Love Song.

By AlejandraGreene

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Sophie Jones es una chica a la cual siempre han molestado debido a su peso. Pero para ella nada de eso import... More

Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28.
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40

Capítulo 9.

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By AlejandraGreene

Entré al auto sintiéndome más nerviosa de lo normal, no solamente iría a cenar con él sino que también le pediría que fuera al estúpido baile conmigo, después de lo que había hecho Michael un rato antes no me sentía con la confianza suficiente para poder invitarlo a algo como aquello.

–¿Estás bien Soph? Estás muy callada.

–Sí, lo siento es que estoy algo cansada debido al ensayo.

–Te entiendo, aunque pensé que tendría que esperarte hasta las dos de la mañana o algo así.

–¿De verdad? Oh Tom lo siento muchísimo, no deberías, tú mereces descansar...

Sonrió sin dejar de mirar el camino frente a él.

–Merezco pasar mi velada con una hermosa chica. Eso sí que lo merezco.

¿Hablaba de mí? ¿De qué planeta habían traído a este hombre?

Intenté concentrarme en la oscuridad que crecía fuera de la ventana, los árboles a nuestro alrededor que se veían un tanto distorsionados cuando el auto pasaba a un lado de ellos, la manera en la que el viento frío cubría el vidrio a mi lado y la sensación de movimiento suave que el auto ofrecía mientras se movía, intentaba concentrarme en cualquier otra cosa que no fuese la necesidad tan grande que me crecía en la boca por besarlo de nuevo. ¿Si me acercaba a él lo aceptaría? ¿O se alejaría tan rápido que tendría que arrojarme del auto en movimiento para ahorrarme la pena del rechazo?

Una luz roja nos alcanzó de pronto y sin pensármelo dos veces, o mejor dicho antes de arrepentirme de cualquier cosa, desabroché el cinturón de seguridad y busqué sus labios como si no fuese la primera vez que hacía algo como aquello.

Lo tomé desprevenido aquello era seguro, sus labios no se movieron en cuanto los míos lo tocaron, pero en cuanto se dio cuenta de que lo que estaba buscando era un beso, se movieron con una agilidad que me provoca una furiosa pelea de mariposas en la boca del estómago, podía comparar aquella sensación de ser besada con una experiencia como aquella, simplemente con una sensación de caída, aquella adrenalina que te hace meter las manos cuando estás a punto de caer al suelo, me provoco a mí mover las manos hasta detrás de su cabeza.

–¡Eh, MUEVETE!

Gritó un auto detrás de nosotros que no dejaba de sonar el claxon.

Tom me miro con una sonrisa llena de satisfacción en el rostro, una sonrisa que me hizo sonreír a mí también y acomodarme en mi asiento con el temor de que las mariposas en mi estómago fuesen tan reales que me hicieran flotar dentro del auto.

La sensación de mariposas era tan grande dentro de mí que ni siquiera me di cuenta de que ya habíamos aparcado. El auto se detuvo frente a un enorme edificio, no me había dado cuenta e que habíamos entrado en una de las zonas más lujosas de la ciudad, mis ojos se abrieron más de lo debido, buscando un restaurante. Tom me abrió la puerta ayudándome a salir.

–Tom. ¿En dónde estamos?

Me tomó de la mano, sacó unas llaves del bolsillo de su pantalón.

–Estamos en mi casa.

¿Su casa? Las mariposas se vieron reemplazadas por un enorme hoyo negro que parecía succionar todo hasta su interior, los nervios en mí se volvieron tan grandes que temí Tom se diera cuenta de que mi mano comenzaba a derretirse dentro de la suya. Su casa, eso significaba que seguramente querría estar conmigo, mi inexperiencia gritaba histérica para que saliera corriendo de ahí.

–Yo no sé, si esto... este bien Tom, no, yo nunca he estado en la casa de otro hombre.

Murmuré mientras subíamos las escaleras, él se detuvo frente a mí y se dio la vuelta sin soltarme la mano.

–¿Recuerdas que te dije que iríamos lento? Te prometo que es sólo una cena Soph, solamente una cena.

Asentí, aunque aquello no calmaba demasiado los nervios que crecían como una maldita esponja que absorbía cualquier sensación de cordura que había dentro de mí.

No quería ser grosera y preguntarle cuanto ganaba en el hospital, pero mientras subíamos por el lujoso elevador aquella pregunta no salía de mi cabeza.

–¿Estás bien?

Preguntó Tom con una sonrisa en el rostro, parecía divertido ante mi reacción, ya me imaginaba yo que cara tendría en aquél momento.

