Dulce venganza •TERMINADA•

By Thyfhanhy

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❝Luciana está dispuesta a vengarse de Luka Greisnar por haber jugado con su mejor amiga; pero no cuenta con q... More

♡ Antes de leer ♡
Sinopsis + aviso
Capítulo 0
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
I •TOBIAS•
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
I •LUKA•
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
I •MIKE•
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
II •TOBIAS•
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
I •TOTÓ•
Capítulo 46
II •LUKA•
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
III•LUKA•
III •TOBIAS•
Agradecimientos

Capítulo 25

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By Thyfhanhy



En mi opinión, la sensación más despreciable es esa que me está carcomiendo las entrañas desde hace quince minutos: la humillación. Sentir que alguien pasó por encima mío no es algo que ocurra frecuentemente y por eso se me hace tan duro lidiar con ello. Es decir, a mí no me rechazan, ¿por qué él sí? Pero lo que más me encabrona es lo que me afecta. Siempre he dicho que no se puede controlar quién nos ataca, pero sí la manera en que nos dejamos influenciar por ello, la manera en que nos afecta.

Y la mierda que sí me afecta. Más de lo que debería y más de lo que alguna vez admitiré.

Entro de nuevo con el ceño fruncido y la vacía necesidad de alimentar mi ego, es decir buscar a Luka. Un efímero pensamiento de que él y yo somos iguales se cruza por mi mente, pero lo desecho reemplazándolo por el calor que me corre bajo la piel, una mezcla de ira, dolor y excitación.

Lo encuentro de nuevo en la barra, solo, tomando un trago más. Está sentado en una de las butacas que adornan alrededor, son bajas, así que tiene uno de sus codos apoyado en la rodilla y el otro en el aire mientras hace fondo de su copa. Sin quitar mi vista de él, me acerco con las intenciones claras.

Llego hasta él y en el segundo en que levanta su muy desenfocada mirada hacia mí, parpadea varias veces tratando de enfocarme. Me vale cinco si no se sostiene, igual está sentado y no necesito más. Me siento a horcajadas sobre él y lo beso con fuerza, su poca lucidez no le permite corresponder inmediatamente, pero unos segundos​ después, sube ambas manos a mi cabello, enredando sus dedos y tirando de él sin mucha delicadeza. Maldigo el hecho de que no esté sobrio, sé que él es el tipo de chico que ofrece sexo sin frenos y sin emociones, justo lo que me serviría ahora.

El calor que ya de por sí abarca todo el ambiente, por la cantidad de gente sudando entre la nube de humo y las luces de colores, se agranda en nuestra burbuja al punto de tenerme a un par de movimientos de una combustión espontánea. Entonces, me agarra con brusquedad de la cintura y me levanta, dejándome en el suelo e inclinándose con dificultad al bote de basura junto a él para enterrar su cabeza y devolver todo el alcohol del que abusó.

Iiuugg, menos mal no estábamos teniendo sexo.

Como buena compañera que soy, me hago la desconocida y me alejo adentrándome en la oscuridad con un trago en la mano. Otra de las ideologías comunes —y erróneas— acerca de las mujeres es que necesitamos compañía para hacer todo: para ir al baño, para salir a cine, para bailar...

No hay nada como disfrutar sola, es como una cita o un baile conmigo misma y es estupendo. Así que, siguiendo mi filosofía, me ubico en la mitad de la pista, cierro los ojos y empiezo a bailar, es una movida, pero qué importa, bailar con el aire es relajante y con la música que embota los oídos trato de olvidarme de todo. El trago que tengo en la mano se vacía hasta la última gota bajando por mi garganta, la sensación es magnífica, me siento tan bien de solo... estar aquí, de vivir... Como dijo un chico en un libro: sentirse infinito. Pleno.

De repente un cuerpo se posiciona a mi espalda, bailando a mi ritmo, poniendo sus manos en mis caderas. A estas alturas de la vida, no me importa si es Luka recién vomitado, o el anfitrión, o algún desconocido, o ni siquiera me importa si es hombre.

