El capricho de amarte

De nacaridportal

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Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo... Mai multe

Sophia Pierce.
Ser rara está bien
Una dosis de vida
¿Has sentido el dolor?
Al carajo el futuro
Las personas no queman
Te necesito a ti
Tú también eres una princesa
Detrás de las estrellas
Fabricantes de esperanza
Ojalá nunca te vayas
Concéntrate en mí 😏
Gracias por sostenerme Julie.
A veces necesitas irte
Conociendo Christopher
Del cielo al piso
Mi innegable verdad.
Mucho más que el dinero
Para: Julie
Mi sueño es ella
Mi solución en su sonrisa
Adiós a las reglas
Universo para dos
11:11 mi deseo eres tú
Nunca vas a ser tú
Érase una vez
Ebriedad
Somos más que el dolor
Solo de ti
¡Tuya!
"No voy a abandonarlo".
En busca de un sueño
Destruyó a la princesa
El mundo perdido
La leyenda de las estrellas
Duerme conmigo
El hilo rojo
Asco de mí
"El paso de las lágrimas"
Nunca más voy a sentirme sola
Tú nunca vas a terminar
Epílogo
Fin
Escalera al cielo
¿FIN?
El Capricho de Amarte - SEGUNDO LIBRO - La sombras de Sophia Pierce
Y conocí a una princesa
El presente - Sophia Pierce
Tres meses antes - Sophia Pierce
No todo tiene un precio - Sophia Pierce
Hay tristezas que no se van
EL ABIERTO DE AUSTRALIA
MÁS QUE UN SIMPLE JUEGO
Se acabó el juego
La Diosa del caos
Caos en mi interior
Julie Dash - Pasado
Julie Dash - Pasado
Heridas que vuelven
Un nuevo comienzo
JULIE DASH - CÍRCULO VICIOSO
Cantándole a las estrellas
La fiesta del descontrol
Enfrentar los miedos
La maga
11:11 mi deseo sigues siendo tú.
Heridas que se vuelven a abrir
JULIE DASH - TORPEZA
Sophia Pierce - Querer en libertad
Julie Dash - Montaña rusa de emociones
No supe desear
JULIE DASH - Encontrando mi voz
Sophia Pierce - Mi vida sin ella
JULIE DASH - Después del placer
SOPHIA PIERCE - DOS MESES DESPUÉS
Sophia Pierce / Celebrando a Paula
Sophia Pierce - Almas que te salvan
JULIE DASH - Pequeña eternidad
TE QUIERO DE VERDAD
TE ESCOGERÍA A TI
TE QUIERO LIBRE
SUEÑOS QUE SE CUMPLEN
EN OTRA VIDA SERÁ
LA MAESTRA DEL SEXO
"SOY TU PREMIO"
JULIE DASH - NO SOY TU CHICA
JULIE DASH - DE NADA
JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD
JULIE DASH - VERDADES
LAS REGLAS SON LAS REGLAS
Julie Dash -NO PUEDO VIVIR SIN TI
SOPHIA PIERCE - MILLONES DE EMOCIONES
SOPHIA PIERCE - PREMIO DE CONSOLACIÓN
LA ECUACIÓN DE DIRAC
JULIE DASH - DESPEDIDA
¿PODEMOS HACERLO DISTINTO?
SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES
QUIERO ESTAR CONTIGO MIENTRAS SANAS
Julie Dash - Antes del final
SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS
SOPHIA PIERCE - NO SOY UNA ASESINA
SEAMOS SINCERAS
PENICILINA - SOPHIA PIERCE
5 MESES DESPUÉS
SOPHIA PIERCE - DEBO SOLTARLA, AUNQUE ME DUELA.
CONTINUACIÓN
¿GANARÍAS POR MÍ?
JULIE DASH - ANDREA VS SOPHIA
LA FINAL
KSENYA KHOKRYAEVA - LA ÚLTIMA VEZ
KSENYA KHOKRYAEVA - TU VIDA ES LA MÁS VALIOSA
JULIE DASH - LA ELIGIÓ A ELLA
KSENYA KHOKRYAEVA - MIS MURALLAS
JULIE DASH - "El Final".
SOPHIA NO TIENE FINAL
Para: los bebés del futuro De: Sophia Pierce
LIBRO 2 - JULIE DASH
Besar los Sueños
Cuando los conocí. Julie Dash.
Rotas en la irrealidad - Julie Dash
Para: Ksenya
Ksenya K. La vida sin ti.
Ksenya K - Cuando te conocí
Julie Dash - Realidad irreal
Julie Dash - Realidad Irreal
Julie Dash - Punto de inflexión
Julie Dash - Presente
Julie Dash - Ella está viva.
Julie Dash - Final "feliz".
Julie Dash - Después de todo, tú.
El sacrificio del peón - Julie Dash.
Sophia Pierce - Una mente sin recuerdos

