HUNTER. Tierra de salvajes #1...

By LBSilva

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Todos tenemos un alma salvaje. Tomos somos salvajes. Aquellos que viven, aquellos que aman, aquello... More

Sinopsis larga.
Prologo.
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Final.
Epilogo
Agradecimientos.
Multimedia
¡Auburn historia destacada en Wattpad Acción!

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By LBSilva


El bar era un completo desastre y todo parecía ser culpa de Valerie, o por lo menos ella sentía eso en aquel momento de locura. Todos habían recibido la noticia sobre su descubrimiento y estaban tratando de analizar lo que estaba sucediendo. Todos los Williams se habían sentado en la mesa de reuniones y conversaban en voz alta sobre lo que iban a hacer, aunque todo lo que decían eran insultos hacia Sergei.

Valerie seguía observando el mapa, con un marcador rojo en los labios y pensaba como podían arruinar los planes del ruso. Había marcado todas las zonas afectadas por la mafia y analizaba cuanto podía llegar a tardar en aparecer Sergei para pedir por el bar. Estaba insegura sobre su próximo movimiento pero tenía una leve idea de lo que podía hacer, salvo que era arriesgada.

No le iba a gustar a Hunter, pero no se le ocurría otra cosa mejor que hacer antes de atacar a los rusos sin explicación alguna. Esperaba que él pensara lo mismo que ella y trató de buscar un segundo para hablar con él.

Cuando finalmente sus miradas se encontraron, ella pudo hacerle un gesto para que hablara con él y subieron las escaleras hasta la puerta de la casa de los Williams. El pobre hombre parecía cansado y hasta agotado por todo lo que estaba sucediendo en su vida, no le gustaba ser una razón más para causar su agonía pero tuvo que hablar.

—No, ni en tus mejores sueños —se negó moviendo su cabeza en señal de negación. A ella no le importó, trató de poner su mejor cara de niña buena para tratar de convencerlo—. No es no, Valerie, tu carita de ángel no va a lograr nada conmigo. Es peligroso lo que planeas y una locura.

—¿Es peligroso hablar con Sergei? No lo es, lo sabes. Llevaré el collar para demostrarle de qué lado estoy y si quieres voy con Dante, para que no sientas que estoy desprotegida.

Valerie sabía que no había otra opción por el momento y la que ella planteaba era buena. A pesar de todas sus diferencias, ellos tenían algo en común: deseaban que la sangre dejara de correr en Auburn. Ella lo sabía, no lo conocía mucho pero estaba segura que había aprendido a entenderlo en tan poco tiempo. A veces solo con entender a una persona, se puede comprender su corazón. Estaba segura que Raven lo había intentado por años pero solo ella lo había logrado comprender.

Había planeado ir a la mansión de Sergei para conversar con él de manera neutral, manteniendo ese puesto aunque su corazón pertenecía a los Williams. Iba a hablar con él, preguntarle que buscaba de los Williams y de la ciudad para tratar de llegar a un arreglo.

—Él vio algo en mí en algún momento, por algo me quiso a su lado antes, ¿recuerdas? —le trató de recordar. Aquello era cierto, a pesar de la posición de Valerie, Sergei había querido tenerla a su lado como esposa y todos recordaban eso. Ella lo había ignorado pero el ruso era insistente y su padre aceptaba la relación como un hecho en el futuro.

—Vio que estás buenísima, Valerie —respondió él con queja, como si aquello fuera obvio y le molestara que ella lo comentara. Suspiraron, casi al mismo tiempo pero por razones muy diferentes.

Ella se enfrentó a él, buscando su mirada clara y se encontró con ese hombre abatido y lleno de preocupaciones que le gustaba. Se notaban las arrugas en su rostro, como iban apareciendo lentamente por su edad y su agotamiento. Se mordió un poco el labio antes de tomar el rostro de Hunter para que se miraran, para que él la mirara como ella deseaba. Sus ojos se posaron sobre los de ella y sintió la conexión que los unía, esa única que los movía y llevaba hacia lugares que desconocían.

