Mad #PGP2023

By blxxdcherry

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Mad es una adolescente que tiene visiones del futuro desde niña, descubriendo nuevos poderes después de que J... More

Mi saga: Mad
Opcional de ver: collages
Pequeña dedicatoria
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 35
Capítulo 36
Especial de Halloween
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
5000 votos
Especial Navidad
ANUNCIO

Capítulo 34

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By blxxdcherry

Todos los finalistas estaban ahí, esparcidos alrededor del escenario. Linkin Park se presentó cerca de media hora, provocando que el lugar se llenara de euforia. Mad giró la cabeza mientras saltaban y miró a Joe, nunca lo había visto tan feliz. Le gustaba verlo así.

Él la atrajo hacia su cuerpo al posar su mano en el costado de su cintura y ella pasó su brazo por detrás de su espalda, aferrándose a la chaqueta de cuero que el chico llevaba. Joe bajó la vista al sentir su contacto y, con su otra mano, tomó el mentón de la chica, para alzar su rostro. Se quedaron mirando por unos segundos, olvidando todo lo demás. Él se agachó y le robó un beso, el cual Mad correspondió y trató de que no se tuvieran que separar, pero un recuerdo fugaz de la última noche hizo que ella lo apartara con brusquedad.

—¿Estás bien? —le susurró él, acercándose de nuevo.

A penas podía escucharlo por lo fuerte de la música y maldijo por lo bajo, por no ser capaz de estar con él sin reaccionar mal a cada caricia, pues de verdad quería que fuera como antes y poder disfrutar de la compañía del joven.

—Al terminar la presentación —dijo en voz alta Mad—, ¿te parece si vamos por pizza o papas fritas?

—Ok, pero supongo que tu banda va a querer celebrar que ganaron.

—No me refiero a la presentación del ganador... hablo de la de Linkin Park.

—Espera, ¿vas a perderte el anuncio? —Volteó a verla.

—Sí... no me importa.

—¿Y si ganan y deben tocar algo?

—Lo que tienen preparado no me involucra, así que, da igual.

Él asintió y se colocó detrás de ella. La rodeó por la cintura y, a pesar de que Mad sintió un escalofrío en un inicio, ella puso sentirse aliviada con el abrazo del joven.

La banda terminó de tocar y bajaron del escenario, pero en lugar de ir de inmediato hacia la salida, avanzaron hacia la esquina del escenario, en donde estaban colocados Mad y Joe, quienes se quedaron inmóviles al verlos.

—¿Tú eres la que tiene un video cantando Teenagers? —preguntó el vocalista.

Mad solo fue capaz de asentir y Joe repitió varias veces en voz baja la palabra "mierda".

—Vimos tu video —continuó—, también uno en que cantaste una de nuestras canciones y realmente nos gustó. Suerte con tu carrera.

La banda se retiró, tras saludar cada uno a la chica y desearle suerte. Ellos seguían ahí parados, atónitos.

—Mierda —exclamó esta vez Mad.

—Chester Bennington te acaba de dar su bendición, técnicamente —agregó Joe—. ¡Mierda! —Sonrió, sin soltar todavía a la chica.

Ella se volteó y lo abrazó por el cuello, para seguir celebrando. Sin que ellos se dieran cuenta, el presentador del evento subió el escenario tras algunos minutos. Llevaba un sobre en sus manos y empezó a callar a la multitud, que pedía que la banda regresara.

—Primero un anuncio: se detectó que los miembros de The Mistery of the Pineapple consumieron marihuana durante el evento, por lo que la banda ha sido descalificada por incumplir las reglas del festival. Recordemos que es un evento que involucra a menores de edad...

Los abucheos hicieron que fuera imposible que se escuchara la voz del presentador.

—Mierda, sí hicieron valer esa regla —murmuró Joe.

—Silencio, por favor... —Seguía pidiendo el hombre, hasta que la multitud cedió un poco—. Por eso, quedaron solo dos bandas en competencia. Invitamos a X-candal y Things a subir, para revelar a la banda ganadora.

Alex se le acercó de repente a Mad, antes de que los demás chicos de la banda pudieran atajarlo.

—Tú vienes conmigo ahora —le ordenó Alex y trató de tomarla del brazo, pero Joe lo impidió, interceptando su muñeca y apretándola con fuerza.

Alex cedió y se fue a la escalera. Los demás estaban expectantes y subieron al ver que él también.

—Te tengo envidia —murmuró ella—. Estoy segura de que hay muchas cosas que a ti no te pasan, porque no eres mujer. Encima, eres lo suficientemente fuerte como para ahuyentar a cualquiera que quiera molestarte...

