Damned ∙ libro uno

Bởi strawberrybuchanan

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Damned es una trilogía que narra la dura vida de un criminal apodado "Seis" quien oculta secretos y carga el... Xem Thêm

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65
Capítulo 66
Capítulo 67
AVISO !!

Capítulo 44

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Bởi strawberrybuchanan

–Narra Seis–

   Cuando Alissa me miró, noté la preocupación reflejada en sus ojos. Por un carajo, voy a golpear a alguien el día de hoy. Mi pecho subía y bajaba por la acelerada respiración al igual que el de ella, y en ese momento, no tenía idea de cómo actuar.

   Al separarme, se levantó claramente apenada y corrió tomando su ropa. La puerta ni siquiera tenía seguro, así que Bruce podía abrirla en cualquier momento. Bruce, te voy a matar.

   –Entra al baño –mascullé tomando su pantalón para lanzárselo apresurado. Ella hizo lo que le dije, y no pude evitar echarle un último vistazo. No sé hasta dónde íbamos a llegar, pero no me hubiera molestado un poco más lejos.

   –¿Seis, estás allí? –Bruce volvió a golpear la puerta sacándome de mis pensamientos y reaccioné al instante, pero no me dio tiempo de hacer nada. La puerta se abrió de golpe, y por pura suerte, al mismo tiempo Alissa estaba cerrando la del baño.

   Él iba a entrar a la habitación, pero al divisarme semidesnudo frente a él se quedó inmóvil con los ojos desorbitados.

   –Estaba a punto de darme un baño –hablé golpeando las palabras una tras de otra por la prisa, pero desde luego, no pensé que fuese a creerme. Volteó por todos lados en la recámara y luego volvió a posar la vista sobre mí.

   –¿Dónde está ella? –preguntó con claro desconcierto.

   –En el otro cuarto –dije inexpresivo–. Se quedó dormida.

   –¿No iban a hablar? –cuestionó ceñudo.

   –Ya hablamos.

   –¿Todo bien?

   –Todo bien –me acerqué a él y tomé el borde de la puerta para cerrarla aunque siguiera allí parado.

   –¿Pero a ti qué te pasó? –volvió a preguntar alzando una ceja antes de poder cerrar.

   –¿De qué?

   –Pareciera que te succionaron la boca con una aspiradora –murmuró esbozando una sonrisa insinuante, a lo que yo rodé los ojos fastidiado.

   –Voy a bañarme, ¿Me dejas? –azoté la puerta sin esperar su respuesta y me volteé para recoger la ropa.

   Me vestí lo más rápido posible y acomodé mi bandana que se había caído de mi frente, para luego acercarme al cuarto de baño y tocar tres veces seguidas.

   –Ya se fue –anuncié en voz alta.

   Ella quizá todavía se esté vistiendo, o igual puede ser que esté demasiado apenada como para abrirme la puerta. Pero para mi sorpresa, en un par de segundos la abrió y ya estaba afuera parada justo enfrente de mí con una mirada que jamás había visto antes en ella. Era algo así como enojo, preocupación, pena, e impotencia al mismo tiempo.

   –¿Qué? –cuestioné sonriendo levemente.

   –No vuelvas a hacer eso –sentenció apuntándome con el dedo índice.

   –He hecho muchas cosas, en especial durante los últimos quince minutos. Podrías ser más específica –dije con humor observándola avanzar a través del lugar como si quisiera escapar de mi mirada.

   –Sabes bien a qué me refiero –habló en voz baja, moviéndose de aquí para allá.

   –¿A besarte?

   Se quedó quieta por un momento, y volteó en mi dirección con cara de pocos amigos.

   –A besarme de pronto cuando estoy hablando –repuso cruzándose de brazos, y el sólo hecho de decirlo la hacía ruborizar, lo cual a mí me causaba gracia.

   Solté una risa entre dientes, y me fui acercando a ella poco a poco con lentitud sin quitarle los ojos de encima. Sus labios lucían aún rojizos y un poco hinchados por el agresivo contacto que habíamos tenido, lo cual sólo me provocaba querer hacerlo otra vez.

   –¿Por qué? ¿Porque te sales de control? –bromeé con una ceja levantada.

   –¿Yo? Si fuiste tú el que se salió de control.

   En ese momento, acorté la poca distancia que nos quedaba y permanecí un pequeño rato observándola tomando una postura seria. Me gustaba mirarla. Podría hacerlo todo el tiempo. Ella no retrocedió, así que me fui acercando a su oído muy lentamente.

   –Pero tú no me detuviste –susurré palabra por palabra, haciendo que su respiración se cortara.

   Cuando me alejé, evalué su reacción, pero en realidad no obtuve ninguna. Permanecía inexpresiva como si estuviese pensando desesperadamente en algo que decir. Abrió la boca para hablar, y luego volvió a cerrarla. Yo esbocé una sonrisa torcida y me encaminé a la puerta.

   –Vamos abajo.

