiado. Ahora la rabia subió hasta su cabeza, pero bajó en forma de llanto. ¿Raro? Ni tanto. Cubrió su rostro con sus manos. Se llamó vaca, era una vaca.

Tomó de la mesada un labial rojo, y se impulsó hacia delante, poniéndose de puntillas para garabatear en el espejo con rabia; lo pintó de un lado a otro, con furia, furia hacia sí misma, hasta que el labial se rompió, lanzó el resto contra el espejo, y se inclinó, colocando sus brazos sobre el lavabo, tapándose la cara con ellos. Tenía una cita con una diseñadora de modas, quien debía tomarle las medidas, esa situación le había secuestrado la cordura y su autoestima no podía pagar lo que el secuestrador pedía.

Eligió un capri de mezclilla con una blusa amarilla. Iban a llegar tarde por su culpa. Llamaron a la puerta para apurarla, pero lo hizo a su ritmo, no le importó, porque ni siquiera tenía fuerzas para poner sus zapatos.

Bruno sonrió con emoción cuando Emma apareció en la sala. No le importaba llegar tarde ni perder la cita, lo único más importante era pasar tiempo con ella. Vanessa iba a matarlo si perdían la cita. Era domingo, el único día libre en el que tal diseñadora accedió a atenderlos, y únicamente por la insistencia de la novia. Emma lo saludó, agitando una mano, sin dejar de caminar hacia el ascensor. Hubiese sido más expresiva, hubiese hablado, pero cargaba consigo una crisis mental, además, luego del comentario de Bruno hacia el físico de Colin, absolutamente todo cambió. Era rabia, era enojo, era rencor. Lo disimulaba, pero, el domingo anterior, luego de que Colin abandonara el ático, con una paliza en su autoestima, Emma pronunció en su mente que, para ella, nada volvería a ser lo mismo con Bruno, quedó con mal sabor, y no se le quitaba más.

—¡Florecita, ten algo para comer en el camino! —gritó Jake desde la cocina.

Pero Emma fingió no haberlo escucharlo, presionó un botón para cerrar la compuerta. Se paró en el fondo del ascensor, construyendo una barrera imaginaria entre ella y Bruno, que el segundo no percibió, no cabía en su mente imaginar que Emma estaba ahí por pura obligación. No es que Emma no quisiera ser dama de honor, ser dama de honor de Vanessa era precisamente un honor, el problema se hallaba en todo lo que englobaba serlo. Las brasileñas tienen un cuerpo espectacular, y Emma era la única dama de honor que no nació en Brasil, ni tenía los mejores genes, iba a ser un contraste patético.

—¿Emocionada? —Bruno preguntó Estaba dándole la espalda, parado frente a las puertas grises, mientras la veía a través de los espejos de sus costados. Emma se encontraba mirando el suelo, agarrando con sus manos las correas de su pequeña mochila—. ¿Dormiste tarde anoche?

—Sí —contestó al suelo.

—Podemos comer juntos después de la cita —sugirió.

—Tal vez —cruzó sus brazos, ahora miró hacia el tablero.

Atravesando el vestíbulo. Bruno avisó:

—Tengo que pedir un auto.

—No. Le mandé un mensaje a Howie hace rato.

—De acuerdo —sonrió, guardando su teléfono.

Howie ya andaba esperándolos frente a la torre en una camioneta Porsche blanca. Bruno le abrió la puerta a Emma, queriendo demostrarle su atención, pero ella estaba en otro mundo. Subieron, y Howie condujo.

—Necesitamos salir por algo más que la cita con una diseñadora. —Bruno habló con su magnífica sonrisa permanente—. ¿Qué te parece salir mañana a cenar? Me ofende un poco que hayas salido a cenar con un sujeto que acabas de conocer, pero que no tengas tiempo para tu queridísimo amigo Bruno.

En el interín que quedaron a solas, Bruno le preguntó a Gillou qué clase de relación mantenía con Emma.

—No sé, Bruno. Mis amigos llegan esta noche. —Emma sacó su celular de su mochila, tenía mensajes de Colin que no verificó hace rato. Le escribió a las nueve de la mañana, adjuntó una foto de su desayuno, con su familia, también se quejó del sueño que tenía. ¿Cómo no? Durmió apenas dos horas. No tenía remedio.

—¿Cuándo dejamos de ser amigos? —Bruno la miró, su sonrisa se borró para enseñar lo dolido que estaba.

Emma alzó su índice antes de contestar una llamada.