Tenía que confiar en ella, aceptarla como algo más que una mujer y empezar a comprender que Valerie quería ser valorada. Quería ser una William de verdad, no deseaba ser un adorno que se dejaba en el medio de la mesa de reuniones y era agradable de ver. Eso lo hacían en el mundo que había dejado y no iba a cerrar la boca nunca más. No iba a permitir que la callaran cuando le habían dado oportunidad de hablar.

—Estoy segura que él vio lo mismo que tú viste en mí, Hunter...

—Lo dudo —respondió con enojo, gruñendo las palabras y lanzándolas sobre Valerie para que las esquivara. Ella sabía que detrás de todo ese acto de gruñón estaba el Hunter que se preocupaba por su salud. El rubio dio un paso hacia ella, atrayéndola hacia él al apoyar sus manos en la cadera de la chica y por un momento su mundo se vio reducido a ese contacto. Era algo simple, la sujetaba con firmeza de una manera posesiva muy masculina, muy Hunter—. Ese tipo de gente te ve como algo que hay que encerrar, poner en un vestido bonito y cerrar la boca con un collar de perlas. Por años esos idiotas, incluyendo a tu padre, han callado mujeres con pensamientos únicos e importantes tratándolas como plantas o adornos. Él te quiere como eso. Te quiere poner sobre la mesa como algo bonito, yo te quiero poner sobre la mesa para quitarte la ropa.

Un pequeño escalofrío recorrió la espalda de Valerie, de una manera que nunca había sentido y humedeció sus labios antes de poder hablar, porque sentía la garganta completamente seca. Era increíble ese hombre, con un par de palabras lograba cosas que nunca había vivido. Le dio un suave golpe en el hombro, entrecerrando los ojos como si estuviera enojada con él pero ambos se reían.

—No lo creo, Hunter. Él tiene a Alaska y sabes cómo es ella —volvió al tema Valerie, porque si no iban a terminar consumiéndose lentamente en un fuego eterno. Hunter asintió porque estaba seguro que pensaba lo mismo que ella. Alaska era una perra, pero era una mujer de lo más inteligente y Sergei la quería siempre a su lado—. Dame la oportunidad.

Hunter la soltó al mismo tiempo que asentía con su cabeza y ella se sintió especial al notar que él estaba dándole la oportunidad que le pedía. Se sintió querida, apoyada y le sonrió contenta por aquella sensación que le estaba brindando. Era algo mucho más fuerte que lo físico, más importante que las palabras y ella sentía su pecho enloquecido por la sensación que le hacía sentir. Hunter le estaba dando su confianza y eso era algo que no se podía conseguir con facilidad. No lo compraba el dinero, pero ella lo había logrado.



El señor Reeves se sintió acorralado, como llevaba sintiéndose desde hacía tiempo y tomó aire para tratar de calmar sus nervios. Su mujer lo miraba desde el otro lado de la mesa con miedo y con preguntas en su mirar. Perder a su hija había sido un golpe bajo, Rebecca se había llevado parte de la humanidad del hombre y había sido su culpa. Pero perder a Valerie había sido un punto bajo que no habían esperado. La jovencita los había traicionado en el peor momento, justo cuando la necesitaban y Sergei se encontraba frente a ellos demandando un trato que ahora no tenía peso.

Los Williams le habían dado en donde les dolía y se habían llevado la mejor pieza de ajedrez que tenían. Estaba tan furioso que no sabía cómo demostrarlo sin mostrar cómo había perdido la partida. La habían cuidado con todos los lujos, la habían entrenado para ser la esposa perfecta y la belleza que era. Pero en cambio ella había decidido tener voz y fugarse con un William.

Se había quedado sin hijas, se había quedado sin piezas que negociar y ahora debía entregar lo que nunca había deseado. Su dinero.

—Lo tenías todo, Reeves, cuando llegaste aquí —dijo Sergei, retomando la conversación que habían dejado por unos segundos. El ruso a veces hacia esas pausas que dejaba a más de uno sin aliento, esperando que él continuara—. Dinero, hijas preciosas, acciones y hasta tierras... pero fue perdiéndolo todo lentamente. Ya no tiene hijas, sus acciones son una mierda y lo único que tiene son cosas materiales que no me interesan.

