El ángel de la oscuridad

Galing kay KarenDelorbe

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A pesar de las historias que le cuenta su abuelo, Joanna no cree que los ángeles puedan existir. "Si no lo ve... Higit pa

Aviso: ¡El ángel vuelve a Wattpad!
Prólogo
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39. Último capítulo
¡Novedad!

Epílogo

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Galing kay KarenDelorbe


Un año después

—¿Cómo me veo? —Jo se miró de arriba abajo en el gran espejo de pie. Se sentía como una princesa de cuentos. Cenicienta.

Esperaba que el hechizo no se desvaneciera a medianoche.

—Te ves como alguien que está a punto de casarse. —Violeta llevaba puesto un largo vestido rojo con breteles finos y un tajo en la parte de atrás. Su peinado (un rodete con varios bucles sueltos) y el maquillaje, le daban un aspecto de femme fatal. Estaba irreconocible.

Jo suspiró y se arregló el tocado, compuesto de varias trenzas entrelazadas. Contempló el vestido, largo y ceñido al cuerpo, con un corsé lleno de perlas bordadas iguales a las que su madre le había puesto en el cabello.

—No puedo creer que esté a punto de casarme... —Tampoco podía creer que su primo la hubiera convencido de comprarse un vestido tan revelador. ¡¿En qué estaba pensando?!

Dante va a infartarse cuando te lo vea puesto le había dicho él.

Ah. Sí. Ya recordaba en qué pensaba.

—¡Qué emocionante! —Su amiga saltó de la alegría—. Espero atrapar el ramo.

—¡Sí! ¡Sería genial! —Joanna saltó también. Se detuvo antes de despeinarse—. No veo la hora de que por fin le eches el lazo a Evan.

—Será mío muy, muy pronto. —Violeta rió maléficamente.

—Querida, te ves hermosa. —Sonia entró a ver a su hija. Las encontró abrazadas frente al espejo—. Tú también, Viole. ¿Estás usando maquillaje?

La dama de honor dijo que sí, con una sonrisa, y las dejó solas.

—¿Cómo te sientes, Jo?

—Feliz. Y muerta de los nervios. ¿Qué tal si Dante se escapa antes de la ceremonia?

—Relájate. No creo que te vaya a dejar plantada. Acabo de cruzarme con él y parece mucho más nervioso que tú. Estaba hablando solo —Sonia rió—. Evan ha ido a tranquilizarlo un poco.

—¿Evan? —¿Tranquilizarlo?

—No te preocupes, cariño. Todo saldrá bien. Ese chico adora el suelo que pisas. Parece que viviera únicamente por ti. Nunca vi a nadie tan enamorado. Además, es un ángel.

Joanna se atragantó.

Sonia continuó:

—Parece que hubieran estado juntos toda la vida. ¿De veras se conocen desde hace un año, nada más? —Jo asintió—. Cuando me lo presentaste, sentí que incluso Evan y tu abuelo lo conocían.

Qué intuitiva.

—Sí, qué extraño, ¿no? —Jo miró hacia otra parte, con disimulo.

—Mejor me voy a atender a los invitados. —Le dio un beso a su hija—. ¿Estarás bien sin mí?

—Ajá. —La radiante novia temblaba de pies a cabeza—. No te preocupes.

Cuando su madre salió, se desplomó en el sillón y comenzó a hiperventilar.

—Me caso. Hoy me caso con Dante —El cuarto entero daba vueltas.

¿Me parece a mí, o estás peor que cuando Oxana trató de matarte? —Jofiel apareció frente a ella, con cara de preocupación.

—No te parece.

El ángel se echó a reír, divertido.

—¡No te rías! No es gracioso —murmuró la novia.

Alguien asomó la cabeza por la puerta entreabierta.

—¿Se puede entrar? ¿Estás vestida?

—Sí, Evan —Jo le hizo una seña. Quizás, él le quitase los nervios.

O se los incrementara.