—No puedo hablar ahora —susurró, tapando su boca con la otra mano.

—¿Estás con alguien? —Colin preguntó al otro lado de la línea.

Bruno pudo oírlo. Alzó sus cejas al mismo tiempo, irguiéndose para mirar al frente.

—Camino a la cita con la diseñadora. Te llamo después —susurró con el mismo tono.

—De acuerdo. Te amo, mi nena.

—Yo a ti. Mucho —miró de reojo hacia su acompañante.

—Adiós —finalizó.

Ella pudo sentir la sonrisa de Colin acariciándole el lóbulo.

Colgó la llamada, pero no soltó su teléfono. La distracción perfecta para no caer en conversación con Bruno, además, tenía un montón de mensajes del entusiasmado Eugene, eso la puso más o menos feliz; también tenía mensajes de Gillou, quien anoche se había ido del ático sin despedirse. Emma se disculpó por dejarlo.

Bruno se quedó callado el resto del camino. Un fenómeno increíble.

Pero en el estudio de la diseñadora, todo empeoró para Emma.

Tuvo un ataque de ansiedad en silencio, nadie se percató de cuánto le costaba respirar mientras esperaban sentados, ni siquiera Bruno que estaba a su lado. Una asistente pidió que la siguieran, sin embargo, en la marcha, Emma paró antes de llegar a la tarima, con tres espejos gigantes alrededor, giró para ver a Bruno.

—Tienes que esperar allá —señaló hacia el sofá, lejos de ahí.

Bruno retrocedió sin decir algo.

Pero nada mejoró cuando la diseñadora se presentó, ni siquiera con su seria amabilidad.

—Quítate la ropa y sube a la tarima, Emma —acomodó su corto cabello marrón de señora.

—¿Trajiste tus zapatos? —le preguntó una asistente de cabello negro a Emma.

—Ni siquiera los compré —contestó, bajando la cremallera de su capri. Quiso ponerse a llorar cuando se dio cuenta que había manchado su blusa con el sudor de sus axilas. De pronto, sintió que se iba a desbordar.

—¿Cuántos centímetros piensas usar? —le preguntó otra mujer de cabello rizado.

—No sé. N-No los uso tan altos. —Emma se quitó su pantalón de una vez, e hizo lo mismo con su blusa, dobló la segunda de tal modo en que nadie notara cuánto estaba transpirando. La morocha le quitó las prendas para colocarlas a un lado, luego, tomó la mano de Emma para ayudarla a subir a la tarima redonda.

La otra mujer regresó con zapatos que asumió que le quedarían, ambas empleadas la ayudaron a ponérselos, mientras la diseñadora la mirada con atención, inspeccionando más allá de las imperfecciones que tenían loca a Emma, ni siquiera pasó por su mente criticarla, estaba acostumbrada a mirar cuerpos desconocidos, y de todos tipos.

—Necesito que te quites el sostén —pidió.

Estoy bien así, gracias.

Era rutinario. Emma se había quitado la ropa frente a otras diseñadoras en el pasado, pero estamos en el presente de aquel tiempo, su autoestima estaba en terapia intensiva desde que aumentó de peso. Pero en tanto Emma se decidía a quitarse el sostén frente a tres desconocidas, Bruno se dio cuenta que espirarla estaba mal tanto en Nueva York como en Río de Janeiro, retrocedió en cuanto Emma desabrochó el sostén.

Emma les pidió a las mujeres que no dijeran ninguna de sus medidas en voz alta, ellas entendieron lo que estaba pasando con la autoestima de Emma. Estar parada en la tarima equivalió a cualquier tortura dura, agradeció en su cabeza que no demoraran midiéndola. Pudo vestirse otra vez, pero eso no implicaba alivio.

Caminó hacia el sofá, de donde Bruno se puso de pie.

—Ya —dijo Emma.

Ni más ni menos. Siguió caminando, y Bruno la siguió, tratando de alcanzarla.

—Comamos —le sugirió él al cruzar la puerta del estudio.

—No. No tengo hambre —abrió la puerta de la camioneta y gateó sobre el asiento hasta el otro extremo. Tenía hambre, sí, pero no pensaba comer, absolutamente no—. ¿Necesitas que te dejemos en algún lugar?

—No, solo quiero pasar tiempo contigo —sonrió.

Y ella quería abrazar a Colin.

Bruno continuó insistiendo:

—Vamos, comamos. Estoy contigo, eso significa que debo cuidarte, lo que también implica que me asegure de que comas tu almuerzo a las 4:00 p.m. —soltó una carcajada—. Comamos, no sé, ¿comida española?

