Dulce venganza •TERMINADA•

By Thyfhanhy

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❝Luciana está dispuesta a vengarse de Luka Greisnar por haber jugado con su mejor amiga; pero no cuenta con q... More

♡ Antes de leer ♡
Sinopsis + aviso
Capítulo 0
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
I •TOBIAS•
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
I •LUKA•
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
I •MIKE•
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
II •TOBIAS•
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
I •TOTÓ•
Capítulo 46
II •LUKA•
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
III•LUKA•
III •TOBIAS•
Agradecimientos

Capítulo 38

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By Thyfhanhy

—¿Viste la cara que puso el idiota? —Mike se ríe a carcajadas mientras caminamos a casa.

—Fue genial —concuerdo—, celos era lo que faltaba.

—Si se acelera todo con el rubio, puedes empezar algo con el vecino. —Me codea, pero mi sonrisa se borra pronto—. Sin que pongas esa cara de terror, por favor.

Sigo creyendo que el chico de la ventana de enfrente merece más y yo no puedo dárselo. Eso me mata, pero es la realidad. No he sido chica de tener novio y temo no poder hacerlo. Ser fiel, detallista, dedicar tiempo, aguantar peleas insignificantes y chismes que nunca faltan, siempre se me ha hecho tedioso y eso es lo que el vecino espera. Se nota en su forma de ser que él es del tipo de relaciones formales y duraderas, de esas que requieren paciencia y dedicarles un cien por ciento, de esas que tanto trato de repeler.

Pensar en intentarlo y darme cuenta de que eso no es para mí y herirlo en el camino no es algo que quiera hacer.

—No lo haré, Mike —objeto. Antes de desencadenar otro de sus discursos filosóficos que me hacen lucir como la de la idea absurda, cambio de tema—. ¿Por qué estás aquí? ¿Cuánto te quedarás? ¿Y el colegio?

—No creerás esto, pero hubo una infestación de insectos —explica—, así que nos dieron dos semanas libres desde el jueves. Me quedaré... —Lo piensa unos segundos— diez días más o menos. Ya hablé con tu mamá y me dará posada.

—Eso es obvio. —Le paso el brazo por el hombro—. Y dormirás conmigo.

—¿Podrás resistirte? —Levanta las cejas. Le doy un manotazo en la cabeza.

—Claro, para eso tengo a Luka —acoto—. Además, creo que mamá cree que eres gay, no le importará —resopla.

En realidad, no cree que es gay, pero sabe que no lo quiero de esa manera, así que ella piensa que dormir con Mike es lo mismo que dormir con Will. Siempre que se quedaba en casa en Ángeles, se quedaba conmigo. Ni siquiera papá objeta, él sí cree que es gay y en su caso sí es mejor que siga pensando eso.

En el centro comercial se nos dieron casi las tres de la tarde, así que estoy muerta de hambre. Llegamos y no hay nadie, así que vamos a mi habitación, Mike a acostarse cómodamente y yo a ponerme mis chanclas. Nada más entrar, encontramos una caja de pizza en la cama.

—¿Desde cuándo aparece pizza de la nada? —inquiere mi amigo, destapándola. Se ve deliciosa—. Necesito que eso me pase a mí.

—No te la comas —exclamo—, puede estar envenenada.

—No lo creo, mira. —Levanta un papelito sobre el cartón—. Tiene una nota.

Tomo el pedazo de papel y lo desdoblo mientras Mike ya está con la boca llena sin hacer caso a la posibilidad de envenenamiento.

No era mi intención presionarte. Entiendo si no me quieres hablar más, pero no lo hagas. Podemos ser amigos. En serio.

Tobías.

Lo primero que pienso es que es raro que se haya metido en mi habitación para dejar una pizza, o en general para lo que sea, eso es intrusión, pero desecho esa preocupación al no hallarla relevante.

Los deseos de arrugar la nota y tirarla se ven interrumpidos por la emoción que ese gesto me causa. Sonrío con tristeza y con orgullo, mi corazón se acelera y me tiemblan las manos. ¡Diablos! Eso no debe ser así. Por reflejo, voy a la ventana y la cierro con seguro, corro la cortina como una paranoica y miro en todas direcciones.

—Y dices que no te importa ese chico —murmura distraídamente mi amigo—. Mira cómo te pone con una simple pizza.

Lo ignoro y me acerco a la cama, tomo un trozo de pizza y como sin decir nada de nada. Mike hace lo mismo. Un rato después, tocan a la ventana. Mi cuerpo se tensa como si me hubieran encontrado por un crimen y casi me atoro con la comida.