–Sí, estoy bien, es solo que me ha tomado por sorpresa todo el lujo.

El elevador se detuvo, salimos los dos juntos y entonces caí en la cuenta de que estaba a punto de entrar en el departamento de Tom, donde estaríamos él y yo completamente solos. Tragué en seco y cuando él tomó mi mano para entrar, esperé con todas mis fuerzas que no notara el hecho de que mi mano parecía derretirse y convertirse en no más que agua.

Abrió la puerta frente a nosotros mientras yo miraba maravillada ante mí el derroche de pura elegancia y lo que parecía ser mucho dinero.

–¿Quién eres tú?

Pregunté con la boca abierta.

–Soy Tom.

Respondió con una sonrisa y sin soltar mi mano.

Pasamos del hermoso vestíbulo blanco frente a nosotros hasta llegar a la enorme sala de estar, en donde lo que parecía ser un delicioso picnic sobre la alfombra nos esperaba frente a la chimenea apagada.

–Tom... esto es bellísimo.

Hablé sin poder dejar de ver lo que había frente a mí. ¿Lo habría hecho todo el solo? ¿Lo había hecho todo para mí?

Me ayudó a sentarme, sentándose después él frente a mí. Nos miramos unos cuantos segundos, sonriendo solamente, hasta que fue él quien rompió el silencio.

–Espero que tengas apetito, me he roto la espalda allá en la cocina preparando todo esto.

Mire lo que había frente a nosotros, pero casi todo estaba cubierto con mantelitos. Levantó la mano y movió los dedos en el aire como si estuviese indeciso sobre que elegir, acercó la mano hasta uno de ellos y quitó el mantel dejando ver una caja de pizza.

–¡Ta-da!

Ambos nos reímos, quité otro de los mantelitos y aparecía más comida que al parecer él había ordenado.

–¿Cómo es que te rompiste la espalda pidiendo todo a domicilio?

–Ah, es que no has prestado atención, yo pique la fruta en pedacitos, pero primero tuve que limpiarla y desinfectarla, además también preparé los aderezos y partí en cubitos el queso.

Tomé un pedacito de queso y lo hundí en el aderezo, me lo llevé a la boca y sabía delicioso.

–Esto es maravilloso. ¿De verdad tú lo hiciste?

Fingió sentirse ofendido, llevándose la mano al pecho y abriendo ligeramente la boca.

–Créelo, soy un buen cocinero, vamos no te rías, acabo de mudarme. Intenté cocinar algo para nosotros, pero simplemente no lograba adaptarme a esta nueva cocina. Verás, este departamento aún no se siente como mío, cambiaré muchas cosas. Empezando por la cocina.

Tomó un pedazo de pizza y se lo llevó hasta la boca.

–¿Y cómo lo cambiaras?

Tomé un pedazo también, le quité un pequeño pedazo, no quería que viera como era capaz de devorarme una rebanada de pizza.

–¿Ves ese espejo de allá? Es demasiado para mí, lo quitaré y pondré ahí las estanterías para los libros. Quitaré todos los muebles que parezcan demasiado para mí.

–¿Por qué los compraste entonces?

Agachó un poco la mirada y de pronto parecía demasiado concentrado en la pizza sobre sus manos.

–Mis padres me regalaron todo, como regalo de graduación por así decirlo. Tuve que aceptarlo. No me gusta mucho eso del lujo, pero ellos insistieron demasiado.

Parecía sentirse contrariado consigo mismo.

–¿Crees que tus padres estén buscando adoptar a alguien en este momento?

Al menos lo hice reír aligerando el ambiente que había comenzado a volverse demasiado silencioso.

Pasaron las horas pero yo lo sentía como simples minutos, era tan sencillo poder hablar con él que me parecía que él no era real.

Me hacía reír tanto que en realidad había dejado de importarme el terrible ronquido nasal que aparecía en mí cada vez que me sacaba una carcajada y que él me había asegurado era adorable. La comida se había terminado y el vino amenazaba con hacer lo mismo. Pero a pesar de ser la velada ideal había algo dentro de mí que me decía que todo esto no era real, que no era más que una mala jugada o una cruel apuesta en mi contra, así que a pesar de mis esfuerzos por cerrar la boca, no pude evitarlo, la pregunta salió con una rapidez que me pareció imposible tragarme.

–Tom. ¿Por qué yo?

La pregunta pareció tomarlo por sorpresa, me miró y en su rostro no había más que confusión.

–¿Qué quieres decir?