El muchacho entró y cerró la puerta con cuidado. Tenía puesto un elegante traje negro y se había puesto una corbata de seda roja, que hacía juego con el vestido de Violeta. Parecía un mafioso. Hasta se había quitado los lentes de sol de la cabeza.

Al verla, emitió un largo silbido.

—¡Estás bellísima, Jojo!

—Gracias. —Se sonrojó. No estaba acostumbrada a esa clase de cumplidos—. Y tú estás hecho un galán de película.

—¡Espera a que veas al novio! —rió él—. Ese tipo sí que tiene clase. No como este zaparrastroso, que lleva puesto lo mismo que todos los días. —Señaló a Jofiel, quien hizo una mueca.

A mí nadie puede verme. ¿Qué más da lo que me ponga?

—Vamos, viejo, yo sí te veo. Y Dante también. ¿Podrías hacernos el favor de estar acorde con la situación? Es una boda.

Está bien, está bien. Pero nada de corbatas. Me ahogan.

El ángel se hizo aparecer un impecable traje blanco, con una camisa negra.

¿Qué te parece? ¿No me hace lucir un poco gordo?

—No, no. Te queda genial. Deberías vestirte así más seguido.

Ni lo sueñes. Solo me visto así porque es la boda de Joanna. Este tipo de ropa solo le gusta a la gente vieja.

—¡Ey! A mí me gusta.

Por eso decía. El ángel sonrió con inocencia.

Evan observó a su prima. Estaba muy callada.

—Oye, ¿te sientes bien? Te estás poniendo de color verde. ¿No es así, Jof?

Verde oliva, para ser exacto.

—¡Estoy bien! —susurró.

—¿No necesitas nada? ¿Qué tal un doctor? Hay uno a pocos pasos.

Jo hizo una mueca.

—Espero que no te vayas a desmayar en el altar. —continuó él.

—¡No digas eso! —se asustó ella, que no podía dejar de temblar—. Mira mis manos.

Él le palmeó la espalda.

—Ya... ya... Imagina algo bonito y verás cómo se te pasa enseguida.

—Casarme con Dante es lo más bonito que me pueda imaginar.

Evan negó con la cabeza.

—Entonces, imagina otra cosa porque no te está funcionando.

—¿Cómo está Dante? —quiso saber Joanna. No lo veía desde el día anterior. Violeta les había dicho que era de mala suerte que se vieran antes de la boda, así que convenció a Evan de que se lo llevara.

—Sobrevivirá, cosa que no puedo decir acerca de ti. —La observó con detenimiento. No. No se veía bien.

—Qué chistoso. Eres mi primo, deberías tratar de hacerme sentir mejor. ¿No tienes algunas lindas palabras para animarme?

—Creo que no. —¿Lindas palabras?—. Ah, sí. Le di unos cuantos consejos a tu novio, para la noche de bodas. —Le guiñó un ojo. Si eso no la animaba, nada lo haría.

—¡Evan!

—¿Qué?

Ella puso una cara indescifrable. No tenía idea de qué podría haberle dicho. Ni siquiera quería imaginárselo.

Sonia abrió la puerta.

—¿Vamos, linda? Ya es hora.

La novia asintió. Dio un par de pasos hacia delante y se desmayó.

—¡Jo! —Evan la ayudó a levantarse. Volvió en sí enseguida.

Había tenido un leve desvanecimiento. Nada grave. Debía ser porque hacía días que no probaba bocado.

—Tía, no creo que esté en condiciones de casarse hoy.

—¿Qué dices! ¡Estoy bien! —Joanna agarró el ramo con energía; pareció recuperarse de forma instantánea—. Nada de posponer.


Todo el mundo estaba ahí. Exceptola señora Fox, quien había desaparecido sin dejar el menor rastro. Nadie habló de eso, pero supusieron que Oxana y Baltazar habían tenido algo que ver. Era un misterio.

