Dulce venganza •TERMINADA•

By Thyfhanhy

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❝Luciana está dispuesta a vengarse de Luka Greisnar por haber jugado con su mejor amiga; pero no cuenta con q... More

♡ Antes de leer ♡
Sinopsis + aviso
Capítulo 0
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
I •TOBIAS•
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
I •LUKA•
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
I •MIKE•
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
II •TOBIAS•
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
I •TOTÓ•
Capítulo 46
II •LUKA•
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
III•LUKA•
III •TOBIAS•
Agradecimientos

Capítulo 15

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By Thyfhanhy



Abro los ojos entre sorprendida y frustrada para ver a un Luka que está en el suelo y a un ¿Pluto gigante? también en el suelo, con sus manos y sus rodillas trata de levantarse y mantener el equilibrio en sus patines.

Luka se levanta y mira al extraño personaje hasta que logra ponerse en pie y con algo de torpeza. Se quita la cabeza del disfraz, descubriendo a un chico de no más de quince años de cabello negro y con ojos asustados.

Un grupo de gente se aglomera a nuestro alrededor para curiosear la escena, cuando notan que ambos están de pie y ninguno se ve convaleciente empiezan a dispersarse.

La disculpa se dibuja en el rostro desesperado del chico y entonces noto que él no es uno de nosotros, parece que solo es una de esas personas que habitan con el ente de la torpeza y los invade en cada aspecto de su vida. Deja la gran cabeza en el suelo y se mueve en su lugar con temor de avanzar con las ruedas que sostienen sus pies.

—L-lo l-lamento muchísimo —empieza, dirigiéndose a Luka—. No soy muy bueno en estos malditos patines y... ¡Dios, solo es mi primer día! —Levanta la mirada y clava sus ojos en mi rubio compañero—. Por favor, no des una queja —suplica—, me pueden despedir y...

Sus ojos se aguan y ese nudo en la garganta que se forma antes de llorar le impide seguir hablando. Siento pena por el pobre, debe ser horrible tener accidentes siempre a causa de la falta de coordinación.

Bien, las cosas están así: el chico interrumpió mi casi beso; beso que, a quién voy a engañar, deseaba. Por otro lado, fue un accidente y debemos tomarlo como tal. Luka parece batallarse entre insultarlo o ser comprensivo, creo que eso se debe a que yo esté aquí y no quiere parecer un troglodita. Me decido a intervenir antes de que al chico le dé un ataque de ansiedad.

—¿Estás bien? —pregunto a mi compañero. Asiente. Giro hacia el Pluto—. No te preocupes, esas cosas pasan.

Sonrío y engancho mi brazo al de Luka para alejarnos de allí, él solo se deja hacer. El gran Pluto recoge su cabeza y no sin esfuerzo, rueda en dirección opuesta. Parece que los astros se unen para que el plan también funcione, pero ¡vamos! Podían permitir un simple e inocente beso... pero el momento ya se fue, ni modos.

Veo a lo lejos a Annie y a Totó que me hacen señas con las manos, pero no entiendo qué dicen y la verdad parecen marionetas moviendo sus brazos sobre sus cabezas. Noto que Luka va a mirar hacia ellas así que de un tirón lo pongo frente a mí para que ellas queden​ a su espalda.

—¿Qué sucede? —Roberta, te necesito, ¡di algo!

—Solo... quería saber si ya estás mejor de la alergia. —Eso estuvo bien.

Miro sobre su hombro y mis amigas siguen haciendo aleteos. Luka está diciendo algo, pero mi cerebro no reacciona a sus palabras por tratar de descifrar el maldito lenguaje corporal de mis compañeras. Asiento a lo que sea que el rubio dice y entonces me toma por la cintura, su otra mano se aloja en mi mejilla y giro hacia él, enfocándolo de nuevo. Sus ojos son color miel, bastante lindos de hecho. Dices que todos tienen los ojos lindos. Es cierto, Esmeralda.

—¿Ah, sí? —pregunta. ¿Qué nos había dicho? ¿A qué dijimos que sí? Demonios, debemos poner más atención, Esmeralda.

—Sí —respondo con tranquilidad.

—¿Qué tanto te gusto? —Ahh, ¿me preguntó si me gustaba? y... ¡dije que sí!, por eso su acercamiento. ¡Alerta! ¡Debemos decir algo!
Debo desmentir eso sin que se note que no le presté atención.

—Lo que me gusta cualquier chico que recién conozco —exclamo, y Luka se desinfla notoriamente—. Si me disgustaras, no estaría acá contigo. —Miro un instante a sus espaldas y Totó aún mueve sus manos, abriendo mucho sus ojos. Preveo que Luka se está acercando más y me retiro de golpe—. Debo usar el baño.