Inclino la cabeza hacia atrás y compruebo que es un hombre porque es alto, bastante para ser una chica. Sin abrir los ojos, descanso mi cabeza en su hombro, la persona a mis espaldas se mueve acorde a mí, a donde yo me mueva, él lo hace. Una de sus manos deja de posarse en mi cintura para rodearme completamente, su nariz roza mi cuello y cuando su voz suena, toda mi voluntad queda rendida a él.

—¿Y tu novio? —susurra Tobías en mi oído.

La poca dignidad que no ha sido removida por el alcohol no me deja girarme o responder. Estoy entre golpearlo o provocarlo, pero sé que eso último no me funciona con él, al menos hasta ahora no ha funcionado, así que hago lo único que puede mantener mi orgullo igual a como está: seguir bailando. Ni siquiera quiero abrir mis ojos, verlo me encabronaría el triple y no quiero dañar la poca tranquilidad que me queda.

Estiro más mi cuello hacia atrás, reposando totalmente la cabeza, mis manos se aferran al brazo que me rodea y mi cuerpo se mueve de un lado a otro. Entonces, para retar más mi voluntad, siento suavemente unos labios en mi cuello, al separarse, el aliento de Tobías se siente frío allí donde dejó su húmeda marca. Lo hace de nuevo sacándome un jadeo, lo siento sonreír, siento esa curvatura de sus labios contra mi piel y la ira me llena.
¿No se supone que es tímido? Y ahora...

¡Está jugando conmigo! Se supone que soy yo la que hago eso, invertir papeles no está en mis planes y no es divertido. Yo nunca soy la vulnerable en la relación, menos con un chico como Tobías, del que estoy empezando a creer que sufre de bipolaridad. Pero ¡maldita sea! ¡se siente tan bien! Es como estar en el paraíso, sus labios son bendecidos por Afrodita y eso no me permite demostrar mi enojo. Aunque los siento diferente a aquel beso en la boda, se sienten más... atrevidos.

Lo hace en repetidas ocasiones, sin cesar, besos suaves y húmedos hasta que decide hacer algo más osado y pasa su lengua desde el comienzo de mi cuello hasta el mentón. Esa es mi catarsis, me suelto bruscamente y giro a encararlo con la intención de mandarlo a la mierda o al menos reprocharle. Pero mi intención de regañar a Tobías se ve horriblemente interrumpida cuando veo que no es él, es ¿Zac?

Estaba totalmente segura de que era su voz, la de Tobías, sus brazos, incluso su olor, ¿me lo imaginé? Zac me mira con inocencia mezclada con pasión, el chico es demasiado atractivo, pero en mi estado de embriaguez y con mis pensamientos todos dirigidos a otro chico, no puedo disfrutar de ese contacto que en otras circunstancias habría aprovechado. Mi expresión de incredulidad no creo que sea muy sutil porque su sonrisa se borra, por eso y porque mi mano acaricia su mejilla en una bofetada que me deja la palma adolorida.

—¡¿Que mierda sucede contigo?! —grito a través del ruido del lugar, aunque es más para expresarme que para esperar respuesta así que me alejo de la pista de baile, sorteando los cuerpos apretujados que bailan ajenos a mi mal momento.

Miro mi celular por un momento para saber la hora y apenas son pasadas las doce, aún es muy temprano, pero me decido a buscar a Will. Quiero largarme de aquí. Todo se salió de control y solo quiero acostarme y maldecir al puto mundo por este día.

Luego de intentar encontrarlo por todos los pasillos de esta mansión, lo veo a lo lejos dándose el lote con una rubia que está de espaldas a mí. Camino hacia él con la idea de decirle que nos vayamos, pero al estar lo bastante cerca, veo que la rubia es Katherine. ¿Es que nada más puede pasar hoy? ¿Es que Will no sabe que aún tiene diecisiete años?

No tengo las mínimas ganas de que la zorra vea que Will es mi hermano, así que me alejo de allí, le dejo un mensaje en el celular que supongo que verá en un par de horas cuando me busque. No soy quién para juzgarlo, pero ¡vamos!, pudo escoger mejor. En fin, en donde meta la lengua no es asunto mío. Aun así, quiero largarme; tengo dinero y puedo pagar un taxi.

