El Novio De Emma© #2

Galing kay shipsinthesky

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Aceptar que eran almas gemelas no fue sencillo, y tú ya conoces la historia. Libro #1 Al Estilo Emma Libro #2... Higit pa

Sinopsis
EL NOVIO DE EMMA
1: Se amaban, y no cabía duda
2: El verano de los dos
3: Ansiedad generalizada
4: Inútil
5: Con todo respeto
6: Una gema rara con toques amarillos
7: A pesar de todo
8: La pesadilla de Jakey
9: Séptimo mes
10: En este planeta, y en los otros
11: Invitación
12: Dos minutos en el cielo con Colin
14: Siempre te voy a cuidar
15: Almas gemelas
16: Milo Walton
17: Mentiroso
18: Hipotético fracaso
19: Día en la azotea
20: La familia Oschner
21: Ángel de alas amarillas
22: Los buscados
23: Un espanto
24: El postre de la confusión
25: Amigos
26: Perseguida
27: Gael
28: Una familia entretenida
29: Un Miller más
30: Una batalla por la superioridad
31: El brownie
32: El error
33: La ruptura
34: Vulnerable
35: La Emma que conocían
36: La despedida de soltera
37: Benditamente organizado
38: Princesa guerrera
39: Raramente llena
40: Las paces
41: La próxima semana
42: Planes con Colin
43: La misma estúpida historia
44: Cenizas
45: Florecer
46: Enfermo
47: Un mes horrorosamente vacío
48: Coney Island
49: Hawái
50: El mundo real
51: Jamaica
52: Walton, Walton
53: Niño herido
54: Los girasoles más bellos
55: La frágil florecita
56: Soltera
57: Lasaña de camarones
58: ¡Traicionera!
59: Las chicas como ella
60: Bronce
61: En los brazos equivocados
62: ¿Por qué?
63: Culpa
64: Vivian
65: Justo a tiempo
66: Un deseo
A que no esperaban...
Tercer libro. ¡Ya disponible!

13: Esmeralda

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Galing kay shipsinthesky

Sombra con brillos en sus párpados.

Pintalabios nude.

Y un atuendo poco convencional para alguien con muchos complejos.

Tomó un perfume con botella de cristal y lo roció en su cuello.

Le daba ansiedad, de la normal, pensar en la velada.

Curiosamente, el único rooftop bar al que había ido, en Nueva York, se ubicaba en el hotel de su familia. Recordó que el verano anterior trasnochó, en más de una ocasión, en dicho lugar, con su padre, pero no tenía punto de comparación. En efecto, no es lo mismo estar sentada en un sillón, luciendo un vestido casual con sandalias, en una esquina del rooftop bar, mientras tu padre ordena bebidas como en casa, porque estaban en casa, no había razón para verse glamorosos porque estaban ahí para comer gratis porque esa noche nadie tenía ganas de colocar los cubiertos sucios en el lavavajillas. Estaba segura de que esas ocasiones no contaban como salida a un rooftop bar, donde la gente de su edad se reúne para beber, escuchar buena música y conocer gente nueva, por eso estaba ansiosa, pero de una extraña buena manera.

Conocer a Esmeralda tampoco perturbaba su corazón porque eran tres conocidos y una desconocida, solo necesitaba centrarse en esos dos conocidos, y listo.

Se agachó para ajustar las correas de los tobillos de sus tacones, y, cuando se irguió después, encontró a Aqua y a Kayce al otro lado de la cama; la primera abrió su boca cuando notó el atuendo que tenía puesto su prima, acción que acomplejó a la tan glamorosa rubia, quien de forma inmediata se cubrió sus hombros, cruzando sus brazos. La que acompañaba a la adolescente esbozó una sonrisa que bien podía ser confundida con una maliciosa, sin embargo, ninguna de las otras dos se percató porque cada quien estaba en sus asuntos; Emma trataba de cubrirse sus brazos mientras Aqua la veía con una gran mirada.

—Emmy, es la primera vez que te veo tan sexi. —Aqua rió, le pareció una locura, una ilusión óptica, que su prima se encontrara luciendo esa mini falda con flecos y un top con tirantes, y en color champán.

Emma se tomó de la cabeza, y empezó a decir, en medio de unos ojos lacrimosos:

—Esa era la reacción que necesitaba escuchar antes de salir a hacer el ridículo. Hablé con Vi en la tarde, le enseñé este atuendo, y ella me convenció de usarlo. Me dio una charla motivacional, y yo me la tragué.

—Pero luces bien, oye —animó Kayce, mirándole la falda de cintura alta.

—Maldición. ¿Vas a salir? —inquirió Aqua, dándose cuenta del escenario.

—S-sí, con Sid —tomó su cuello con su mano derecha.

Quería llorar.

Ya eran las 9:30 p.m., y debía reemplazar todo su atuendo.

—Ah, no lo sabía. Sid duerme en el hotel, con su novia. Dice que duermen en habitaciones separadas, pero con Marina creemos que duermen muy juntos. —Se sentó en la cama, viendo hacia Emma—. Vine porque me aburro en casa, iba a decirte para mirar una película. Marina está con su amiga.

—¿Marina tiene permitido estar con su amiga a esta hora? —No necesitaba preocuparse por su prima malcriada, tenían una niñera a cargo de las dos, sin embargo, no pudo detener esa pregunta.

—Sí —respondió Kayce. La respuesta real era «no». Pero había un trato detrás del permiso que le otorgó a Marina. Nada fuera de lo común, solo dinero que se contaba por cada hora que estaba fuera de casa.

—No te cambies de ropa —pidió Aqua.

Emma cogió aire por su boca.

—¿Juras que me veo bien?

—No tengo problema en herir tus sentimientos diciéndote que no, pero la respuesta es sí —aseguró.

—De acuerdo —colocó una mano sobre su pecho y suspiró con sus ojos cerrados.

Solo le faltaba ponerse el brazalete dorado que eligió.

—Colin te está escribiendo —informó Aqua, sosteniendo el teléfono de Emma.

Emma abrió sus ojos de manera exagerada y se lanzó sobre la cama para quitárselo.

El teléfono tenía clave, sí. Pero ¿qué? Los mensajes seguían apareciendo en la pantalla.

—Bien. Tú sola te delatas, está claro que se mandan nudes —rió.

Kayce también rió.

—Nunca tomes el teléfono de una chica con novio, Aqua —le educó ésta.