—Y para defender a quien yo quiera.

—Gracias... aunque, creo que a veces preferiría ser hombre.

Mad se apartó y él no se lo impidió. Fue la última en subir y se quedó a un costado, con ganas de derrumbarse ahí mismo. Por más que lo intentara, nunca iba a poder borrar toda la mierda que él le hizo.

—Y la banda ganadora es...

Hubo un redoble de tambores. El presentador abrió el sobre y se quedó en silencio unos segundos, para aumentar la tensión.

—¡Things!

Los chicos de esa banda saltaron de alegría. Valeska fue quien recibió el premio, alzándolo en el aire y con los chicos de su banda acompañándola.

Mad estaba feliz por ella y celebró igualmente. Al bajar del escenario, vio el rostro decepcionado de Alex y volteó para ir hacia Joe, pero se detuvo.

—De seguro ganaron porque su líder es una mujer, ya saben cómo está todo últimamente.

—O ganaron porque son mucho mejores y además se nota que su líder no es una mierda —contradijo Mad, volteando antes de que alguien más hablara.

Alex se dirigió a ella y le apretó el rostro, como si quisiera aplastarle la cara, pero rápidamente los chicos fueron a apartarlo y Joe llegó por detrás de Mad para golpear con el puño en la cara a Alex.

—Vámonos, por favor —le rogó Mad a Joe, volteando. No quería que la situación empeorara. No lo iba a arrastrar a esa mierda.

Él le hizo caso y se alejaron rápidamente. A Joe le hervía la sangre por haber visto cómo Alex había tratado a la chica, además de que era obvio que la forzó en el escenario a besarlo, pero no se lo quiso mencionar a Mad, pues pensó en lo mal que ella se sentía por ello y en que recordárselo iba a ser peor.

Caminaron en silencio y salieron de la arena, yendo sin rumbo por la calle, como si el único objetivo claro fuera alejarse de los chicos.

—Gracias por golpear a Alex —dijo Mad, aliviando al chico, pues le preocupaba que no le hablara por estar enojada—. De todos modos, no estuvo bien que lo hicieras, porque puedes tener muchos problemas por...

—No, detente. —Sonrió—. Yo lo golpeé porque me molestó lo que hizo, ¿ok? Fue una decisión mía, no creas que me estás arrastrando al problema que tienen ustedes.

—Bueno, eh... no quiero que tengas más problemas, ¿ok? Sé cómo funciona el sistema y si él te denuncia...

Mad no pudo continuar con su diálogo de pánico, pues se vio interrumpida por los labios de Joe. El joven estaba agachado, besándola, impidiéndole hablar. Vaya forma de hacerla callar.

Separaron sus labios, pero él todavía estaba a escasos centímetros de ella. Se miraron a los ojos y ella no supo si seguir conversando o volver a besarlo, pues lo deseaba, pero unos segundos de silencio mirándolo a los ojos le trajo de regreso aquel horrible recuerdo de unos ojos casi bestiales observándola al desvanecerse.

—No tuviste que hacer eso. —Se alejó con brusquedad, dando un brinco hacia atrás.

Él trató de tomar su mano, pero ella lo evitó, con temor y ganas de llorar. La angustia la consumía por dentro y el pánico se apoderaba de ella sin poder evitarlo. Sus ojos estaban a punto de volver a tornarse negros y ella sentía cómo aquella oscuridad empezaba a nublarla, pero Joe tomó sus manos, sin que ella se diera cuenta. Susurró unas palabras que ella no fue capaz de entender, poniendo todo de sí para que ella pudiera estar bien.

Aquella sombra se disipó y vio a Joe, preocupado por ella. No estaba seguro de lo que debía hacer, solo soltó sus manos para evitar que de nuevo ella se asustara, sin estar seguro del porqué.

—¿Qué pasó?

—Tuviste un ataque de pánico, supongo. —Prefirió omitir los detalles que parecían sacados de un thriller—. Me alegro de que te calmaras... ¿Se mantiene el plan de comer pizza? —Ni siquiera él sabía si estaba bien su consulta.

—¡Sí! —Sonrió, pero su gesto disminuyó—. Si quieres, claro.

—Contigo voy a donde sea. —Se le escapó de la boca.

Mad rio por lo que él dijo, pero también se sonrojó. Si bien se escuchó ridículo, le encantó que fuera tan espontáneo.