Su gato, Ron, había sido adoptado por Evan. A Violeta no le había gustado mucho la idea porque el gato siempre la mordía, pero él la convenció de conservarlo con el argumento de que era un pobre huerfanito. Cedió de inmediato. Cada tanto, ella era vista con un dedo vendado pero no se quejaba, ya que le gustaban mucho los animales.

Desde la noche de la gran tormenta, no volvieron a saber de los demonios. Jo se preguntaba qué habría sido de ellos. Cada vez que tocaba el tema, Dante se encogía de hombros. Ella llegó a la conclusión de que lo mejor era no saberlo.

Evan se acomodó junto a su abuelo, en la primera fila. Jofiel estaba con él. Se habían hecho grandes amigos, como era de esperarse. El ángel solo se atrevía a despegarse de Joanna cuando esta se encontraba con su novio. Estaba seguro de que con él estaría totalmente a salvo. Era en esos momentos, cuando él aprovechaba para tener un poco de vida social con la poca gente que podía verlo.

—¿Y? ¿Qué opinas, abuelo? —Evan lo miró fijamente.

El ángel los miraba con atención. Sospechaba que el joven tenía algo entre manos.

—¿Qué opino sobre qué?

—Tu nieta se casa hoy. —Y susurró para que nadie más lo oyera—: con un demonio.

—Me parece bien. Dante no es tan malo como yo pensaba. Es un buen muchacho.

—¿No lo dirás porque deja que le ganes al ajedrez? —Sonrió Jofiel.

—Le da una alegría a este pobre viejo. No como otros que yo conozco. —Los miró a ambos, entrecerrando los ojos— Y que se unen en mi contra.

Evan y Jofiel se rieron. Tenía razón, pero no dijeron nada.

—Pobre chico. No sabe la que le espera —suspiró Benjamin, mirando al novio, que esperaba ansiosamente a Jo. Tenía los ojos clavados en el piso porque tanta gente a la expectativa lo perturbaba. No le gustaba ser el centro de atención.

—¿A qué te refieres? —quiso saber Evan.

—Jojo tiene un carácter terrible.

—Él sabe cómo tratar con ella. No es como nosotros, que la hacemos enojar a propósito para divertirnos. ¿No, Jof?

—Claro. Se pone de lo más graciosa cuando se molesta.

El anciano se rió en voz baja.

—Creo que sigues enamorado de ella.

El ángel se sobresaltó.

—¡Ahhh! Pero ¡¿qué dices, viejo endemoniado?!

—Lo que oíste. Sino, ¿por qué tienes esa pluma negra ahí? —Señaló una de sus alas—. ¿Eh? ¿Por qué?

Jofiel se tapó los oídos.

—No te voy a prestar atención. La la la la la la la —Desafinó.

—Ya, abuelo. No lo molestes —dijo Evan, a quien Dante le había empezado a hacer señas para que se acercara. El chico pareció ignorarlo—. Jof sabe lo que hace.

Ben bufó. Sí, por supuesto que sabía. Por eso casi se había convertido en demonio. En ocasiones, no era más que un adolescente con alas. Dirigió su mirada a la puerta en donde hizo su aparición la más bella de las novias.

—¿Ustedes qué creen? ¿Termina en el piso o no? —preguntó el abuelo.

—Apuesto cien a que no —se apresuró a decir su nieto, poniéndose de pie. Tenía que ir con Dante. De lo contrario, lo mataría. Se suponía que era el padrino.

—Hecho. —Se dieron la mano.

Evan le guiñó un ojo al ángel, quien se apresuró a situarse al lado de Joanna.

—¿Qué hace? —Ben puso cara de confusión.

—¿Yo? Nada. —Evan se acomodó la corbata y le indicó al nervioso novio que pronto estaría con él.

—¿Por qué se pone al lado de ella?

—Para sostenerla. No queremos que se ensucie ese lindísimo vestido. ¿Cierto?

—¡Tramposo! Yo así no apuesto más contigo.

—Y no deberías apostar. Es un muy mal hábito. —Le guiñó el ojo y Ben le dio el dinero, de mala gana—. Muchas gracias.

