Mad #PGP2023

By blxxdcherry

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Mad es una adolescente que tiene visiones del futuro desde niña, descubriendo nuevos poderes después de que J... More

Mi saga: Mad
Opcional de ver: collages
Pequeña dedicatoria
Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Especial de Halloween
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
5000 votos
Especial Navidad
ANUNCIO

Capítulo 6

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By blxxdcherry

Maddie se bajó en la parada que estaba frente al parque y llamó a Joe, para saber en dónde estaba él.

—¿Dónde estás?

—¿Ya terminaste de ducharte? ¡Por fin!

—¡No! Estoy en la parada del autobús. Voy hacia el parque, ¿y tú?

—¿Es broma? Creí que llamarías después de terminar de ducharte. Te estaba esperando para saber si salía o no del departamento.

—¿Todavía no vienes? —preguntó con angustia y cruzó la calle.

—No...

—Joe, por favor, ven rápido. —Tenía la voz cortada, pues se estaba desesperando por la situación—. Creí que ya estabas acá y...

—¡Wow, tranquila! Te estaba jugando una broma solamente. Estoy sentado en la terraza de una cafetería, dentro del parque.

Ella no pudo hablar siquiera. Estaba boquiabierta del asombro y sonrió, pero luego frunció el ceño. Por suerte, ya estaba en la vereda, pues en ese minuto había estado inmóvil.

—No vuelvas a jugar con algo así. Sabes que no cuento con mucho tiempo, porque en una hora más debo estar en el salón de clases.

—Ya, relájate, solo ven a una cafetería que se llama... Espera un poco, ¿sí? Es que tengo que revisar el nombre, porque no es la misma a la que fuimos el otro día.

Apartó el celular de su oído y se levantó de la silla, para ver mejor el cartel.

—Espuma de mar.

—¿Ah?

—Así se llama la cafetería: Espuma de mar.

Ambos rieron descontroladamente.

—Creo que ya sé dónde es. Voy.

—Ok, solo...

Mad cortó la llamada, dejando al chico con las palabras en la boca. Atravesó el parque, hasta una de las zonas de puestos de comida y encontró al chico sentado en una de las mesas. Por supuesto que conocía el lugar, pues mesesantes había ido a la heladería en la que solía ir con Spencer, descubriendo queya no estaba y, en su lugar, había una nueva cafetería.

—También tienen al frente el restaurante de comida marina —indicó Joe en cuanto la vio—. Estuve hablando con la mesera y me explicó lo del nombre.

—Que interesante dato.

—Sí... ¿no quieres que almorcemos ahí después?

—Tengo clases, recuerda. Yo almuerzo en la escuela.

—Podrías saltarte las clases y pasar el día conmigo.

—¡Ni loca!

—¿Ni siquiera por ser mi último día acá?

—¿Te vas a ir?

—Sí, voy a estar como una o dos semanas en Malibú.

—Así que lo de ir a surfear allá era muy en serio... podrían hacerlo acá también, ¿lo sabías?

—Sí, pero Spencer insiste en que allá es mucho mejor. No sé si lo sabías, pero él era de acá, de San Diego.

—Ah.... No lo sabía —contestó. Empezó a sentirse nerviosa y una risa extraña la invadió—. Es que, recién lo conozco y, bueno, es tu amigo, no mío, ¿entiendes? No tengo por qué saberlo o...

—¿Lo conocías?

—¿Qué? ¡No! Claro que no.

—Eres muy mala mintiendo, apuesto a que no lo haces seguido.

"Te sorprendería la cantidad de veces que he mentido", pensó.

Él sonrió de medio lado y se acercó más a ella, para poder tocar su mano, posando sus dedos sobre el dorso de esta, lo más natural y casual posible.

—¿Cómo lo conociste? Es una ciudad muy grande y ustedes no tienen mucho en común.

—Ya te dije que no lo conozco. —Agachó la vista.

—Ok —aceptó despreocupado y se echó hacia atrás, desparramándose en el asiento.