Se sentaron en una mesa al fondo. Una chica los atendió con amabilidad y fue Mad quien ordenó, con atún, aceitunas y tomate como ingredientes adicionales a la base de salsa y queso. Mientras esperaban a que les llevaran su pizza de tamaño mediana, entró la banda Things y Valeska reconoció de inmediato a Mad por su cabello, acercándose.

—Vine con mi banda, para celebrar nuestro triunfo —indicó, luego de saludarla—, ¿quieres unirte?

—Ah... yo... —Señaló con el dedo a Joe, a lo que Valeska asintió, triste.

—No sabía que tenías novio.

—No es mi novio...

—Se podría decir que somos amigos con derecho. —Sonrió Joe con cierta arrogancia.

Mad lo miró con furia, frunciendo el ceño, expandiendo sus fosas nasales y torciendo los labios. ¿Cómo se atrevía a decir eso a otra persona?

Valeska se despidió de Mad, quien seguía molesta por la intervención tan ridícula de Joe.

—¿Amigos con derecho? —inquirió molesta, cuando ya estaban solos.

—Lo somos, ¿no? No somos novios, sino amigos, de los que tiran en el cumpleaños del otro. —Guiñó un ojo.

—No vuelvas a decir eso en voz alta. No me gusta ventilar mi vida.

—Descuida... Perdón por contar tus cosas y prometo que no volverá a pasar.

—Ok, disculpa aceptada. —Sonrió.

—Ahora sí, pregunto: ¿por qué esa chica se te acercó con claras intenciones de querer comerte la boca y quizás otra cosa?

—Iugh, odio cuando hablas así.

—No se me ocurrió otra forma de decirlo. —Rio.

—Pues...

Llegó la mesera con sus bebidas. Mad abrió la lata de Coca-Cola y bebió un sorbo.

—Nos besamos anoche. Quizás sí le gustó el beso, no lo sé.

Volvió a dar otro sorbo y Joe la miró con picardía.

—Mads, cualquiera que te bese quedaría enganchado con tus labios. Ahora entiendo su actitud. Lo que sí me sorprende, es que, besaste a alguien anoche, pensé que nosotros...

—Era un reto —lo interrumpió—, y tú mismo acabas de decir que somos amigos con derecho.

—Sí, pero creí que podíamos tener, ya sabes, cierta exclusividad. Al menos yo la tengo contigo.

—Eso es tierno, pero al final no le debemos compromiso al otro. —Bajó la mirada—. Tú puedes meterte con quien quieras y yo puedo hacer lo mismo.

Joe se echó para atrás en su silla.

—Tienes razón. No te reprocho, ¿vale? Solo quiero decirte que no quiero estar con alguien más, solo contigo.

Justo llegó la mesera con la pizza, dándole tiempo de pensar a Mad. Una vez que estaba servida, la chica se levantó, apoyó cada mano en los costados de la mesa y besó a Joe, sorprendiéndolo. Al hacerlo, sintió una leve angustia, recordando una de las atrocidades de la noche anterior, pero mantuvo la calma y sintió como él le transmitía cierta paz.

—Me encantas demasiado —dijo Joe.

Mad estaba dudosa de si debía comer o no. Quería hacerlo, pero una parte de ella que había quedado enterrada por meses le decía que no debía.

—Princesa —la llamó Joe—, tienes que comer. Te sentirás mejor si lo haces, porque la comida siempre es buena... quizás la pizza no es lo más saludable, pero es mejor eso a destruirse sin comer.

Ella alzó la vista. ¿Cómo es que él habló justo de eso? ¿Cómo lo sabía? ¿Acaso era tan obvio?

—Creí que no me llamarías así de nuevo, fue el trato. —Fue lo único que salió de su boca.

—Te queda perfecto, pero en serio: tienes que comer.

—No es fácil, no es solo porque tú lo digas.

Cuántas veces había luchado con su mente en el pasado y todavía le costaba a veces comer porciones normales. Había pasado meses desde el último día en que había evitado comer, pero al parecer todo lo malo de su mente había vuelto a aparecer en las últimas horas, solo para atacarla.

—Maddie...

La chica asintió. Claro, no era fácil, no bastaba con palabras, pero por algo debía empezar.

Mad tomó por fin un trozo y empezó a comer. En todo el día solo había tomado agua, pues ni siquiera se alimentó cuando Adrián le llevó comida.

—Gracias por ser mi soporte... y soportarme, claro. —Sonrió, tras masticar un pedazo.

—Descuida, es lo mínimo que puedo hacer.