—Es Tobías —susurro.

—¿Tu vecino o un asesino serial? —Se burla—. Cálmate, tonta.

—No. Sal tú, dile que no estoy o lo que sea —exijo, viendo eso como única posibilidad.

—¿También le digo que eres mi novia y que soy un traficante? —ironiza. Ruedo los ojos.

—Vamos, Mike. Sólo que no estoy.

—Bien.

Resopla y se acerca a la ventana, limpiando con su mano la grasa de la pizza de su boca. Me acuclillo junto a la cama, ocultándome. Por Dios, Roberta. Nos hemos vuelto más cobardes. Qué vergüenza.

—Hola. —Saluda efusivamente mi amigo; imagino la cara de confusión del Tobías.

—Hola —responde secamente—, ¿tú eres...?

—Lo siento. —Me asomo un poco sobre el colchón. Mike está sonriente y extiende su mano—. Soy Mike, un amigo de Lucy.

—Tobías, el vecino —acota el chico. Quiero verlo. ¡Cállate Esmeralda! Voluntad—. ¿Está Lucy?

—Sí está, pero tiene diarrea —dice muy serio. Tuve que haberlo supuesto. Idiota—. ¿Quieres dejarle una razón?

—Emmm, pues... —Tobías titubea—, sólo dile que pasé a buscar mi libro, que vengo después.

—Por supuesto, amigo, le diré.

—Gracias.

Cierra la ventana, corre la cortina y quita su sonrisa fingida para llegar hasta mí. Me mira con reproche. Me encojo de hombros.

—Luciana... —reprocha.

—No digas nada, Mike —suplico—.Por favor.

Lunes de nuevo, qué felicidad, el regocijo me invade y la euforia sale por mis emocionados poros. Mi gesto neutro y de aburrimiento es la estampa viva de la alegría que me trae el inicio de otra maldita semana.
Un brazo me aprisiona por la cintura y ni se inmuta por el sonido ensordecedor, Mike ni siquiera da señales de estar consciente. Que sueño tan pesado tiene.

—Mike... —Lo zarandeo un poco para que me suelte, pero lo único que obtengo es un ronquido. Sólo tengo una mano libre e intento despegar su brazo de mí. Es inútil—. Mike —digo más fuerte. Nada.

Me acuesto de nuevo y resoplo, él se acomoda también y me agarra más fuerte. Frunzo el ceño.

—¡Mike! —grito y se despierta asustado. Se incorpora de un salto y en el trayecto, me empuja, haciendo que mi trasero toque el suelo y mi cabeza la mesita de noche.

Me siento en la alfombra con la palma en mi cabeza, realmente dolió. Genial, para empezar el lunes nada mejor que un golpe de ese calibre, ese hará que este día sea mejor.

Cuando se ubica un poco y restriega sus ojos, el reconocimiento llega a él. Me mira en el suelo y se acerca.

—¿Estás bien, Luciana? —murmura preocupado. Asiento—. Entonces no me des esos putos sustos, idiota. Casi me da un ataque.

—¡Tú me tiraste al piso! —acuso—. Tú eres el idiota.

—Disculpa, querida —dice condescendiente, acostándose de nuevo—, soy tu huésped, no debes tratarme así. Ahora, si me disculpas, debo dormir, estoy en vacaciones.

Se tapa de nuevo con las cobijas y yo resoplo, pero no es momento de discutir, no hay tiempo. Voy a la ducha y dejo que el agua caliente me despierte, salgo con mi toalla alrededor y una travesura se cruza por mi mente.

No hay nada más molesto a que te toquen con las manos frías cuando estás muy bien en el calor de una cama. Así está el momento: Mike duerme sin camisa, está bajo mis calientes cobijas y mis manos están heladas por la ducha. Eso es conspiración de la vida y no puedo rechazar la oportunidad.

Me acerco sin hacer ruido y me siento en la cama, levanto suavemente las cobijas. Mike está boca arriba y profundamente dormido. Abro las palmas completamente y las estampo en su pecho.

—¡Mierda! —Abre los ojos de inmediato y un quejido suena en su boca. Me agarra de las muñecas con fuerza y me tira en la cama. Suelto una carcajada, no me suelta y sigue sobre mí. —¿Estás loca, Luciana? —brama. Yo me río—. Estás helada.