Emma se ruborizó, levantándose de la cama.

Se encerró en el baño sin decir nada.

Los mensajes de Colin no hacían más que informarle que saldría a buscarla en cinco minutos, que estaba esperando al chofer. Emma se miró al espejo, y colocó la cámara enfrente. No, no se trataba de nudes. Lamento la ilusión. Le mandó la fotografía de su atuendo, luego, se recostó contra la mesada del lavabo.

De inmediato, una llamada entrante.

—Hola —contestó.

—Me calenté... terrible.

Emma rió, viendo el techo.

—Necesitaba escucharte antes de tomar una decisión final —comentó.

—Mi cerebro te da un diez de diez, mi corazón un once, y mi pene no está disponible en este momento, es que le dio fiebre.

—Cole —cubrió su cara con una mano, riéndose.

—Pero cámbiate si no te sientes cómoda —sugirió.

Emma giró para verse de nuevo, y respondió:

—Me gusta. —Se balanceó para mover los flecos.

—Haz lo que te haga sentir mejor, yo ya tengo la foto.

—Gracias —sonrió.

Le encantaba que él fuera esa primera persona a quien podía recurrir ante cualquier circunstancia, incluso ante una emergencia de inseguridad sobre su atuendo. Podía recurrir a él por lo que sea, y siempre tenía la mejor respuesta para ella.

—Revisa el mensaje —pidió Colin.

Emma verificó la conversación.

Había una fotografía de él, en la que se encontraba parado frente a un espejo alto, con un atuendo negro de arriba abajo, tenía las mangas de su camisa dobladas debajo de sus codos, y los tres primeros botones desprendidos en su pecho, era posible verle un poco de su vello.

Emma mordió su labio inferior en medio de una sonrisa, se acaloró, todo su rostro se puso colorado, pensaba que era demasiado bello para ser real. Y Colin tuvo que toser una vez para llamar su atención.

—El chofer llegó. Y estoy bajando —comentó.

—De acuerdo. Luces... bien —respondió, acomodando su cabello lacio con volumen hacia atrás.

—¿Debí afeitarme? —preguntó.

—N-no —balbuceó—. La respuesta casi siempre es no.

Emma se acercó a la puerta del baño.

¿Esas dos seguían en su recámara?

—¿Casi siempre? —Colin soltó una carcajada.

—Tú sabes, me gustas así —abrió la puerta, tan solo para descubrir que la recámara estaba vacía.

—Es probable que mañana lo haga —contestó.

Mañana.

La gala.

—No quiero hablar sobre el futuro —cerró sus ojos, adhiriendo su frente a la puerta.

El futuro quedaba a dos horas y media.

—Sí, claro. Tendremos tiempo de hablar sobre eso en otro momento —sonó calmado, deseaba transmitirle esa calma—. Eh, estoy subiendo a mi camioneta, así que... nos vemos en unos minutos.

—Bien. Yo... bajaré al vestíbulo ahora.

Cogió un bolso de mano que iba a juego con el resto de su atuendo, y salió de la recámara, creyendo que se encontraría con las dos en la sala, pero no fue así. No le dio importancia, solo asumió que regresaron a casa de sus tíos. Llegaron sin avisar, y se fueron de la misma manera. Eso pensó. Pero grande fue su sorpresa cuando las halló sentadas en el vestíbulo de la torre, esperando al chofer que las trajo hasta ahí.

—¿Pensabas irte sin decir adiós, Aqua? —trató de sonar relajada, amistosa.

Kayce. Kayce la seguía intimidando. Y le urgía acostumbrarse a ella, a su presencia.

—Pues, no pensaba interrumpir tu conversación caliente con Colin —bromeó la adolescente.

—Espero que también molestes a Sid de esta manera —miró hacia abajo, a su bolso rectangular.

—No. La diversión está en tu cara, Emmy —rió.

Gracias por decir que era la diversión de los demás.

Emma la miró, y dijo:

—Yo nunca dije que le mando fotos a Colin, así que espero que no pongas esa afirmación en mi boca delante de nuestra familia. Es bueno que sepas que intimidad no se refiere solamente a eso.

—Yo seré tu testigo frente a ellos, Emmy. De ser necesario —dijo Archie, atrás del recibidor.

Emma volteó a verlo.

A veces se le olvidaba que Archie estaba en todas partes, especialmente en el vestíbulo.

—G-gracias, Archie. Pero no será necesario porque Aqua se portará bien —miró a su prima otra vez, cruzando sus brazos debajo de sus pechos—. Oye, lamento no poder quedarme a mirar una película.

—No lo lamentas realmente, no finjas hacerlo. —La voz de Aqua se oscureció. Estaba pensando en eso que muchas personas con depresión piensan, estaba pensando que nadie quería pasar tiempo con ella.

Emma abrió su boca.

Y salvada por Colin.

Él le hizo una llamada perdida.

—M-me tengo que ir. Pórtate bien, ¿sí? —juntó sus manos.

Aqua miró a Kayce, y ambas se levantaron para ver cómo Emma cruzaba la puerta de la torre, mientras Colin descendía de la parte trasera de la camioneta. Junto a la puerta del vehículo, se dieron un par de besos en la boca, antes que Colin le permitiera a Emma subir primero.

Había algo en el que una adolescente de catorce años y una mujer de veintitrés coincidían, aunque no lo dijeran en voz alta, ambas creían que Colin era un adonis y que debía besar malditamente bien.

—Aqua vino a mirar una película conmigo. De pronto, me sentí mal. Creo que no la está pasando bien. —Emma se sentó derecha, sí, quizás por primera vez, pues su falda medio apretada le impedía sentarse sobre su pierna para verlo mejor.

—No es tu culpa tener planes hechos; además, imagino que no está sola. —Colin se acercó para olerle el cuello, sin disimulo, sin pena.

—Es cierto. Está con Kayce —giró su cabeza.

Sus narices rozaron.

A continuación, Colin le besó el hombro y la miró a los ojos desde ahí.

—Mi papá tomó por hecho que iba a quedarse completamente solo, así que fue a la casa de mis abuelos a prepararles una cena —comentó Emma—. Si todo sale como planeo, beberá una botella de vino con ellos, le dará ganas de dormir, y no se dará cuenta de la hora.

—Entonces, yo podré quitarte esa faldita en la madrugada —sonrió, mostrando sus dientes.

