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Uy, qué mal se iba a poner esto.
Lo cuál sería normal, porque si tu apoyo emocional se da el piro... En fin, ¿qué se le va a hacer?

Viéndolo desde otro lado, sí podría ser un problema. Según me enteré por mis medios –que nadie pregunte–, si Riccardo logró sacar su espíritu guerrero, fue gracias a Mark Evans, y Arion remontó partidos una y otra vez.
Y ahora que se ha ido, ¿podrán los demás avanzar?

Escribiré un libro sobre “qué pensar mientras haces flexiones”. Sería un best-seller, estoy segura.

El señor Sharp pitaba con el silbato una y otra vez. ¡Si llegaba a saber eso, me metía a gerente!

Se notaba que los chicos estaban cansados: Jean-Pierre debía saltar más alto, a Wanli le habían puesto el triple de peso y Adé estaba equilibrándose (más bien lo intentaba) en una tabla sobre un balón.
Era de locos.

Por la tarde, ya casi anocheciendo, parecía que nos íbamos a morir. Wanli apenas podía con su vida, y se veía, ya que no tardó en caer al suelo.
¿Por la noche? Ya ni os cuento. Sólo decir que el suelo estaba tan frío que me quise quedar ahí por siempre.

—Terminó el entrenamiento por hoy —anunció Jude.

¿Lo malo de estar en un equipo masculino de fútbol siendo chica? Que te tienes que duchar en tu casa. Y, sinceramente, yo ese día necesitaba una ducha de media hora o más.

Todos estaban cabreados, había que admitirlo. Cabreados con Jude Sharp. ¡Hasta su hermana!
Desde luego, esto se iba a poner feo. Y un equipo roto no puede ganar a los mejores del país.
No, desde luego que no. Sólo nos quedaba aguantar y ya. No podíamos hacer nada, no podíamos ir a casa del entrenador Evans y cogerle de la oreja para traerlo aquí a rastras –aunque fuera buena idea–.

Al día siguiente, fue todo igual. ¡Súper bien!

—Yo no vendré al entrenamiento a partir de mañana —dijo Jp.

¿Lo peor? Wanli estuvo de acuerdo, ya que dijo que tampoco vendría. Y por si fuera poco, se llevó a Lucien con él.

Yo... yo hice lo mejor. Me fui de allí disimuladamente sin que nadie se diera cuenta.
Mejor idea, mejor persona.

Me puse los cascos para que sonara «21 guns», de la cuál sólo me sabía el estribillo. Aunque ¿quién no se sabe sólo una parte de una canción? A todos nos pasa.

Evité las calles principales y los lugares en los que pudiera haber mucha gente. La mayoría de las veces, sí pasaba por esos sitios para imaginarme cómo es la vida de la gente, qué pasa por sus cabezas. Es... interesante. Pero, sinceramente, en esos instantes lo que menos me apetecía era verle el pelo a alguien. Estaba demasiado cansada. Llevaba los ojos entrecerrados y las piernas me temblaban ligeramente, por no mencionar el dolor de abdominal que tenía.
Ay, yo al albergue llegaba muerta.

—Eh, ¿eres del Raimon?

Di un salto hacia un lado. Bueno, habría sido un salto si pudiera moverme, por lo que más bien salió un... Mirad, ¿sabéis qué? Da igual. Me caí de bruces.

Dignidad perdida.

Ah, no, que no tenía.

—¿Quién narices...? —murmuré.

Era un chico. Ah, no, eran dos. ¿Gemelos?

—¿Estás bien? —preguntó... ¿o preguntaron? Es que me tendieron la mano los dos a la vez—. Siento haberte asustado.

Ay, pero si sólo es un chico. Ya me parecía raro.

Agarré su mano y me levanté con su ayuda.

—Sí.

—¿De verdad? Puedo...

—No, tranquilo —simulé una sonrisa—. Estoy bien.

Me fijé en él. Tenía el pelo de color púrpura, ojos parecidos a los de mi fastidioso amigo Aitor y llevaba puesto un uniforme verde.
¿Y éste quién lechugas es?

Debió de adivinar mi reacción –puede que mi cara fuera más rara que un perro verde–, pues tenía las cejas más alzadas de lo habitual y la boca muy abierta.

—Soy Bay, Bay Laurel —dijo, sonriendo débilmente—. Si eres quien creo que eres...

—Sí, soy Katsue —di gracias a que llevaba la venda puesta alrededor del pecho y a que la voz era algo más grave de lo normal—. Es nombre de chico, en serio.

Él asintió lentamente.

—El misterioso centrocampista del Raimon, ya.

Se hizo el silencio.

—Eh, sé que eres una chica.

—¿Has buscado todo eso en Wikipedia para hablar conmigo? —he de admitir que me dio miedo, ya que nadie se había dado cuenta del pequeño secreto del Raimon hasta el momento.

—Bueno, para invitarte a cenar —me miró a los ojos. Puede que estuviera flipando un poco—. Necesito hablar contigo.

Así que me llevó al restaurante de fideos más cercano: el restaurante Rai Rai.
Había oído hablar ligeramente de él. Al parecer, sus fideo eran los mejores de la ciudad, pero yo no podía asegurar nada.
Rezaba con todas mis fuerzas para que no le pasara como a mi primer novio, el cual se había olvidado la cartera en casa por los nervios.

Vale. Este chico no era mi novio.
No es mi culpa que, cada vez que un chico me toque, imagine hasta a nuestros futuros hijos.
Todas lo hemos hecho alguna vez.

—Bien —dijo una vez que nos hubimos sentado en la mesa. No mencioné que conocía al dueño—. Tenemos que hablar.

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें