Mi conquista tiene una lista...

By InmaaRv

8.4M 630K 599K

Durante mis diecisiete años de vida, me han roto el corazón muchas veces. Por eso hace un par de años decidí... More

Prólogo
La lista
1 | Crónicas de un sujetador extraviado.
2 | Devuélveme mi guarda-pelotas.
3 | Último día de vacaciones.
4 | Algo que oscila es un oscilador.
5 | Una llamada desastrosa.
7 | Alevosía hogareña.
8 | Consecuencias.
9 | Pídeme una cita.
10 | Tienes un concepto de cita horrible.
11 | Me llaman Rabia.
12 | De vuelta a casa.
13 | Persiguiendo una exclusiva.
14 | Fin del trato.
15 | Verdaderas intenciones.
16 | El arte de ser predecible.
17 | Una cita de verdad.
18 | Un puñado de ilusiones.
19 | Rompiendo las barreras.
20 | Hacernos felices.
21 | Feliz cumpleaños.
22 | Confesiones nocturnas.
23 | La habitación de Noah Carter.
24 | Contando mentiras.
25 | Ex mejores amigos.
26 | Música, maestro.
27 | Aterrizaje forzoso.
28 | Tienes mucho que perder.
29 | Volver a casa.
30 | Rompiendo las reglas.
31 | Con los pies en el suelo.
Epílogo
Extra | 1
Extra | 2

6 | No te mueras todavía.

198K 18.9K 12.9K
By InmaaRv


6 | No te mueras todavía.

En cuanto termino de introducir la combinación de mi taquilla, esta se abre de golpe. Meto dentro la cabeza, nerviosa, porque quiero coger mis libros lo antes posible para marcharme de aquí. El pasillo está tan poco transitado a estas horas que no puedo evitar sentirme expuesta. Cualquiera podría verme desde lejos, lo que me juega muchos puntos en contra, teniendo en cuenta que llevo toda la mañana evitando a Noah Carter como si fuese el asesino de una película de terror.

Pese a que al principio solo lo hacía porque es el primo de mi exnovio y sabía que mantener una relación con alguien cercano a él solo iba a traerme problemas, después de lo de ayer tengo motivos de sobra para tenerle miedo. De hecho, apuesto a que la próxima vez que le vea no podré hacer más que salir corriendo.

No me hace falta conocer a Noah para saber que debe de estar muy enfadado conmigo por lo que ocurrió anoche. Yo lo estaría si las cosas hubieran sido al revés, e incluso diciendo eso me estaría quedando corta. Conociéndome, seguro que me lanzaría a por él sin pensar y le clavaría un tenedor en la espalda o algo así.

Solo espero que Noah no haga lo mismo, porque no me gustaría llegar a casa con una cicatriz en la espalda. Menos aún si su origen es tan difícil de explicar.

—¿Por qué dices que yo no te valgo?

No me doy cuenta de que llevo más de tres minutos observando el fondo de mi taquilla, sin pronunciar palabra alguna, hasta que escucho la voz de Wesley a mi lado. Quiero salir de este pasillo lo antes posible, pero no puedo dejar que él lo note; así que rodeo el lomo de un libro con los dedos, lo saco y me lo meto en la mochila antes de cerrar la puerta.

Después, trato de volver a encontrar el hilo de la conversación.

—Porque yo busco gente con talento —especifico, e intento parecer tranquila y aburrida. No me gusta ocultarle cosas a Wesley, mas sé que he tomado la decisión correcta al no contarle lo que pasó ayer. Lo mínimo que puedo hacer por Noah Carter ahora mismo es evitar que se propague ningún rumor.

—Por eso creo que yo soy exactamente lo que buscas —me responde. Cuando me vuelvo hacia él, alcanzo a ver cómo se señala a sí mismo con un dedo. Después continua hablando, haciendo énfasis en cada palabra—: Te exijo que me entrevistes.