   Siguió mis movimientos sin bacilar, y ambos bajamos las escaleras recibiendo miradas curiosas de todos los que se encontraban a punto de marcharse. Iban a las peleas en el callejón Palm Street, pero yo no iría el día de hoy. No con todo lo que está pasando.

   –¿Vas a venir Seis? –Dylan preguntó abriendo la puerta de entrada, yo negué acercándome recibiendo un gesto de despedida por parte de ellos, y luego los vi salir uno por uno, con Bruce por detrás de la fila.

   –¿Tú a dónde crees que vas? –hablé tomándole la camisa de espaldas. Él debe quedarse y ayudarme, no voy a poder manejar esto sólo.

   –Sólo voy un rato, en serio –repuso dándome la cara, y lo había dicho más en tono de súplica.

   –No. Tienes que estar aquí por si algo ocurre y yo deba irme.

   –Que no voy a tardar hombre, te lo juro.

   –Bruce

   –Nada de Bruce, dame aunque sea dos horas… tengo que ir –me echó un vistazo suplicante y le retuve la mirada molesto.

   Después de un par de segundos resoplé por la nariz y lo solté. Cuando se pone insistente no hay quien lo ponga en su lugar. Ya estaba con un gesto victorioso y preparando para irse, cuando entonces volteó a ver a Alissa, luego a mí, y luego sonrió agachando el rostro.

   –¿Entonces te diste un baño? –inquirió en voz baja. Yo lo miré serio. ¿A qué iba su pregunta?

   –¿Sí…?

   –Porque tu cabello no está húmedo –insinuó alzando ambas cejas sólo buscándose un empujón de mi parte.

   –Ya lárgate de aquí –repuse, y éste se encaminó por el corredor dedicándome una última mirada divertida.

   Va a tardarse mucho más de dos horas, estoy casi seguro, pero sin poder hacer más, me quedé observándolo mientras se adentraba en el elevador junto a los otros chicos.

   –Si te tardas no te dejo entrar –vociferé hablando muy en serio.

   –¿Qué? ¡Pero si es mi propia casa! –concretó a lo lejos, y enseguida las compuertas metálicas se cerraron, dejándolo con las ganas de mi respuesta.

   El lugar volvió a ser silencioso, y me giré entrando de nuevo, para encarar a Alissa quien me examinaba recargada de pie contra el respaldo del sillón.

   Podría decirse que ella es mi única distracción en el momento. Es la única que me saca del estrés aunque sea por un pequeño rato. Y es que cuando la miro, puedo visualizar un sinfín de cosas. Es la clase de persona con la que imaginaría despertar a las tres de la mañana cuando no puedo dormir. Miraría junto a mí, y ella estaría allí durmiendo calmadamente. Entonces de pronto mi mundo no luciría tan solitario, ni mucho menos se sentiría así.

   –¿Y ahora qué? –preguntó soltando un suspiro–. ¿Vamos a quedarnos aquí sin hacer nada?

   –Pues hay muchas cosas que podemos hacer, en realidad –contesté dándole doble sentido a propósito. Sólo la estoy molestando un poco, no hablo en serio.

   –Eres un fastidio –ella dijo poniendo los ojos en blanco con una sonrisa pintada en el rostro.

   Ya en un tema más serio, de verdad necesitaba encontrar a ese idiota de Evan. Él es el número uno en la lista de sospechosos y no me voy a quedar quieto hasta hallarlo. La visita que le prometí aún está pendiente.

   –¿Le dijiste algo a tus padres sobre… no sé, quedarte aquí? –pregunté retomando la compostura, Charles va a ser una verdadera molestia; por no decir otra cosa, y lo que menos necesito es que me empiece a odiar, si no es que ya lo hace.

   –No tengo que pedirles permiso si es que a eso te refieres, ya estoy bastante grande –respondió enderezándose para ir a sentarse en un sofá de la sala, y enseguida sonrió irónicamente.

   –Sí claro –dije incrédulo.

   –Les envié un mensaje hace rato –contestó recuperando la seriedad–. Les dije que me quedaría contigo. Además es fin de semana de todos modos.

   La volteé a ver con las cejas juntas apenas dijo eso, pero luego ella sonrió dejando escapar una leve risa.

   –No bromees conmigo –sentencié.

   –Está bien, ellos creen que estoy con Christine.

   –¿Christine Bennet?

   –Sí, ¿Cómo sabes? –ella se notaba curiosa.

   –Pues… si iba a robar su teléfono, primero debía saber su nombre ¿No crees? –dije con descaro y ella sólo sonrió una vez más, pero la sonrisa no le llegaba a los ojos. De pronto le presté más atención y me pareció que estaba concentrada con algo de preocupación reflejándose. Durante un par de minutos persistió callada, hasta que luego alzó el semblante y tomó aire para hablar.

   –Seis, tengo que decirte algo –musitó jugando con el dobladillo de su camisa y entonces mis sentidos despertaron de golpe. Cada vez que alguien dice eso siempre se trata de algo malo.

