«¿Cómo dejaste que esto volviera a suceder? Él sólo juega contigo. No siente nada por ti, sólo quiere sexo y cuando se lo niegan se pone como un machito idiota».
—Veamos que tanto le importo —encendí el automóvil y condujé muy a prisa hasta casa de Thomas, dando vueltas y derrapando por la calle. Me sorprendió que no me detuviera algún guardia.
Estaba sentado en la banqueta leyendo un libro, me estacioné frente a él.
—Hola, guapo. ¿Cuál es tu nombre? —hice voz ronca, no había levantado la cabeza así que no podía saber que era yo, supuse.
—No me molestes —levantó el rostro enojado y al verme rió.
—¿Sabías que era yo? —entrecerré los ojos.
—No, pero tengo a la mejor novia del mundo —di un trago amargo de saliva—. No necesito, ni quiero chicas coqueteando conmigo —pasó su mano suavemente por la puerta—. Vaya auto.
—Un pequeño regalo por mi buen desempeño —le guiñé un ojo—. Vamos, sube.
—¿Pequeño regalo? Eso es un ramo de rosas o hasta un cambio de ropa, no un deportivo de miles dólares —se quedó boquiabierto.
Entró en al asiento del copiloto y me besó los labios.
—¿A dónde iremos?
—Justo ahora vamos a casa de Vanessa y después a la fiesta.
—¿Fiesta? —me miró confundido.
—Hay una fiesta de despedida en el campo. Iremos a hacer bardo.
—Pero eso es para los de último año —dijo con una mirada triste hacia al suelo.
—¿Quién te dijo? Tú eres mi novio Thomas e iremos juntos. Si no te dejan entrar nos vamos a otro lado.
—Eres tan... —Sonrío mostrándome sus hermosos hoyuelos, sus ojos se achinaron y desaparecieron tras sus mejillas rosadas.
Me dieron unas ganas tremendas de presionarle las mejillas, pero sólo lo besé.
Me estacioné frente a la casa de Vanessa y hice sonar la bocina un par de veces, no hubo movimiento alguno, así que bajamos y toque la puerta, Vanessa abrió, con cara de que acabara de despertar.
—¿Estabas dormida?
—No, estaba llorando en el baño porque soy una perdedora —dijo sarcástica.
—¿Qué te paso, Vane? —dijo Thomas con tono ligeramente preocupado.
—Es que tú no conoces el sarcasmo, Thom —rodó los ojos
—A veces tu sarcasmo duele.
Entramos, Vanessa aún llevaba una venda en la cabeza por el golpe.
—Hablé con Jack y en definitiva, es un idiota —resopló por la nariz.
—Me encanta decir esto: Te lo dije —canturre dando vueltas a su alrededor.
—¡Amara! —reclamaron ambos.
—Ay, perdón. Ve a vestirte iremos a la fiesta de despedida.
—¿Otra fiesta? Ayer me fue muy mal y con las medicinas no puedo tomar alcohol. ¿Alguna vez te han hecho un lavado de estómago o te limpiaron sangre? Siento como si me hubieran atropellado —se dejó caer sobre el sofá.
—Sí, a ambas, más de una vez. —Y no era mentira—. ¿Me abandonaras? —llevé una mano a mi pecho de manera dramática.
—¿Tú me abandonas para ir a la fiesta? —Iniciamos una lucha de miradas, pero me rendí y parpadeé.
—Buena esa. Ya nos vamos, prometo volver temprano contigo. —Thomas entrelazó nuestras manos y abrimos la puerta.
—Eres una mala amiga. ¿Si pensabas ir sin mí? Espérenme, voy por mi bolso y a ponerme otra ropa.
Nos sentamos en el sofá y ella corrió a su habitación. Después de 15 minutos bajo de nuevo. Llevando ropa casual y con una bandita en lugar de la horrible venda cubriendo su herida.
—Vámonos —dijo abriendo la puerta—. ¡Vaya! ¿De quién es ese auto? —gritó corriendo a abrazar el cofre de mi automóvil nuevo.
—Oye. Oye, lo ensuciarás —dije en broma quitándola de allí.
—Desgraciada, qué envidia ¿Es tuyo? —asentí—. Quisiera unos padres como los tuyos. ¿No sabes si quieren adoptarme a mí también?
—Qué graciosa —dije sarcástica—. Suban —bajé el descapotable, Thomas se sentó a mi lado y Vanessa atrás.
Llegamos a la preparatoria, era en el campo de fútbol que hay en el instituto, llamando la atención de todos con semejante auto.
—¿De qué trata la fiesta en sí?
—Básicamente en hacer destrozos y divertirte. Para molestar a los directivos. Hemos venido a las últimas 2 de estas.
—Si quieres lo mejor, debes esperar a media noche —comentó Vanessa, bajamos del auto y caminamos hacía la entrada al campo.
—¿Qué pasa a media noche? —preguntó inocente.