—Bruno... —No sabía cómo más negarse—. Quiero comer algo light. Howie, llévanos al restaurante de comida orgánica, no recuerdo su nombre ahora, creo que está a tres o cuatro calles de...

—Tranquila, Emma. Sé de cuál me estás hablando —le interrumpió Howie.

Emma suspiró, acomodó sus brazos cruzados sobre sus muslos.

Bruno se sentó de costado para mirarla, entonces, tuvo una especie de imagen retrospectiva de lo que presenció hace rato, pensó en que Emma definitivamente no era consciente de cuán hermosa era, pues nadie que es consciente de sus atributos puede tener una actitud tan insegura hacia el resto. Por años, Bruno había ignorado su deseo hacia alguien que consideraba familia, mas todo cambió ese verano. Pero no solo deseaba follarla como nunca antes la habían follado, también quería un espacio en el corazón de ella, un espacio tan grande como el que ella ocupaba en el suyo. Estaba furioso por haber llegado tan tarde.

—Emma —habló serio.

—¿Sí? —lo miró un momento.

—¿Colin te trata bien?

Emma frunció su ceño, colocándose de costado para verlo.

—¿Qué?

—Tiene... tiene cara de alguien con poca paciencia —suspiró, negó con su cabeza como queriendo decir «Me duele tener que hablarte tan crudamente»—. Alza la voz en una discusión contigo, eso no me parece que esté bien. Te conozco de toda la vida, y eres demasiado especial, no podría tolerar que él te trate mal.

Emma rio de la impresión, del desconcierto.

—¿Alzó la voz? ¿Nos estabas escuchando?

—Se escuchó hasta la cocina, Emma.

—Ni siquiera nos gritamos —se fastidió, mirando hacia el frente.

—No pareció —tosió en su puño.

Emma sintió que se estaba volviendo loca al no recordarlo.

—Colin me trata más que bien —cruzó sus brazos, mirando al costado contrario.

—Pero se puso celoso porque saliste con Gillou —pensó.

—No se puso celoso. —Emma transformó toda su cara, ahora estaba furiosa.

—No debería decirlo, pero... quiero. Puedes conseguir alguien que te respete. Tú vales demasiado, Emma. La cara dice mucho, y me asusta pensar que ese tipo pueda hacerte daño más allá de herir tu corazón...

Emma sintió una energía subiendo desde las puntas de sus pies hasta los dedos de sus manos. Una energía potente, chispeante, abrasante. Cerró sus puños con fuerza, y golpeó una vez el asiento que tenía delante. Howie miró hacia atrás, se asustó por el golpe, pero tampoco le sorprendió, ese chico se estaba pasando.

—¡Howie, detente ahora! —gritó Emma.

—Emma, no quise ofenderte. —Bruno abrió sus ojos de par en par. Jamás consideró esa reacción, nunca la imaginó. Y claro que se estaba odiando, acababa de alejarla con un par de palabras. Estúpido, se dijo.

—¡Bájate de mi camionera ahora! —Emma apuntó la puerta cuando Howie logró detenerse a un costado.

—Hablemos —suplicó, juntando sus manos.

—¡En tu vida vuelvas a mencionar a Colin! ¡Sal ya! —Las lágrimas cayeron sobre su rostro, lo que hizo que Bruno se desesperara más, es que no sabía que Emma venía con interruptor de llanto fácil.

—Lamento herir la idea que tienes de tu novio —siguió.

—¡Howie, bájalo! —suplicó, cubriéndose el rostro.

Howie abrió su puerta, pero Bruno reaccionó abriendo la suya.

—No necesito que Howie me lance a la calle. Obviamente, nadie puede hablar de tu novio. Lamento recién enterarme de eso. Espero que podamos hablar cuando estés más tranquila. No quería herir tu sensibilidad.

Bruno se bajó, cerró la puerta y miró cómo Emma se alejaba de sus brazos.

Howie la miró desde el espejo.

—¿Qué puedo hacer por ti, Emma? —le preguntó.

Emma secó sus lágrimas con su antebrazo.

—Solo conduce, conduce, y conduce.

Su teléfono vibró en su mochila.

Era Gillou, y menos mal que era él, y no Bruno.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Gillou: Qué haces ahoraaa??