La mesera llegó repentinamente. Joe se acomodó en cuanto la vio y Maddie recibió sonriendo el menú, para revisarlo rápidamente.

—¿Qué van a pedir?

—Yo voy a pedir un té con...

—No creo que tengan eso —dijo Joe, torpemente, sin dejar de ver la carta.

—¿Uh?

El chico alzó la vista, notando que lo estaban mirando expectantes y confundidas.

—Perdón, estaba pensando en voz alta —se excusó y sonrió—. Sigue pidiendo.

—Una taza de té con un trozo de pastel, por favor.

—Lo lamento, es que, recién estamos abriendo en el día y todavía no ha llegado el pedido de pasteles de hoy. En las tardes siempre hay.

—Lo sabía —murmuró el chico por lo bajo, casi inaudible.

—¡Oh! Bueno, entonces con un muffin de chispas de chocolate.

—¿Y usted, señor?

—¿Señor? ¿Tengo cara de señor? —preguntó angustiado, a lo que Maddie rio.

—Relájate, es una forma cortés de llamar a los hombres.

—Eh... bueno. Quiero un café Macchiato, con dos croissants.

La mesera terminó de apuntar y entró al local.

—Que fino —se burló Maddie—. ¿Siempre pides el mismo café?

—Es el único café raro que me gusta. Si uno va a venir a lugares así, debe aprovechar, ¿no?

—Es verdad.

Un par de minutos después, la mesera trajo sus pedidos.

—Te voy a decir algo que quizás suene muy tonto —comentó mientras masticaba un poco del muffin—, así que, no te burles de mí por lo que voy a pedir.

—Ok, te escucho. —Dejó el café en la mesa y se reclinó en su asiento.

—Estoy en el club de teatro y...

—Eso sí es muy tonto —la interrumpió riendo.

—¡El teatro no es tonto!

—Claro que no, pero los clubes de teatro de las escuelas sí lo son. En ellos solo hay dos tipos de personas: los que están desesperados por la fama y las sensibles mariposas, que están ahí porque de verdad aman el teatro y no tienen una pizca de malos sentimientos, pero sí quieren volar alto.

—Lo que dices es ridículo. Todos los que estamos en el club, estamos porque amamos el teatro.

—Y por supuesto: tú eres una de las sensibles e ingenuas mariposas. Me lo esperaba, aunque lo que acabas de decir me lo confirmó rotundamente. ¿Sabes lo que pasa con las mariposas?

—Pues... Las mariposas vuelan, ¿no?

Él sonrió.

—Las personas que están desesperadas por la fama las toman por las alas y las despedazan. Las pisotean hasta que dejen de moverse, para que no vuelen y se interpongan en su camino.

—Parece que hablas por la experiencia —murmuró, cabizbaja.

—No me pasó, yo jamás me acerqué a algún club escolar, pero sí lo observé. Te recuerdo que ya pasé por esto de la adolescencia.

—Bueno, lo que te quería decir antes de que me interrumpieras con esa... eh... basura pesimista, es que, el viernes doce de febrero es la única presentación de la obra en la que actúo. Lo "tonto" que iba a decir era que... Quiero que vayas.

—Trataré de llegar, ¿ok?

—Y, por favor, deja tu pesimismo de lado.

—No es pesimismo, solo trato de mostrarte que el mundo es una mierda. —Sonrió.

—No, creo que exageras.

—Maddie, el mundo no es color rosa ni está lleno de brillitos y arcoíris.

—No digo que lo sea, pero sí creo que estás hablando como si estuvieras en una película de Nolan. Yo solo veo el mundo por lo que es: está lleno de colores, matices y tonos. Sí hay personas que son como las describes, pero puedo con eso.

—Bueno, solo trata de cuidarte y no esperes que sean buenos contigo, ¿sí?

—Tranquilo.

Siguieron comiendo, pero Maddie no sabía qué decirle. Estaba sorprendida por la inesperada conversación y el pesimismo de Joe, quien se había mostrado como alguien más relajado y menos reflexivo, o al menos esa impresión le había dado a la chica. Él tenía esa dualidad en su personalidad que le hacía dudar sobre qué decir con él.

—Te noto incómoda —dijo Joe, sacándola de sus pensamientos.

—¿Uh? No, estoy bien. Solo tengo sueño.

—Perdón por lo que dije sobre los clubes de teatro.

—Perdonado. —Sonrió.

—Eso fue rápido, creí que tendría que hacer más méritos. —Mordió un croissant.

—Es algo pequeño. Usualmente no perdono fácilmente a quienes hacen algo realmente malo.

—Recuérdame no hacerte enojar. No quiero que después no me perdones por ser un idiota.

—No eres un idiota.

—Lo dices porque todavía no me recuerdas tan bien.

Terminó de comerse uno de los croissants y le ofreció el otro a Maddie, pero ella lo rechazó.

—Volviendo a lo de la obra, no te puedo prometer que voy a ir, porque es probable que siga en Malibú con los chicos.

—Con que lo intentes, está bien.

Él sonrió y ella le respondió el gesto. Siguieron comiendo y hablando trivialidades. En un punto, Joe encendió un cigarrillo, aprovechando que estaba en una terraza, pero a Maddie no le pareció correcto.

—¿Estás consciente del enorme daño que le haces a tus pulmones?

—Claro. —Botó el humo y ella despejó el aire con su mano—. Mi abuelo murió por fibrosis pulmonar y era de los viejos que te daban dinero para que les compraras su cajetilla diaria y te daban un poco de dinero extra para que te compraras algo.

—Lamento que tu abuelo muriera.

—Descuida, el viejo vivió bien.

—Volviendo al asunto, si eres consciente de eso, ¿por qué lo haces?

—Porque de algo nos tenemos que morir todos. —Rio—. Personalmente, mi muerte ideal sería a los veintisiete, por...

—¡Cállate, eso es horrible!

—Solo es humor, tranquila.

—No es humor si te burlas de la muerte de alguien.

—Ok, omitamos los chistes sobre muerte. —Rodó los ojos y siguió fumando. Maddie tosió.

—Al menos podrías apagarlo por mí.

—¿A qué te refieres?

—Soy asmática y no soporto ese olor.

—Mierda.

Botó por última vez el humo y apagó el cigarrillo en el cenicero.

—Perdón. No vuelvo a fumar cerca de ti, te lo prometo.

—Preferirías que nunca más fumaras.

—Estás pidiendo mucho.

Ambos rieron y continuaron con su conversación. Ella estaba cada vez más encantada de él y su confianza se iba afianzando. Sentía que podía decirle casi cualquier cosa y él le respondería de la mejor forma que pudiera, mientras que él decía sin un filtro las estupideces que pensaba, las cuales le divertían a ella.

Maddie vio de repente la hora y se percató de que ya eran las ocho y treinta de la mañana. Debía estar en el salón y no comprendía cómo es que el tiempo había pasado tan rápido, pero bien dicen que cuando te diviertes, el tiempo vuela.

Se despidió de Joe y se fue corriendo hacia la escuela. La dejaron entrar, aunque eso no evitó una reprimenda.

—¿Estás bien? —le murmuró Raven, quien se sentaba junto a ella.

—Sí, ¿por qué lo preguntas? —Bostezó.

—Me mandaste un mensaje en la madrugada, al igual que a cada uno de nuestros amigos, ¿qué pasó?

—Ah, nada... solo que no podía dormir.

—¡Señoritas, silencio! —exclamó el profesor de matemáticas.

Ambas asintieron.

Lyla, quien se sentaba delante de Maddie, le pasó por abajo una nota, para saber qué le había pasado. La chica de cabello naranja la leyó y le respondió que todo estaba bien, que solo había tenido insomnio.