Al terminarse la pizza, pagar a la mitad la cuenta y salir, Mad se volvió de verdad consciente de la realidad que vivía: debía volver a la cabaña y dormir ahí, bajo el mismo techo que su violador y sin seguro en la puerta, a menos que...

—Quiero pasar la noche contigo —dijo de repente.

—Ok, eso fue inesperado. —Sonrió confundido—. Acepto.

—Genial. —Sonrió ella—. Vamos por mis cosas y luego nos vamos a donde te estés quedando.

Él asintió y tomaron un taxi en dirección a las cabañas en la playa, pues Chris estaba con el VR a la entrada del parque estatal Topanga. Mad pagó el taxi, alegando que era lo mínimo si se iba a quedar con él después, pese a que Joe quería pagar.

Caminaron después por la playa y luego hacia la cabaña, pero ella se quedó petrificada a unos metros de la construcción, recordando lo que había pasado.

—Mad, no era necesario que vinieras —interrumpió sus pensamientos Adrián—. Me hubieras avisado y yo te habría pasado todas tus cosas.

—Bueno, pero ya estamos acá, entremos —insistió Joe, jalando la mano de Mad para que avanzara y fue entonces que lo notó—. O puedo juntar tus cosas y tú te quedas hablando con él... Lo que te haga sentir mejor.

—Mejor ustedes dos se quedan solos, sentados frente al mar, muy romántico... —Sonrió—. Y yo voy a juntar tus cosas, no tengo problema.

Ella fue incapaz de responder con palabras y solo asintió. Joe, sin soltar su mano, la condujo de regreso a la playa, en línea recta, y le hizo una seña para que se sentara luego junto a él, a lo que Mad hizo caso, pero no pronunció alguna palabra. Al cabo de veinte minutos, Adrián llegó con la mochila de Mad y Will al lado.

—Así que —dijo Will—, ¿qué pasa? Todo el día has actuado extraño, más raro que de costumbre, y encima ahora te vas sin despedirte.

—No es algo que hablaría contigo —contestó Mad con seriedad.

—Mejor nosotros nos vamos y ustedes sigan en lo suyo. —Joe quería evitar algún problema para la chica.

—Ese plan es bueno. —Adrián sonrió.

Ya en el hotel en que Joe había arrendado una pieza al llegar a la ciudad, Mad dejó su mochila junto a la puerta en cuanto entró y se echó en un sofá que había, exhausta. Joe sonrió y fue hacia ella.

—¿Me vas a hacer un espacio o solo me echo encima? —preguntó alegre.

—No molestes —contestó con la cara pegada al cojín.

—Yo... no lo sé, cuando dijiste que querías pasar la noche conmigo, pensé que querías, ya sabes... —Sonrió—. Que tuviéramos sexo.

Mad maldijo por lo bajo y alzó la cabeza, volteando para ver al joven.

—Mi día ha sido una mierda y solo quiero dormir.

—Creí que estabas feliz por la banda que ganó, ¿estás triste?

—No, para nada, estuvo bien eso. No quiero hablar del tema.

—Ok... vamos a dormir a la cama entonces, no te quedes en el sofá.

—¡No! —respondió, espantada—. Es que... nada, tú estás pagando por esta habitación, ¿no? Lo justo es que tú duermas ahí y yo aquí.

—Puedes dormir conmigo, al lado. Podemos compartir cama sin que pase algo más.

Empezó a sentirse angustiada ante la idea. ¿Y si la tocaba mientras dormía? ¿Y si...?

—Prefiero quedarme acá —insistió, con un hilo de voz.

Él vio que no tenía caso seguir con el tema. No quería hacerla sentir incómoda, por lo que, asintió con una sonrisa un tanto forzada y fue a buscarle una manta, quitando al final el cubrecama. Si es que dormía, no tenía problema con hacerlo solo con una sábana.

Le puso el cubrecama encima y empezó a acomodárselo.

—¿Qué haces? —preguntó ella, al borde de la risa.

—Nada, solo te ayudo.

Se quedó callada, apretando los labios sin saber qué contestarle. Él le quitó las zapatillas y terminó de arroparla.

—Gracias. —Le sonrió, con lágrimas en los ojos—. De verdad, gracias por todo lo que has hecho por mí, incluso cuando no tenías que hacerlo.

—Descansa. —Le regresó el gesto con suavidad.

Acarició su mejilla con el dorso de su mano y ella atinó a frotar su cara en la mano del chico, para luego besar su palma. Él se alejó sonriendo y dejó que se quedara dormida, apagando la luz.

«Respira hondo, lo necesitarás».