–Bueno, creo que es bastante obvio.

Lo señalé a él y con un rostro de derrota me señalé a mí después.

–¿Podrías darme una pista?

Había una enorme sonrisa en sus labios pero su rostro aun lucía confundido. Me parecía increíble que no se diera cuenta de lo que estaba hablando.

–Bueno yo..., luzco de una manera, tú luces de otra muy, muy diferente. Tú eres un doctor y yo soy una estudiante. Llevamos tan poco tiempo de conocernos, lo cual hace más difícil que pueda creer que te sientes atraído por mí, además...

Me detuvo con un beso. Su mano subió hasta mi mejilla y su lengua paso deliciosa por mis labios. Junto su frente con la mía y mirándome a los ojos sin dejar de acariciar mis mejillas.

–Luces exquisita y hermosa para mí. Créeme que yo luzco terrible en comparación contigo.

Una risita nerviosa y traicionera escapó de mis labios, al igual que un sonrojo que me invadió las mejillas y me hizo sentir calor hasta en la espalda. Me dio otro beso, aunque esta vez uno más corto pero con la misma delicadeza, provocándome sentir de nuevo el aleteo de las mariposas emprendiendo su vuelo dentro de mi estómago.

–Y no, no me sentí atraído por ti cuando nos conocimos.

Pude escuchar mi corazón rompiéndose en cientos de pedazos, mis piernas pedían a gritos que saliéramos corriendo de aquél lugar, pero su voz interrumpió todos mis pensamientos.

–Sophie, tú me gustas desde hace al menos un año atrás.

Lo observé con los ojos bien abiertos e incrédula de sus palabras. ¿Cómo podía ser eso posible si nunca lo había visto antes?

–¿Qué, qué dices?

–Es verdad, hace un año yo no tenía tiempo para absolutamente nada que no fuese la medicina y las metas que me había impuesto superar.

Le dio un sorbo a la copa de vino. Yo no podía moverme a pesar de tener la garganta completamente seca.

–Aquella noche era la tercera noche que pasaba sin dormir, me sentía irritado, terrible, ni siquiera los chistes de Richard lograban hacerme reír, y cuando él se dio cuenta de que realmente no quería hablar con él, sacó su celular y comenzó a ver videos, de pronto escuché la maravillosa melodía que salía de su celular, me relajó de inmediato, le pregunté que estaba viendo y me dijo que tu última presentación, me mostró el video y este enamoramiento secreto hacia comenzó.

No podía sentir mi cara, pensé que había explotado en medio de sus palabras.

–Pero... no puedo creerlo.

Me llevé la copa de vino hasta la boca y le di un gran sorbo en un intento por tranquilizar a las emocionadas mariposas.

–Comencé a preguntarle más cosas de ti a tu hermano, quería conocerte, realmente lo ansiaba, pero no podía pedírselo a Richard. Deberías escuchar la manera en la que habla de ti, eres su pequeña adoración, me mataría si supiera que estás aquí.

Los dos nos reímos, ya sabía yo que tan sobreprotector podía ponerse mi hermano.

–Incluso te busqué en Facebook.

Tom se sonrojó por completo y yo estallé en una carcajada.

–No lo hiciste.

–Lo hice, nunca había visto a alguien con un perfil tan privado como el tuyo.

Los dos comenzamos a reírnos.

–Entonces... tú y yo somos...

–¿Qué te parece si somos el camino hacia una nueva relación?

Levantó su copa con vino y yo levanté la mía para chocarla con la de él.

–Esa es una etiqueta de la que nunca había oído.

–Por etiquetas nunca escuchadas.

–Por etiquetas nunca escuchadas.

Repetí yo, chocando nuestras copas.

–Tom, ¿puedo hacerte una pregunta?

Ni siquiera lo mire a los ojos, si iba a pedirle que fuera al baile conmigo tendría que evitar mirarlo a los ojos.

–Claro Soph.

Tragué en seco, sintiendo las palabras en mi garganta amontonándose como dolorosas espinas.

–Verás... habrá un estúpido baile, la academia lo organiza cada año, es tan tonto, pero yo... yo tengo que asistir pues, uuuhm tengo que tocar con la orquesta, y yo me estaba preguntando sitú, bueno...

Me tomó de la mano antes de que terminara de hablar. Tomo mi rostro con su mano y me hizo mirarlo a los ojos, perdiéndome en ellos y ahogándome en la calidez del azul de su iris.

–Me encantaría ir a ese baile contigo.

Y con aquellas palabras selló la que sería una de las mejores noches de mi vida.

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