Hold on (Nick Jonas)

By saturnoyelrio

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A veces, en un intento desesperado de dejar el pasado atrás, lo que se consigue es un presente emocionante. O... More

Prólogo
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Epílogo - Parte I
Epílogo - Parte II
Nota
Joe's Wedding - Parte I
Joe's Wedding - Parte II
Joe's Wedding - Parte III
Thanksgiving - Parte I
Thanksgiving - Parte II
La sorpresa - Parte I
La sorpresa - Parte II
La sorpresa - Parte III
Así es la vida
Estrella fugaz
La tormenta
Juntos
El programa
Verbier
La verdad
Especial: fin de año

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By saturnoyelrio

El despertador sonó y Martina se levantó de la cama con buena energía. Después de bañarse, vestirse y maquillarse se encontró con Gastón en la cocina y desayunaron juntos. Tenía cerca de cuarenta minutos de viaje hasta el edificio donde trabajaría, por lo que debía salir de su casa cerca de las 7:30 para llegar antes de las 8:30. Su horario se extendía hasta las cinco de la tarde, con un intervalo de una hora al mediodía para poder almorzar. Una vez que se aseguró de tener todo en su cartera, se despidió de su amigo y salió del departamento con más tiempo del necesario porque no quería que algún inconveniente la hiciera llegar tarde en su primer día.

—Señorita Rodríguez.

Estaba por poner un pie fuera del edificio cuando la llamó una voz que nunca escuchó. Se giró para encontrarse con la sonrisa de un hombre de mediana edad, con algunas arrugas en su cara y la mirada amable. El portero. Lo había visto cada vez que entraba y salía, pero siempre intercambiaban sonrisas o gestos.

—Buen día, Sr. Smith. ¿Cómo se encuentra?

—Muy bien, desde que llegó nunca la vi salir tan temprano.

—Es que hoy empiezo un nuevo trabajo y este es mi nuevo horario tres días a la semana. —Le explicó.

Algo en ese hombre le agradaba y le generaba confianza.

—Felicitaciones, Señorita Rodríguez.

—Sólo llámeme Martina, por favor. —El hombre asintió con una sonrisa.— Y gracias.

—Llegó esto para usted hace unos minutos. —Dijo entregándole un gran ramo de rosas blancas.

Martina sonrió al tomarlas y olerlas.

—Muchas gracias, Sr. Smith. —Agradeció sacando la tarjeta que se encontraba en medio de las flores.

"¡Éxitos en tu primer día, babe! Sé que pensaste que no me acordaba porque no te dije nada estos días, pero sí lo hice. Quería sorprenderte. Que tengas un muy buen primer día, no tengo dudas que te va a ir muy bien porque vos sos increíble. Te extraño y te amo. Nick J."

A medida que leía las palabras sonreía más, si es que era posible. Una risa que conocía la sacó de su mundo.

—Parece que cierta persona tiene un novio muy romántico. —Se burló Jennifer.— Buenos días, Sr. Smith, Marti.

—Oh no, ¿ustedes se conocen? —Las dos asintieron.— ¿Ya se hicieron amigas? —Volvieron a asentir.— Dios se apiade de quienes tengan que aguantarlas juntas. —Exageró el hombre haciéndolas reír.

—¿Te vas a trabajar, Marti? —Preguntó la colorada.

—Sí, pero tengo que dejar las flores en casa. ¿Me acompañás o estás muy apurada?

—Voy con vos, llegar tarde una vez más no va a cambiar nada porque mi jefe me quiere. —Se encogió de hombros mientras las dos subían nuevamente al ascensor.— No lo tenía a Nick Jonas con estos detalles.

Martina rió.

—Pensé que se había olvidado que hoy empezaba, no mencionó nada estos días.

—Por eso tenías esa cara anoche cuando cortaste la llamada. —Aseguró y ella asintió.

—O sea, no lo puedo culpar. Justo ayer hicieron pública la separación de la banda y estaba con la cabeza en eso.

—Hablando sobre eso, ¿por qué no le dijiste a Rachel que él es tu novio cuando dijo lo de la noticia? —Llegaron al quinto piso y Martina abrió la puerta del departamento.

—Ya sabes que no me gusta andar diciéndolo porque parece como que presumo. —Su amiga rodó los ojos mientras Martina ponía agua y las rosas en un florero. Guardó la tarjeta en su cartera y la instó a salir nuevamente.— Jenn, ¿notaste las miradas entre Rachel y Gastón?

—Claro que sí, Emma también. —Al ver la sonrisa en el rostro de Martina, se contagió.— ¿Qué estás planeando?

—¿No es obvio? —Con la mirada se entendieron.