«Contén la respiración si quieres vivir».

«No grites, será mejor así para ti».

«No llores, no dejes que te vea más débil de lo que ya estás».

«Solo será un momento, ya va a pasar».

«Sus ojos son como los de una bestia... porque eso es».

«No es humano».

«¿Cómo pudiste creerle?»

Mad miraba fijamente a los ojos del chico que permanecía sobre ella. Por más que quería escapar, no podía siquiera moverse. Sentía que pasaba una eternidad antes de lograr gesticular, pero al cabo de un rato consiguió tener movilidad.

Empujó al chico y se levantó. Corrió hasta la puerta, pero estaba cerrada. Gritó, pero ningún ruido salió. Solo era ella y su mente.

«Cuidado».

Sintió un golpe en su cabeza. También estaba el chico, por poco lo había olvidado. Sintió un par de golpes más antes de que la asfixiara con las manos.

Trató de gritar otra vez, pero ni siquiera un murmullo salía de su boca.

«Te dije que no debías gritar, nadie te va a escuchar. Solo son tú y él».

Un poco más de presión sobre su cuello y todo se fue a negro.

Despertó súbitamente, sollozando alterada. Esta vez, no había sido un sueño sobre el futuro ni algo por el estilo, era simplemente un reflejo de lo que temía que había pasado, de aquella noche que había olvidado y ahora su mente le jugaba una mala pasada con los pocos recuerdos que poseía.

Tenía miedo, un miedo real, para nada similar a la incertidumbre que le daban las visiones. Miró al lado, todavía alterada, y gritó al ver la silueta de Joe, agachado junto a ella, sin imaginar que se trataba de él.

—¡Tranquila, soy yo! —exclamó e iluminó su rostro con el celular—. No grites.

Mad empezó a calmarse y, con ello, fue regulando su respiración y palpitaciones. Se tiró sobre él para abrazo, pero el chico solo la apartó.

—¿Qué pasó? —preguntó él, con seriedad, mientras iba a encender la luz.

—Na-nada. S-solo fue...

—¿Una pesadilla?

Ella asintió.

—No soy estúpido. ¿Qué mierda pasó? ¿Por qué estabas soñando eso? ¿Por qué has estado rara todo el día? ¿Por qué no puedo tocarte sin que te asustes?

—B-basta... —Estaba volviendo a alterarse.

—Mads...

—¡Basta! —Rompió en llanto.

«Mierda», pensó Joe.

—Perdón, yo no... —Trató de acercarse para abrazarla, pero ella lo esquivó—. Mierda... ¡Mierda! Perdón por ser un idiota... no es la forma en que debería tratarte. Solo quiero que estés bien, ayudarte cada vez que pueda, pero ¿cómo puedo hacerlo si yo mismo te trato como no debería?

—Yo... no lo sé. No sé si quiero que me ayudes.

—Por favor... dime qué fue lo que pasó. ¿Acaso te violaron?

—¿Qué? —Estaba aterrada e indignada—. ¿Adrián te contó?

—¿Qué tiene que ver Adrián?

—Si él no te contó, ¿cómo es que...?

—O sea que mi sospecha era correcta... ¡Mierda! Mads... ¿quién mierda fue?

—No, espera...

—¿Quién fue? —Estaba enojado.

—¡¿Cómo es que sabes?! —exclamó molesta—. ¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Ugh... odio tener que decirlo ahora, en serio. Mejor dime quién fue y al rato hablamos.

—No, dime.

—Mads, no es el momento. Quien sea, tiene que pagar por lo que hizo.

—¿Qué? Joe, no...

—¡Bien: puedo leer mentes! Así que, me lo dices o lo averiguo yo.

—¿Que tú qué? —Se levantó indignada del sofá.

—Mala idea, lo siento. —Retrocedió, temeroso—. A ver... vi tu sueño. Estaba preocupado por todo lo que pasó hoy y... necesitaba una respuesta.

—Ándate a la mierda.

Mad se alejó de él, furiosa, pero tuvo que rodear el sofá para recoger sus zapatillas, momento que él aprovechó para aclarar algunas cosas.

—Maddie, yo... no quería invadir tu privacidad así, ¿ok? Pero... ok, no tiene justificación, lo sé. Solo quería poder ayudarte y creí que, si veía lo que soñabas, iba a poder ayudarte.

Ella empezó a llorar. Tenía demasiadas cosas en su cabeza por culpa de él y ni siquiera sabía qué sentía, solo quería ponerle una pausa a la vida.

—¿Por qué estás tan obsesionado con ayudarme?