La misma explicación le dio después a Fanny, Ned y Mary cuando preguntaron al terminar la clase. La rubia no estaba muy convencida y la miró preocupada, mientras que Fanny y Ned sonrieron y la miraron con los ojos entrecerrados.

—¿Y el insomnio tiene apellido? —se atrevió a preguntar Fanny.

—Apuesto a que por eso anda tan radiante —la molestó Ned y picó su abdomen un par de veces con sus dedos.

—¡No hagas eso! —gritó Maddie entre risas.

—Ned, vuelve a hacerle eso si no nos dice la verdad.

—¿Qué verdad? —preguntó Maddie asustada.

—¿Con quién te quedaste hablando anoche?

—O más bien... con quién se quedó anoche —insinuó el chico.

—¡Oh no, eso sí que no! —exclamó, indignada.

Ned volvió a picar su abdomen con sus dedos.

—¡Ok, ok, sí estuve hablando con alguien! Pero solo eso. Ninguno de ustedes me respondía y coincidió que un amigo estaba despierto.

—¿Un amigo? —Alzó una ceja.

—Sí, un amigo. Solo eso.

—Apuesto a que es de esos amigos que quieres que sea más que un amigo —murmuró Fanny con tristeza, pensando en uno de sus amigos.

—No sabría decirlo, solo sé que es mi amigo y que me ayudó mucho al conversar conmigo.

—¡Qué lindo! Los shippeo, aunque no tengo idea de quién es.

—¿Lo conocemos al menos? —preguntó Mary.

—No. Ahora que lo pienso, quizás debería presentárselos. Se llevarían muy bien con él, porque es casi como un adolescente más. En todo caso, lo invité para la presentación de "Romeo y Julieta".

—Así que quedan como dos semanas para que podamos conocer a tu propio Romeo. —Fanny sonrió.

—Se podría decir que sí —contestó sonrojada—, aunque ya me dijo que es probable que no alcance a llegar, porque va a estar de viaje estas dos semanas.

En literatura, la profesora leía apasionadamente un poema de Benedetti, hasta que fue interrumpida por las risas de Will y Adrián, quienes estaban en los puestos del medio del salón. Kim, quien se sentaba con Elizabeth en la primera fila, volteó a ver molesta a su novio, Will, pues no soportaba sus faltas de respeto.

—Vuelven a entorpecer la clase y se van a detención —sentenció la profesora Eridan.

Maddie se sentaba al fondo, junto a Mary, quien dormía a diferencia de su amiga, que no levantaba la vista de su cuaderno, pues anotaba el poema para luego interpretarlo. Al lado de la rubia, estaba sentado Dan, con quien era amiga desde el inicio de la preparatoria. Como Mary estaba al medio de ambos, al chico le dio vergüenza despertarla para pedirle que le pasara una nota a Mad, por lo que, no se le ocurrió algo mejor que arrojarle una bolita de papel a su cabello naranja.

Al sentir el golpecito del papel, Maddie miró extrañada hacia todos lados. Al comienzo creyó que fue Will, pero no tenía sentido por la trayectoria que necesitaba el papel. Dan alzó ligeramente la mano y le sonrió con timidez, un gesto que ella le devolvió. Leyó la nota, era un simple "hola", el cual respondió con rapidez.

Se fueron tirando mensajitos con respuestas durante algunos minutos, hasta que la profesora interceptó una de sus bolitas.

—Vuelven a hacerlo y van a pasar no solo cada tarde de la semana en detención, sino también el sábado.

—Lo siento mucho —se disculpó Maddie, con angustia, pues era su clase favorita—, no va a volver a pasar.

—Más le vale, señorita Schafer, porque usted es muy buena alumna. Sería una pena que bajara su rendimiento por distraerse. —Miró a Dan—. Y usted, señor Osbourne, también sería bueno que prestara atención, para que así mejore sus notas.

Él asintió. Si bien no era un alumno problemático ni tenía el perfil de serlo, no era la primera vez que un profesor le llamaba la atención por estar desconcentrado, haciendo cualquier otra cosa, menos escuchar o escribir.