Gillou: AMIGA

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Gillou mandó su cabeza hacia atrás, riendo, sobre el comodísimo sillón color beige de un lujoso spa ubicado en Midtown. Tenía los pies metidos en agua tibia, exactamente como Emma, quien estaba sentada en otro sillón, justo al lado. Un par de manicuristas se encontraban sentadas frente a ellos, haciendo su trabajo.

—Me encanta esto. Somos como dos villanos preparándose para interferir con la felicidad de alguien más —pensó Gillou, girando su cuello para mirarla.

—Lo sé. —Emma rio también, viendo como la manicurista le sacó un pie del agua.

—Es genial venir al spa en compañía.

—Totalmente. Mi mejor amiga no es de hacer estas cosas —giró su cuello para verlo. A su amiga le gustaba pintarse las uñas, pero no era la más pulcra, ya saben—. Por cierto, esto lo pago yo. Tú pagaste anoche por tonto, quedamos con que la próxima se carga todo a mi tarjeta, y tomaré esta salida como una próxima.

—En ese caso... —alzó un brazo para llamar a un hombre que tenía un auricular inalámbrico en su oreja derecha —. Quiero que me traigan unas tostadas con mermelada y un café moca. ¿Emma? ¿Te autoinvitas?

Emma negó mientras reía.

—No tengo hambre —respondió.

—En seguida le traemos, señor —habló el hombre antes de retirarse.

Gillou miró a Emma, preguntando:

—¿No pasas los domingos con Colin?

—Sí. Pero es un domingo diferente. Recién en la noche lo veré, además, quiero que duerma ahora. Despertó muy temprano, y se durmió casi al amanecer —comentó.

—¿Quién despierta temprano un domingo? ¿Acaso despierta para ir a la iglesia? —rio.

—Precisamente.

—Bien. Qué incómodo. No fue burla, fue chiste —extendió su brazo hacia ella, apuntándola con su índice.

—Lo sé. No te preocupes.

—Entonces, en serio es buen tipo.

—Sé que su cara seria da a entender otra cosa. Es la mejor persona que he conocido. No sé qué habrás escuchado anoche, pero así no es Colin habitualmente. Estaba muy enojado —miró hacia abajo, hacia sus manos que reposaban sobre sus muslos. Estaba apenada porque habían pronunciado el nombre de Gillou en medio del conflicto.

—¿Qué habré escuchado? No escuché nada —arrugó su entrecejo.

Emma lo miró otra vez.

—¿En serio? —preguntó.

—En serio. Pero sí asumí que discutieron. Era algo obvio —relajó su ceño.

Ahora Emma fue quien frunció su ceño por un segundo.

Pero Bruno le había dicho que...

—No discutimos mucho —comentó.

—Está bien hacerlo. Olvida eso —golpeó el aire en tono despreocupado.

Emma alzó su cabeza para inspeccionar el panorama del spa. Estaba pensando demasiado, y se suponía que había invitado a Gillou a una sesión de mani y pedi para precisamente no pensar en nada. Ansiedad, mil veces maldita ansiedad, le estaba presionando el pecho. Cerró sus ojos un momento, tratando de hallar la respuesta. ¿Seguía así por el trauma de desnudarse? ¿Estaba así por el imbécil de Bruno? Le enojaba pensar en la segunda posibilidad porque ahora Bruno se había convertido en una de esas personas de las que uno piensa «De verdad, no puedes ponerte mal por un ser tan desgraciado como ése».

—Me encantaría que tú y Colin pudieran conocerse.

Estaba ignorando su crisis como siempre lo hacía.

—Quiero confesarte una cosa. —Gillou volteó, dobló su cintura hacia ella.

—Sí, claro. —Emma giró también.

Acababa de asustarla.

—Colin me intimida un poco —confesó—. No creo ser la clase de persona que pueda llegar a agradarle. La vez que nos conocimos, sentí que iba a golpearme en cualquier momento solo por estar sentado en su sala. No me dejo intimidar, la industria me enseñó a pisar más fuerte que los demás, pero Colin no es un colega.

Gillou se abofeteó mentalmente al observar cómo la cara de Emma pasó a un estado de aparente tristeza. Emma miró abajo, descascarando la pintura de sus uñas, recostó el costado de su cabeza contra el sillón.

—Colin no es nada de lo que aparenta. —Fue lo único que dijo.

—¿Por qué siento que toqué un tema que está prohibido?