—Que lo disfrutes, mocoso.

—Ya lo creo. Ahora, si me disculpas, me retiro a mi puesto o Dante enviará a la policía por mí. —Corrió a situarse junto al novio y le susurró—: Luces un poco pálido. ¿Estás nervioso? Relájate y piensa en algo bonito.

—No hay nada más bonito que ella. —Dante parecía embobado con su prima. Con ese vestido de diosa griega, la cabellera rubia y la sonrisa radiante, iluminaba la sala como si fuese un ángel recién caído del cielo.

—Se nota que nunca has estado en Las Vegas.

—Estaba a punto de ir por ti. ¿No me viste haciéndote señas? —Lo regañó en voz baja, para que ella no escuchara. Evan y Dante la contemplaban con su mejor cara mientras cuchicheaban entre ellos.

—Sí. Lo siento. Fue culpa de mi abuelo. Me tenía secuestrado. ¿Sabías que anda apostando sobre si Jo se desmaya o no? Es una vergüenza. ¡Un hombre de su edad! —Se aclaró la garganta—. ¿Tú que opinas al respecto? ¿Se desmaya?

—No apostaré contigo. Además, no sé si te diste cuenta, pero me estoy casando.

—Oh. Disculpa. —Hizo de cuenta que cerraba su boca con cierre, y permaneció en silencio.

Joanna estaba llegando al altar. No tenía ni idea de lo que ocurría a su alrededor. Solamente pensaba en respirar, hasta que vio a Dante esperando por ella. Entonces, ni siquiera eso pudo hacer. Se quedó paralizada ante esa perfecta criatura de brillantes ojos violáceos. ¿Realmente era humano? ¿De verdad había dejado de ser un demonio? Ya no tenía las alas, sin embargo, continuaba teniendo una apariencia sobrenatural.

Una enorme sonrisa se extendió por el rostro de él, derritiéndola; Jo apenas podía mantenerse de pie. Su cuerpo ya no le respondía. Por suerte, Jofiel la tenía agarrada de la cintura, para que no se desplomara. Le estaba profundamente agradecida.

Dante le envió una mirada llena de sospecha a su alado amigo.

—No me mires así. Me intimidas. Mi presencia es crucial para que se realice esta boda. Sino, pregúntale a tu novia. —La señaló.

Ella dijo que sí con la cabeza.

—Bien. —El novio asintió con resignación.

A Joanna sus celos le parecieron adorables.

Cuando por fin salieron de la iglesia, Dante se encontró rodeado por una muchedumbre de gente y ángeles. Él no había dejado de verlos. Siempre formarían parte de su vida.

—¿Sucede algo? —preguntó Jo, cuando Dante se quedó inmóvil al pie de la escalera que bajaba a un bello jardín adornado con rosas de todos los colores.

—Nada. —Sacudió la cabeza, ignorando a la mujer vestida de negro que se encontraba en medio de la gente, observándolo, y que se desvaneció en cuanto él apartó la mirada. Apenas fue un instante, pero reconoció su rostro.

Oxana nunca dejaría de vigilarlo mientras viviera. Le había prometido que iría por él. Y nunca rompía una promesa.


La fiesta era un mar de gente. ¿De dónde habían salido tantas personas? Joanna emitió un gruñido al acordarse de que su primo la había ayudado a enviar las invitaciones. Con razón se había reído tanto el muy sinvergüenza. Había invitado a sus amistades para rellenar el espacio vacío del inmenso salón.

Por supuesto, no faltaron Gus y Chris. Gus había adelgazado noventa kilos, y Chris había tenido mucho éxito con su música. La canción que había compuesto para Jo era número uno en todos los rankings. Tampoco había vuelto a caer en la bebida, motivo por el cual ella estaba más que orgullosa.

—¡Jo! Déjame felicitarte. —Chris le dio un abrazo, aprovechando un momento en el que se había quedado sola. No le agradaba Dante, y a Dante no le gustaba él. Así que trataban de mantener las distancias, por si acaso.