—Eso te pasa por tirarme a la cama, huésped —exclamo. Me mira con una sonrisa ladeada.

—¿Ah, sí?

Con una de sus manos toma ambas mías y con la otra me hace cosquillas. Empiezo a reír como una loca y a gritar pidiendo que me suelte. Una lágrima de súplica empieza a formarse en la comisura de mi ojo derecho.

—¡Mike! —Logro articular entre risas, la lágrima resbala hasta mi mentón—. ¡De acuerdo! ¡Lo siento, no sigas!

—Promete que no vuelves a hacer eso. —No respondo y entierra sus dedos en mi cadera. Me retuerzo de risa—. Promételo, Lucy.

—Está bien —chillo y me suelta—. Eres un delicadito.

—Tonta, ya no puedo dormir. —Se cruza de brazos, sentado en la cama. Me levanto y reafirmo la toalla—. Y yo pensando que visitarte era buena idea.

—Vete, me voy a cambiar.

—¿Perdón? —Se ofende—. Pudiste cambiarte conmigo durmiendo, pero noooo... Me despertaste, así que o te cambias​ aquí o te vas, pero yo no me muevo de acá. —Se acuesta y prende el televisor. Coloca sus manos tras su nuca y fija la mirada enojada en la pantalla.

—No me mires entonces —espeto. Igual solo es colocarme la blusa y el pantalón.

—Como si hubiera algo que no haya visto —murmura con indiferencia.

—Imbécil. —Me pongo mi blusa. Él tiene su vista en el televisor—. ¿Qué harás mientras vuelvo en la tarde?

—Posiblemente nada —responde—, no conozco a nadie. ¿A qué hora llegas?

—Salgo a la una, pero no sé si vaya a algún lado con Luka.

—Es decir no sabes si tendrán sexo hoy —dice.

—Exacto.

Abro la cortina como cada mañana para que entre sol, me gusta la claridad —cuando yo la decido y no cuando me abren la cortina a medio sueño—. Giro de nuevo a Mike que ya ha quitado su expresión huraña y ahora solo mira televisión con tranquilidad.

—Puedes ir por mí a la salida —propongo—, eso de los celos de Luka me agrada. Además, tal vez él haya conseguido a alguien para darme celos a mí.

—Puede ser —musita—. Si no me da pereza, voy.

—Es decir que no irás —ruedo los ojos—. Tú...

Estoy de espaldas a la ventana, pero escucho como la tocan con unos nudillos. Mike en reflejo voltea y cae al lado de la cama, como si fuera un delito que estuviera aquí, pfff, así de estúpida debí lucir ayer al esconderme. Trato de no reír y volteo. Está mi vecino con su mochila del colegio al hombro y el cabello aún húmedo, un suspiro involuntario se me escapa. Que no se note, Roberta. Natural. Me acerco y abro la ventana.

—Dime —acoto seria.

—Hola. —Está avergonzado y siento ganas de apapacharlo. Me obligo a reprimir eso.

—Hola. Dime.

—Yo... bueno... —Se sonroja y mira a un lado—. No iba en serio lo de alejarme de ti, ¿o sí?

Fuerza, corazón.

—Sí lo era, Tobías —pronunciar su nombre me deja un sabor agridulce en la boca—. Es mejor así y...

—¿Y si empezamos de nuevo? —propone.

—No creo que... —Me interrumpe por segunda vez, extendiendo su mano hacia mí, levanto una ceja.

—Hola, soy Tobías Keyworth. —Finge una sonrisa llena de expectativa.

Tobías es demasiado tierno, su inocencia mezclada con caballerosidad es peculiar, parece que no viviera en medio de los adolescentes promedios de hoy en día. Dios mío, me encanta. Debo hacer un esfuerzo extra para no derretirme como idiota con eso. Supongo que eso de empezar de cero no suena tan mal si logro hacer las cosas al derecho.

Sonrío con tristeza y tomo su mano. Está fría y tiembla un poco, debo recordarme que no lo quiero herir para reprimir las ganas de atraerlo y besarlo e impedir que se vaya a estudiar y que mejor se quede conmigo.

—Luciana, mucho gusto.

—Soy tu vecino —informa con más confianza. Sonrío—. Me encanta tu casita del árbol.

—A mí también, es como estar en Narnia —repongo con una sonrisa sincera.

—Wow, se oye genial.

—Fue un detalle de un chico genial.

—¿Podemos subir algún día? —pregunta, mirándola distraídamente—. Nunca he estado en una.