—¿En un inicio? Ni idea. ¿Ahora? En parte es porque me gusta ayudarte y también porque te amo.

—¿Cómo puedes amarme? ¡Soy un desastre! Y cada vez es peor... cada vez todo se vuelve más mierda y... —Sus manos estaban apretando su cabeza—. ¡Lo único que de verdad me hacía sentir bien ahora se arruinó por un imbécil!

No dejaba de sollozar, al punto de que el aire le faltaba. Él la tomó de las muñecas de sus manos y ella fue cediendo, bajando sus manos y acercándose para abrazarlo. Estuvieron abrazados un rato, hasta que ella dejó de llorar.

—¿Quién fue?

—Joe, por favor... no te metas en problemas.

—¿Quién fue?

Mad apartó su cara del pecho de Joe y alzó la mirada.

—Promete que no harás algo estúpido.

—Está bien.

Mad exhaló.

—Alex. Él...

No pudo continuar, pues el llanto le ganó. Joe empezó a moverse hacia la cama y le dio un par de toques en los brazos para que se apartara. La dejó sentada ahí y fue por el cubrecama.

—Voy a traer tu mochila, para que te pongas el pijama y te duermas.

La chica solo asintió. La cabeza le dolía demasiado en ese minuto y se alegró al ver que el chico volvió con su pijama.

—Si lo sientes necesario, ve a ponértelo al baño, mientras arreglo la cama.

—Gracias. —Sonrió, con lágrimas a punto de salir de sus ojos otra vez.

Buscó en su mochila y tomó su pijama, que estaba casi al fondo, debajo de una bolsa con su ropa mojada, que había dejado en la ducha esa mañana. Se fue a cambiar, no sin antes darle un tierno beso en la mejilla al chico, quien sonrió.

Joe colocó el cubrecama y empezó a arreglar bien el lugar. Mad salió del baño, con su pijama puesto y los dientes lavados. Joe pudo ver entonces las heridas que le quedaron tras el ataque de Alex, sintiendo tristeza por ella, pero no se la mostró. Apagó la luz de la habitación, para que así ella se fuera a dormir sin inconvenientes.

—Duerme junto a mí —pidió, tratando de que no fuera a hacer algo tonto.

—Está bien.

Ella se acostó en la cama y él se echó junto a ella, sobre el cubrecama.

—Así que... ¿puedes leer mentes? —dijo en tono juguetón.

—Desde los catorce. Es casi como una maldición, pero a veces es divertido.

—Te entiendo... ¿en qué número estoy pensando?

—Eh... —Se esforzó un poco—. ¿El menos diecinueve? —Empezó a reír—. Solo tú pensarías en un número primo negativo.

—Era muy improbable y quería comprobar que decías la verdad.

Se quedaron en silencio, mirando al techo. Mad buscó con su mano la del chico y entrelazó sus dedos.

Estuvieron conversando, hasta que ella bostezó varias veces seguidas, para luego acomodarse, soltando la mano del chico. Se fue quedando dormida luego de unos segundos y él esperó un par de minutos para levantarse, con suavidad para que no se despertara.

Con su celular, buscó en su mochila las cintas que usaba en las manos cuando entrenaba en el gimnasio. Si bien no practicaba boxeo, le servía mucho golpear el saco de arena y sabía pegar bien, aunque eso realmente fue por el tiempo corto que estuvo en prisión, pues otro reo le enseñó a defenderse.

Se colocó su sudadera y salió de la habitación, dejando su celular y su billetera, pero con un par de billetes de veinte en el bolsillo.

Caminó las pocas cuadras que lo separaban de las cabañas que la producción arrendó para las bandas hasta ese fin de semana y buscó la que estaba usando X-candal, cubriendo sus nudillos con las cintas. Gracias a que había acompañado a Mad, sabía exactamente a dónde ir y, para su suerte, los chicos estaban bebiendo en la playa alrededor de una fogata, mientras Patrick tocaba la guitarra. Él único que estaba en la cabaña era Alex.

Joe entró e inspeccionó el lugar, encontrando a Alex sentado al borde de la cama de dos plazas, es decir, en la habitación que era de Mad, en donde además Alex la violó.

—¿Quién eres? —preguntó Alex, despectivo.

Joe solo se quitó la sudadera y Alex se dio cuenta de quien era.

—Sé lo que hiciste —dijo con notoria furia—, y tienes que pagar por ello.

Alex comprendió la situación en la que estaba y pensó que, si lo golpeaba primero, iba a poder vencerlo. Estaba muy acelerado, debido a que hacía no mucho se había drogado con cocaína.

