Claire le había sanado sus heridas pero le había prohibido estar en el cuadrilátero por un tiempo.
Así que Frank lo hace, en contra de su voluntad. Pasando gran parte de la semana en casa con sus hijos y preguntándole a María si todo estaba bien cada vez que se escabulle sin darle explicaciones.
Pero un día de la semana, tiene que asistir. Porqué Jack le escribió para ver si podía pasarse en algún momento del día a buscar unos papeles a María para que los lea por él.
Jack ha tenido gran competencia contra su gimnasio durante varios años. Su gimnasio no está en las mejores condiciones, pero como casi todos lo conocen en Hell's Kitchen, prefieren ir a donde él esté. Mucha de esa competencia ha querido comprar su gimnasio y, aunque él no quiera venderlo, a veces le lleva los contratos a María —que es abogada— para que los lea y le diga si le favorecen.
María, que al igual que Frank aman el negocio como si fuera suyo, ha negado cualquier venta del gimnasio como abogada de Jack Murdock.
Por eso a Jack le costó tanto digerir el divorcio de Frank y María. Porqué él adora a María. Sobre todo porqué los conoció como un joven matrimonio con una pequeña hija cuando Frank empezaba su carrera de boxeador.
Frank llega al gimnasio en la noche. Cuando ya está haciendo un frío tipo antártida en Hell's Kitchen y a Frank la chaqueta no lo cubre lo suficiente.
Pero todo parece ponerse un poquito más tibio cuando lo primero que ve en el gimnasio es a Matt.
A un atariado Matt que va de un lado a otro llevando unas cajas junto con Karen y Foggy. Karen es la primera en verlo, y no tarde en celebrar su presencia.
— ¡Frank! —Se acerca ella, risueña pero agitada por estar moviendo las cajas.— Buenas noches, ¿cómo estás?
—Hola, Karen. Todo bien, ¿qué demonio están haciendo aquí a esta hora? —pregunta Frank.
—Mi papá me dejó a cargo. Estamos llevando unas cajas al depósito de unos nuevos equipos que llegaron. —dice Matt, utilizando su bastón para acercarse a él guiándose por el sonido.
—Pues si estás a cargo, probablemente esta basura entonces terminará de caerse abajo. —dice Frank mientras se acerca a él y remueve sus cabellos. Matt se ríe y eso hace a Frank sonreír.
—Gracias por tu apoyo, Frank.
—De nada, sunshine.
Frank quisiera dejar de darle apodos, pero no parece dispuesto a detenerse al parecer.
— ¿Dónde está tu padre? Me dijo que viniera a buscar algo.
—Él no está, Frank. Pero me dijo que vendrías y que el papeleo está en la oficina, puedes pasar a buscarlo.
Frank sigue hacia la oficina mientras oye a Foggy y Karen peleando sobre algo. Cuando tiene los papeles en sus manos, decide que es momento de irse antes de que Frankie empiece a impacientarse porqué él llegue.
Pero quiere despedirse antes de hacerlo.
Busca a Matt por el gimnasio y ve como algunos pocos clientes siguen por ahí. Ve a Matt sobre uno de los cuadriláteros, con Karen y Foggy aún discutiendo mientras Matt simplemente sonríe.
—Hey Matt. —dice Frank, subiéndose al ring y llamando la atención de los tres jóvenes.— Ya me voy, ¿alguno de ustedes quiere un aventón a casa?
Frank pudo oír a Karen murmurando un sí, claro, Frank y a Foggy un no, claro que no. Pero la respuesta de Matt es la que verdaderamente le importa.
Cuando lo ve morderse el labio e inclinar la cabeza, Frank sospecha la respuesta.
—En realidad… Yo no puedo. —dice él— Tengo que quedarme hasta que todos los clientes se hayan ido. Como mi papá no está, pues…
—No quiero dejarte solo aquí. —murmura Frank.— En serio no quiero. Este lugar es peligroso y es muy tarde… Tal vez deba llamar a mi hija y decirle que llegaré un poco tar-
—Calma, calma. En serio, no tiene por qué hacerlo. Yo… —Matt sonríe y se sonroja, abrumado por tanta atención.— estaré bien, lo prometo. Sabes que no vivo tan lejos.