Sonrisas y dolor

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De nacaridportal

Seguí las instrucciones de Christopher. Sergio me dijo que todo estaba preparado. Me entregó la llave y el control del garaje y me envío un WhatsApp con la ubicación. No entendía absolutamente nada, estaba llena de preguntas y Claudia con sonrisas frágiles, tenía ganas de decirme, pero se contuvo. «Te metí en el carro un bolso para ti y para Sophia», fue lo único que dijo, y ya no podía aguantarme más. Así que me fui al instituto con la curiosidad matándome hasta que llegó la hora.

Las primeras clases fueron aburridas. Sophia o dibujaba, o acariciaba mi cabello, o me decía que le hiciera cariñitos. Le pedí que se concentrara, pero parecía no tener ningún interés en la escuela. Solamente en la clase de arte se mostró interesada y me dijo: «Te pongo en mi equipo para salvar tus notas, Julie, porque si te pones con otro, no podrás ser la mejor», con una cara engreída dejó un beso en mi mejilla y al menos por esa clase ella hizo todo.

Comenzó a realizar trazados concisos sobre el lienzo. Estaba haciendo el sistema solar. «Ven, te enseño», se paró detrás de mí y tomando mi mano, fue guiándome para pintar. Tenía su cuerpo pegado al mío desde atrás, y sentía la mirada de Benjamin desde el otro lado del salón. No sé qué tan evidente era, pero hasta Jessica nos miraba curiosa, sólo que desde que Sophia la enfrentó había dejado de molestarme. «¿Por qué estás tan nerviosa?», no respondí a su pregunta, pero me solté de ella. No era buena pintando, pero era peor fingiendo que su compañía no me abrumaba.

Así pasaron las horas y Sophia tuvo razón. El profesor quedó maravillado con el lienzo. Sacamos la mejor nota y ella satisfecha, se guindó de mi brazo, mientras nos dirigíamos a la salida.

No podía retrasarlo.
Me tocaba hacer mi parte del trato.

—Tengo una sorpresa para ti y necesito que vengas conmigo —le dije, cuando llegamos al carro.

—No puedo —sonó segura y me di cuenta de que Chris me había pedido algo imposible.

—Sí puedes. Solamente quiero que te pongas esta venda en los ojos, te subas al carro y me dediques una hora de tu tiempo. Tampoco es que te voy a secuestrar.

—Suena como un secuestro —arqueó la ceja con su perfecta expresión seductora—. Y aunque suena más que tentador, quiero estar con mis hermanos. Hoy es el último día que voy a verlos —su expresión pasó a tristeza y sin pensarlo, acaricié su mejilla.

—¿Confías en mí? Porque solamente quiero una hora de tu tiempo. Solo una. —Me vi a mí misma, con casi expresión de puchero, tratando de convencerla.

—Dios... eres tan tierna. Que es imposible decirte que no.

Sophia abrió la puerta y se montó en el puesto de copiloto. Yo rodeé el coche para montarme y encendí el motor.