Enarco las cejas. Su propuesta me parece tan absurda que desde el principio he estado tomándomela como una broma; no obstante, pronto me encuentro a mí misma inspeccionando su rostro, en busca de algo que me indique que no me equivocaba. No puede estar hablando en serio, ¿verdad?

Solo por si acaso, decido dejarle las cosas claras.

—Ser capaz de tirarse pedos con el sobaco no es un talento, Wesley. —Arrugo la nariz al añadir—: Y, aunque lo fuera, jamás escribiría un artículo sobre tus gases. Es asqueroso.

Hace una mueca y se lleva una mano al pecho, afligido.

—¿Y tú te haces llamar buscadora de talentos? —me suelta, escupiendo con fingido asco las palabras. Yo me encojo de hombros, y él me hace un gesto para restarle importancia al asusto—. Como quieras. Si tú no sabes apreciar mi talento, tendré que buscar a alguien que sí que tenga un buen criterio. Solo te pido que no vuelvas llorando cuando veas cómo otra periodista sube al estrellato gracias a mí.

Esbozo una sonrisa burlona.

—La única que llorará es ella, cuando arruines su carrera.

—Muy graciosa. —A pesar de su tono desganado, curva los labios hacia arriba enseguida—. ¿Te ha llegado alguna propuesta más? —se interesa.

Niego lentamente con la cabeza. Tenía pensado ponerme a investigar esta mañana, pero apenas he pensado en el periódico desde lo de anoche. Ya he desperdiciado uno de los siete días que el señor Miller me dio para escribir el artículo, y estoy empezando a agobiarme. El único candidato que creía tener ahora está fuera de mis posibilidades.

—No muchas.

—Podrías preguntarle a Kira —me sugiere—. Ella conoce a todo el mundo. Seguro que sabe decirte sobre quién podrías escribir el artículo.

El simple hecho de escuchar su nombre ya hace que me entren ganas de ponerme a despotricar en voz alta. Logro controlarlo, por suerte, y agrando la sonrisa para que Wesley crea que voy a hacerlo. Supongo que es una buena idea, aunque lo que menos me apetezca ahora mismo sea volver a ver a ese problemático ser humano.

—Lo haré. —En cuanto veo cómo mi amigo abre la boca, me imagino cuáles van a ser sus próximas palabras. Decido adelantarme para que no desperdicie saliva—: No te preocupes, Wesley. No se me olvidará hablarle también sobre ti. Puedo contarle miles de cosas fascinantes. ¿Qué te parece si incluyo lo de los pedos del sobaco?

Estoy bromeando. Él lo sabe y decide seguirme el juego.

—Seguro que eso despertaría sus sentimientos por mí.

—Sentimientos como el asco, por ejemplo.

—O la admiración.

—No te olvides de mencionar la repugnancia.

—Deja de meterte conmigo —se queja, dándome un suave golpe en el hombro. Estoy a punto de decir algo, cuando Wesley continúa hablando—: Tengo examen en diez minutos y quiero aprovechar lo que queda de recreo para estudiar. ¿Te importa si seguimos discutiendo luego?

Sus palabras consiguen sonsacarme una sonrisa. Me llevo una mano a la frente y golpeo el suelo con el pie derecho, imitando el saludo de los militares. En cuanto me ve, el chico hace lo mismo.

—Que se reparta suerte y no justicia —me refiero al examen, ya que estoy completamente segura de que no ha estudiado nada.

—Amén, hermana.

Me rio, aunque él sigue andando hasta que desaparece de mi campo de visión. Entonces, miro alrededor y descubro que el pasillo, en donde antes había tres o cuatro grupos de amigos, ahora está completamente vacío. A excepción de mí.

Trago saliva. Ahora que Wesley se ha ido, me siento como un pobre perrito sin hogar que no sabe a dónde ir. El corredor es un sitio de paso, por donde seguro que camina gente con la que no quiero encontrarme, así que quedarme aquí está completamente descartado. Por otro lado, la idea de adentrarme en los confines de la cafetería me parece aterradora.