Emma giró su cintura para verlo mejor y con una mano le acarició la barba.

—O puede ser antes —pensó ella.

—¿Puede ser ahora? —sonrió más.

Emma abrió su boca, fingiendo sorpresa por el poco pudor, luego, le echó un vistazo al chofer.

—Yo no hago esas cosas en un asiento trasero —susurró en tono indignado.

—Pero sí en un armario...—tosió una vez en su mano.

Emma se ruborizó.

—Estábamos solos en ese armario —habló en su defensa.

—Recuerdo haberte escuchado mencionar al que todo lo ve —rió.

Se sentó derecha otra vez, mirando al frente con sus brazos cruzados sobre sus muslos.

—No te dio risa en ese momento —contestó.

—De hecho, sí, sí me reí. —Y rió más. La agarró de la mandíbula para acercarla, entonces, le otorgó un beso en la mejilla y le giró la cabeza para darle otro en los labios—. Mi nena luce tan hermosa esta noche, quiero que todo el mundo lo note.

—Tu nena espera que nadie la mire.

Emma se apartó, tomándose de la cabeza.

—No debí decir nada —dijo Colin, se sentó mirando al frente.

Emma suspiró, y le aseguró:

—Estoy bien.

Estaba bien, o eso trató de convencerse. Ya salió de casa con ese atuendo, no iba a regresar solo porque se dio cuenta que se estaba arriesgando demasiado. Pero sí le gustaba, le gustaban sus flecos. «Luces bien», se autoafirmó. Maldición. Esperaba que Esmeralda no fuera la clase de persona que no sabe disimular su mirada de repulsión, no se preocupaba por Sídney, pues, en la tarde hablaron, y ella fue clara al respecto: «No hagas comentarios sobre cómo me veo», a lo que él le respondió: «Tú no hagas comentarios sobre cómo me veo yo». Bien. La universidad le pegó fuerte a los dos, en todo sentido.

—Para mí, te ves preciosa. Pero aún estamos a tiempo de regresar para que te cambies, si quieres —continuó con su mirada al frente. Para Colin, que Emma se sintiera cómoda era lo más importante siempre.

—Estoy bien —repitió—. Y aprecio que intentes comprender, creo que otra persona no lo hubiese hecho —habló mirando al frente también. Y quizás tenía razón, nadie más le hubiese propuesto regresar para cambiarse de no sentirse a gusto.

—¿Qué clase de novio sería si no intentara comprenderte?

—¿Uno malo?

Se miraron a los ojos.

—Uno malísimo. Mereces que estudie tu idioma, porque tú haces lo mismo con el mío —mandó su cabeza hacia atrás, recostándola sobre el respaldo, sin dejar de mirar a Emma.

—Oschner es mi segunda lengua —habló divertida.

—Lo sé. Nuestros cerebros están conectados —tomó la mano de ella sin moverse de su posición.

Emma sonrió, viendo sus manos juntas.

—¿Qué clase de persona crees que sea Esmeralda? —preguntó.

—Eh, ¿una como Sid? —cerró un ojo.

¿Buena persona? ¿Aunque medio creída?

Ninguno tenía idea.

Pero había algo de lo que Emma estaba segura. Estaba segura de que iba a desear que la tierra le tragara por toda la velada si Esmeralda era extrovertida y charlatana, no quería decirlo, pero, si era extrovertida y charlatana como Kayce. Y lo dijo. De nuevo, se repitió que esa noche jugaba con ventaja, pues, Esmeralda era la extraña, era ella quien debía estar ansiosa por conocerlos.

Apretó la mano de Colin, y se sonrieron como si fuesen los únicos en el mundo, en el gigante universo, comprendió que no había razón para estar nerviosa.

El rooftop bar se hallaba ubicado en el centro, a corta distancia del hotel Hamilton de la Quinta Avenida. Había música electrónica, una pista de baile luminosa, y gente disfrutando de su juventud; bebiendo, comiendo, bailando. Sin embargo, fue sencillo encontrar a ese par.

La del cabello rizado, corto hasta los hombros, y piel canela, con el muchacho de cabello azabache y ojos azules. Eran la pareja que se estaba dando besos en una mesa alta con butacas con respaldo, tenían bebidas frente a ellos, pero se notaba que no habían hecho más que beberse desde que llegaron.

Colin y Emma se miraron, no estaban acostumbrados a la demostración tan intensa de afecto en público, pero, al parecer, sus acompañantes pensaban todo lo contrario, quizás por la edad. Menos mal que Sídney soltó a Esmeralda para tomar aire, los vio acercándose, porque ni Colin ni Emma querían interrumpirlos en pleno acto, Sídney les ahorró incomodidad.

Sídney se bajó de su asiento.

—Disculpa. ¿Quién eres tú? —le preguntó a Emma.

Le prometió que no iba a hacer comentarios sobre cómo se veía, pero no pudo contener las ganas de lanzarle un halago por lo hermosa que lucía en ese atuendo atípico para ella, incluso se veía hermosa con esos kilos que había ganado últimamente.

—Te ves radiante, Emmy —continuó diciendo—. Ahora dame un abrazo. —Se acercó sin esperar respuesta, la abrazó, y Emma correspondió con fuerza, por poco hacía un año que no se veían.

—Te extrañé un poquito —admitió ella.

Colin, quien estaba parado detrás de Emma, sonrió por lo que ella confesó, la tomó de nuca con una mano, y con la otra chocó puños con Sídney. No recordaban cuándo fue la última vez que se vieron.

—Colin Oschner —pronunció.

—Hamilton —contestó.

Esmeralda bajó de su butaca, se agarró de la falda de su maxi vestido estampado para no pisarlo. Sin embargo, Colin se adelantó a pasarle una mano, deseaba girar y mirarle a Emma con unos enormes ojos, deseaba decirle que Esmeralda era exactamente lo que no imaginaron en apariencia. Esmeralda era sencilla, y eso no tenía nada de malo, la sorpresa se hallaba en que Sídney no era una persona sencilla.

—Soy Colin, y ella es Emma —sonrió por amabilidad y educación.

—Esmeralda —respondió con timidez, casi no se la escuchó.

Colin le tocó la cintura a Emma con su dedo índice.

Emma reaccionó, y también le pasó una mano a la chica nueva.

—Hola —saludó.

