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—No por favor —mascullé, cerrando mis ojos fuertemente—. Atenea, donde quiera que estés, ayudame.

—Si lo que quieres es que te ayude Atenea, levántate —me apremió Silvia—. No vas a ser más lista por dormir más, venga vamos.

—Pero más alta sí... —me desprendí lentamente de la manta que cubría mi cabeza y le eché una mirada al reloj que había en la mesita de noche—. Son las siete de la mañana...

—El entrenamiento empieza a las ocho. —me explicó.

—Está bien —cedí—. ¿Mi uniforme?

—El del equipo te lo darán allí, y el del instituto supongo que tendrás que pasar a recogerlo el lunes por la mañana.

—¿¡Hay uniforme en el instituto!? —exclamé alarmada, incorporándome—. Matadme, por favor.

—Venga, vistete y baja a desayunar —dijo sonriendo—. Ah, y yo dejaría de obsesionarme con Percy Jackson.

—¡No es sólo Percy Jackson! ¡Es mitología griega y cultura básica!

Pero el portazo me interrumpió de lleno.

Me puse corriendo unos pantalones cortos y una camiseta básica al ver que había perdido diez minutos hablando con Silvia, y bajé a desayunar saltando los escalones de tres en tres.

—Venga Katsue, que ya nos vamos —dijo Arion cogiendo su bolsa—. ¡Adiós tía Silvia!

—¿Y no desayunamos? —me desesperé.

—Es muy tarde —Silvia me dio una magdalena y me encogí de hombros—. Nos vemos luego, chicos.

(...)

—Te queda bien —comentó Rossie tímidamente—. A ti también te haré fotos...

—Buah, me duele todo. La venda que me habéis hecho ponerme alrededor del pecho no es muy cómoda que digamos, y el uniforme me queda algo grande. —mascullé terminando de hacerme una coleta.

—Anda, deja de quejarte ya —me dijo Jade poniendo los ojos en blanco—. Quejica.

-¡Yo no soy una quejica!

—¿Estás ya lista, Katsue? —me preguntó el señor Sharp, yo asentí—. Está bien. Ponte en tu posición, vamos a echar un amistoso contra el equipo B.

Fui corriendo hasta el centro del campo. Algunos del Raimon me miraron raro, pero, ¿y qué? Te acostumbras.

—Perdona, pero esta es mi posición —dijo el capitán acercándose—. Te recuerdo que no eres la única en el campo.

—Aún siendo la única podría ganaros a todos. —rodé los ojos.

—Hartland, por favor, ponte en tu posición, ¿vale?

—¿Y quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer?

—Pues ahora, tu capitán —fruncí el ceño—. Vamos, va a empezar el entrenamiento.

Resoplé. ¡Pero bueno! ¡Si fui yo la que le di ánimos para seguir en el partido de ayer!

Pero... ¿Y si la abuela tenía razón? ¿Y si debería divertirme más?

—¡Cuidado! —levanté la vista y un balón se estrelló en mi cara.

Quien diga que el karma no existe, le parto la cara.

—Hijos de... —me callé—. ¿Quién ha sido?

—Perdona, Katsue —la voz de Jp me retumbó tanto que tuve que sujetarme la cabeza—. Ha sido sin querer.

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]Where stories live. Discover now