—Puedo darle lo que quiera, lo que necesite y desee, señor Sergei —soltó rápidamente el alcalde, desesperado por volver a tener a su mejor aliado en la lista. Era importante tener al ruso en su mano si quería gobernar Auburn o si quería vivir. El ruso estaba tomándolo todo lentamente, comprando cada casa y cada local. Tenía más poder que los Williams y ellos lo tenían todo cuando él llegó.

—Solo quiero una cosa y no voy a ensuciarme las manos para conseguirlo, Reeves. Quiero el bar de los Williams y quiero que su gente lo consiga. No quiero muertes escandalosas, no quiero sangre en mi ciudad... solo quiero que usted haga su mejor trabajo como tan bien sabe —pidió con aquel tono de voz tan odioso y ese acento que todos odiaban.

Sergei no se ensuciaba las manos, siempre había alguien haciendo su trabajo sucio y escuchando a la gente llorar. Él no deseaba ser alcalde, pero quería tener la ciudad en sus manos. Era el típico mafioso que le gustaba ver la ciudad moviéndose para él sin hacer nada más que asustar y el alcalde lo odiaba por eso. Por tenerlo todo sin el menor esfuerzo.

Sobre la mesa de reuniones, estaba sentada Alaska con una sonrisa divertida y demostrando lo arpía que podía ser. Era una de las mujeres más inteligentes que había conocido en su vida y le sorprendía como podía conseguir lo que deseaba. Miraba a la mujer del alcalde casi demostrándole que ese sería su puesto y Reeves estaba seguro que iba a lograrlo. Alaska era ese tipo de mujeres que no dudaban a la hora de conseguir lo que deseaban y la mujer del alcalde también parecía saberlo.

Tanto Sergei como Alaska eran dos personas que sabían lo que querían, que se movían con inteligencia y lograban que otros hicieran su trabajo sucio. Entendía porque estaban juntos.

—¿Por qué quieres el bar de los Williams? ¿No puedes hacer un trato como llevabas haciendo todo este tiempo? Destruir a todos esos matones con chaleco será complicado... perderemos un montón de dinero.

—¿Perderemos? —se rió Alaska, dejando escapar un par de carcajadas femeninas odiosas y Reeves sintió la humillación—. Aquí el único que perderá dinero eres tú, Reeves. Es una verdadera lástima que una familia tan prestigiosa pierda lo más valioso, ¿no?

Se lo decía a la segunda mujer en la habitación, sabiendo que importante era para ella el puesto en aquella ciudad y en el país. Los Reeves se movían con tranquilidad por las ciudades sabiendo que la gente los reconocía y admiraba pero desde que habían llegado a Auburn las cosas se habían ido a la basura.




—Si perdemos el bar, perdemos el respeto de la ciudad y ellos empezarán a creer que no vamos a protegerlos —explicaba Hunter a su gente, con esa seriedad que necesitaba para hacerles entender a todos sus vagos hermanos que estaban perdiendo la batalla—. Si los rusos compran nuestro bar, los Williams perderán el respeto en todo el país y directamente seremos una bandita de matones con chalecos. El nombre del club ya no importara si no perdemos lo único que tenemos.

La gente del club se encontraba callada, escuchando las palabras del líder que llevaba en la sangre aquello. Toda su familia había ayudado a Auburn desde que habían llegado a la ciudad, desde que se había formado y en ningún momento se habían rendido. Cuando su padre murió y quedó en manos de su madre el bar, ella logró demostrarles que siendo mujer podía comandar el lugar. Hunter no iba a faltarle el respeto a ella, no iba a defraudarla e iba a demostrarle a Auburn que los Williams iban a protegerlos. Ya estaban fallando, pero iban a levantarse y poder afrontar la delincuencia de aquel lugar.

Ellos existían porque traían un control a esa ciudad. Gracias a los Williams no había delincuentes ni violadores o asesinos, pero cuando las mafias empezaron a llegar comenzaron a detenerse y a crear acuerdos de paz que estaban debilitándose. Hunter notaba que ya no importaba la paz que deseaban, sino que importaba el dinero que podían conseguir vendiendo armas o drogas. Él no quería un club así, no deseaba que el contrabando fuera un sinónimo de los Williams y por eso le gustaba tener a Valerie a su lado.

La chica estaba dándole ese toque femenino que necesitaba para comandar y mover a su gente. Verla le recordaba a su madre liderando, sin necesidad de demostrarles que era una mujer y dando igualdad por doquier a quien bromeara con ella. Casi le causaba gracia que había buscado una mujer como ella para ser su compañera y la había encontrado en tierras enemigas, siendo la hija del alcalde y casi compañera de los rusos. Tenía suerte.

—¿Y qué vamos a hacer? —preguntó Dante, con la confusión reinando en su rostro de niño—. La única opción que veo es ir a matarlos a todos... ¿no?

—No... ¡No! —exclamó Hunter, calmando a la multitud que empezaba a pedir lo mismo que su hermanos. Varios se quedaron callados y algo sorprendidos por sus actos, todos menos Luke y Valerie—. No quiero más sangre derramada en vano, no vamos a matar como hobbie a partir de ahora. No es lo que nos caracteriza, llevamos haciendo aquello al estar ciegos de venganza por lo que nos han hecho.

Obviamente la multitud comenzó a proclamar, pidiendo explicaciones que nadie tenía y al parecer Hunter estaba deseando que eso sucediera. Luke, quien no se había sentado en la mesa, miraba a Valerie como si supiera que eso era cosa de ella. Hunter tenía que admitir que era así, pero él también lo había aceptado.

—Vamos a conversar con los rusos —explicó Hunter, haciendo callar a todos los presentes. Luke rió, haciendo que otros se le unieran y cuando el líder del grupo no participó de la broma, se dieron cuenta que hablaba en serio—. Se supone que debemos traer la calma a esta ciudad y lo único que hemos hecho es lastimarnos entre nosotros. Mis padres no deseaban eso.

—¡Tus padres no deseaban que fueras un marica! —exclamó Luke, escuchando como otros asentían—. No vamos a ir a golpearles la puerta ofreciendo galletas, Hunter.

—No te preocupes, yo seré quien lo haga —habló Valerie desde su nuevo asiento y varias personas se quedaron observándola. Hunter esperó a que la locura empezara pero solo fue Luke quien se acercó a la rubia. Su mujer llevaba una camisa a cuadros azul que se había desabotonado lo suficiente para que todos vieran el collar que llevaba en su cuello y daba a entender quién era, como también a quien pertenecía. Varios miraron a Hunter pero él simplemente se cruzó de brazos sabiendo que la chica sabía defenderse—. Seré yo quien arriesgue el trasero por el club.

Luke la miraba con aquel odio que sentía desde que la conocía pero en ningún momento se interpuso entre los dos. Dante estaba sentado al lado de Valerie, casi gruñéndole a Luke como un perro guardián pero ella no le prestaba atención a nadie más que al William del medio.

—¿Tu? —le preguntó con tono burlón, haciendo que otras personas se rieran al mirarla. Valerie no se inmutó y siguió mirándolo de un modo especial, como si sintiera pena por él. Sabía cómo manejarse ante esas situaciones, estaba segura que su padre le había enseñado—. La última vez que me fijé, tenías dos cosas poco redondas innecesarias en tu cuerpo. —señaló con su barbilla a los pechos de Valerie, burlándose de ser mujer. Nadie reía, ni respiraba y los que querían hacerlo miraban a Hunter para saber si podían hacerlo.

—¿Si? —imitó su tono de voz, inclinándose para quedar lo suficientemente cerca como para escupirlo, pero obviamente no lo hizo—. La última vez que me fije tú también tenías dos cosas poco redondas innecesarias en tu cuerpo, cobarde.

La sala explotó al mismo tiempo que Valerie se ponía de pie con una sonrisa llena de victoria en su rostro y caminaba hacia Hunter. Él trataba de no reírse, como lo hacía todo el club pero la sonrisa la tenía en sus ojos brillando con locura. Locura, amor y deseo, todo junto en una sola mirada. Ella se acercó a su lado, levantando una de sus cejas rubias y él trató de calmar un poco las aguas que ella había atormentado.