—¡Bendito sea el día que te mudaste a este edificio! —Exclamó Jennifer y ambas chocaron las palmas.— Vos y yo, querida chica, vamos a ser grandes amigas.

En cuanto llegó a la 10th Avenue y 22nd Street sonrió. Le encantaba la zona y supo que ir a trabajar ahí sería un placer. Después de una corta reunión con la Sra. Williams y de que ella la presentara con los demás trabajadores, se sentó en su escritorio y comenzó con las tareas que le habían sido asignadas. No había hablado mucho con ninguno de sus compañeros pero cada vez que pasaban cerca podía sentir que la miraban con curiosidad.

Cuando llegó la hora del almuerzo agarró su abrigo y su cartera, pero se quedó parada en la entrada del piso que ocupaba la editorial. No había revisado su teléfono en toda la mañana y tenía varios mensajes. Lo primero que leyó fue la respuesta de Nick a su mensaje agradeciéndole las flores. Después le contestó a su mamá, Lucas, Gastón, sus amigas de Argentina, Danielle y Joe. Tenía que admitir que tener un mensaje de él la sorprendió.

—Mirá como se hace la estrella por ser novia del famoso. —Escuchó que una de las mujeres que trabajaba con ella le comentó a su amiga al pasar por su costado para esperar el ascensor.

—¿Quién se cree que es? Ella es la nueva, la que debería acercarse a sociabilizar. —Respondió la otra falsa rubia mientras entraban al ascensor.

Martina había decidido no mirarlas, pero cuando se fueron cerró los ojos y sostuvo su celular con tanta fuerza que sus nudillos comenzaron a tornarse blancos.

—Hey, chica, no las escuches. —Le dijo una voz masculina con su mano apoyada en el hombro de ella.

—Austin tiene razón, son las dos chicas más idiotas que hay en este lugar. —La argentina les sonrió.— Martina, ¿no? —Asintió.— Él es Austin, yo soy Carol.

—Es un placer. —Les extendió la mano a modo de saludo.

—Estamos yendo a comer a un lugar acá a dos cuadras, ¿venís?

Durante el almuerzo les contó un poco de su vida, cómo empezó en el periodismo en Argentina, el momento que se fue a vivir a esa ciudad y, sin poder evitarlo, cómo conoció a Nick. Al instante se dio cuenta de que a ninguno de los dos les importaba la fama de su novio porque ni siquiera escuchaban ese tipo de música. Austin era fanático del rock pesado, aunque por su estilo no lo aparentaba, y a Carol la música que más le gustaba era el raggae y la música bohemia. A Martina le encantó la onda algo hippie y la energía positiva de esa mujer.

—No escuches nada de lo que digan las rubias, Martina. Estoy seguro que lo dicen de envidia por tu novio y porque Mónica dejó de ser la favorita de la Sra. Williams.

—¿Qué decís, Austin?

—Él tiene razón. La Sra. Williams nunca presentó a nadie con tantos halagos como a vos, ni siquiera a ella que es su nuera. —Martina sintió sus mejillas coloradas.— ¿En serio no la conoces?

—Les juro que no, Carol. La vi solamente la vez que vine a la entrevista de trabajo y hoy.

—Entonces debe ser cierto todo lo que dijo de vos y tu trabajo.

El día siguiente pasó sin muchos acontecimientos. Cada tanto Martina escuchaba algunos comentarios ofensivos hacia ella de parte de las teñidas. Así las llamaban a modo de burla sus dos nuevos amigos durante los almuerzos y ella se unió al apodo. El primer día la habían afectado esas opiniones, pero Nick le dijo que las ignore, que era lo mejor que podía hacer. Él tenía razón, así que ni siquiera les contestaba las pocas veces que sus palabras hacia ella no eran agresivas.

El jueves llegó y lo último que tuvo en la editorial fue una reunión con la Sra. Williams. La felicitó por su trabajo y Martina aprovechó para agradecerle que no la haya contratado por ser la novia de Nick Jonas. La mujer, que tenía cerca de cincuenta años, le sonrió y le aseguró que nada le importaba menos que eso porque su revista no era sobre chismes de famosos. También le dijo que había algo en ella que le fascinaba, algo en su forma de escribir y en las palabras que elegía. En esa conversación, la argentina se enteró que el motivo por el que su jefa hablaba español fue que había estado viviendo en España varios años al mando de una revista de moda. Ahí se explicaba el estilo tan definido y elegante que siempre le había notado.

Estaba saliendo del edificio riéndose con Carol y Austin cuando sus ojos se fijaron en un hombre que estaba de espalda. Conocía ese abrigo gris oscuro y esa forma de pararse, con los codos separados del torso, las manos en los bolsillos del saco y una pierna medio flexionada. Se había rapado, pero hacía falta más que eso para no reconocerlo. Sonrió y se despidió rápido de sus amigos.