—¡Seré tuya por una hora! Aprovéchame —me dio un beso en la mejilla muy cerca de la comisura de los labios y antes de quedarme embobada en la cercanía, encendí el reproductor.

Ya no sabía qué éramos. Nos tratábamos igual que cuando la conocí y ella seguía con su actitud influyente, con los mismos ojos pretenciosos que ocultaban tristezas, y con la esencia de niña mala y bonita, que puede conseguir lo que quiere.

—Yo escojo la música —me dijo y antes de taparle los ojos me puso

"Forever Alone", Paulo Londra.

Llegaríamos en treinta minutos al sector al hatillo. Ella cantaba la canción que decía «se parecía a mí». Me molestó tanto durante el camino que no podía sino reírme de ella cantando e imitando la voz del tipo. Odiaba ese género musical, pero verla divirtiéndose hacía que lo soportara.

«Chico tranquilo sin nada para opinar, siempre en lo mío, tal vez, soy egoísta. Pocos amigos pero mucha historia pa contar. Un reservado, loco, tímido, pero pegado».

Cantaba moviendo sus brazos y aproveché el semáforo en rojo para ponerle el cinturón. «Tan rápido y ya quieres tocarme», me dijo con picardía y volvió a cantar. «Voy a contarles contarles, contarles, que no soy nadie tan interesante. Y por si queda duda de cómo soy en serio, aprovecho el ratito para confesarle que soy un chico tan tranquilo sin nada para opinar», cantaba cada vez más alto hasta que terminó la canción.

—¡Esa es tu canción!

—Ni soy perezosa ni duermo tanto —contesté.

—Pero eres linda y tímida, y... tranquila —contestó, mientras comenzaba a sonar la otra canción.

No me aburría estando con ella. Aunque tuviera de pasatiempo favorito el molestarme. Me agradaba verla feliz, además, cantaba precioso.

Podía irradiar una energía de felicidad y no comprendía cómo la misma persona que había visto desvanecerse, era la que hacía que el resto del mundo se volviera a armar.

Llegamos al lugar en cuestión. Utilicé el control que me había dado Sergio y entramos a una casa. Me estacioné en el garaje y le abrí la puerta, ayudándola a bajar. Ni siquiera yo tenía el conocimiento ni de dónde estábamos, ni por qué.

Las paredes de la casa estaban pintadas. El jardín estaba impregnado de rosas y no pude ver demasiado. Sergio se encontró conmigo guiándome con la mano para que entrara.

Sophia no paraba de hacer preguntas, hasta que, por fin, al entrar a la casa, lo entendí todo. No sé cómo lo hicieron, pero cuando Sergio me llevó al balcón, divisé la piscina llena de niños, aproximadamente unos veinticinco. También había una cama elástica, un carro de helados, un carrito de perros calientes, y varios animadores.

Le destapé los ojos para que viera a sus hermanos. Entendiendo que Christopher había preparado una despedida que no fuera triste y lejos del ajetreo social y la inseguridad de su barrio.

—¿Lo ves? —le pregunté viendo su cara de emoción y de sorpresa—. Mi objetivo de hoy es ayudar a que tengas un día inolvidable —le dije, sin despegarme de ella y pude ver que Sophia Pierce también podía llorar de felicidad.

—Son los niños de mi comunidad —contestó, tapándose la boca y los ojos le brillaban de emoción.

Sus hermanos le gritaban desde la piscina. Le gritaban que era la mejor de todas y que bajara a bañarse. La emoción en la inocencia, las caras de felicidad, todo apuntan a que nunca se hubiesen bañado en una piscina. De nuevo me di cuenta de las carencias, y lo poco que valoramos las posibilidades que nos han sido dadas.

—¡Sus trajes de baños están en el bolso que te preparé! —me gritó Claudia desde la cocina. Sergio y ella eran parte de toda la sorpresa.