—Gracias.

—Te ves muy hermosa.

—Tú no estás nada mal. —Ella sonrió. Si no hubiera conocido a Dante, probablemente, se estaría casando con él.

Intentó apartar ese pensamiento de su mente.

Christian le devolvió la sonrisa. ¿Habría pensado lo mismo?

—Dante es un tipo afortunado. Si nunca te hubiera dejado plantada...

—Pero lo hiciste. —Lo interrumpió la novia.

—Y te perdí. —Se lamentó el muchacho—. Espero que él te haga muy feliz, Jo. Y, si no lo hace, puedes engañarlo conmigo.

—¡Chris! —Ella le dio un manotazo.

—¡Era broma, era broma! —Levantó las manos—. Aunque, si quieres tomártelo en serio...

Ella frunció el ceño.

—Eres mi musa. —La tomó de las manos y le quitó un mechón de cabello de la cara—. Siempre lo serás.

Evan surgió de la nada. Había estado siguiendo al imprudente de su amigo desde su llegada. Sabía que metería la pata, tarde o temprano. Ya le había advertido que Dante lo mataría si lo encontraba coqueteándole a su chica. ¿Cómo se le ocurría hacerlo ¡en el día de su boda! Al menos, hubiera tenido la decencia de esperar a que llegasen de la luna de miel.

—¿Interrumpo?

—Para nada. —La novia se soltó de Christian y sus manos rápidas.

Dante regresó, sorprendiendo a la joven al abrazarla desde atrás. No había perdido el don de asustarla. Chris emitió un bufido y Evan suspiró aliviado de que no lo hubiera encontrado haciendo algo indebido. ¿Qué tal si se convertía otra vez en demonio?

—Chris. —Lo saludó con cortesía, inclinando la cabeza.

—Dante. —respondió el músico, con seriedad.

Joanna sintió un escalofrío.

—Si me disculpan, voy a llevarme a la dama. —El novio pareció cambiar su actitud de asesino en potencia de repente y, de la mano, la condujo a la pista de baile.

—¿Dónde me llevas?

—A bailar.

—Pero a ti no te gusta. ¿No lo habrás hecho para que me alejara de Chris, verdad?

Él sonrió.

—¡Dante! —lo regañó.

—Ese tipo me pone nervioso —afirmó, enviándole una mirada de soslayo—. Le gustas. Y yo no soporto que te toque.

—Lo sé. —masculló ella—. Aún recuerdo cómo lo pateaste en el auto y salió volando. No fue nada cortés de tu parte.

Dante bajó la cabeza, con arrepentimiento. Sin embargo, por dentro no dejaba de reír. Volvería a hacerlo. Ella no lo sabía, pero estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Incluso matar.

Sus ojos de color violeta centellearon ante la idea.

—Linda, ¿no es hora de arrojar el ramo? —Sonia corrió hacia ellos. Dante pensó que era una versión un poco más vieja de Jo. Se parecían mucho.

—Aún es temprano, mamá.

—Sí, pero —bajó la voz y señaló a Violeta, quien las saludó alegremente, alzando su copa—. Así tu primo y tu abuelo dejarán de hacer apuestas con respecto a quién lo atrapa. Luego continuarán bailando.

—De acuerdo.

Jo le dio un beso fugaz a Dante y fue a buscarlo.

La fiesta había salido según lo planeado. Sin demonios ni zombis rondando por los alrededores. Un verdadero éxito.

—¿Todas las solteras están listas? —preguntó Sonia con entusiasmo.

Violeta gritó que sí, y se situó junto con las otras chicas casaderas. Ese ramo tenía que ser suyo. Era una cuestión de orgullo. Su mejor amiga se dio la vuelta y lanzó el ramo hacia atrás. Este no aterrizó sobre ninguna de las muchachas, sino que fue a parar sobre el regazo de Chris, quien se encontraba sentado al lado de Evan.

—Me salvé por un pelo —rió el primo de Jo.