—Boté a Bruno de mi camioneta porque insinuó que Colin me trata mal. Al final, sé que la gente no tiene la culpa de prejuiciar a Colin como amargado o pesado, porque eso es lo que aparenta, aunque no me guste aceptarlo. Pero no puedo tolerar que hablen como si lo conocieran —lo miró otra vez, sin dejar de pelar el esmalte de sus uñas—, y no me refiero a lo que acabas de decir sobre la sensación que te da, me refiero a esa gente que asume totalmente cómo es.

—¿Lo botaste de tu camioneta? —curioseó.

Pero Emma ignoró esa pregunta.

—No me siento Emma cuando hablan sobre él de esa manera. La rabia me supera. Y a él no le gusta que gaste energía defendiéndolo, pero mi cerebro pensante se desconecta cuando suceden cosas como Bruno.

—Entonces, sí lo botaste.

—En medio de la calle —regresó a Tierra.

—Se lo merecía —le dio su apoyo—. Anoche se comportó como tu hermano o tu padre, me hizo preguntas con una actitud bastante patética. Pero bueno. Será su manera de preocuparse. Bien. Olvida eso también.

Emma miró al frente otra vez, diciendo:

—Nuestros padres no tienen idea.

—Claro que no —se echó a reír.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

—Mira. El auto de tu papá. —Howie se atrevió a señalarlo cuando aparcó frente a un restaurante japonés, cabe resaltar que el chofer no tenía idea de que estaba siendo cómplice de una venganza inmadura, pero necesaria, hacia su tan apreciado jefecito mayor.

Emma y Gillou bajaron sin responder a la observación. Tenían un plan fríamente calculado. Ingresaron con un caminar espía. Gillou alzó unos billetes frente a la cara de un camarero. Tiempo después, se acercaron a la pequeña mesa cuadrada donde la feliz pareja de amigos (amigos, ¿cierto?) estaba riendo con mucha inocencia. Entonces, ambos bajaron el menú frente a ellos de forma brusca.

—¿Qué van a ordenar? —preguntaron a unísono.

Jake y Bianca se miraron entre sí. Eran espejos del otro, pues copiaron sus gestos de forma inconsciente. Rechinaron sus dientes al mismo tiempo, y alzaron sus barbillas para mirar a sus respectivos frutos. Emma y Gillou se encontraban sonriéndoles cínicamente, orgullosos de haberlos atrapado, especialmente Emma.

—Una máquina del tiempo para impedir que te críe para parecerte a mí. —Jake bebió de una copa de agua, mirando a Bianca a los ojos. Claro que sabía lo que estaba pasando. Se estaba vengando por la vez en la que apareció en Venice Beach, y llamó tallarín a Colin.

—¿Señora? —insistió Gillou.

Bianca miró a su hijo, diciendo:

—Increíble que hayas espiado mi agenda.

—No tenemos de eso en el menú —le respondió.

—Me encanta saber que siempre conservas tu juventud, pa —dijo Emma, ignorando la existencia de Bianca porque de esa manera podía hablar con suficiente seguridad—. Me encanta saber que te desapareces para besuquear a tu amiga.

Bianca se ruborizó y Jake alzó un brazo para llamar la atención de un camarero.

—Sé lo que estás haciendo, Emma. A mí me hace gracia saber que eres lo suficientemente ingenua para creer que puedes contra tu maestro —tosió en su mano cuando el camarero llegó hasta ellos—. Por favor, necesito que llame a seguridad porque este par de desconocidos nos están pidiendo dinero, vaya a saber para qué, pero, teniendo en cuenta cómo son los jóvenes, no será para nada bueno.

Emma abrió su boca con indignación.

El camarero miró al par de intrusos, y alzó su brazo para llamar al jefe del establecimiento, quien llegó hasta ellos con una actitud abierta para ofrecer soluciones a lo que sea que estaba pasando en la mesa cuatro.

—Dicen que están molestando —le explicó el camarero al otro sujeto.

Entonces, Gillou intervino.

—No somos un par de desconocidos. ¿No se dan cuenta que son nuestros padres? ¡Rubios! ¡Ojos claros! —agarró un mechón de cabello de Emma, estirándolo sin querer, a lo que ella se quejó, luego, Gillou apuntó a la pareja, puso una cara con la que pretendía transmitir lo indignado que estaba porque todo era tan obvio.

—¿Señores? —La autoridad del lugar miró a los clientes de la mesa.

Jake y Bianca se miraron entre sí.

—No los conocemos —pronunciaron al mismo tiempo.

El sujeto levantó un brazo para llamar al guardia de seguridad.

—¡Papá! —Emma alzó su voz.

—No la conozco de nada —les aseguró Jake.