Me alegró que Christopher confiara en ellos y que fueran tan maravillosos como para hacer algo así, por una recién conocida.

Corrí con una Sophia renovada, y entramos al cuarto dispuestas a cambiarnos. Ella me abrazó dándome las gracias, peor no me merecía el crédito. Había sido Christopher.

—Julie... a ti te doy las gracias hasta porque existas. ¿No lo ves? Tu presencia ayuda a que el día sea perfecto —contestó.

—Gracias —mi timidez me pudo, así que abrí el bolso para escoger el primer traje de baño que vi, y caminé hacia el baño de la habitación queriendo alejarme de su presencia.

Porque corremos de lo que nos asusta, cuando sabemos que la respuesta es muy complicada.

Pero justo cuando iba a trancarme en el baño, ella sostuvo la puerta:

—Somos mujeres, tenemos lo mismo, y además, somos mejores amigas —mirada maliciosa, actitud de quien nunca pierde, el efecto de Sophia Pierce era embriagador.

—Eh... no voy a dejar que me veas desnuda.

—¿Te da pena que te vea?

—Sí —fui sincera.

—¿Esto es tuyo? —se refirió a una nota que estaba pegada en la pared y negué con la cabeza. No la había escrito yo. Tenía que haberla dejado Chris.

«En este cuarto

sólo acepto a Sophia

y si hay otro acompañante,

apruebo a Julie. A nadie más».

—Es una señal, Julie -sonrió, quitándose la camisa y antes de que me quedara sin respiración se dio la vuelta—: ¿Me desabrochas el brasier? Por favor —ok, tuve que respirar profundo y ella notó que me tardé demasiado—. ¡Tierra llamando a Julie! —exclamó y terminé haciéndolo.

Ok. Paula no me pedía que le desabrochara el sostén, pero si me lo hubiese pedido, sería normal. ¿Por qué no podía ser normal con Sophia? Volví a intentar entrar en el baño y sentí su mano en el hombro.

—Al menos dime cuál traje de baño usar, ¿no? —sonaba inofensiva, pero no era así. Quería que la viera y yo pretendí con todas mis fuerzas no hacerlo, pero terminé desviando involuntariamente la vista hacia sus senos.

Ok. Julie. Contrólate.

Creo que me acaloré tanto, que mis mejillas querían salir de mi cuerpo para que soportara la vergüenza sola. Sophia sólo me miró y sin ningún ademán por cubrirse me llevó a la cama.

—¿Cuál crees que me quede mejor? —preguntó a medida en que se quitaba el pantalón y no estaba preparada para verla desnuda.

—El azul —dije rápido y literalmente salí corriendo al baño.

No tuve necesidad de presenciarlo, sabía que mi ausencia le había dibujado una sonrisa. Ella adoraba intimidarme. Lo hizo la primera vez que la vi en clases. La primera vez que fue a mi casa y desde entonces, hasta ese día, sólo buscaba acortar las distancias.

Usé el traje de baño negro de dos piezas. Salí cubierta por una bata negra y la vi a ella con el azul. Ahora sí podía hablar sin titubear y había recobrado cierta compostura. O al menos eso pensé hasta que se acercó, quitándome la bata y haciéndome girar sobre mí, para mirarme de arriba a abajo.

—Tienes el cuerpo más lindo que he visto —efecto Sophia, mi compostura volvió a desaparecer.

Ella se lanzó en la cama, diciendo que era muy cómoda y golpeó el espacio vacío a su lado, para pedirme que me acostara.

—Tenemos que bajar —le dije.

—Sólo quiero diez minutos de ti para preguntarte algo —al parecer tenía que tomar lecciones para decirle que no, pero no empecé ese día.

Me acosté con ella esperando su pregunta y sin darme espacio para arrepentirme, una vez estuve en la cama, se abalanzó sobre mí. Sosteniéndome de las muñecas y levantando mis brazos, de forma insinuante, fui sintiendo su piel en mi piel en una cercanía un tanto contraproducente.

