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Víctor llamó mi atención gritando mi nombre y frené en seco, pero ya era muy tarde: el balón pasó por encima de mi cabeza como si nada.
Él resopló. Un par de semanas atrás le habría dicho algo, pero en esos momentos yo sólo podía hacer lo mismo, también.

El equipo del Raimon no parecía el mismo que había estado pasando clasificatorias hasta el momento. Y Arion, tampoco.

El resto del entrenamiento fue igual de horrible que al principio. Solo me quedó la opción de, cuando hubo terminado, darme una ducha muy rápida en el vestuario de las chicas de voleibol y salí prácticamente corriendo de los terrenos del instituto. Había quedado con Bay. Quería contarle lo que me había pasado esa semana de locos (quizá omitiendo un par de cosas que eran información innecesaria...) y relajarme un rato. Bay Laurel tenía la cualidad la extraña cualidad de hacerte sentir tranquila cuando algo te preocupaba.

Pero esa noche no fue así, muy a mi pesar.

Llegué a la puerta del Rai-Rai cinco minutos tarde debido al corte de una calle por algún tipo de accidente local. Me había parecido haber visto a los bomberos en la lejanía. Cuando lo vi en la puerta y me situé delante de él, me sonrió. Bay siempre sonreía. Ya podría haberme dado clases de cómo ser agradable con el mundo.

Entramos en el pequeño restaurante de fideos de aquel hombre tan sumamente hablador y nos sentamos en la mesa de siempre. Al poco rato, unos fideos recién hechos se aparecieron por arte de magia (mentira, Archer los trajo) y sentí que los ojos se me iluminaban.

—¿Qué me tenías que contar? —preguntó Bay metiéndose una ronda de fideos en la boca.

Me encogí de hombros.

—Supongo que te enterarías de lo que pasó en el final del partido con el Instituto Universal –asintió–. Sí, pues a mí casi me dio un paro cardíaco o algo así.

—Pero tu hermano quería jugar ese partido, según tengo entendido —comentó.

—Sí, ya, pero yo no sabía que ese era su límite. Te recuerdo que mi hermano ha vuelto al hospital.

Esta vez no dijo nada, por lo que continué.

—Le están preparando ahora para una dura operación fuera de la ciudad. O eso me ha dicho mi madre. No me quieren decir dónde será —bebí un poco de mi refresco—. Y luego está Riccardo.

Alzó las cejas.

—¿Riccardo di Rigo?

—Sí, también está ingresado.

—Creía que estábamos hablando de ti.

Ahora fui yo quien enarcó las cejas considerablemente.

—Hablar sobre mi hermano no es hablar de mí, y no has dicho nada —rebatí.

—Sí, pero sois familia. Riccardo y tú no os tocáis en nada en cuanto a árbol genealógico.

—Ese argumento es una bazofia, Bay. ¿Qué problema hay en que hable de Riccardo? Creía que os llevabais bien.

—Sí, nos llevamos bien —murmuró con desagrado.

—De todos modos, tengo todo el derecho de hablar de quien sea, ¿no? —dije, y al ver que no decía nada más, seguí con lo que estaba diciendo antes de que él me interrumpiese—: mi capitán cayó al suelo unos minutos después de terminar el partido. Los equipos médicos se hicieron cargo de ellos dos enseguida y los trasladaron al hospital de inmediato.

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]Where stories live. Discover now