CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]

By cocacolavips

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CCC de Osaka. Todo Japón llegó a conocer a ese equipo de chicas cuando una de sus miembros jugó con el Raimon... More

Introducción
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Epílogo
NOTA

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By cocacolavips

Volvimos a casa entre exclamaciones y gritos de Arion y Jp mientras que Skie intentaba calmarlos, pero a ella le entraba la risa en algún momento dado y no se le podía tomar en serio.

En el albergue, Arion comenzó a contarle a Spotter todo lo que había pasado hoy en el entrenamiento.

Eso sí que es tener confianza.

Me acosté pensando en quiénes podrían ser exactamente Ray Dark y Nishiki. La curiosidad me podía, pero me convencí a mí misma para irme a dormir en lugar de trasnochar buscando cosas en Internet.

Al día siguiente, llegamos relativamente temprano al Raimon, por lo que me senté en uno de los sillones para esperar a los demás.

—Chicos, ya sabemos quién será nuestro rival para el próximo partido —dijo Skie mientras Rosie repartía unas hojas con información—. Jugaremos la segunda eliminatoria del torneo nacional Camino Imperial contra el instituto Alpino.

—El instituto Alpino... —murmuró Riccardo.

—Es el famoso instituto de Hokkaido —dijo Arion.

—¿Lo conoces, Arion?

—¡Sí! Todos dicen que tienen un nivel increíble en ataque y defensa, y es el equipo que juega más limpio.

—No te lo crees ni tú. —comenté, recostándome en el sillón.

—¿Y esa información de cuándo es? Porque ahora todos los equipos buenos están bajo la bota del sector quinto. —intervino Aitor.

—Bueno, eso es cierto. —dijo Adé.

—Creo que podemos tener esperanzas. Mirad —todos volvimos nuestra mirada hacia el papel ante las palabras del capitán—, aquí está el nombre de su entrenador y pone que es Shawn Froste.

—¿Shawn Froste, dices?

—¿Qué? —exclamó Arion—. ¿El mismo Shawn Froste de Inazuma Japón?

—Pues sí. Un amigo del entrenador Evans y el señor Sharp que jugó con ellos en ese equipo.

—Es posible que los del instituto Alpino no formen parte del sector quinto —añadió Samguk.

—Mucha fe pones —dije, mirando al techo.

—O sea, ¡que a lo mejor podemos disfrutar de un partido de fútbol de verdad con ellos!

—Eso es —coincidió Di Rigo—, pero siguen siendo un rival fuerte. ¡Hay que seguir igual de concentrados!

Uy, pero qué pereza me da a mí.

—¿No vienes, Katsue? —me preguntó Skie cuando todos hubieron salido por la puerta. Me encogí de hombros.

—Estará en sus días —comentó Jade. Me puse roja como un tomate, hice una bola con el papel y se lo tiré a la cara.

—¡De eso nada!

Ellas rieron.

Salimos al campo entre risas, aunque no tardaron en sentarse para visualizar el entrenamiento. Mientras estiraba, vi a un hombre a lo lejos.

Pues no veo una mierda.

La gente estaba bastante motivada. Arion le tiraba pases largos a Michael y, cuando éste intentaba pasar, la defensa le cortaba el paso. Oh, me corrijo, no le cortó el paso. Chutó fuertemente hacia la portería, pero el balón se desvió y fue directo... hacia la cara de una persona.

—¡Cuidado, señor!

El hombre dio un salto y paró el balón con delicadeza.

—Vaya —cogió el balón con las manos y sonrió—, le has puesto mucho sentimiento a ese tiro.

—¿Shawn? —nos giramos ante el entrenador—. ¿Eres tú de verdad?

—Cuánto tiempo sin vernos, ¿eh, chicos?

—¡No me digas que ese hombre es Shawn Froste!

—Pero ¿es que nunca habéis visto un partido de Inazuma Japón o qué? —exclamé—. ¡Está igual! Ni que hubiera cambiado.

—Estaba preocupado por ti. Me dijeron que te echaron del instituto Alpino y que, desde entonces, estabas desaparecido —dijo Jude—. ¿Qué ha pasado en el Alpino, Shawn?

—El instituto Alpino ha caído en las manos del sector quinto —respondió Shawn Froste, con resentimiento.

Ay, madre. Ay, madre. Ay, madre. Otro más.

Nos sentamos a su alrededor en el banquillo y comenzó a contarnos qué pasó exactamente en Hokkaido. Me estaba dando pena y todo.
Al parecer, ellos también creían que el fútbol regulado era un error, y que cuando se dio cuenta, la mayoría de los jugadores estaban bajo las órdenes del sector quinto.

—En su estado actual, el Raimon no podrá vencer al instituto Alpino —dijo—. Hay que romper la Barrera Absoluta.

El señor Sharp comenzó a explicarnos una nueva supertáctica. Al parecer, había que atacar por las bandas.

—Señorita Hills —la llamé, acercándome a ella—, hoy tengo que irme antes.

—Espérate al descanso, anda —sonrió ella.

En verdad, el entrenamiento no estaba siendo tan productivo como imaginaba, pero me abalancé a las botellas de agua cuando llegó elentrenadores, o era mi culpa que no me hubieran añadido en la nueva supertáctica.

Me encogí de hombros y me bebí la botella de un trago. Miré a mi alrededor: Jade le ofrecía una botella a Riccardo para intentar animarlo y Rosie le daba una carta que, al parecer, llegaba desde el extranjero.

Fruncí el ceño.

—¡Es de Ryoma! —exclamó. Uhm. Que alguien me explique de qué estamos hablando porque no me entero de nada.

—Oye, Katsue, ¿no tenías que irte? —inquirió Celia.

—Oh, cierto —asentí—. Siento tener que irme tan pronto.

—No pasa nada —ella sonrió con creces. Qué maja.

Recogí mis cosas y me cambié, poniéndome así el uniforme. Metí todo en la mochila y me quité la coleta que siempre llevaba para entrenar.
Subí las escaleras del pabellón y me encontré a los entrenadores junto al señor Froste. Me tenían intrigada, la verdad.

—¿Ya te vas, Katsue? —preguntó el entrenador Evans. Asentí.

El señor Sharp me miró.

—El entrenamiento no ha terminado y pronto tendremos partido.

—Lo sé —puse mi mano sobre el asa de la mochila—, pero hoy tengo que irme antes. Tengo cosas que hacer. Entrenaré por mi cuenta luego.

—Bien.

[...]

Caminé pesadamente por la acera que pasaba por la ribera. Había ido a ver a Hatsumi después de haberme despedido de los entrenadores, y no me gustaba tener que estar yendo y viniendo de un lado para otro.

Bajé al campo de fútbol de la ribera y me puse el uniforme en uno de los baños que habían cerca del parque infantil.

Cogí el balón y comencé a darle toques al balón. Quería ser titular. Lo quería de verdad.

Pero ¿y si los demás se volvían cada vez mejores y ocupaban mi puesto?

Chuté el balón tan fuerte como pude y se metió en la portería.

—No empieces a pensar ya eso, que no llevas tanto en el equipo.

Me di la vuelta. Samguk se encontraba a varios metros detrás de mí, junto con Michael, que le pisaba los talones.

Fui a preguntar, pero se me adelantó.

—Todos lo hemos pensado alguna vez, ¿no? —sonrió. Michael se puso las manos en la nuca y se encogió de hombros.

Qué tío más pasota.

—Eh, ¿y si venís los dos a cenar? —preguntó el portero—. Hoy mi madre tiene reunión.

—¿Es que sabes cocinar, Samguk? —pregunté.

Él asintió.

—Mi madre no pasa mucho por casa.

—No soy la mejor ayudante, pero algo sé hacer —recogí el balón y me colgué la mochila con resolución—. Algo es algo.

—Yo tengo planes —dijo Michael mirando para otro lado—. Nos vemos mañana.

El apartamento de Samguk era pequeño, pero acogedor. No me permitió ayudarle con la cena, por lo que me senté en la mesa de la cocina a darle conversación. A veces se reía, a veces no. Este chico era un misterio, pero me caía bien. No me había juzgado tanto como los demás al llegar al equipo.

—¿Es incómodo? —preguntó, dándole vueltas al sofrito de verduras—. Tener que llevar esa venda todos los partidos.

Me encogí de hombros.

—Sí que es bastante incómodo, la verdad, pero si eso nos ayuda, no me importa demasiado —bebí un trago del vaso de agua que me había servido anteriormente—. Te acostumbras.

—Y... en tu equipo eras la creadora de juego, ¿no? —asentí—. Debe ser difícil compaginarse con Riccardo.

—De compaginarse, nada —solté una carcajada—. Él crea el juego. Yo sólo voy a los partidos a hacer bulto.

—¡No digas tonterías! —cogió dos platos y empezó a servir la comida—. Las jugadas de tu equipo estaban muy bien pensadas, y en el partido contra la Academia Militar Mar de Luna estuviste bien.

—Samguk, ¿recuerdas que me sacaron del campo?

—Bueno, los entrenadores tienen sus razones. A veces buenas, a veces malas. Pero las tienen, ¿no?

—Supongo —dije—, pero sigo sin aguantar al capitán.

Puso los platos en la mesa y se sentó, no sin antes haber reído.

—Yo, al principio, pensé que te llevarías bien con él —comentó. Empecé a comer—. Me refiero: tenéis algún que otro gusto en común, los dos sois capitanes, sois centrocampistas, creadores de juego...

—¡Pero eso no tiene nada que ver!

—¡Podríais entablar una relación preciosa!

—¡Y luego te despiertas! —le di un empujón amistoso.

Qué indignación.

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