Así fue como los villanos resultaron humillados.

El guardia de seguridad los sacó del establecimiento en tanto recibían miradas de todos los clientes. Emma caminó con la cabeza abajo, estaba tan enfadada, pensaba que tenía derecho a estarlo. El sujeto a cargo remató diciéndoles que no podían regresar. Era la primera vez que los botaban de un restaurante. Y el guardia les pidió que se alejaran de la entrada.

¿Qué carajos acaba de pasar?

Emma y Gillou se miraron entre sí, y comenzaron a reír junto a la camioneta.

—Tu papá debe ser el hombre más inteligente del mundo.

—Mi papá es muchas cosas —miró hacia el restaurante.

—Yo creo que el sujeto sí se dio cuenta de que son nuestros padres.

Emma regresó a mirar a Gillou.

Y lo abrazó. Con fuerza, rodeándole el torso, pegó su mejilla contra el pecho de él.

Gillou sonrió de oreja a oreja, correspondiendo ese cálido abrazo que se sintió tan sincero. Entonces, Emma conectó su parte pensante, y su cara se llenó de rubor cuando se apartó, tuvo que mirar la camioneta para disimular lo ligeramente apenada que se encontraba. Ligeramente porque tampoco se arrepentía de nada.

—Eres un buen amigo, Gillou —dijo.

—Emma, tú eres la mejor —le tocó un hombro, sonriéndole.

Emma pudo mirarlo otra vez, diciendo:

—Vamos, quiero presentarte a mis otros amigos. Están en el hotel ahora mismo.

—Oh, Emma. No quiero ser el intruso. Quizás en otro momento.

—¿Intruso? ¿De qué hablas? —le golpeó el brazo amistosamente.

—En otro momento —sonrió.

Emma suspiró, y contestó:

—Está bien. Pero no hubieses sido un intruso.

—Ya... Ve con ellos. Estarán deseando verte.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀

En la habitación 480, Alan le abrió la puerta con una actitud de presidente de la Asociación Mundial de Culos Ricos. Tenía una bata blanca, que decía Hamilton en el pecho derecho, puesta encima de sus pantaloncillos, estaba usando unas pantuflas también, que tenían las iniciales H, y sostenía una botella de cerveza en su mano izquierda. Nunca antes se había visto tan... ¿ricachón? Pero todo mejoró cuando abrió su boca.

—¿Te conozco? —preguntó mirándola desde arriba.

—¡Emma! —gritó Eugene desde el otro cuarto.

Emma empujó a Alan, abriéndose paso.

Estaban en la sala. Había alcohol, había música, había suficiente comida.

Eugene se levantó del sofá, donde estaba charlando con Colin, llegó hasta Emma con una sonrisa llena de emoción, y le dio un fuerte abrazo que para ambos se sintió como si hubiesen pasado meses desde la última vez que se abrazaron, incluso la elevó del suelo. Emma sonrió, mordiéndose el labio. Ellos la hacían sentir como si fuese la persona más agradable y querible del mundo. Lo agarró de los brazos cuando la bajó al suelo y se miraron a los ojos con entusiasmo.

—Me moría de ganas de verte —dijo él.

Emma sonrió, inclinando su cabeza a un lado, luego, le tocó la mejilla con dulzura.

—Estoy feliz de que estén aquí —contestó.

Jordan se acercó desde un lado del salón.

—Hola, Emma —la abrazó de costado, inclinándose para colocar su mejilla sobre la cabeza de ella.

—¡Hola! —respondió la otra, cerrando los ojos, sintiendo el cariño, hasta que él se apartó.

—¡Mi mujer! —Vivian exclamó con fuerza en la puerta del balcón, terminó de fumar, recién se enteraba que su amiga finalmente llegó. Fue dramática. Algo esperado. Se abalanzó sobre Emma para darle un abrazo que las tumbó al suelo. Subió la mitad de su cuerpo sobre ella, y comenzó a darle besos en la cara, el cuello, incluso los pechos—. ¡Amor mío, no temas más!

—A mí no me saludaron así —habló Alan.

Eugene y Jordan se rieron.

Emma se quejó, se quejó de dolor porque cayó sobre su mochila.

—¿No te das cuenta que la estás lastimando? —Colin se puso de pie, todo se congeló en ese momento, como si la rabia, y la amargura, se hubiesen expandido por toda la suite, metiéndose por las fosas nasales de los demás, sacudiéndoles hasta las tripas.

Vivian se echó a un lado, mirando el techo.