—Ya lo verás, Thommy.
Llegamos a la entrada, en la puerta estaba Sebastián "El grandulón", del equipo de fútbol americano. Media como 2 metros de altura, era un poco hueso y mucho músculos.
—Hey, grandote —hice un movimiento con la cabeza. Chocamos las manos como sólo nosotros sabíamos hacerlo.
—Amara Gillies. Todos te esperaban —miró a mi amiga de arriba a abajo—. Va-Va-Vanessa, hola —levantó tímidamente la mano.
«Vanessa Kendall, tienes un nuevo admirador. Yass, bitch!»
—Hola, Sebas —sonrieron el uno al otro.
—¿Qué te paso en la cabeza? ¿Estás bien —dio varios pasos apresurados hacía ella y lo tocó la frente—. Dime quién lo hizo, lo haré puré.
—Sólo es un tonto golpe —se apartó—. Y por favor no hagas puré al culpable. Fui yo misma —habló incómoda y avergonzada.
—Esteban te estuvo buscando —dijo de pronto para cambiar la conversación.
—¿En serio? ¿Él está aquí? —Ese chico era mi mejor amigo, pero no lo había visto desde el año pasado; cuando entró a Yale.
—Amara —lo miré—, Thomas no es de último año y lo sabes.
—Yo tampoco lo era hace dos años y me dejaste entrar.
—Pero tú eres... diferente —Thomas agachó la cabeza. «Nadie puede hacer sentir mal a mi novio y seguir como si nada».
—Thomas es más maduro y menos idiota que tú y que muchos de ustedes, no porqué sea un año menor le harán menos. Y pues entonces yo, él y Vanessa —resalté el nombre de mi amiga— nos iremos.
—Espera —sujetó mi brazo—. Pueden entrar todos. Sólo era una broma. ¿Lo sabes, pequeñín? —sacudió el cabello de Thomas con su gran mano.
Mi novio lucía escuálido, debilucho y muy bajito a lado de Sebastián.
Entramos y todos se giraron a vernos, y comenzaron a gritar y a silbar fuertemente.
—Amara Gillies. —Hardin, el chico comité de alumnos se acercó a mí y me llevó con él a la tarima que habían montado—. Chicos, aquí tenemos a nuestra mayor representante. Después de mí, claro está —«Arrogante»—. La chica con mejor promedio, una de las más sexys —rodé los ojos—. Definitivamente de las personas más honestas que podrían conocer.
—Esto no se trata de mí. Se supone que es la una fiesta para todos. Sé claramente que no a todos les agrado, pero da igual, porque hoy es posiblemente el último día que nos veamos en la vida. Así que, disfrutemos de la compañía de los otros por lo que queda de tiempo.
La música comenzó a sonar alto y todos siguieron bailando. Bajé y fuí con Vanessa y Thomas.
—¿Haz pensado ser política? —preguntó Thomas tomando ponche.
—Yo votaría por ti —Vanessa levantó la mano.
—No, yo seré pintora. Soy buena con las palabras porqué mis padres son abogados. Sino digo algo bien, descubren mi mentira.
—Yo también votaría por ti. —Esa maldita voz áspera.
—¡Esteban! —grité dando un salto y abrazándolo—. Cabeza hueca, ¿dónde estabas?, ¿en una isla desierta? Nunca me enviaste ni siquiera un mensaje.
—Bonita, la carrera de medicina no es algo fácil y no hay tiempo para nada. —Vanessa y Thomas asistieron comprensivos.
—¿No nos vas a saludar? ¿Dormimos juntos? —Vanessa también lo abrazó.
—Bueno.... —remarcó, ellos tenían historia—, eres la rubia de mi vida —besó su mejilla—. Y aquí tenemos al pequeño Thom —lo saludo con un golpe en el hombro.
Thomas se retiró al baño, de la nada se acercó una chica, supongo muy ebria.
—Amara. Te amo —dijo sujetando mis hombros sacudiéndome.
—¿Qué? —«Es... ¿Hayley? ¿Heydi? Hayden Williams».
Era muy linda, cabello castaño lacio hasta los hombros, piel blanca y ojos celestes, preciosa. «Soy completamente heterosexual ¿o quizá no?»
—Estoy enamorada de ti, desde la primera vez que te ví en clase de Literatura.
De la nada sus manos tomaron mi rostro y sus labios se estamparon en los míos con un movimiento lento intentando introducir su lengua hasta mi garganta.
—¡Hey! —Vanessa quitó rápido a la chica de mí dándole una fuerte cachetada—. No la vuelvas a tocar. ¡Nunca! —sujetó el cuello de la chica apunto de golpearla a puño cerrado.
—¡Vanessa, detente! Está bien —mi amiga parpadeo un par de veces y la soltó, Hayden salió corriendo—. ¿Qué te pasa? Sólo fue un beso.
—Lo siento. No sé que paso —se dio la vuelta y se perdió entre las personas sin agregar nada más.