—Ugh. —se queja Foggy, para después acercarse a ellos y hablar hacia Frank.— Saca tu celular y anota.
Frank, algo extrañado, lo hace y anota el número que Foggy le está dictando.
—Ese es el número de Matt, guárdalo y llámalo para asegurarte que llegó a casa. Hazlo como a las nueve. —dice Foggy, tan atrevido como parece que es. Frank quiere sonreír por esa actitud, porqué si tal vez Foggy no lo odiara por lo de Karen, podrían llevarse bien.
Foggy se aleja un poco y Frank sonríe hacia Matt, para mumurarle, con suavidad: —Te llamaré a las nueve.
—Muy bien. Esperaré tu llamada.
Frank coloca su mano sobre el hombro de Matt, y lo aprieta con algo de fuerza.
—Adiós, Frank.
—Adiós, Mattie.
***
Lisa tiene sus mechones azules atrapados en un moño y tiene unos pantalones de pijama con dibujitos animados. Frankie está entre los brazos de Frank, que lo carga hasta su cuarto para que pueda seguir durmiendo en un lugar que no sea el sofá.
—Papi… —murmura su pequeño hijo en la cama— ¿mañana podemos ir al parque?
—Claro que sí, campeón.
Frankie sonríe adormilado.
Los niños están en su apartamento porqué María debía trabajar esa noche. El apartamento parece lleno de brillo cuando ellos están cerca, Lisa coloca su música y Frankie hace preguntas sobre todo. Y Frank se siente un poco menos miserable que siempre.
Cuando sale de nuevo a la sala, Lisa le hace un comentario de "ya es muy tarde, me iré a dormir". Así que Frank mira el reloj.
Son las nueve y veinte minutos.
Frank asiente algo atontado cuando Lisa le dice algo que no logra entender antes de irse a su habitación.
A Frank le pican las manos y camina alrededor del apartamento mientras piensa si debería llamarlo.
Lo hace sin pensar. Simplemente presiona el botón verde de llamar y acerca el celular a su oreja, escuchando los pitidos de la línea.
— ¿Hola?
Frank tiene de esos ataques de vergüenza que le dan a los adolescentes. Quiere colgar la llamada y actuar como si nada hubiese pasado.
Pero Frank tiene treinta y ocho años y nada que perder.
— ¿Llegaste bien a casa?
Unas cuantas respiraciones del otro lado de la línea y, entonces, una leve risa que hace todo acomodarse dentro de Frank.
—De hecho sí. Karen y Foggy se quedaron hasta que se fueron todos los clientes y después me dejaron en casa, sano y salvo.
—Que bueno. Solo quería saber si estabas bien.
—Siempre preocupándote por mí. Mi guardaespaldas.
— ¿Qué te puedo decir? Cualquier cosa mala que te pueda pasar, yo haré hasta lo imposible porqué no suceda.
Frank quiere golpearse la frente con fuerza por decir tantas estupideces y sin siquiera pensarlo. Treinta y ocho años que parecen diez y siete.
—Solo… ¿Solo serás eso?
— ¿Disculpa?
—Mi guardaespaldas, podrías ser más que eso… o no, si no quieres. De seguro, todas estas señales que creo haber estado recibiendo solo son mi imaginación o…
Matt se vuelve un desastre explicando lo que quiere decir y Frank siente que el corazón se le va a salir del pecho. Así que, con un poquito de valentía pero aún con sus palmas sudando, dice: —Puedo ser lo que tú quieras que sea, Mattie. Las señales no han sido obra de tu cabeza. Solo di las palabras y puedo ser lo que tú quieras.
Un largo suspiro se escucha desde la otra línea.
— ¿Puedo verte mañana?
—Claro.
—Te veré a las ocho de la mañana.
—Ahí estaré.
Frank no lo ve, pero lo escucha sonreír.
—Buenas noches, Mattie.
—Buenas noches, Frank.