—Disculpe señor, ¿espera a alguien? —Le dijo cambiando la voz y tocándole el hombro.

Él se giró alarmado y sonrió mostrando todos sus dientes después de las milésimas de segundos que tardó en darse cuenta quién era la que se le había acercado. No tuvo tiempo de reaccionar cuando dos brazos le rodearon el cuello. Liberó sus manos y rodeó la cintura de Martina, pegando sus cuerpos.

—La idea era sorprenderte yo, babe. —Comentó separándose.

—Creeme que me sorprendiste, Nick. ¿Cómo sabías la dirección?

—Sé que por lo general le das tu ubicación a Gastón por seguridad, solamente le pregunté dónde te podía encontrar y acá estoy.

Ambos sonrieron y unieron sus labios. Querían controlarse porque estaban en la calle, pero lo cierto es que se habían extrañado.

—Ja, besándose con su novio famoso en la puerta de la editorial. Es tan obvio que sólo quiere llamar la atención.

Al escuchar ese comentario Nick se separó y miró a la rubia. La observó de pies a cabeza con desprecio y todos notaron como ella se tensó. Lo mismo le pasó su amiga.

—Ignoralas, mi amor. Sus vidas deben ser tan miserables que tienen que juzgar a los demás para divertirse con algo. —Dijo Martina hablando lo suficientemente fuerte como para que la escuchen.

Austin y Carol no consiguieron reprimir una risa ante esa reacción antes de saludar con la mano a la pareja mientras se iban.

—Mirala, Charlotte, pensábamos que era muda. Responde sólo cuando tiene al famoso cerca. Seguro es porque deben andar con guardaespaldas. —Dijo Mónica, la misma que había hablado antes. Charlotte seguía mirando a Nick como si estuviera por hacerse pis.— ¿Qué te pasa, Char?

—Pe-perdón, Nick. Soy tu f-fan, ¿te po-podrías sacar una fo-foto conmigo?

Martina rió porque la personalidad tan altanera que ella mostraba en la editorial había desaparecido para darle paso a una mujer que tartamudeaba por los nervios ante la presencia de su novio. No podía negar que a veces Nick Jonas podía ser bastante intimidante con sus miradas y sus posturas corporales.

—¿En serio querés que me saque una foto con vos después de todo lo que dicen vos y tu amiga sobre mi novia sin conocerla? —Ella agachó la mirada.

—Dale, amor, sacate la foto así nos podemos ir. —Le dijo Martina, algo cansada de esa situación.

Quería irse de ahí para mantener la alegría de volver a verlo. Él se paró al lado de la rubia con seriedad en su rostro mientras ella sacaba una selfie.

Sin decir nada más tomó de la mano a su novia y se alejaron.

—Ya fue, Nick, ¿podemos olvidar eso y pensar en nosotros?

Esas palabras y una simple mirada bastaron para que él relaje sus hombros y le sonría.

—¿Qué decís de una cita?

—¿Esta noche? —Preguntó ella y él negó.

—Ahora.

—¿Ahora? —Él asintió con una sonrisa pequeña.— ¿Puedo ir a cambiarme antes?

—No, no tenemos tiempo. —Ella miró su ropa. Tenía puesto un jean ajustado blanco, un suéter rosa pálido, borcegos negros de cuero y una campera del mismo material y color.— Estás hermosa así, babe. Si no fuera porque tenemos que llegar a horario a nuestra cita te llevaría a mi departamento porque la forma en que ese pantalón se ajusta a tu cola me está generando cosas.

La vió sonrojarse y rió.

—¿A dónde vamos tan apurados? —La intriga empezaba a nacer en ella.

—Ya vas a ver, ¿confias en mí? —Ella lo miró como si la respuesta fuera obvia, pero él esperaba que responda. Asintió con la cabeza.— Entonces no hagas más preguntas, te prometo que te va a gustar.

Nick manejó hacia el sur bordeando el Río Hudson y Martina miraba fascinada el paisaje que pasaba por su costado. Durante la media hora que estuvieron en el auto no dejaron de hablar poniéndose al día de los detalles del tiempo que no se vieron en persona. Mientras no necesitaba usarla para conducir, la mano derecha de él se apoyaba en la pierna de Martina. Nick se adentró a una especie de muelle y estacionó. Caminaron unos pasos y la castaña abrió los ojos al comprender donde estaban, miró a su novio. Él miraba su reacción con una sonrisa, estaba impactada y reconoció el brillo de la emoción en sus ojos.

—¿Es en serio, Nick?

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