Me alejo a los servicios antes de que conteste. Quiero besarlo, de verdad que sí, pero el plan puede más y debo estar en papel. Me felicito mentalmente por mi voluntad y entro al baño esperando que las chicas me hayan visto y vengan tras de mí. Unos segundos después entran y nos metemos todas en el baño de discapacitados que es considerablemente más grande para que quepamos las tres.

—¡Casi te besa! —exclama Annie.

—Y ganas no me faltan —siseo y ambas me miran con una ceja levantada—. ¿Qué? ¿Tienen algún inconveniente con eso?

Levantan sus manos en son de paz y yo ruedo los ojos.

—No. Nada.

—¿Qué eran todas esas señales? —inquiero.

—Queríamos hablar contigo —dice Totó. No dice nada y curvo mis cejas hacia arriba, apremiando lo que sea que van a decir—. Vayan a la montaña rusa.

—¿Van a dañar su cinturón de seguridad? —pregunto—. Ya hablamos de eso, solo puede ser legal y el homicidio no lo es.

Ambas ríen al tiempo y niegan con la cabeza.

—No, le tiene pavor —aclara Totó—. Pero se las dará de valiente contigo y subirá y pues... eso es todo. Les tiene mucho miedo, mínimo vomita lo de esta vida y la otra.

—Me gusta —apruebo—. A la montaña rusa entonces, después de eso me iré, son casi las siete y mañana me levanto temprano.

—¿Y eso? —cuestiona Annie—. Mañana es domingo.

—Tengo una cita. —Sonrío al recordar a Tobías. ¿Por qué sonreímos, Roberta?

—Uhhh, estás enamorada —canturrea Totó. Entrecierro los ojos y tuerzo la boca.

—Sí, y por eso estoy en este parque con un chico sexy haciéndole pasar un mal día —ironizo—. Maduren. Estén cerca y eviten lo que sea, hablamos a la salida si es posible.

Salgo del baño y Luka me está esperando

—Oye, vamos a la montaña rusa —comento indiferente, caminando hacia allí. Él detiene la marcha y cualquier atisbo de sonrisa se borra de su rostro.

Debemos estar serias. No te rías, Roberta.

—Mejor no. —Mete su mano en el bolsillo del jean—. Dicen que es muy extrema, no quiero que te dé un mareo ni nada.

—¡A mí me encantan! —Sonrío ampliamente, tomo su mano y lo halo, agachándome un poco de modo suplicante—. Vamos, no quiero montar sola. —Me acerco a él mirándolo directo a los ojos, un susurro seductor y listo—: Por favor.

Me abraza por la cintura y me acerca a él. Suelto su mano y una de mis manos viaja a su cuello. ¡Dios! ¿Lo beso o no lo beso? Es tan apuesto y vamos, debe besar delicioso.

—Está bien, linda —susurra a solo un par de milímetros de mi boca, su otra mano se enreda en mi cabello—. Lo que sea por ti.

Se acerca lentamente, su aliento roza con el mío y cierro mis ojos esperando el bendito beso con la mente llena de pensamientos contradictorios, uno deseando que alguien del plan Halcón interrumpa y el otro deseando que me dé duro contra el muro. ¡Esto es muy complicado!

Desde hace un par de años, cuando conocí a Mike, llegué a la —algo desilusionante— conclusión de que el sexo está directamente ligado con el lugar, la persona y las hormonas que se desaten en el juego previo; así que me arriesgo a rebatir esa idea cursi y anticuada de que el acto sexual está —o debería estar— enlazado al amor.

Es una lástima que aun estando en el siglo veintiuno, está extremadamente mal visto que una chica exprese su deseo abiertamente pues es tachada de fácil, mientras que el hombre es más macho con cada chica que añade a su lista negra. Sin embargo, eso no me ha detenido de saciar esos instintos y ya que soy del agrado de la mayoría de gente —por mi gran carisma y personalidad, por favor— nunca he tenido esos apelativos recargados en mi persona, no he tenido problemas con nadie y nunca me he involucrado con ninguno de los chicos que componen mi lista.

Volviendo al momento, sus labios al fin se posan en los míos, un contacto suave, un segundo, un instante y se retira. ¿Es en serio? Me sonríe con dulzura y acaricia mi mejilla.

—Eres muy hermosa, Lucy —susurra y sus ojos brillan—. Más hermosa que cualquier chica que haya visto antes, eres como un faro de luz dentro de tanta oscuridad.

¿Ahora tiene alma darks?

Recordando que soy nueva en las citas y en los chicos, agacho mi cabeza con una sonrisa de boba y le sonrío. Yo esperaba más acción.