El placer... había hablado con mi madre acerca del tema. Sabía que era natural, pero no sabía a ciencia cierta que pudiera ser adictivo. Con ella encima, haciendo presión en mí (con su pierna) comencé a descubrir otro aspecto que no conocía de la vida.

Paula me había instado a «masturbarme». Lo había intentado dos veces, llegando a pensar que tal vez era frígida, o asexual. Una vida sin que me gustara nadie y sin el deseo de auto complacerme, se fueron disolviendo cuando sentí que necesitaba más de ella. Pero también sentí miedo y una necesidad de que se bajara de mi cuerpo y me dejara irme a casa.

Ninguna de las anteriores fue lo que sucedió. Sophia Pierce tenía otra cosa en mente.

—Para ser liberada tienes que responder con sí o no, cuatro preguntas. —Tenía su nariz pegada a la mía y la mirada era tan determinante como lo que sentía por ella—. ¿Eres heterosexual, bisexual, lesbiana o no tienes ni idea? —su primera pregunta no se podía responder con sí o no. Ella se dio cuenta así que cambió rápidamente—: ¿Eres lesbiana? —directo al punto.

—No —comencé a jugar su juego y la verdad respondí que no porque no lo sabía. Pero tal vez mentí.

—¿Has tenido relaciones sexuales?

—No —respondí y era evidente, si apenas con ella me había dado mi primer beso—. Qué manera tan inteligente de perder una pregunta. —Por ese instante fui yo quien tuvo el control.

—Julie fastidiando a alguien —torció los ojos-: me siento afortunada —prosiguió—. ¿Te gusta Belén?

—No voy a contestar a eso.

—¿Te gusta Nathaniel?

—Tampoco a eso.

—¿Y yo? ¿Te gusto? —Sophia acercó más la cara y con la boca apunto de rozar la mía—: ¿O tampoco puedes contestar eso?

Stop. Nos miramos tan fijamente que llegué a pensar que logró entrar en mi mente y sacar las respuestas que necesitaba. Con su nariz pegada a la mía y la impaciencia de unos ojos que no me soltaban... decidí responder.

—Con esta serían cinco preguntas, creo que se te acabó tu cuota —hablé pausado, con todos los nervios que podía tener alguien por estar cerca de ella. O tal vez ese efecto solo surtía en mí—: Tal vez la próxima vez —finalicé y ella puso sus labios tan cerca, que cuando habló, rozó los míos.

—Tengo otra forma de conseguir mi respuesta —contestó, y yo, involuntaria y torpemente ya le estaba dando acceso y sin darme cuenta, sus labios ya estaban en los míos.

Dejé de pensar y sólo actué. Me dejé llevar y dejándola hacer lo que quería, me di cuenta de que yo también lo deseaba.

Hay emociones que son evidentes. Es químico. Cuando sientes algo especial por otra persona lo llamas conexión y parece irreal o infantil. Pero es cierto. Es una fuerza que va atrayéndote, incluso a los peores errores. Yo no sabía para esa tarde si Sophia iba a ser un error. Tampoco sabía que ella intensificaría el beso, para luego retirarse de mi boca y pasar a besarme el cuello. ¿Cómo actúas ante una circunstancia nueva? No quería perder su amistad, tampoco la veía como solo una amiga. No quería que se detuviera, pero... tampoco me sentía preparada para entregarle mi primera vez.

Ella siguió besándome, con una dulzura que no había encontrado en nadie. Pero ni siquiera su delicadeza podía frenar lo que estaba sintiendo. Que se los juro, no era nada dulce. Quería más y ella quería verme. No aguantaba un no, y lo dejó claro cuando me quitó la parte de arriba del traje de baño.