—Olvidé que Nueva York también es nido del resentido.

Emma se puso de pie con ayuda de Eugene.

—Está bien. —Emma colocó su cabello detrás de sus orejas, y dejó su mochila sobre el sofá, a continuación, se acercó a Colin para darle un beso por debajo de la mandíbula—. Necesito hablar contigo.

—Claro —contestó él.

Caminaron al balcón. Y Colin cerró con fuerza la puerta transparente frente a la mirada atenta de Vivian.

Había un sofá en el extremo del balcón rectangular. Colin se sentó ahí y Emma se paró en frente. Ella miró el cielo oscuro antes de colocar su primera pierna al costado, la segunda subió después, y cayó sentada de golpe sobre él, lo abrazó del cuello con fuerza, siendo correspondida por unos brazos que la rodearon. Cerraron sus ojos. De esa manera, permanecieron unidos por un minuto, en completo silencio. Las bocinas de autos, las sirenas de ambulancias, solo el bullicio de la ciudad estaba hablando. Él le acarició la espalda, ahí donde se lastimó al caer de golpe, incluso metió su mano dentro de la blusa amarilla, usó sus yermas para darle mimos, sintió el borde del sostén, pasó de largo hasta la parte superior de su columna. Entonces, ella se sentó derecha, lo tomó de esa mano, dirigiéndola hasta su mejilla, cerró sus ojos, sintiendo el contacto tibio de esa mano tan suave.

—Ojalá me hubieses acompañado tú junto a la diseñadora —abrió sus ojos.

Colin pasó a acariciarle el costado del cuello, usó su pulgar para trazarle un círculo en el centro.

—¿Pasó algo? —preguntó.

—Fue horrible, humillante. Les pedí que no dijeran mis medidas en voz alta. —Los ojos de ella brillaron tan intenso como la misma ciudad, tenía un nudo gigante en su garganta—. Pero ya pasó, al menos la próxima no tendré que pasar por lo mismo. —Entonces, su voz se quebró al pronunciar—: Sudé tanto que mi blusa se manchó en ese momento.

—Ni siquiera hueles mal. De hecho, mi nena siempre huele bien —tomó la cara de Emma entre sus manos.

—No quiero pisar ese estudio nunca más —admitió.

—Entonces, no lo harás. Buscaremos otro recurso para la siguiente cita.

Emma secó la única lágrima que no consiguió reprimir.

—Mi papá hizo que nos echaran del restaurante. Fingió no conocernos —comentó.

—Ese hombre siempre va un paso adelante —soltó una risita, bajando sus manos para tomarla de la cintura.

—¿Y cómo te fue a ti hoy? —lo tomó del mentón, acariciándole como siempre lo hacía. Él tenía una barba de casi una semana, que ella adoraba, le tocó la barbilla con su pulgar y su índice, antes de darle un beso en la boca.

—Él me ignoró en todo momento.

—Eso está bien.

—Sí.

—Quiero dormir contigo.

Vivian comenzó a golpear la puerta con sus manos mientras gritaba cosas que no alcanzaron a oír, la abrió después de tres duros intentos. Estaba furiosa. Y Colin no disimuló su cara de ogro, tampoco intentó.

—¿Hola? Tus supuestos amigos acaban de llegar, y tú estás cabalgando encima de tu novio. No volé por horas para que después me ignores por éste —frunció su ceño, miró a Colin por un momento, luego regresó.

Emma la siguió sin decir nada, abandonando a Colin en el instante. Vivian sonrió cuando la vio entrar, la agarró del brazo para acercarla a un costoso mueble donde había toda clase de alcohol. Pobre mueble, sin nada de posavasos. Emma miró hacia atrás, hacia el balcón, mientras Vivian le hablaba. Colin se quedó.

—Mami, toma esto. —La pelirroja le pasó una copa con trago de color blanquecino—. No es semen. Ja. Eso quisieras, ¿no? Perra sucia. Un sirviente acaba de traerlos, deberías beber antes que el hielo se derrita.

Eugene salió al balcón en cuanto notó que Colin no regresó. Lo encontró mirando el cielo, con la barbilla arriba. Suspiró profundo cuando llegó hasta el sofá, y tomó asiento al lado, pasándole una botella de Stella, que Colin bebió de una vez hasta la mitad.

—Algún día Emma se dará cuenta, Cole. Y Al madurará alguna vez, se dará cuenta también.

—A veces siento que intenta quitármela.

Eugene sonrió, posando una mano sobre el hombro de Colin.