Se pone de nuevo a mi lado, pasa su brazo sobre mis hombros y con esa mano toma la mía; emprendemos de nuevo el camino hacia el gran aparato intimidante. Bueno, no para mí, a mí me encanta la adrenalina de esos aparatos.

A medida que la fila avanza noto cómo Luka se va impacientando; mira en todas direcciones, su corazón late fuerte —lo noto porque me tiene abrazada y gracias al cielo es más alto que yo, así que mi cabeza da a su pecho—, sus manos sudan y respira con fuerza. Reprimo las ganas de reír y entonces llegamos a la entrada después de diez minutos y tres vueltas de fila. Adelante de nosotros hay un grupo de cuatro chicas y detrás hay dos parejas de novios.

Las chicas de adelante entran y se sientan en el segundo vagón, solo quedan disponibles los cuatro puestos del vagón delantero, pretendo avanzar, pero el agarre de Luka se afianza y no se mueve, giro a mirarlo y su vista está fija en el vagón desocupado como si fuera el mismísimo infierno. Las parejas de atrás ríen suavemente, pero Luka ni lo nota, ésta es una buena oportunidad para mí.

—Luka —llamo. Él me mira, en sus ojos se refleja el miedo y el desasosiego. Es gracioso—, no tienes que hacer esto. —Miro sobre su hombro al resto de la fila y subo la voz un poco—. No todos los hombres disfrutan estos juegos.

Los de atrás sueltan una risa no tan disimulada y yo finjo mirarlos mal, Luka se sonroja sin voltear a verlos y carraspea.

—Estoy bien. —Endereza la espalda y agarra mi mano—. Solo es una montaña rusa. Vamos.

Una de las parejas entra completando así el cupo y se sientan en el segundo puesto, porque —según el chico—, a su novia le da miedo el primer puesto. Al decir eso, la chica me guiña un ojo y el chico me sonríe. Volteo hacia la fila de nuevo, varias personas más atrás está la chica alta amiga de Annie que me saluda con la mano, ¡es parte del plan!

Ante una chica asustada, obvio que Luka no se negó a ir adelante.

Me siento a su lado y paso sobre mi pecho el gran armatoste/cinturón de seguridad, abrochando lo necesario y sonriendo de oreja a oreja. Eso no es actuación.

—¿Quieres que te tome la mano? —exclama Luka una vez se asegura. Creo que él necesita más el agarrón que yo, y como no quiero que mi mano termine lastimada, respondo:

—No, debemos levantar las manos cuando estemos de cabeza.

Pasa el encargado asegurándose de que todos estemos bien amarrados a las sillas para que esto no se transforme en una parodia barata de Destino final. Al hacerle señas a otro tras el mando, este baja una palanca para que el juego empiece su función.

Estar en primera fila es genial, se puede ver todo el camino y la sensación es más liberadora. El traqueteo usual que se escucha cuando empieza el contacto de las ruedas con los rieles en el ascenso suena en crescendo a medida que llegamos a lo más alto y mi corazón empieza a palpitar con fuerza. Giro un instante a pesar de la armadura que me protege y veo a Luka sosteniendo con ambas manos la baranda y con sus ojos abiertos como platos mirando fijo al frente, está un paso más allá de pálido, creo que está casi verde.

Siento un pequeño deje de pesar por él, pero muy pequeño, insignificante de hecho, así que lo ignoro y miro de nuevo el precipicio que se va formando y me preparo para del descenso.

Tres segundos exactos dura la máquina sostenida en la punta más alta, dando así la expectativa de la fogosa bajada. Entonces pasa, como si un hilo invisible fuera cortado, la máquina se lanza como un tiro hacia abajo a la primera curva circular que nos dejará de cabeza. Levanto las manos al aire, sintiendo la brisa forzada de la velocidad en cada centímetro de mi cara y disfrutando de esa inigualable sensación de poder e invencibilidad que el vértigo y la adrenalina dan.

Entonces reparo, o más bien mis oídos reparan, en el grito de chica que acapara las ondas del viento que me rodean. Allí es cuando me doy cuenta de que el grito que está en unos decibelios más arriba que cualquier chillido humano proviene del asiento junto a mí, de la garganta del mujeriego Luka.

La montaña da dos vueltas en círculo seguidas, media vuelta sobre sí misma y termina en la parte recta de la llegada.

Respiro hondo una vez se queda quieta la máquina, me apresuro a levantar la armadura y giro al puesto de al lado. Luka no se mueve, sus nudillos están blancos debido a la presión que ejerce en el tubo de metal, sus ojos no parpadean y su palidez es preocupante.

Tal vez lo matamos, Roberta.

¡Huye!

No lo puedes dejar aquí.

Esmeralda tiene razón.


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