Se le tiró encima a Joe, con una navaja en la mano, pero Joe bloqueó su ataque, apretando la mano en donde sujetaba el arma, dejando que esta cayera al suelo, y lo golpeó en el diafragma. Alex se dobló ante el golpe y Joe lo derribó con facilidad, para golpearlo un par de veces en la cara, pero las palabras de Mad resonaron en su cabeza:

«Promete que no harás algo estúpido».

Era justo lo que estaba haciendo, pero no quería quedarse de brazos cruzados al saber que alguien la había lastimado tanto.

Detuvo su ataque contra Alex, considerando que ya era suficiente y que quizás no se metería en problemas si paraba en ese punto, o al menos no tan graves. Se puso de pie y se dio media vuelta, para poder irse, pero no contaba con que Alex se pondría de pie. Tomó su navaja mientras el joven se iba y se apresuró, enterrándosela en la espalda.

Joe dio un grito de dolor al sentir cómo el arma lo perforaba. Volteó, con dificultad, y se quitó la navaja de la espalda, mirando a la cara a Alex.

—Ni creas que eres el primero que me apuñala. —Le mostró la navaja, ensangrentada—. Creo que se verá bonita junto a mis otras cosas, ¿no crees? Ahora me pertenece, total... tiene mi sangre. —Rio y volvió a ponerse serio—. Ok, eso sonó terrible, debería pensar antes de hablar... como sea.

Guardó la navaja en el bolsillo de su pantalón y volvió a golpear en la cara a Alex, quien estaba atónito luego de ver su actuar tras apuñalarlo, y lo dejó inconsciente, al caer este al suelo, aunque Joe no alcanzó a darse cuenta de esto. Perfectamente pudo haber usado su magia para acabarlo, pero quería darse el gusto de saber que sufriría en el proceso, porque era lo que se merecía por todo lo que le había hecho a Mad.

Una especie de hilos luminosos de color verde claro lo rodearon y lo forzaron a apartarse, pues lo tenían inmovilizado y se movía acorde a estos hilos. Era obvio que se trataba de magia, pero ¿de quién?

—No te resistas —dijo Adrián a sus espaldas—. Si tratas de zafarte, los hilos te van a apretar más y podrían lastimarte... ¡Lo siento, fue el único encantamiento que se me ocurrió!

—¡¿Adrián?! ¡¿Qué mierda?!

Trató de liberarse, incluso con magia, pero ocurrió justo lo que le advirtió Adrián. Se sentía como si cuerdas reales fueran las que lo aprisionaran, estrangulándolo.

—¡Quítame esto!

—¡No hasta que prometas que no lo vas a matar!

—No soy muy bueno cumpliendo mis promesas. —Sonrió, pero el dolor extinguió su arrogancia—. ¡Ok, no lo voy a matar!

Adrián deshizo el encantamiento. Joe cayó un poco hacia atrás y luego se reincorporó, poniéndose de pie después de recuperar el aliento.

—Tienes mucho que explicar —le dijo Joe—. No puedo creer que lo defiendes, después de lo que le hizo a Mad... ¡y me consta que lo sabes!

—¡No lo defiendo, solo evito que vayas a la cárcel! ¿Acaso no te das cuenta? Por último, si te da igual tu libertad, piensa en Mad... imagina lo que sufriría si vas a prisión.

Joe deshizo su gesto enojado al darse cuenta de que tenía razón. De nada servía matar a Alex. Dio un grito, furioso, y recogió su sudadera, la cual se puso.

—Oye... ¿no quieres que...?

No terminó de preguntarle si quería que lo sanara, pues Joe se fue muy rápido. Adrián miró frustrado a Alex, sin saber qué hacer: si no lo curaba, tendría con qué acusar a Joe, pero si lo hacía, estaría traicionando a Mad, indirectamente.

Vio una iglesia en frente de ella y entró. Había un funeral y reconoció de qué sueño se trataba. Su vista se nubló debido a que sus ojos se llenaron de lágrimas y corrió veloz hasta el frente. Miró el ataúd y vio el rostro de Joe. Tenía una expresión serena y ella pasó la punta de sus dedos por su mejilla y su barba, como si esperara que con eso despertara. Nadie notaba que estaba ahí, solo lloraban.

Sintió que alguien la abrazaba por el costado, por lo que, miró hacia el lado. Ahí estaba él, tratando de consolarla como siempre, pero solo ella lo veía.

