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Gruñí. Odiaba estar de mal humor, pero simplemente lo estaba. No preguntéis cómo. Al fin y al cabo, era una adolescente.
Y claro, mi mente estaba como: «no te meto un sillazo en la cara porque respeto a la silla».

Delante de mí, Riccardo di Rigo, Gabriel García, Víctor Blade y Arion Sherwind me miraban finamente, como examinándome.
El capitán fruncía el ceño, pero no cambiaba de expresión. Yo ya me estaba poniendo nerviosa del silencio incómodo que se había formado hacía unos minutos.

Adivinad a quién quería meterle el sillazo.

Sí, ajá, exacto.

—Katsue —dijo Gabi, tomando la palabra. No lo culpaba, era normal que hubiera dicho algo, pues tanto silencio era de esperar que no le gustase—, ¿te has dado cuenta de lo que has hecho?

Tragué saliva. De verdad, no sabía lo que había hecho.

—¿Ser sociable por una vez en mi corta vida? —me humedecí los labios, como cada vez que estaba nerviosa—. Eh... ¿hacer amigos?

—¡Por el amor de Dios, Katsue! —exclamó Víctor, levantándose. De la velocidad con la que se puso de pie, la silla cayó al suelo estrepitosamente—. ¡Has puesto en peligro todo lo que hemos hecho hasta ahora!

Riccardo le puso una mano en el pecho, más calmado, e hizo que Víctor chistara y se volviera a sentar.
¿Sinceramente? Prefería aguantar los gritos del imperial a tener que oír a di Rigo hablar sobre los peligros en los que suelo poner a la resistencia.

Normalmente, cuando él empieza sus charlas, mi mente está algo como: Eva María se fue buscando el sol de la playa...
Pero esta vez no fue así. Los oídos no se me taponaron, la mente no se me quedó en blanco. Era todo... muy raro. Como si esta vez mi cerebro quisiera procesar toda su información.

Como si me estuviera sintiendo realmente mal por algo que no sabía que había hecho.

—¿Qué he hecho ahora? —me atreví a preguntar. Intenté que la voz no me temblara mucho, mas fue en vano.

Los chicos parecieron calmarse, por la expresión de sus rostros.
Riccardo no se sentó, pero sus cejas pasaron de poner expresión enfadada a una de preocupación.

—Alguien ya sabe que eres una chica —dijo—, por lo que, si se lo llegara a contar a alguien, estaríamos perdidos.

—Pero ¿por qué?

La sola idea de no poder participar en un simple torneo de fútbol por ser chica me ponía nerviosa.

—Nos descalificarían —respondió, mirando a otro lado—, y todos los que han puesto toda su esperanza en nosotros...

—Lo entiendo —murmuré. Miré a Arion y a Gabi, que nos observaban desde las sillas—. Pero Bay no podría hacer eso, ¿verdad?

Gabi se encogió de hombros.

—Nosotros sólo lo conocemos por partidos, tú tienes algo con él. Deberías de conocerlo más, supongo.

Abrí la boca.

—¡Yo no tengo nada con Bay Laurel!

—Ajá —comentó Víctor.

—¿Bay Laurel no es el capitán del equipo contra el que jugamos el otro día? —preguntó Arion, mas nadie le respondió.

—¡Oh, por favor! —alcé los brazos—. ¡Bay sólo es mi amigo!

—Bueno, Bay podría ser buena persona... —comentó Gabi—. Pero no podemos arriesgarnos, Katsue.

—Anda, que para dos amigos que tengo...

Arion se llevó las manos a la cabeza y miró al techo.

—No me entero de nada.

—No deberías de volverle a ver, Kat —dijo Riccardo.

Le miré directamente, a la cara, a los ojos.

—¿Qué?

—Es por tu propio bien, Kat.

—No me llames Kat —apreté los dientes—. Y deberías de darte cuenta de que no es por mi bien, sino por el de este club. Porque yo no tenía nada que ver en esto hasta que me metisteis, ¿sabes? Yo no quería hacerlo, yo vivía bien.

Sus ojos decían que se había dado cuenta de su error, pero seguí hablando. Mi boca parecía que no quería parar.

—Suficiente me habían quitado ya como para que llegarais y tuviera que dejar de vivir con mi madre. ¡Ah, y ahora queréis que no vuelva a hablar a un... amigo simplemente porque el Sector V no admite chicas en el torneo! —di una patada al suelo—. Pues que les den. Decidle al entrenador si queréis que me habéis echado del equipo. Quiero seguir jugando, pero no así.

—Eh, Katsue...

—Nada. No pasa nada —me di la vuelta—. Solo necesito descansar.

Anduve más de lo que pensaba. Puede que fuera hacia la torre Inazuma y luego volviera, pero no me acuerdo. Así de simple. Iba en mi mundo, en mi fantasía. Y cuando llegué al albergue, solo quise meterme en la cama y dormir hasta el final de los tiempos. Solo quería llorar, pero no me salió ni una lágrima. Tenía un gran dolor en el pecho. Pero ya está. Nada más.

Dormí. No cené. Dormí y ya.

Porque a las almas rotas no se  puede pedir que se arreglen solas.

¡Hola!

–le tiran un plátano–.

Mira, Pau, he actualizado. C':
(Sigo con exámenes, qué asco de todo).

CCC Tokio [Inazuma Eleven Go]Where stories live. Discover now