Pasé toda la tarde viendo películas con Tyler. Entre risa y risa me dí cuenta de lo que le había echado de menos durante todo este tiempo.
Me puso al día contándome todos los lugares que había visitado. Me dijo que se alegraba de haber tomado mi consejo y haber salido un poco del pueblo.
Viajó por Europa, donde conoció a su "amigo" Fran en España. Dice que de todos los sitios que visitó, como Venecia, Madrid, Granada,París, Viena... El que más le gustó sin duda fue Granada, de donde era Fran.
Tyler decía que sentía que Fran era la persona que había estado buscando durante tanto tiempo. Que era el chico por el cual haría grandes locuras y que estaba pensando en ir un tiempo a España. Que sería una manera de aprender un nuevo idioma, una nueva cultura y tal vez un nuevo amor.
Fran era un chico granadino de apenas veinticinco años. Él estudiaba psicología en la UGR, esta era su segunda carrera, primero había estudiado educación primaria ya que amaba los niños. Tyler lo describía como un amor de chico, romántico, amable, simpático y con mucho cariño que repartir.
Cuando él estuvo en Granada, Fran le hizo de guía turística y visitaron varios lugares como la preciosa Alhambra o los rincones más exóticos del Albayzín. En esas rutas se fueron conociendo y Tyler descubrió el tipo de chico que era. Fran era voluntario en el hospital. Cada semana se disfrazaba de payaso o cualquier cosa e iba y animaba a los que más lo necesitaban. También participaba en la asociación que daba de comer y buscaba viviendas para las personas que precisaban de unas necesidades básicas.
Vimos que era la hora de la cena y decidimos ir a comer a un pequeño restaurante familiar que había en la zona.
Durante la cena no le quité el ojo a una chica que había en la barra del restaurante. Su cara me era muy familiar, pero aún no sabía quien era.
Tyler se dio cuenta de que no dejaba de mirar detrás de él y se giró.
- ¿A quién miras tanto?- me dijo
- A esa chica- señalé con la cabeza- me resulta familiar su cara, pero no sé quién es.
- ¿Le pregunto?- Tyler se levantó.
- ¿Qué? No. Siéntate, que vergüenza. No le digas nada.
- Así saldrás de dudas.
- ¿Y si en realidad no la conozco de nada y solo hago el ridículo?
- Bueno, vale. No le diré nada, pero que sepas que yo sí sé quién es.- le miré fijamente.- ¿Qué?
- Que me lo digas.
- Ve y pregunta.
- No voy a ir.
-Te quedarás con la duda.