Recorrió mis senos con sus ojos, como si fuera lo único que quisiera ver. Sentía la intensidad en los fragmentos que me mostraba de su mirada. No reconocí la intención hasta que fue acercándose a ellos. Cerré los ojos entendiendo que no era lo correcto y que por primera vez en mi vida... no me importaba hacerlo mal.

Apreté las sábanas cuando sentí la humedad de su lengua rozando mis pezones y... tuve que taparme la boca para no gemir.

Sophia iba muy lento y por Dios, estábamos en la cama de Christopher, en la despedida de sus hermanos. Ella tenía novio y yo no quería que mi primera vez fuera así. Pero, estaba sintiendo cualquier cantidad de cosas menos el deseo de que se frenara. Sophia comenzó a deslizar su lengua alrededor de mi pezon y enredé mis dedos entre su pelo, acercándola más, para intensificar lo que sea que hacía, que me estaba volviendo loca.

—No es correcto —se separó tan rápido de mí que ni siquiera tuve tiempo suficiente para entender qué le pasaba.

—No empieces algo que no vas a terminar —¿y por qué le estaba reclamando si tenía la razón?

—Somos amigas.

—No me jodas con eso —creo que era la primera vez en mi vida que decía una grosería.

—Podemos besarnos, pero no podemos cruzar la raya —Sophia me pasó una almohada para cubrirme y no era la misma Sophia que quería verme desnuda, ni la que se montó sobre mí.

—Podemos hacer lo que quieras, al tiempo que quieras, porque así se hacen las cosas en tu mundo, ¿no, Sophia? —respondí con rabia.

—¿Te molestas conmigo porque no quiero que tu primera vez sea una mierda? ¡Te estoy protegiendo!

—Valoraría el gesto si no tuvieras que protegerme de ti misma y de tus impulsos —contesté.

—Muy bien, debí habértelo hecho, sin importarme nada —dijo ella con desgana.

—Debería ser a mí a quien me importe.

—Por lo visto no te importa perder tu virginidad con alguien que cuando llegue la noche va a estar follando con otro —las palabras de Sophia me mostraron cuánto te podía herir la misma persona que te hacía feliz.

—¡A partir de hoy no quiero que me beses, ni que me celes de Belén, ni de Nathaniel, ni de nadie! Quiero distancia. —Me levanté de la cama, cubriéndome con la sábana.

—¡Nunca te he celado! —Sophia alzó la voz.

—Somos amigas y te trataré como tal —respondí intentando conseguir la compostura y evitando alterarme.

—Se salió de control —repitió, caminando hacia la puerta para luego devolverse a mí—. ¡No quiero que cambies conmigo! —exclamó.

—Será como al principio... ¡Sólo amigas! Y ya que tenías preguntas, la respuesta es que sí, me agrada Belén y me agrada mucho —terminé de amarrarme el traje de baño y me dirigí a ella—: Ahora voy a hacer que tengas un día increíble con tus hermanos y no volvamos a hablar de lo que ocurrió, o de lo que no ocurrió, o como sea... —hablé tan rápido que terminé enredándome—: te espero abajo —le dije saliendo del cuarto, para caminar hacia la piscina.

Me sentía confundida, molesta, excitada, exhausta. Era mucha información, pero los hermanos de Sophia me reconocieron. «Contra la chica que nos defendió en el metro», fue lo último que escuché antes de ver a un batallón de niños dispuestos a arrojarme a la piscina.

Parecía que era la primera vez que disfrutaban tanto. Sus risas, el alboroto, y ellos echándome agua o guindándose en mi cuello, fueron quitándole intensidad a lo que acababa de pasar. Me sumergí en la piscina dejándome invadir por el momento.

Sophia bajó al rato y en sus ojos tan rojos, encontré rastro de llanto. ¿Por qué lloraba? Fue ella quien nos llevó a ese nivel. Pero ya daba igual. A lo mejor lloraba porque era el último día con ellos, con sus hermanos.

Al día siguiente se despediría de las personas que más amaba. Al día siguiente me iría yo a Estados Unidos. No vi necesario explicarle. Además sólo serían unos días.

Sentí alivio al pensar en el viaje y me esforcé el resto de la tarde, para intentar pasarla bien. Jugamos fútbol, saltamos en la cama elástica y ella sonreía como gestos faciales de pequeños «discúlpame» que no sabía pronunciar. Me decía que saltara más duro... que parara lo que había pasado. Me decía que era estúpido, que las hormonas y el sentimiento de que nada tiene consecuencia, nos llevaron a una situación tonta. La música iba muy alto y apenas la escuchaba, pero salté tan duro como saltaban mis pensamientos. No era estúpido, no eran mis hormonas, por lo menos de mi parte había sentimientos.

La entendía. Yo era la única amiga que había tenido y se confundió. Las pocas palabras que dijo me hicieron comprender que sí, que tal vez, era la única que estaba yendo muy en serio y que simplemente me enamoré de la persona equivocada.

Logramos que el momento incómodo no dañara el día. Al llegar la noche, ya casi a punto de irnos, los niños quisieron jugar al escondite. Eran las 7:48 y su hermano menor estaba contando.

Me escondí en el guardarropa de una de las habitaciones del piso de arriba, esperando que el juego acabara rápido. Quería irme a casa.

Tres minutos después sentí unos pasos. No me sorprendía que fuese la primera que atraparan. Así que esperé al niño gritando «te atrapé». Sin embargo, sólo sentí que abrieron y cerraron el closet. «Un predecible escondite no te hace predecible a ti», en plena oscuridad, la voz de Sophia me sorprendió. «Prometo que haré lo que me pediste, aunque no sea lo que quiero. No volveré a besarte, Julie... pero no sé qué me pasa cuando estoy contigo. No es netamente sexual y tuve miedo a hacerte daño, porque no es lo que quiero. Paremos ahora que todavía podemos pertenecernos de otra manera, de una que nunca se va, porque no soportaría perderte», apenas veía su silueta en la tenuidad de la oscuridad del armario. «No tienes que decir nada. Solo escucha. Tomé prestado el iPod de Christopher y estuve buscando una canción, porque a veces la música dice lo que nosotros no sabemos decir», me puso uno de los audífonos y se quedó con el otro.

Escuché la canción y estuvimos compartiendo los minutos que duró. De nuevo cerca, pero con la barrera que puse y que ella respetaba. La casa llena de ruidos no perpetraba en la serenidad del armario. Ella me dio un beso en la mejilla y un pequeño gracias fue lo que escuché cuando llegó la hora de abrazarme.

Estaba en problemas porque no quería apartarme, pero tampoco sabía cómo quedarme al tiempo en que deseaba más.

Llegó el tiempo de partir.
El juego había terminado.

Sergio condujo mi coche y Claudia se quedó con Sophia y con sus hermanos hasta que el autobús los buscara para llevarlos a la comunidad de Petare.

Me despedí sin decirle que no volveríamos a vernos hasta dentro de una semana. Me subí en el auto y busqué la canción que me dedicó para repetirla más de tres veces, de regreso a casa.

Mientras lo escuchaba sólo podía recordar ese pequeño momento con ella en el armario. En la oscuridad del guardarropas, sujetándome los hombros y deteniendo lo todo lo que estaba mal. Pero no detienes los problemas para siempre y enamorarte de alguien que no te ama, a veces, es muy doloroso.

My lover, my friend Aj Mitchell

Si te lastima lo mismo que amas y puede hacer que sonrías la misma cantidad de veces que te hace sufrir. ¿Está mal quedarte? ¿O está mal huir?

Nota de autor:

Lo prometido es deuda. Espero que les guste. Mañana no actualizo. Nos vemos el jueves de nuevo. Los quiero.

Cuéntenme:

1. Parte favorita.
2. ¿Julie debería alejarse?
3. ¿Por qué Sophia la busca y luego se aleja?

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