   –¿Qué cosa? –cuestioné casi enseguida y esperé un poco a su respuesta. Ella lo estaba pensando mucho y se notaba que las palabras morían por salir, pero sin embargo no decía nada.

   Me puse de pie con rapidez y fui a sentarme junto a ella agachando el rostro para poder mirarle. El silencio reinaba en el lugar y su nerviosismo era palpable.

   –Es que… he estado recibiendo unas notas extrañas –murmuró en un tono tan bajo que apenas pude oírle.

   –Notas… –afirmé aún inseguro de haber oído bien, y ella asintió levemente–. ¿Cómo extrañas? ¿En qué sentido?

   –Raras. Muy raras. No sé quién me las está dejando, pero…

   –¿Qué dicen? –interrumpí comenzando a sentir la desesperación crecer dentro de mí. Alissa se ponía a pensar mucho cada vez que iba a contestarme y eso me desquiciaba bastante.

   –No dicen nada. Es un dibujo. Siempre es el mismo –hizo una pausa con la vista fija en la pared–. Una calavera roja con algo escrito en la frente, eso varía… pero casi siempre es… mi nombre.

   Dicho eso, sentí como si todo yo me derrumbara internamente y lo único que quedó presente era el enojo. Maldita sea. En mi menté saltó la idea de aquella vez en que Wes me dio la supuesta nota de parte de Roland. Era exactamente lo que ella está diciendo en este momento, y entonces supe que algo estaba mal. Algo estaba peor de lo que habría pensado.

   Ya no sabía qué creer. ¿Wes estaba mintiendo? ¿Roland estaba mintiendo? ¿Ellos si quiera tendrían algo que ver en esto?

   Tensé la mandíbula y me incliné hacia adelante con los brazos en las rodillas, poco a poco mi respiración se fue haciendo más pesada, hasta el punto en que era prácticamente audible.

   –Calavera roja –afirmé para mis adentros, y por el rabillo del ojo veía a Alissa evaluándome con precaución, como aquella bomba que está a punto de estallar y la miras sólo para esperar el momento del impacto y salir huyendo.

   –La última que recibí estaba en el auto… el día que lo reparaste –ella agregó obteniendo toda mi atención nuevamente–. Y resulta que Lucas no lo había dejado botado allí…

   Su voz se cortó impidiéndole terminar, y mi enojo solamente incrementaba.

   –¿Qué quieres decir? –hice un esfuerzo por mantener la poca calma que me quedaba.

   –Que alguien más tomó el auto ese día, y lo dejó allí.

   Me paré tomando una gran bocanada de aire y me quedé quieto pensando en qué iba a hacer a continuación. Si lo que dice fue así, entonces ese alguien fue quien quitó las bujías. Ese alguien llevó a Alissa hasta allí a propósito. Ese alguien puede ser quien quiere hacerle daño.

   –¿Cuándo demonios pensabas decirme? –gruñí dándole la espalda, tratando de no gritar, pero estaba a punto. Iba a salirme de mis casillas pronto.

   –Yo creí que era sólo alguien molestándome un poco…

   –No te están molestando a ti, carajo, me molestan a mí –hablé entre dientes alzando la voz–. ¿Y sabes qué pasa cuando alguien me fastidia de esa manera?

   Ella no contestó, así que me giré sobre los talones y dándole una última mirada, me encaminé directo a la puerta.

   –Nada bueno –reproché tomando las llaves del departamento, que yacían sobre el taburete de la cocina, y luego agarré igual el arma que estaba en el primer cajón de éste, cargándola y quitando el seguro para tenerla lista.

   –¿A dónde vas? –ella preguntó temerosa desde la sala fijándose bien en lo que acababa de tomar.

   –Voy a visitar a alguien –respondí abriendo la puerta–. Y tú vienes conmigo.

   Al principio ella permaneció observándome con desconcierto, pero al ver que seguía allí sosteniendo la puerta, se puso de pie y caminó hacia mí mirándome de mala manera. Yo metí el arma entre mis pantalones y me aseguré de que mi camisa la ocultaba.

   –Seis no vayas a hacer una tontería –musitó con la voz quebradiza saliendo mientras yo cerraba con llave.

   No voy a hacer ninguna tontería, tengo que ir con Wes y va a explicarme de dónde rayos sacó esa nota que me dio, porque si no esta vez sí voy a tener que matarlo, y eso no es exactamente una tontería, es tan sólo un grave efecto colateral de haberme colmado la paciencia.

 

[Nota del autor]: Moraleja de la historia; no hagan enojar a Seis. Hahaha… ¿Cómo les va? ¿Les gustó el cap? Eso esperooo.

Dedicado a @claudialss gracias por votar siempre! :)

Por cierto, voy a estar poniendo en multimedia fotos de los personajes (aunque ya estén en el reparto) Hoy puse a Bruce!

Nos leemos prontoooo, besos xx

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