—Gusto en conocerte —dijo Esmeralda, esbozando una sonrisa insegura.

Estaban en el saludo, pero la mente de Emma ya se encontraba rehusándose a sentarse frente a Esmeralda. Y Colin no cooperó. Los tres se sentaron en sus lugares, y ella esperó un momento, tan solo un instante para restablecer la conexión entre sus cerebros, pero hubo una enorme falla en el sistema.

Colin volteó y la encontró parada junto a la butaca frente a Esmeralda.

—Ah —dijo éste.

Se bajó de su asiento, y, a continuación, la agarró de la cintura para sentarla delante de la extraña.

El mensaje no llegó, se quedó a mitad de la red.

La atención de su novio acababa de condenarla por el resto de la noche.

Él pensó que ella no podía subir a la butaca por su falda, o sus tacones, o lo que sea.

—Vaya. ¿Así te tiene Emmy? ¿Como su sirviente personal? ¿Siempre haces eso? —preguntó Sídney entre carcajadas. A decir verdad, no le sorprendió, conocía lo raramente atento que era Colin con todos.

—No —respondió—. A veces alcanza los asientos.

Estaba bromeando, aunque su tono de voz no acompañaba el acto.

Dos de ellos sabían que estaba chisteando, pero una no.

Esmeralda entendió que Colin no hablaba en serio, sin embargo, creyó que estaba molesto y que estaba usando el sarcasmo para defenderse. Qué incómodo. Tenía que admitirlo, se había puesto ansiosa al enterarse que iba a conocer a Colin McClain, lo buscó esa mañana en Instagram, y, si alguien le preguntaba, iba a decirle que Colin era un dios precioso en persona, que sus padres se esmeraron en crearlo, pero que, al parecer, era medio amargado. Con respecto a Emma, Sídney le había asegurado que su prima era una de las mejores personas que conocía, y quería creerle, pero Emma apenas la había saludado y desvió la mirada en medio de la acción; además, la ropa carísima que lucía la hizo sentir totalmente desubicada. No quería juzgarlos tan pronto, pero se sentía intimidada indirectamente por ellos dos.

—Ahora entiendo porqué tío Jakey te aprueba. —Sídney se echó a reír.

—¿Me aprueba? —preguntó Colin.

De acuerdo, eso le trajo paz.

—Es el chisme que corre en los pasillos —bromeó.

Colin miró a Emma, quien posó una mano sobre la pierna de él.

Eso ya lo sabían. Tantos memes de animales, y vídeos de perritos haciendo cosas graciosas, en los últimos tres días. Sin embargo, escuchar de alguien más que su suegro lo aprobaba era satisfactorio.

—Mi papá está feliz porque Cole es el único que no ignora sus memes —comentó Emma, riéndose con timidez, pues no se olvidaba que Esmeralda estaba presente—, pero ni siquiera ha pasado una semana desde que se hicieron amigos, así que le doy cuatro días a Cole para que le entre ganas de bloquearlo.

—No voy a bloquearlo, ni me entrará ganas —anunció, viéndose entre sí—. Me encanta que me mande memes, es como que quiere compartir su alegría conmigo. De ninguna manera me voy a cansar, es genial.

—Me aseguraré de esparcir ese chisme en el pasillo —dijo Sídney.

—¿Quiénes más pasean por ese pasillo maldito? —preguntó Emma.

Siempre tan perdida.

—Toda nuestra familia, y Jason con mi tío Roy —contestó.

Emma tomó el menú de bebidas, y dijo:

—Obviamente, ustedes cuatro encabezan a los chismosos. Tío Jamie es el único hombre decente ahí.

—Mi papá no sabe dónde está parado —bufó.

—¿Cómo está Jamie? —le preguntó Colin.

—Respira porque es un proceso automático.

Sídney resopló, y tomó a Esmeralda de la mano. Estaba tan callada, pero no tenía que preocuparse porque Colin estaba completamente enamorado de una introvertida, así que conocía a un introvertido a la distancia. Por otra parte, Emma sí que se centró en el menú, fue la primera opción que encontró para no hacer contacto visual con la que tenía enfrente, ni siquiera estaba escuchando cómo continuaba la charla.

—Lamento escucharlo, Sid.

—No lo hagas, no tiene caso hacerlo.

—Buenas noches. ¿Qué les traigo? —Se acercó un mesero.

Colin vio a Emma.

—¿Elegiste algo? —inquirió éste.

—Un... sexo en la playa —miró a Colin a los ojos.

—De acuerdo —anotó el hombre—. ¿Señor?

—Bien, bien, bien. Mi nena va a beber alcohol —habló Colin, acercándose a ella. Normalmente, evitaba llamarla de esa manera en público, pues era algo de ellos, como un código secreto, y porque nadie entendería porqué demonios él se refería a ella de esa manera, y ella le respondía en tercera persona.

Emma se ruborizó.

¿Ven? Era algo de ellos. No debía ser escuchado por otros, salvo Eugene.

Eugene era la excepción a casi todo.

—¿Qué vas a beber tú? —desvió ella.

—Una Stella. —Colin miró al mesero una vez, luego volvió a Emma—. Pero tienes que comer algo antes de beber o te irás a la mierda, y tu papá dejará de mandarme memes de animales.

Sídney soltó una carcajada, es que Colin tenía razón.

—Bien. —Emma observó el menú, deslizando su índice en el papel—. Quiero algo rápido como... ¿sushi?

—Comimos sushi el sábado —le recordó Colin.

—Pero de seguro lo tienen listo. ¿Sid quieres sushi? —alzó su mirada para verlo.

Esmeralda no existía, ¿cierto?

—¿Quieres sushi? —le preguntó Sídney a Esmeralda.

—Lo que quieran —respondió ésta.

—Quiero sushi —insistió Emma, mascullando en un susurro para su novio.

—¡Queremos sushi! —concluyó Colin.

El mesero lo anotó y se fue llevándose el menú.

Esmeralda empezó a construir una imagen bastante errada de Emma, y, cada vez, se sentía más cohibida.

—¿Por qué quieres algo rápido? ¿Acaso están apurados? —inquirió Sídney.

—Para nada —dijo Colin—. Tenemos toda la noche para escuchar cómo fue que Esmeralda se enamoró de ti —bromeó, mirándole a la chica, aunque trató de parecer lo menos agobiante para una persona tímida.

—Ese fue un error. —Sídney rió.