—Cuando quieras puedes subir solo —respondo—, no tiene cerradura.

En mi cabeza eso no sonó tan grosero, lo juro.

—Claro —murmura, cabizbajo—. Oye, vamos a cine alguna vez.

—Lo siento, salgo con alguien.

—Puede ser grupal, también salgo con alguien.

Auch. No nos importa, no nos importa.

—Entonces supongo que sí —exclamo—, cuadramos después cuándo. O nunca. Disculpa, vecino, debo irme. El bus me dejará.

—El mío también —murmura—. Hablamos después entonces.

Tobías me dedica una sencilla y tierna sonrisa antes de irse. Cierro la cortina, pero no la ventana y cuando veo que Mike aún está en el suelo al otro lado de la cama, me reprocha con su expresión. Finjo indiferencia y tomo mi mochila del escritorio.

—¿Sí sabes que el pobre tonto no te debe nada, que no debería él disculparse y que de paso la del problema eres tú?

Lo ignoro deliberadamente y salgo de la habitación.

No paso hasta la casa de Totó, tomo el bus en la parada cerca a mi casa y cuando subo, mi amiga me pregunta con la mirada, pero solo sonrío y muevo la cabeza.

¿Será cierto que está saliendo con alguien? Es decir, eso es mejor... el punto de alejarme es que pueda encontrar quien lo merezca y si cualquier chica llena ese espacio, yo debería estar feliz.

Debería, pero no me hace feliz.

Evadir el tema, eso es todo, la mente es fácil de distraer. De todas maneras, no creo que se vaya a concretar nada de esa supuesta cita grupal. Dejaré de pensar en eso y ya.

En otros asuntos, si Luka realmente es como yo como Mike asegura, presiento que va a hacer algo hoy para vengarse por lo de ayer de los celos; lo bueno de eso es que viniendo de él no me interesa y puedo actuar desinteresada sin la necesidad de que sea actuación.

Hecho #25 de los hombres: El "solo somos amigos" les afecta más a ellos que a nosotras, porque ellos se admiten en una relación con poca frecuencia. Así que una "friendzoneada" directa les duele hasta los testículos y harán lo necesario para devolver el golpe y así subir en la imaginaria balanza de la relación.

Bajo del bus esperando que tal vez Luka esté allí como siempre, pero a la vez suponiendo que no estará dada la situación. Y efectivamente, no está. A unos metros, cerca de la entrada, lo veo con una chica como de quince años, muy bonita y de cabello negro, enrollada en su cuello. Sonrío y niego con la cabeza a la vez que ruedo los ojos. Es ridículo. Aunque yo habría hecho lo mismo.

Los ignoro y paso de largo hacia la entrada, veo de reojo como Luka y su nueva conquista también se dirigen casualmente a la entrada. Saco mi celular y finjo estar haciendo algo mientras espero a que me aborden. Entonces, por accidente, Luka se estrella conmigo.

—Oh, buenos días, Lucy.

Luka reafirma el agarre en la cintura de la chica. Levanto la cara y lo miro sonriente, luego a ella, que de manera inocente también me sonríe. Se unen a mí andando hacia mi clase, no me voy a detener a hablar con ellos.

—Hola, Luka —saludo amablemente—. ¿Cómo estás hoy?

Se queda mirándome curioso sin detener su paso, creo que está esperando que arrugue la cara o le pregunte que quién es la chica. No lo haré ni de chiste, no me importa. Al no obtener lo que espera, él mismo la presenta.

—Bien. Mira, te presento a Julieta. —Alargo mi mano sobre su pecho y le sonrío a ella. La chica es una ingenua, pero ese no es mi problema; si se va a equivocar, nada mejor que un error que sea rubio. Se dirige a ella—. Juli, te presento a Luciana, una amiga.

El gesto que la pobre chica le dirige a Luka casi parece traslucir el orgullo que debe estar sintiendo porque el gran Luka Greisnar la está presentando a una amiga. Yo he estado en esa posición con otro tipo de Luka y realmente te sientes de maravilla, te sientes importante y especial.

—Es un gusto —digo sinceramente. Julieta asiente, es muy tímida al parecer—. ¿En qué año vas?

—Segundo —murmura. Llego a mi clase y me giro a mirarlos de nuevo, con la expresión calmada.

—Genial, debo entrar a biología. —Me despido—. Nos vemos en física, Luka.

Entro sin esperar respuesta.

No sé qué estará imaginando, pero en el tira y afloja, nadie juega mejor que yo.


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