Maddie despertó de súbito, como solía sucederle. Vio a su izquierda y Joe no estaba, por lo que se asustó. Se levantó de la cama y comenzó a buscarlo desesperada, mientras gritaba su nombre, llorando al ver que en definitiva no estaba ahí, ni siquiera estaba en el balcón fumando. Se sentó en el balcón y lloró mientras pensaba en lo peor que le pudo pasar, creyendo que se cumpliría aquella nefasta visión pronto.

Escuchó que la puerta se abrió y corrió en ese sentido. Se trataba de Joe, por lo que sonrió y lo abrazó. A él le dolió, por lo que la apartó cariñosamente, para que no se diera cuenta.

—¿Dónde estabas? —preguntó angustiada—. ¡No salgas así! ¡Dijiste que te ibas a quedar!

—También dije que no haría algo estúpido y lo hice.

Tenía una mueca de absoluto dolor y se quitó la sudadera. Mad vio que tenía mucha sangre encima y se asustó. No podía estar pasando realmente.

—Descuida, esto es porque le rompí la nariz a Alex.

—¡¿Fuiste para allá?! —exclamó angustiada.

—Sigue vivo, por ahora.

Con su mano se cubrió la zona en que lo había apuñalado Alex y en la otra mano tenía una bolsa con cosas que recién había comprado para curar sus heridas.

Mad comprendió lo que había pasado, con horror, y tomó la bolsa que él sostenía. Lo condujo a la orilla de la cama, haciendo que se sentara en una esquina. Lo ayudó con sus heridas, entre molesta y preocupada por lo que había hecho.

—Mañana te voy a acompañar a denunciarlo.

—Iba a hacerlo, en serio... pero ahora que hiciste esto, no puedo. Es obvio que, si lo denuncio, él se va a tirar contra ti y...

—A la mierda conmigo. Yo quise hacerlo y acepto las consecuencias.

—No... ¡No! No voy a dejar que vayas a prisión.

—¿Y dejarás libre entonces a tu violador?

Ella se quedó en silencio un minuto y luego habló:

—Si él te denuncia por agresión, tendrá que contar lo que pasó... e irremediablemente su propio testimonio servirá para meterlo preso, por eso sé que no lo hará.

—Mad...

—¡Cállate! —exclamó, sollozando.

La herida de Joe en la espalda seguía sangrando y no era capaz de detenerla, pues había daño interno. Mad tenía miedo.

—No quiero que algo malo te pase —dijo entre lágrimas—. No quería contarte, porque sabía cómo te ibas a poner y pasó lo que más temía.

—Mads...

—No, déjame terminar. —Le dio un beso en la espalda, lejos de la herida, y lo abrazó—. No quiero que mueras...

—Te amo —murmuró Joe, casi sin fuerzas.

—Yo también. —La angustia la consumía.

Mad se levantó y se sentó frente a Joe, para poder verlo a la cara. Se miraron por algunos segundos, mientras él intentaba mantenerse bien, pero su respiración era irregular y ya no saba más del dolor.

Ella se aproximó, para besarlo al menos una última vez.

—La vida es una mierda —murmuró—. Para alguien, solo somos una jodida broma.

Joe sonrió y ella lo besó, deseando que pudieran tener más tiempo, pero era evidente que eso iba a terminar mal. Sin dejar sus labios, él empezó a reclinarse y ella lo siguió, hasta que finalmente se recostó sobre la cama, con Mad a su lado, rogándole al destino que no se cumpliera. Lo besó de nuevo y percibió los rasgos de su cuerpo que indicaban lo que ya era inevitable.

—Por favor... —Siguió sollozando—. Quédate aquí.

Él la miró a los ojos y sonrió, con debilidad. Una lágrima se le escapó y acarició el rostro de la chica con su mano, a lo que ella sonrió en medio de su llanto.

Sin dejar de llorar, recostó su cabeza sobre el pecho desnudo del chico y él acarició su cabeza con lentitud. Respiraba con dificultad, tratando de aferrarse a la vida, pero la pesadez que sentía era muy grande y cerró sus ojos.

—Joe... por favor... —Seguía implorando, aferrándose a que todavía sentía sus latidos y su errática respiración.








Actualización 6 de febrero de 2022:

Antes de que me manden a la verga, solo quiero que sepan que queda mucho por delante. Esta historia finaliza con el capítulo 40 y tiene secuela.

El tema va a ser cómo cresta Mad va a resolver esto.

En fin, ojalá tengan una bonita semana y les recuerdo que la siguiente actualización es doble (sábado 12 y domingo 13) uwu

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