Sentía el corazón latirle enloquecido de orgullo y admiración, pero no decía nada porque no quería crear confusiones. Habló un poco más, callando a los que gritaban divertidos entre risas y les comentó como iba a ser el plan. Dante salió junto a ellos y se encontraron en la salida del club. Valerie buscó su mano cuando caminaban hasta la salida y él la tomó dándole un apretón fuerte, demostrándole que estaba con ella.

Al salir, Dante dijo que iba en busca del auto y Hunter aprovechó para atraer a Valerie hacia él. La chica chocó contra su cuerpo y los labios del hombre buscaron los suyos. La atrapó con sus manos, envolviendo su cintura e impidiéndole escapar. Ella no se quejó, de hecho, ella envolvió su cuello con sus brazos casi deseando ese encuentro. La besó con todo el deseo que llevaba guardando, pero por respeto no lo había demostrado o expresado en acciones. Ella le había pedido tiempo, pero él no podía soportarlo más y por la demanda en el beso de la chica estaba seguro que opinaba lo mismo.

En el beso anterior, mojados en medio de su casa, sintió que su beso era dulce y embriagador, pero ese beso era completamente diferente. Ella le respondía con la misma demanda y seguridad, como si hubiese crecido en menos de una semana y se lo estuviera demostrando. A Hunter, para su sorpresa, le encantaba y aquello aumentó la intensidad de aquel beso que iba a terminar consumiendo a ambos. Notó que ella se alejó un poco de él y sus sentidos se terminaron de perder cuando sintió un pequeño mordisco en sus labios ocasionado por ella. Gruñó, como siempre, y la empujó contra su cuerpo hasta la pared del bar. Su mano atrapó la nuca de la chica cuando chocaron contra la pared, impidiendo que se lastimara pero sin medir como su cuerpo aplastó el suyo. La proximidad era demasiada y Hunter sabía que nunca habían estado de ese modo, tal vez estaba pidiendo demasiado del encuentro.

—¡Busquen una habitación ustedes dos! —exclamó Dante, mientras tocaba la bocina y estacionaba frente a ellos con el auto de los Williams.

Hunter se alejó de la chica, comprendiendo finalmente que estaban haciendo y tratando de volver su mente a la normalidad. Valerie lo miró con miedo, como si temiera estar haciendo algo mal y él volvió a dejarle un beso suave en los labios, aunque simplemente se rozaron. Pudo alejarse de ella para verla sonrojada hasta la nariz y con la respiración pesada por el beso. Ni él sabía cómo había sucedido todo eso, pero estaba muy seguro que era su culpa.

—Prométeme que tendrás cuidado —le pidió él, finalmente, encontrando su voz perdida en su garganta. Valerie asintió rápidamente, algo cohibida por lo que acababa de pasar—. ¿Valerie? Por favor.

—Si... si, lo siento —susurró bajo, acomodándose el cabello rubio de lado y asintiendo para demostrarle que estaba bien. Volvió a sentir su cuerpo encenderse al ver que hacia eso, que la había dejado de ese modo—. No vuelvas a besarme así en la calle o te pondré en ridículo a ti también frente a los del club.

Notó que había vuelto en sí y rió, negando con la cabeza para acercarla al auto de Dante. Le dio un par de indicaciones al chico y le dio su arma, por si llegaban a tener problemas. No le gustaba la idea, pero estaba seguro que ella iba a saber manejarlo a la perfección. Una vez que lo regañó un poco a Dante, lo amenazó con matarlo si alguien le tocaba un pelo, fue hacia ella y se le rió por sus labios rosados. Había deseado dejarle pequeñas marcas en aquel cuello blanco, para demostrarle a ese idiota que era suya pero creía que ya era mucho con el collar.

—Nunca podrías ponerme en ridículo, princesa —se le burló, viendo como ella se ponía el cinturón de seguridad. Seguramente era la única persona en todo Auburn que hacia aquello. Dante puso el auto en marcha y vio como ella se reía de él, casi demostrándole que tenía con que pelear si así lo deseaba.

—No me tientes, gruñón, porque lo haré.



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Les prometo que el capitulo que viene sigue con la acción que venía trayendo, había que acomodar un par de cosas y darnos un poco de la relación de esos dos. ¿Que tal les va pareciendo la novela? ¿Que opinan? Saben que todos los comentarios son bienvenidos!!! Los quiero :D


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