—Tú ya lo sabías, ¿no? —le pregunté a Arion desde la entrada del albergue de su tía mientras él se terminaba el desayuno a toda prisa. ¿Llegar tarde? ¿Qué es eso? ¿Se come?—. Lo de Víctor y su hermano, digo.
Se oyó un ruido de platos. Se conoce que había terminado de desayunar y lo había echado todo al fregadero.
Salió de la cocina terminando de abrocharse el uniforme y con un bollo en la boca, para después colgarse la bolsa de ropa que llevábamos todos.
Ay, señor.
—¿Entonces...? —desvió su atención a mí—. ¿Lo sabías o no?
—¿El qué?
Dioses. Ayudadle. Por. Favor.
—Lo del hermano de Víctor y el Sector Quinto. —puse una mueca.
—Ah, sí —sonrió y terminó de tragarse aquel bollo—. El Sector Quinto prometió pagarle la operación en el extranjero a Vlad si Víctor hacía todo lo que le decían.
—¡Pero eso es horrible! —exclamé—. A mí también me lo hicieron, pero no así.
—Lo sé —se encogió de hombros—. ¡Pero por lo menos Víctor ahora quiere jugar al auténtico fútbol con nosotros! ¡Estoy tan feliz de poder jugar junto a tal grandísimo jugador!
Eché una carcajada.
—No te duermas en los laureles, morfeo, que puede que le quede una pizca de imperial todavía.
—¡De eso nada! —se puso delante de mí, cerró el puño contra su pecho y esbozó una sonrisa—. Yo confío en Víctor, ¡sé que nos ayudará con la revolución!
Sonreí.
—Entiendo.
Seguimos andando, intercambiando un par de palabras por el camino hacia el Raimon, pero nada importante.
Pasamos junto a la casa de Skie, pero al parecer se había ido ya, por lo que continuamos nuestro camino pensando en el maravilloso entrenamiento que íbamos a tener después de llegar tarde.
¡Una vez que me despierto temprano y llegamos tarde! ¡Wuuh!
Llegamos al Edificio Fútbol del Raimon a los cinco minutos, donde todo el equipo estaba reunido frente a los entrenadores y a la señorita Hills. Delante de ellos se situaba un chico, notablemente nervioso, pero a la vez sonriente.
Entramos con cuidado, y Arion fue con Jp, Mié tras que yo me quedé con Jade en otro lado.
—¿Un nuevo aspirante? —pregunto el entrenador Evans, con una sonrisa.
—¡Sí, quiero entrar en el club de fútbol! —respondió el chico. No era muy alto, y tenía el pelo sin peinar. Qué mono.
—¡Ah, mira cuánto ánimo! —comentó Subaru—. ¡Así me gusta!
—Oye, ¿cómo te llamas? —las miradas se posaron en él ante la pregunta del entrenador.
—Lucien, señor.
—Lucien, vale —dijo la señorita Hills—. ¿Y tu apellido?
—¿Apellido? Esto... bueno... esto... eso... —se puso todavía más nervioso. Alcé las cejas—. ¡Es Dark! ¡Me llamo Lucien Dark!
A la señorita Hills se le cayó la carpeta, mientras que los tres le miraban atónitos.
—¿Te... te llamas Dark? —exclamó Mark. Ay, madre.
—¿No serás...? —murmuró el señor Sharp.
—Sí —le cortó el chico, mirando al suelo—. Ray Dark era mi tío, señor.
La señorita Hills y el entrenador Evans miraron al señor Sharp.
—Jude...
Él sonrió.
—Vaya.
—Vale, ¿y quién es ese Ray Dark? —dijo Adé.
—Ni idea, tú. —respondió Wanli.
—Pero ¿por qué intentabas ocultarlo? —le preguntó Jude a Lucien.
—Bueno... —se removió, incómodo—. Me contaron que mi tío causó muchos problemas al equipo de fútbol del Raimon, así que pensé que si decía cómo me llamaba, no me dejarían entrar —se puso una mano en la nuca con nerviosismo—. Pero supongo que no hay nada que hacer.
Se inclinó y se dio la vuelta.
—Siento haberles molestado.
—¡Espera! —exclamó Arion.
—Alto —dijo Mark. Lucien se giró, sorprendido, y el entrenador se acercó a él—. Lucien Dark, ¿te gusta el fútbol?
—¡Sí!
—¡Entonces no hay más que decir!
—Es cierto que Ray Dark hizo cosas imperdonables al equipo de fútbol del Raimon —el entrenador Sharp tomó la palabra—, pero también sabemos que, en el fondo, amaba el fútbol. Así que no te preocupes, ¿vale?
La señorita Hills sonrió y suspiró de alivio.
—No tienes de qué avergonzarte. Demuéstranos que puedes seguir adelante y llegar a la altura que él no pudo en su vida. —sonrió.
Qué profundo.
—Lucien Dark, desde ahora mismo eres miembro del club de fútbol del Raimon —dijo el entrenador Evans sonriendo.
Lucien se dio la vuelta después de mostrar su gratitud, y sonrió.
—¡Me llamó Lucien Dark! —se inclinó—. ¡Me alegro de estar en el equipo!
—Lo mismo digo, ¡bienvenido! —dijo Arion; Jp le dio la razón.
—Bueno, ¿tiemes mucho nivel como futbolista? —inquirió Víctor, que estaba apoyado en una mesa más atrás.
—Tanto como nivel... ¡en fin! —el nuevo miembro del equipo se puso una mano en el pecho y miró al techo—. Sólo llevo dos meses dándole patadas al balón, así que todavía no sé mucho.
Ya la hemos liado.
Todos se sorprendieron. ¿Cómo no?
—Vaya, todo un principiante. —comentó Aitor.
—Todos hemos sido principiantes alguna vez. —le recordó Gabi.
—¡Ah, pero sé que quiero ser un buen jugador, de esos que saben llevar el balón controlado y marcar golazos!
Arion no paraba de asentir.
Que alguien les ilumine.
[...]
El entrenamiento...
Vale. No sabía qué pensar del entrenamiento.
Parecía que Lucien había jugado al fútbol un par de veces en su vida, y ya está.
Aitor, que estaba sentado en el suelo, le dio una indicación cuando recibió un balón suyo. Me encogí de hombros y me senté a su lado. Él sonrió con diversión.
Qué habrá hecho.
Lucien empezó a darle patadas al balón, mirándolo fijamente y... ay, madre. Se chocó contra un poste de la portería.
Aitor se empezó a descojonar vivo. Yo sólo suspiré y me lleve la mano a la frente.
Probó otra vez y, para sorpresa de todos, ya dominaba la carrera con balón. Todos le miraron y Samguk se preparó, animándole para que chutara. El peliazul miró a Michael y, seguidamente, chutó.
¿Pero no decía que apenas sabía jugar?
En el campo se hizo un silencio sepulcral. Aitor casi se cayó para un lado de la impresión, lo cuál me hizo bastante gracia.
Samguk se miró las manos.
—¡No ha estado nada mal!
—...sí, y pensar que estuvo a punto de desaparecer...
Uh. Cotilleo.
—Es casi como si estuviese viendo cómo éramos nosotros en primero.
—¿Te refieres a cuando Nishiki estaba con nosotros en el equipo?
—Sí.
Wow. Necesito saber quién es Nishiki.