Esmeralda sonrió escondiendo toda esa inseguridad que le provocaban.

—Nos conocimos en una clase —comentó ella.

—Qué interesante —respondió Colin.

De verdad, necesitaba ser más expresivo con los extraños.

Esmeralda no captaba que estaba siendo honesto.

—Sid mencionó que tú lo salvaste de una pelea. —Se atrevió a decir ésta.

Colin sonrió, al fin.

—Sid era un niño, literalmente —empezó a contar.

—Era un púber, es grande la diferencia —le corrigió Sídney.

—Ni siquiera habías cumplido trece. En fin, yo, normalmente, no camino por la calle, mucho menos solo. Pero esa tarde tuve un problema —con Rebecca— que me llevó a caminar cerca de la escuela de Sid. Unos locos, compañeros suyos, lo estaban molestando, y tuve que intervenir.

—Como superhéroe que eres —añadió Emma.

—Me acompañó a mi ático, en aquel entonces vivía en un ático —recordó Sídney.

—Y nos hicimos amigos —finalizó Colin, mirando a Esmeralda con toda su atención—. Uno no espera que a los diecisiete alguien se haga amigo de un niño de doce...

—Era un púber —reiteró Sídney.

—Pero estoy acostumbrado a los niños, me llevo diez y trece años con mis hermanos —continuó sin darle importancia a la aclaración del otro—. Y supongo que en Sid vi a un niño indefenso, pero amigable. Nos reuníamos a jugar baloncesto los miércoles después de clases, y él me hablaba sobre las niñas de su clase. Me gradué, nunca dejamos de hablar, pero Sid descubrió la preparatoria, y todo lo que conlleva.

—Mientes. Tú me hiciste a un lado. Dejaste de responder —lo acusó Sídney, incluso lo apuntó con su dedo.

Emma miró a Colin.

Rebecca le había cortado los lazos, Emma lo sabía.

—Colin siempre ha sido alguien ocupado —dijo Emma en modo de defensa.

—Es verdad. Pero yo descuidé mis amistades hasta que me quedé solo, y no fue hasta California donde empecé una nueva vida. No quiero que pienses que no te respondía porque estaba con otros amigos, mejores, porque no era así.

No estaba con otros amigos porque estaba solo.

Colin tocó su reloj, luego, acarició el antebrazo de Emma, que estaba encima de la mesa.

—Descui... ¿Tienen el mismo tatuaje? —Sídney entrecerró sus ojos al ver el antebrazo que Colin estaba acariciando. Justo cuando pensó que era el rey de los enamorados, aparecieron esos dos a descoronarlo.

Emma tomó aire por su boca.

Ahí estaba de nuevo.

—Es un poco estresante tener que explicar todo el tiempo que no es un tatuaje de pareja, creo que debí haberlo pensado mejor, debí haber pensado en todos los contras —dijo Emma—. Es un tatuaje que representa a nuestro grupo de amigos, ellos estaban ebrios cuando se lo hicieron, y yo estaba en una crisis rara de «Me vale mierda» —explicó, entrelazando sus dedos con los de Colin, encima de la mesa.

—De acuerdo. ¿Por qué yo no tengo amigos tan geniales? —le preguntó Sídney a Esmeralda.

Esmeralda se limitó a reír.

—En nuestro grupo, Colin sigue siendo el mayor —comentó Emma.

Colin asintió, y dijo:

—Es una mala costumbre. Mis amigos asumen que todo lo que digo es un acierto, solo porque nos llevamos uno o dos años —movió su mano, y la de ella, hacia él—. Pero, en realidad, ser el mayor es un patrón que se repite en mí de forma inconsciente, algunos dicen que tengo perfil de protector. Es que llevarme trece años con mis hermanos siempre tuvo influencia sobre mí, me obligaron a madurar pronto, entre otras cosas.

—Te llevas tres años con Al, y siempre es un acierto todo lo que le dices. También necesito resaltar que los adultos te aman, o sea, Cohen está hechizado por ti, al igual que el resto de tus maestros, y mi papá también —le recordó Emma.

Entonces, Sídney se acordó de algo.

—Colin, ya eres licenciado.

—Eh, sí.

—¿Y? ¿Qué sigue? —inquirió.

Seguía el mesero trayéndoles lo que ordenaron.

Emma tuvo razón con respecto al sushi.

—Hoy mandé mis documentos. Apliqué para un masterado en física teórica —comentó, soltando a Emma para agarrar un par de palillos, tomó un maki, y lo colocó frente a la boca de ella, para que no escapara de comer antes de beber, entonces, Emma lo hizo, comió—. Wade Cohen se llama mi mentor, es alguien respetado en la física teórica nacional e internacional, quiere que me dedique a la física, pero solo pudo convencerme de hacer ese máster, y de ayudarlo en la fase final de su investigación. Por eso apliqué.

—Y por eso lo aceptarán. Cohen es la autoridad en ese máster —añadió Emma, masticando ese rollito.

—Colin es lo que muchos llaman «Rata de biblioteca» —le explicó Sídney a Esmeralda.

Esmeralda sonrió. Eso jamás lo imaginó.

—Y ¿qué te regaló Emmy por la obtención de ese título? ¿Una camioneta? —inquirió Sídney.

—Le regalé una entrada al concierto de Imagine Dragons, se presentan el quince en el Garden e iremos juntos. Colin prefiere los regalos sencillos —comentó Emma, tomando otro tipo de sushi con los palillos.

Esmeralda no sabía que un concierto aplicaba como regalo sencillo.

—Será divertido —pensó Colin.

—Genial. Enhorabuena, Oschner —le felicitó Sídney.

—Gracias —respondió.

—¿Desde cuándo bebes alcohol, Emmy? —preguntó Sídney.

Emma estaba lista para darle un sorbo al sexo en la playa. Ya no quería esperar más.

Colin esclareció su voz con un tosido, y contestó:

—Desde el sábado, cuando descubrió que no le gusta el vino tinto.

—No me miren como un espécimen a punto de hacer algo interesante, por favor —pidió Emma.

Los tres dejaron de verla, y ella le dio un sorbo al coctel.

Rico. Necesitaba acostumbrarse. Pero rico.

—No sé si consumir tantas calorías valga la pena —les dijo.

—Emmy, no le quites lo divertido a la vida —le suplicó Sídney.

¿Que no le quite lo divertido a la vida?

¿Desde cuándo Sídney no contaba calorías?

Ah, sí, desde que conoció a Esmeralda.

—Hoy será mi noche libre —anunció Emma.

Todas las noches eran su noche libre.

—Me parece bien —respondió Colin, con el pico de la botella de cerveza frente a su boca.

—Hmm, Sid, ¿sabes que tus hermanas tienen una niñera? —inquirió Emma, después de beber otro sorbo. De acuerdo, la costumbre se presentó más rápido de lo que esperaba—. A mí no me agrada.

—Debe tener algo para que no te agrade —señaló éste.

—Le parece que habla demasiado —explicó Colin.

—Y eso lo explica todo. —Sídney conocía a Emma.

—Siento que ignora su lugar como niñera —continuó Emma.

—Para lidiar con Mari se necesita de un carácter especial. Mi mamá debió haber tomado en cuenta ese detalle —dijo Sídney. No podía decir mucho porque ni siquiera le interesaba, y esa era la razón por la cual su madre tuvo que contratar una hermana mayor. Sídney era un gran tipo, pero uno bastante egocéntrico.

Emma bebió otro sorbo.

Estaba de acuerdo; lidiar con Marina requería un carácter especial, pero... Basta. «Estás haciendo lo mismo que te hicieron a ti; estás juzgándola porque es diferente a ti». Por eso era raro que criticara a alguien, por eso su primo señaló que la niñera debía tener algo, porque Emma siempre tenía en mente el daño que le hicieron; deseaba que nadie más tuviera que atravesar por lo mismo, pero sabía que era imposible, entonces, su grano de arena era practicar la empatía, hasta cuando le costaba.

—Esmeralda, ¿dónde vives? —preguntó Colin, cambiándoles de tema. Le pareció poco educado que no se interesaran en conocer a la extraña, y le sorprendió lo poco integrador que era Sídney con Esmeralda.

—Miami —contestó en medio de una sonrisa.

—Quiero probar un daiquiri —interrumpió Emma, recostando su cabeza sobre su hombro, viendo a Colin.

Él frunció su ceño al notar que ella ya había bebido la mitad del coctel. ¿En qué momento pasó? Emma les tomó el gusto a los cocteles con ese sexo en la playa, y esa noche pensaba beber unos cuantos más, de forma responsable y moderada, claramente.

—Pidan lo que quieran. Esta noche pago yo —invitó Sídney.

Emma siguió viendo a Colin.

«Pídeme un daiquiri», decía su mirada de borreguita.

Colin alzó su brazo, llamando al mesero.

Normalmente, dejaba que ella ordenara sola como entrenamiento social, se negaba a ser cómplice de la ansiedad de Emma, pero esa noche estaba dispuesto a dejarlo pasar. Ordenó el daiquiri, y, cuando giró a verla, como preguntándole si estaba satisfecha, la encontró con la cara roja como un daiquiri de fresa.

Y ella que pensaba que podía seguir bebiendo.

El sexo en la playa acababa de pegarle.

Emma sentía su cara ardiente.

—Necesitas beber agua —le dijo Colin.

—Hm, no. —Se echó a reír.

—En el pasillo comentaron que ustedes representarán a la familia en la gala de mañana —habló Sídney, no se dio cuenta que su prima estaba ligeramente ebria—. Les agradezco. No tengo ganas de socializar en nombre de mi papá.

—Sid, tú me debes una grande por eso. —Emma lo apuntó con su dedo índice.

—Pagaré la cuenta de esta noche. ¿No te parece suficiente? —bromeó.

Emma bebió el resto del coctel. Colin la tomó de la mano, tratando de decirle que se estaba apurando, pero la conexión cayó de nuevo, esta vez por efecto del alcohol. Ella apartó su mano, sin darle importancia al contacto, y tomó, con sus dedos, dos rollitos de sushi para comerlos al mismo tiempo.

—Quiero bailar —les informó con la boca llena.

—Bailaremos luego —dijo Colin.

En efecto, estaba ebria.

La Emma sobria dudaría en bailar con esa gente alrededor.

El mesero bajó el coctel frente a Colin, entregándoselo como su coctel, pero Emma se adueñó de la copa de forma instantánea. Colin sonrió de manera forzosa, y le pidió amablemente que le trajera dos botellas de agua, aunque no estaba seguro de cómo le iba a hacer beber a Emma, se comportaba caprichosa cuando le convenía.

Los minutos pasaron, el agua llegó, Emma se negó, mas al final lo aceptó, solo porque la cara de impaciencia de Colin le golpeó directo en su ebrio corazón. Ella se enojó, no participó en la conversación. Él se dio cuenta que la hirió, entonces, le dio un beso en la mano, mientras le prestaba atención a quien le hablaba, y todo se arregló en la cabecita de ella.

Media hora después, la velada comenzó a transformarse en una donde Colin y Sídney eran los únicos conversadores. Esmeralda estaba callada, mirando con disimulo cómo Emma terminaba su daiquiri de fresa, se tardó más que con el primer coctel porque ahora debía turnarse con el agua. Emma no estaba pensando mucho, le gustaba la música y mirar cómo la gente bailaba, al igual que le gustaba ese daiquiri.

—Cole, quiero bailar —pronunció.

Colin bajó la botella, de la que acababa de beber, y preguntó:

—¿Ahora?

—Ajá —brincó de la butaca al suelo, y colocó su bolso de mano en medio de la mesa—. Cuídenmelo, por fa —agarró el brazo de Colin para bajarlo del asiento. Sentía que estaba teniendo una sobrecarga de energía que necesitaba liberar en esa pista de baile, frente a esa DJ de cabello rosa, alrededor de esa gente desconocida. Sus flecos se movían a la par que caminaba de prisa, estirándole a Colin del brazo.

Sídney se limitó a reír.

Y Esmeralda igual quería ir a la pista, mas no lo mencionó.

Había tres momentos en los que lograban conectarse en cuerpo y alma; en el sexo, en medio de un largo abrazo, y cuando bailaban juntos. Lo último ocurría con más frecuencia de la que imaginan, porque no necesitaban ir a un club para bailar; en realidad, nunca iban a clubes, ya que Emma no era fanática de las aglomeraciones, solo necesitaban una canción que les gustara por igual para bailar en medio de una habitación vacía.