—Pues, está equivocada.

—Me odia. Y ella me genera odio. Nunca siento odio, ni siquiera mi papá me genera esta clase de sentir. Tú sabes la clase de persona que intento ser. Al dice que odio a todo el mundo, pero odiar es lo que menos hago, no me gusta. Pero ella me genera un sentimiento horrible en el pecho, siento que toda mi energía se gasta mientras pienso en lo detestable que es como persona, y como amiga de Emma —lo miró a los ojos.

—Se nota que necesitas golpear algo.

—Y no quiero tener que actuar como el novio que intenta romper una amistad.

—No actúes como el novio que intenta romper una amistad. Deja que fluya. Emma se dará cuenta pronto.

—Yo oro para que Emma se dé cuenta —confesó seriamente.

Eugene soltó una carcajada.

—Eso no me sorprende, perro —respondió.

Cuando regresaron, Emma se encontraba sentada con sus piernas cruzadas arriba del sofá, bebiendo un trago de piña colada. Jordan estaba sentado a su lado, mirándola con atención; Vivian se hallaba en un pequeño asiento redondo frente a ella, escuchándola; y Alan sobre el reposabrazos del sofá, tenía los pies encima del delicado tejido, también escuchaba lo que Emma estaba contando.

—Emma —dijo Colin.

Emma lo miró, por esa mirada entendió que necesitaba decirle algo.

Se dirigieron al cuarto de al lado.

—¿Sí? —preguntó ella.

—¿Comiste algo?

—Sí. Tranquilo.

Obligadamente, después de haber ayunado todo el día.

—Solo beberás uno.

—Cole... —rio, tocándole el brazo.

—Hablo en serio. Dos es demasiado para ti.

—Ya. Bien. ¿Sabes qué? —colocó el trago sobre un mueble— Para que te quedes tranquilo.

—Emma...

—En serio. Solo quiero que estés tranquilo.

—Puedes beber, Emma.

—No lo necesito para divertirme. Beberé otra cosa, solo quiero una noche libre de ansiedad para ti.

Qué difícil, teniendo en cuenta que tu mejor amiga lo estresaba.

—De acuerdo —respondió.

—De acuerdo —sonrió, poniéndose de puntitas para darle un beso en la boca.

Y regresaron al sofá, donde Emma se sentó de costado sobre las piernas de Colin. Siguieron con la charla que se interrumpió recién. Fue una buena noche, una larga madrugada. Aparentemente, tenían tanto que contarse entre sí. Eugene había ganado veinte dólares peinando al gato de su tía abuela, canceló todos sus planes para estar ahí con ellos; Jordan también había planeado tomar cursos de verano, cursos de los que se terminó desinscribiendo tal como Eugene, no pensaba perder la oportunidad única de conocer la ciudad con un gasto mínimo; Vivian no tenía mucho que contar en lo personal, no iba a tomar clases, pero estaba feliz porque esa noche iba a follar. De pronto, se dieron cuenta que estaban los seis reunidos en un ambiente completamente distinto, en una habitación de lujo ubicado entre torres enormes, hasta el Empire State Building se encontraba viéndolos a través de los ventanales.

Ninguno lo mencionó en voz alta, pero estaban pensando lo mismo, en que nada podría superar ese verano. 

¡Hola! ¡Hola!

¿Qué piensan de toda esta situación? 

¿Vivian les cae bien o sienten algo parecido a lo que siente Colin?

¿Les gusta la amistad de Emma y Gillou? (Jake nunca pierde, ¿verdad?)

¿Qué les parece Bruno ahora mismo? Hmm.

De todo corazón, espero que lo hayan disfrutado como siempre. 

¡Nos leemos en cualquier momento! ¡Los quiero!


Continue Reading

You'll Also Like

1.6M 117K 84
Becky tiene 23 años y una hija de 4 años que fue diagnosticada con leucemia, para salvar la vida de su hija ella decide vender su cuerpo en un club...
33.3K 2.4K 33
[Libro #3; Trilogía Slave] Impulsada por el deseo de una nueva vida, Sophie Grey viaja a Los Ángeles. Allí se reencuentra con Fabio, el único capaz d...
7.7K 936 21
Hollywood la ciudad de los artistas, de los famosos; de los sueños. Hazel king Turner es una chica no tan común, sus padres son famosos. Su padre dir...
7.9K 1K 15
¿Qué pasa cuando el príncipe de Inglaterra tiene un doble vida? No permito adaptaciones ❤️