Jofiel, del otro lado, asintió.

—Felicidades, Christian. Parece que serás el próximo en casarte —exclamó Sonia—. ¿Quién será la afortunada que logre atraparte?

La madre de Joanna se acercó al muchacho.

—Bueno, ya veremos. —En sus labios se dibujó media sonrisa.

—Estoy segura de que será una mujer muy afortunada.

La mirada asustada de Evan saltaba de uno a otro. Afortunadamente, Violeta los interrumpió, o él hubiera tenido que fingir que se atragantaba para poder escapar de esa situación tan incómoda. ¿Su tía flirteando con él? Ahora sí que lo había visto todo.

—Yo quería el ramo —lloriqueó la pelirroja, sentándose sobre las piernas de Evan.

—A veces, no se puede tenerlo todo, amor. —Él le dio un tierno beso en la mano—. ¿No te conformas con ser la dueña del hombre más sexy del planeta tierra?

—¿Te refieres a ti?

—Claro. ¿O acaso hay otro mejor?

Jofiel puso los ojos en blanco.

A su novia se le escapó una carcajada.

—No. No lo hay. —Le dio un beso ruidoso en la mejilla.

—Ten, Viole. Las necesitas más que yo. —Chris le entregó las flores. Si se las daba, quizás dejarían de contar monedas frente a los pobres. Además, no tenía intenciones de casarse. La música sería su único amor.

—¡Gracias!

—De todas formas, no funciona si no lo atrapas. ¿No es así, abuelo? —preguntó Evan.

El anciano, del otro lado de la mesa, les sacó una fotografía con su teléfono.

—Acepta tu cruel destino, criatura. —Y se dirigió a Viole—. Y tú, no lo dejes escapar.

—No, señor.

—A propósito: ¿Dónde se ha metido mi nieta?

Jofiel dirigió su vista hacia arriba y sonrió.

—No tengo idea, viejo.


La luna llena iluminaba la terraza.

Joanna y Dante se asomaron hacia abajo y contemplaron las luces de la ciudad. Los invitados tardarían un buen rato en encontrarlos. Se habían escabullido de su propia fiesta sin que nadie se diera cuenta, para ir a su lugar mágico. El lugar en donde se habían conocido; donde todo había comenzado.

—Los pies me están matando —Jo se quitó los zapatos—. Recuérdame que jamás vuelva a usar estas cosas.

Dante inclinó la cabeza. Luego, se le acercó y la levantó en brazos.

—¿Qué haces? —Ella fue incapaz de aguantar una risotada.

—Hace más de ciento veinte años que sueño con este momento.

—¿El de hacerte una hernia? —bromeó Jo.

—El de que seas mi esposa, corazón. —La besó—. Gracias por haber nacido.

—De nada. —Ella le rodeó el cuello con los brazos y deseó que ese momento de perfecta felicidad no terminase nunca. Tenía miedo de que algo malo pasara, pero los besos de Dante la hicieron olvidar, lentamente, sus preocupaciones—. Te amo, Dante Andreani.

Por un instante, tuvo la sensación de que un par de alas invisibles se cerraban a su alrededor, protegiéndola de todo peligro. Tenía la seguridad de que al estirar su mano podría rozarlas con los dedos. Sin embargo, no lo intentó. No le importaba si Oxana había dejado o no un poco de su oscuridad en él. Para Joanna lo único que importaba era que lo amaba. Y que él, demonio o ángel, siempre sería Dante: Su hermoso ángel de la oscuridad.  

FIN

Espero que la historia les haya gustado! 

A mí me encantó compartirla con ustedes.

No sé si seguiré publicando novelas en Wattpad, pero sí publicaré por editorial. 

Si quieren conocer mis novedades, dejé un enlace a mi web en mi perfil. 

Si tienen alguna pregunta, duda o simplemente quieren comentarme algo, pueden escribirme!! 

Me gustaría mucho saber si están leyendo alguno de mis libros :)  

Abrazos 

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