Escucharla reír, mientras la hacía girar hasta marearla, ocupaba un puesto tan exquisito, superior a cualquier sinfonía. Se amaban, y no cabía duda. Él lo sabía por la manera en la que ella le sonreía con los ojos brillantes mientras se movían juntos al ritmo de la música. Ella lo sabía porque, ni en un millón de años, él se pondría a bailar de esa manera con otra persona que no fuera precisamente ella. ¿Que cómo estaba tan segura? Sencillo, lo conocía. Era la única que tenía el poder de quitarle todo; la ropa, la vergüenza, la seriedad. Colin se transformaba cuando la atrapaba entre sus brazos después de hacerla girar, siempre le daba cuántos besos melosos podía antes de tomarla de las manos para continuar al ritmo de la música. Por esa, y otras razones, no les cabían dudas.

En medio de ese rooftop bar, se olvidaron de sus penas, al igual que olvidaron que habían ido acompañados. Y para Emma, no solo tenía que ver con que el resto dejaba de existir cuando estaba a gusto con Colin, sino con el alcohol que se hallaba en su sangre. ¿Lo más cómico? Ella era consciente de lo borracha que estaba, incluso se lo gritó a él en más de una ocasión a la par que bailaban. «¡Estoy malditamente borracha!». Y a Colin le dio gracia, hasta cierto punto, hasta media hora después, cuando Emma se le acercó al oído para susurrarle un secreto, de esos que no esperas oír en ese momento, ni nunca.

—Me hice encima.

—¿Cómo que te hiciste encima? —La agarró de los hombros, mirándole la falda con un horror mezclado con la preocupación que le produjo el nivel de alcoholemia que estaba teniendo ella.

—Apretaste mi vejiga —explicó, tranquilamente.

—Yo no apreté nada —frunció su ceño.

—Tenemos que irnos, Cole. —Emma se miró hacia abajo.

—Claro que tenemos que irnos —tomó la mano de ella, guiándola entre las personas.

Sídney y Esmeralda se encontraban hablando cuando llegaron hasta ellos.

—Al fin se cansaron —habló el primero.

—Sid, recibí un mensaje de mi mamá, no está en casa, y debo ir a ponerle orden a mis hermanos. —Colin tomó el bolso de Emma, sin soltarla de la mano—. Lamento arruinar la noche, pero, oye, volveremos a vernos en cualquier momento. Esmeralda, fue un placer charlar contigo.

¿Charlar? ¿Lo de esa noche contaba como una charla? Colin no sabía lo que estaba diciendo, solo se dejó llevar por las mentiras.

—Ehm...—Sídney frunció su ceño.

Y no lo dejaron hablar.

Ellos se fueron de inmediato.

Colin le abrió la puerta trasera de la camioneta y Emma gateó encima del asiento.

Pronto, se encontraban camino de regreso a casa.

Ninguno habló por diez minutos, hasta que él dejó de contenerse.

—Entiendo que como mujer tengas un serio problema con los baños públicos, pero no puedo creer que te aguantaras hasta ese punto. Y la próxima vez, beberás con moderación.

Estaba enojado, pero no con ella, no podía explicarlo, solo estaba enojado.

Emma sonrió y se arrodilló sobre el asiento, acercándose a Colin.

—Te engañé. No me hice pipí encima —metió una mano en la camisa de él, tocándole el pecho seductoramente mientras le daba besos en el cuello—. Necesitaba sacarte de ahí, y no hubieses accedido porque crees que abandonar a Sid, y a su linda novia, para tener sexo, es poco educado.

Él sintió una pulsación entre sus piernas, se puso duro apenas recibió el primer beso sobre su piel. Las ganas que tenía de quitarle la braga, y enterrarse en ella, superaban el límite de sus fantasías del momento. Esa noche, follarla era una necesidad.

La agarró de las muñecas para inmovilizarla.

—Que fingieras hacerte encima acaba de superar todas las locuras que has hecho en los últimos meses, y mira que has hecho muchas cosas.

Emma se echó a reír, tratando de regresar al cuello de Colin.

—No —siguió él, retrayéndose—. Si me sigues besando así, me harás acabar antes de haber empezado. Ahora siéntate a mi lado y pórtate bien.

—Sí.

Emma se sentó derecha, y dio un suspiro tan profundo como el mar abierto. A continuación, hizo caminar, a su dedo índice y a su dedo medio, encima de la pierna de Colin, de forma seductora y divertida, a lo que él la detuvo, atrapándole la mano para que no volviera a hacerlo, y tuvo que sostenerla durante el resto del camino porque no dudaba en que ella iba a intentar otra maniobra.

Unos cuantos, y desesperantes, minutos después... Los ojos de Emma se iluminaron cuando distinguió su torre a lo lejos. Se arrodilló de nuevo sobre el asiento para besarlo como hace rato, y Colin no dijo nada, solo necesitaba que la camioneta aparcara frente a la torre de una vez por todas.

Ella estaba húmeda, ardiendo en su interior por todo lo que imaginó en el trayecto hasta ahí, esa noche solo podía acabar brincando encima de él. En el ascensor, lo besó con pasión, aunque en ningún momento tocó sus labios porque él se hallaba mirando el techo, o lo que sea, pero ella estaba demasiado ebria para notar lo que estaba pasando. Trató de quitarse la falda en el piso quince, y Colin se alarmó de inmediato, impidiéndole que armara tal espectáculo frente a la cámara de seguridad.

La Emma ebria no solo era mentirosa, también era exhibicionista, no podía creerlo.

Lo arrastró hasta su recámara, donde lo lanzó sobre la cama, y trepó encima de él sin parar de besarlo, como una persona que, aparentemente, desconocía en lo absoluto las etapas de una relación sexual, ella quería pasar al coito y punto.

Colin la agarró entre sus manos, y, ágilmente, la colocó debajo.

—¿Quieres que te folle? —le preguntó.

—Sí, señor —acarició sus senos por encima de su ropa.

—Necesito conseguir un condón para eso, porque seguridad antes que todo. —Colin se hizo a un lado, con intenciones de levantarse de la cama, a lo que Emma lo agarró de la camisa con desesperación.

—Tengo condones, muchos condones en mi escritorio —informó.

—Pero yo necesito un condón especial —apartó la mano que lo sostenía, sutilmente.

—¿Un condón especial? —Emma se recostó sobre sus codos, mirándolo con incredulidad.

—S-sí. Uno con textura... y brillos. Uno que me quepa porque los que escoges son muy pequeños.