Joe entró a la habitación de Spencer en la casa del padre de los gemelos. Se echó sobre la cama, aprovechando que su amigo estaba desparramado en un puff rojo, viendo anime en la pantalla plana que colgaba de la pared.

—¿A qué viniste? —le preguntó Spencer, sin quitar la vista del televisor.

—Tengo algunas preguntas que hacerte.

—Está bien, ya sabes que hago lo que sea por ti.

Puso en pausa la serie que estaba viendo en Netflix, se levantó del puff y se acostó junto a su mejor amigo.

—¿Qué quieres saber?

—¿Cómo es que conociste a Mad? Y no me digas que la conociste recién cuando se las presenté en el parque, porque ella estaba muy incómoda contigo y había una rara tensión.

—¡Wow, eres realmente observador! Pues bien, yo salía con ella.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Cómo es que se conocen?

—Oye, tranquilo. Déjame ordenar mis ideas.

Spencer se sentó a la orilla de la cama para pensar y recordar cómo fue todo, dándole la espalda a Joe, quien lo miró horrorizado y se sentó junto a él.

—A veces en serio me das asco —espetó Joe.

—¿Por qué? ¿Por meterme antes con la chica que quieres?

—¡Claro que no! Es que, a ver, no puedo creer que salieras con ella cuando tenía dieciséis. ¿Acaso no conoces las palabras "límite" y "moral"?

—¿Cómo sabes que fue cuando ella tenía dieciséis?

—Ahm... porque... eh... ya sabes, lo deduje. Llevas medio año en Nueva York y ella tiene ahora diecisiete.

—Uh, sí, qué idiota soy. —Rio—. Pensé que Matt ya te había contado todo, aunque él todavía no descubre que Maddie es mi ex... no lo culpo, solo la vio un par de veces y fue de pasada.

—¿Y cómo fue que se conocieron? Sigo sin entender eso.

—Fue hace un par de años, en año nuevo. Choqué accidentalmente con ella cuando iba pasando en una fiesta, porque estaba lleno de personas. Me disculpé, dieron las doce, todos se estaban abrazando y la abracé porque necesitaba buena suerte para el amor, ya sabes.

—¿Y empezaron a salir al tiro?

—No... meses después. Era muy agradable y tierna, pero cuando empezamos a salir empezó a ser cada vez más loca: quería que la abrazara todo el tiempo, pero se enojaba si la acariciaba para que tuviéramos sexo, también se enojaba si iba a una fiesta y no le decía...

—No puedes enojarte con una chica solo porque no tiene los mismos instintos de conejo que tú. ¿Fue entonces que terminaron?

—Eh... sí y no. En una de esas fiestas conocí a una chica espectacular...

—Ay no.

—Ay sí: era una diosa, ¡Afrodita en persona!

—No quiero escuchar más, para.

—Maddie descubrió lo de mi infidelidad y me terminó.

—Genial, hubo un final feliz.

—Ese no es el final. —Sonrió—. Hice méritos y volvimos.

—¡¿Qué?! ¿Cuándo?

—Tranquilo, fue hace meses. Se puso mucho más controladora que antes, pero también más ardiente... ¡Dios!

—Cállate, cerdo.

—Pero conocí a dos chicas maravillosas...

—Oh no, es la historia que me contó Matt.

—¿Qué historia?

—Me dijo que antes de irte de California, salías con una chica encantadora, pero que la engañaste y ella llegó cuando estabas en medio de un trío.

—Ah, sí, así fue.

—¡Eres repugnante! ¡¿Cómo pudiste hacerle eso a Mad?!

—¿Debo recordarte acaso la parte de que ella se volvió una novia realmente loca? Extraño tanto su locura... es decir, sí: me volvía loco con su lado controlador, pero a la vez era encantador eso en ella, porque se preocupaba mucho por mí y... ¿debo repetir que era muy ardiente después de que volviéramos?