Salgo de la casa, el ruido interior va desapareciendo con cada paso que doy sobre el césped del jardín. Está haciendo un frío tremendo, pero al paso que vamos hoy, falta que empiece a llover o que me orine un perro callejero.

El desgraciado poder de la mente hace que empiecen a caer suaves gotas del cielo. Freno mi marcha un segundo, miro a las nubes, las fulmino con la mirada obteniendo como única respuesta gotas más gruesas y seguidas. Resoplo y bajo la cabeza y los hombros, caminando bajo la lluvia. Me planto en la esquina a una cuadra de la mansión, que es donde pasan los taxis en circunstancias normales, pero hoy no es normal y no hay ni un auto alrededor.

El frío, el agua, el viento, incluso mi humor, me quitan por completo los efectos del alcohol. Rendida y sin tener más qué hacer o decir, en la soledad de la calle con el cielo llorando sobre mí, me siento en el arcén mirando al infinito pensando en cómo rayos es que llegué acá.

Meto mi cabeza entre mis brazos y apoyo mis codos en las rodillas. Al menos estoy en un barrio lujoso y no hay tanto peligro de que me roben, De repente las gotas dejan de mojarme la espalda, levanto un poco mi cabeza, pero la lluvia sigue cayendo con fuerza a mi alrededor, subo la mirada del todo y allí está Tobías sosteniendo un maldito paraguas.

—Tú tienes algo con los paraguas, Tobías —digo, bajando la vista de nuevo, percibo que se sienta a mi lado en la acera mojada.

—O tú algo con las lluvias —repone. No lo miro. No lo quiero mirar—. ¿Qué haces aquí?

—Lavando mis pecados con agua del cielo, ¿no ves? —espeto con sarcasmo.

—No creo que toda el agua del cielo pueda lavar tus pecados —responde divertido. Ruedo los ojos y me levanto dispuesta a caminar a donde sea.

Ni siquiera tengo muy en claro por qué estoy tan enojada con él. Solo me rechazó, eso es todo; no es gran cosa. Pero Roberta es más terca que una mula y no baja la guardia para actuar como una persona normal. Escucho el chapoteo del agua con cada pisada de Tobías tras de mí. Camino más rápido, casi trotando, pero no tanto porque estoy en tacones y el agua pone mis pies resbalosos. Llega a mi nivel rápidamente.

—¿Qué sucede contigo? —cuestiona—. ¿Estás enojada?

Me toma suavemente por la muñeca para detenerme al ver que no planeo hacerlo por voluntad. Giro de golpe hacia él encontrándome con sus ojos.

—¿Qué rayos haces acá?

—Estaba por irme y te vi saliendo, pensé que podríamos compartir un taxi, luego empezó a llover y... —Su explicación anodina, como si mi pregunta no fuera retórica, me hace gruñir. Aprieto los puños y él lo nota, pues se calla y me mira unos segundos antes de preguntar—: ¿Qué te pasa?

—¡Nada! —Echo de nuevo a andar. Me detiene por segunda vez.

—¿Qué te hice? —exclama enojado.

—¡Tú...! —Las palabras mueren en mi caja torácica antes de ser pronunciadas.

¿Qué me hizo? Esa es la cuestión.

¿Qué le digo? ¿Que lo deseo más que a nadie pero que él me rechaza y eso me molesta? ¿Que le tengo ganas desde que lo vi por la ventana como una acosadora? ¿Que no dejo de pensar en ese apasionado beso que compartimos hace unos días? No. Eso sería agrandar la humillación y no estoy dispuesta a eso.

—¡¿Yo qué?!

—¡Nada, Tobías! —gruño, pero antes de que Esmeralda me haga salir airosa, Roberta mete la pata—. Solo es un puto mal día, ¿sí? —Empiezo a caminar de un lado a otro tratando de que mi vista aún sea nítida a través del agua que cubre mis ojos (por la lluvia que no ha amainado).

—¿Y yo tengo la culpa? —inquiere bajo su paraguas. Incluso me molesta que él no esté mojándose como yo.