Si iba a mentirle a una ebria, al menos iba a darse el gusto de hacerlo bien.

—¿Qué? ¡No! —suplicó Emma—. No quiero tener que esperar.

—Esto es lo que haremos —empezó a decir, a la par que retrocedía lentamente hacia la puerta—. Tú te acostarás boca abajo, y contarás hasta cien. Te juro que me tendrás desnudo en la cama antes que llegues al ochenta. Hay una farmacia a dos calles, iré corriendo para que el tráfico no me retrase.

—De acuerdo —obedeció.

Emma se acomodó boca abajo, precisamente.

—No te oigo contando...—abrió la puerta detrás de él.

—Uno, dos, tres...

Colin cerró la puerta, y se pegó a la madera para oírla.

Emma contó hasta quince, luego, se quedó callada.

Se durmió.

Brillante.

Colin subió al ascensor, y suspiró.

Creyó en su plan desde el principio, pero nunca imaginó que sería tan sencillo engañarla porque su nena era una mujer astuta, o eso era lo que le había demostrado desde que se conocieron, y esa noche que fingió hacerse encima porque quería follar, en serio lo engañó.

Follarla era una necesidad en ese momento, pero no todas las necesidades son cubiertas todo el tiempo. Emma estaba ebria, y jamás se atrevería a tocarla mientras estuviera bajo los efectos de cualquier sustancia. Su pene se sumergió en excitación, mas su mente no lo acompañó. La respetaba, era su mayor tesoro y ¿qué haces con un tesoro? Lo cuidas para que nada malo le pase. Ella siempre iba a estar a salvo en la misma cama que él, pero esa noche no estaba consciente, no había consentimiento, solo conductas irracionales de alguien que probaba el alcohol por tercera vez.

Llegó a su ático poco tiempo después.

Se quitó la camisa en medio de su cuarto.

Entonces, su teléfono comenzó a sonar sobre su cama.

—Puta madre —susurró.

No había pensado en lo que iba a decirle si ella despertaba recordando que él debía regresar. Contestó la llamada sin mirar su celular, quitándose los zapatos para luego desabrocharse los botones de su pantalón.

—Mi amor, tuve que ir a otra farmacia porque no lo vendían. Tú duérmete que yo te despierto cuando regrese, pero duérmete boca abajo, por favor.

No quería que se atragantara con posible vómito, Dios.

—Esto es ciertamente incómodo —habló Alan al otro lado.

Colin frunció su ceño, y tomó el celular que se hallaba sobre la cama.

—No te debo explicaciones, pero no fui a la farmacia a comprar preservativos.

—Por supuesto que no —rió, pero con desgano.

—Es la verdad. No esperaba que me llamaras. —Colin se sentó en el borde de la cama.

—Tú dijiste que puedo llamarte cuando quiera o ¿eso solo fue un acto de falsa amabilidad? —inquirió.

Qué intenso.

—N-no, claro que no. Perdón. Fue una noche rarísima —cubrió su cara con una mano.

—¿Sabes qué es raro? Que yo siga vivo —echó una carcajada.

—Alan...—alzó su mirada.

—Él me golpeó, Cole —interrumpió.

Colin tomó aire por su boca, y respondió:

Sé lo que es eso, Al.

—No, no lo sabes, Cole. Tu papá es un enfermo, y me consta, pero nunca ha tratado de matarte. Debe odiarte, y toda la mierda que sabemos, pero estoy seguro de que nunca deseó que te entierren —declaró.

Colin bajó su celular, agarró el reloj de su muñeca.

—Al, si no te sientes seguro en ese lugar, debes...

—¿Huir? —cortó la frase.

—Sí —respondió.

—Es tan fácil decirlo —bufó.

Le dio la razón.

—¿P-por qué no vienes a Nueva York? —preguntó.

—Es que Nueva York queda a la vuelta de la esquina, Colin.

—Sé que no, por eso vendrías en avión.

—No lo creo, Cole.

—Al, te estoy invitado. Puedo comprarte un vuelo de inmediato. —No estaba pensando en nada más que poner a salvo a Alan, es que ni siquiera no podía pensar en otra cosa—. ¿Q-qué me dices? No serías una molestia; al contrario, estaría tranquilo al saber que estás lejos de tu papá, mientras planeas qué hacer después. A Emma le encantaría tenerte en la ciudad.

—Seré una molestia, Colin, como si no supiera que planeas tener tu verano a solas con Emma. No me necesitan ahí, siendo un mal tercio. —Se negó.

—De acuerdo. Piensa en esto, tendrás toda la ciudad para ti solo. No gastarás en hospedaje ni en comida porque hablaré con Sid, el hijo de Hamilton, o quizás con mi tía, la heredera del Fiahlo. Es verdad que planeo hacer de este verano algo especial para los dos, pero eso no quiere decir que serás un mal tercio, quiero decir, me dejarás en paz en las noches, ¿cierto?

Alan rió, y contestó:

—Seguro.

—Déjame hacer esto por ti.

—Lo pensaré, y te avisaré en la mañana.

—Está bien. Pero no lo pienses demasiado, el Alan que conozco no piensa ni un poco, solo se arriesga, y es de las cosas que admiro de él..., a veces.

Alan esbozó una sonrisa al otro lado.

¿Acaso el siempre correcto Colin Oschner acababa de decir que admiraba algo del siempre incorrecto Alan Moore? No pasaba con frecuencia, por lo que se tomó unos segundos para disfrutar del momento.

¡Hola!  Espero que hayan disfrutado de este largo, muy largo, capítulo, que me costó bastante escribir en su momento, me puse ansiosa porque necesitaba hacerlo bien épico, creo que me demoré dos semanas en tenerlo, ustedes me dirán si cumplí con mi objetivo jaja. 

¿Qué les pareció Esmeralda? ¡Cuéntenmelo todo!  

En el próximo capítulo nos vestimos de gala. ¿Emocionados? 

Por cierto, descansé una semana de Emma y Colin (ustedes no lo notaron), y empecé y terminé  una historia corta, que ahora se encuentra entre mis obras. Se titula La vida que deseas. Y bueno, la tengo completamente escrita, me gustaría que pasaran por ella, ustedes me dirán si vale la pena publicarla entera. De verdad, ¡me encantaría verlos ahí! 

Siempre agradecida, Ani. 

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