—No es necesario.

Joe se levantó de la cama y fue hacia la salida de la habitación.

—Te voy a pedir una cosa: aléjate de Maddie. No tienes idea del dolor que siente cuando piensa en ti.

—Va a estar difícil eso, porque estoy decidido a volver con ella, así sea que deba pasar por encima de ti.

—Spencer, lo digo en serio. Lo que le hiciste fue horrible, ambas veces. Ella sufre y solo quiero protegerla.

Joe salió. Caminó por el pasillo hasta la habitación contigua, que era la de Matt. Ahí no había muchas cosas, pues él siempre vivió con su madre, a diferencia de Spencer, quien hasta hace solo unos meses se había ido.

—Hola —saludó sonriendo el chico, quien estaba sentado sobre su cama, leyendo uno de sus cómics.

Joe cerró la puerta y se sentó junto a él.

—Creo que voy a tener que volver pronto a Nueva York, con ustedes.

—Me alegra que hayas decidido volver.

—A mí no, la verdad, pero al menos allá no pierdo tanto el control como cuando estoy cerca de Mad.

—¿A qué te refieres?

—Con ella, es como si mi parte racional se apagara y...

—¡Te estás enamorando! —exclamó alegre.

—Y me cuesta mantener la imagen de persona normal.

—Eso es malo, es por eso que en los cómics la pareja siempre sabe la identidad del héroe...

—Esto no es un cómic y ella no es mi pareja. Esto es grave: quiero ayudarla todo el tiempo, pero no quiero que sepa de mis poderes, no todavía. Además, debo mantener lejos al puerco que tienes por hermano, porque él realmente le hace daño... antes de que los presentara en el parque, ella se sentía distinta, ¿me entiendes? Ahora siente mucho dolor cuando hablo de mis amigos, porque piensa en Spencer.

—Wow, espera: ¿qué tiene que ver mi hermano con Maddie?

—Son exnovios.

—¡Sabía que la conocía de antes! Espera... ay no, siempre es malo cuando lastiman a alguien, pero ¿a Maddie? Ella se ve tan adorable y hablas de ella como si fuera un gatito bebé. Quiero abrazarla y consolarla, aparte de darle un golpe a Spencer.

—Gracias por entenderme.

—Para eso estoy, por algo confiaste en mí para ser el único que sabe lo de tu...

Movió sus manos de forma circular y sus dedos. Joe rio al ver su interpretación de las cosas, para luego abrazarlo, pues le parecía de lo más tierno.

Maddie estaba en su habitación estudiando sus parlamentos para la obra. Había sido un día agotador en la escuela y ella realmente necesitaba dormir, pero por el momento solo podía tratar de estar despierta el mayor tiempo posible y, para ello, ya iba en su segunda lata de refresco del día.

—¡Maddie, ven, baja! —Escuchó la angustiada voz de su hermana.

—Ay no... que no sea hoy, que no sea hoy...

Mad dejó a un lado su guion y bajó corriendo. Paró en seco en cuanto vio en la televisión la noticia de un tren en Nueva York que había chocado, justo del recorrido que hacía David para ir a su hogar.

—Es la ruta de David —murmuró la adolescente.

Kathy estaba sentada en el sofá, atónita. Todavía tenía el celular en la mano, pues había estado hablando con Emma, su cuñada, quien le avisó del accidente hacía un par de minutos, cuando de repente empezaron a transmitir sobre la emergencia.

Maddie estaba destrozada. Finalmente se había cumplido la advertencia que tantas noches la había atormentado, una advertencia a la que su hermano nunca había hecho caso.

—Voy a llamar a una agencia de viajes —dijo Kathy, con la voz quebradiza—. Trataré de viajar mañana para ver a David.

—¿Sabes si...?

—Ni idea. Solo le dijeron a Emma que Dave había estado en un accidente ferroviario. Ni siquiera ella sabe cómo está. —Empezó a llorar—. Ahora va camino al hospital.

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