—¡Sí! ¡Por aparecer! Estaba bien con Luka hasta que te vi. Estaba perfectamente de ánimo hasta que me rechazaste hace un rato y ¡estaba perfectamente bien antes de que te confundiera con Zac cuando estaba besándome el cuello! —Suelto sin detenerme a tomar aire y cuando callo, me arrepiento de esa escena. Dios, no aprendo.

—¿Zac te besó el cuello?

Su mano libre se empuña y casi puedo escuchar cuando su mandíbula suena al cerrarla con fuerza. Entonces recuerdo que a ojos de Zac, Tobías debería ser mi novio, así que puede estar muy enojado con él porque es su amigo.

—¡No, imbécil! Bueno, sí... ¡pero pensé que eras tú!

—¿Pensaste que era yo y por eso te dejaste? —Levanta las cejas con incredulidad.

—¡Pues sí! —grito acercándome a él con la rabia a mil—. ¡Pero obvio no eras tú! ¡Porque tú me mandaste a volar! ¡Tú no...!

—¡Acababas de besarte con otro!

—¡Pero quería besarte a ti...!

Es tan rápido que no lo pude predecir, suelta el paraguas y me toma, una mano en la cadera y la otra en la nuca. Estampa sus labios en los míos cerrando los ojos con fuerza. Mis manos están levantadas reflejando mi sorpresa, el agua ya me tiene mojada hasta el último cabello de la cabeza, y lo empujo suavemente hasta que choca con un poste de luz. Paso mis manos con desesperación por su pecho y su cara que están tan mojados como los míos; su cabello escurre y mis dedos pasan fácilmente entre sus mechones. Este beso no es suave, es... necesitado; incluso puedo decir que me está besando con rencor como si le pesara hacerlo, pero no puede resistirlo.

De repente, se aleja, de nuevo, dejándome sola mirando el idiota poste. ¿Qué mierda le pica a este imbécil? Me giro hacia él y lo empujo con mucha fuerza, con toda la que tengo en mis uno sesenta y siete de altura. Con odio, con indignación.

—¿Eres bipolar o que mierda? —grito en su cara.

—¡No!

—¡¿Eres gay?!

—¡No, Luciana! —Agarra su cabello que escurre litros de agua, hala de él con exasperación—. Es mejor así, ¡me importas mucho como para hacer esto!

¿Es en serio? Se agotó la paciencia, Roberta.

—No mientas —escupo las palabras entre dientes—. ¡Dices que te intereso, pero me has rechazado dos... no, perdón, tres veces! ¡Tres putas veces! ¡¿No crees que era mejor no besarme y ya desde el comienzo?!

—¡Tú estás con otro! —grita—. ¿Qué esperas de mí?

—¡Lo que sea! —chillo—. Luka al menos muestra el deseo hacia mí, ¡tú no lo haces!

—¡¿Es eso?! —pregunta, incrédulo, bufando y chasqueando la lengua— ¡¿Crees que no te deseo como lo hace Luka?! ¡NO TENGO QUE TRATARTE COMO UNA PUTA PARA DEMOSTRARTE MI INTERÉS, LUCIANA!

Gira sobre sus pies halando su cabello de nuevo. Yo... no tengo más que decir, eso último me dolió como un golpe a la cara, como una bola de demolición contra mi pecho; no debería importarme, ¡pero lo hace! Y eso me enerva, mi respiración está totalmente acelerada, estoy tiritando por el frío y las ganas de tumbarme en mi cama acaecen en mí, incrementando a cada momento.

—Lucy, perdón... —Se acerca a mí con sus manos en alto, más calmado. Pero no, eso fue demasiado, retrocedo un paso en reflejo y él se detiene.

—Vete —susurro mirando al suelo. El agua no merma su intensidad y cada gota empieza a doler como una pequeña puñalada.

—Lucy, por favor...

—¡Lárgate! —grito con mi último aliento mirándolo a los ojos—. ¡AHORA!

Me quito los tacones para cargarlos en mis manos y salgo a correr en dirección opuesta a por donde vine, sin mirar atrás. Si viene tras de mí, no quiero saberlo. Veo un par de faros de auto a lo lejos que se acercan y al estar frente a mí, descubro que es un taxi, sin pensarlo dos veces le hago pare y me subo.

Solo ahora noto que mi cara no está solamente mojada por agua del cielo.


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