Sobre decir que no pienso salir a esa jungla de balones, testosterona y humanos a la que la gente de por aquí llama patio de recreo. Ni loca.

Al final, como decido que lo mejor es no quedarme parada, me giro y echo a andar hacia la zona Norte del instituto. Mis últimas tres clases de la mañana están por allí, así que tendré una excusa si algún profesor me pilla vagando sola por los pasillos. Con esto en mente, camino distraída, observando las hileras de taquillas azules que llenan las paredes, y empujo con ambas manos la puerta que parte el corredor del centro en dos.

Mis problemas empiezan justo entonces: cuando se escucha un crack seguido de un golpe, porque la madera de la puerta acaba de chocar contra algo que había al otro lado, y el pobre chico que ha sido víctima de mi ataque se cae de culo sobre las frías baldosas del pasillo.

Ay, Dios mío. Creo que acabo de matar a alguien.

—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —chillo, llevándome una mano a la boca. El corazón ya me late muy rápido de por sí, pero la velocidad de sus latidos se descontrola por completo cuando distingo el rostro de la persona a la que acabo de noquear. Entonces, no sé si echar a correr, ponerme a llorar, gritar o suplicarle clemencia.

Porque esa persona es Noah Carter.

Se me congelan los pulmones. Está tirado en el suelo, sujetándose la cabeza con una mano. Tiene los ojos cerrados y apuesto a que todavía no me ha visto, de modo que —si fuera mala persona— podría huir ahora mismo para no tener que enfrentarme a él. Pero le he causado tantos problemas desde que nos conocimos aquel día, en la puerta de su casa, que siento que lo mínimo que le debo es una disculpa.

Abro la boca para hablar, pero las palabras se me quedan atascadas en la garganta. De pronto, Noah abre los ojos y empieza a ponerse de pie. Retrocedo casi por instinto, hasta que mi espalda choca contra la puerta, aunque no dejo de mirarle. Para mi desgracia, el miedo que corre por mis venas se transforma en angustia cuando veo cómo se lleva una mano a la nariz, al notar la humedad de ese líquido viscoso que brota de ella.

Trago saliva. Es sangre.

Vale, cerebro. No hemos matado a nadie y eso es un avance, pero si dejamos que Noah Carter se desangre hasta la muerte estaremos en las mismas. ¡Haz algo!

—Déjame ayudarte.

Sin esperar una respuesta por su parte, lanzo mi mochila al suelo y me arrodillo frente a ella para buscar algo con lo que cortar la hemorragia. Revuelvo el interior intentando dar con un paquete de pañuelos de papel, una servilleta o algo que me sea útil, pero no veo más que cuadernos y bolígrafos mordisqueados. No me permito entrar en pánico, y suelto un bufido antes de pasar al bolsillo delantero.

Es ahí donde lo encuentro.

Mi querido kit de emergencia.

En cuanto abro el neceser, mi mirada se clava automáticamente en el único componente que sé que podría serme de ayuda ahora mismo. Lo rodeo con los dedos, y siento la textura rugosa del papel contra mis yemas. Al volverme hacia Noah, veo cómo se aprieta la nariz con el dorso de la mano, aunque la sangre sigue brotando de forma excesiva.

De inmediato, mi mirada recae de nuevo sobre lo que estoy sujetando.

Cuando quiero darme cuenta, estoy empezando a pensar que la idea de partir mi tampón extra absorbente en dos y meterle un trozo a Noah en cada fosa nasal no es tan descabellada. Seguramente el chico acabaría pareciendo una enorme morsa con cuernos —nunca mejor dicho—, pero apuesto a que eso solucionaría todos mis problemas.

Cojo aire y me preparo para abrir el envoltorio. Como bien decía mamá: Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas.

Sin embargo, Noah Carter habla antes de que me dé tiempo a hacer nada.

—Hay pañuelos en mi mochila.

Me quedo de piedra. Soy incapaz de soltar el tampón.

—¿Qué?

—Que los cojas —me espeta con impaciencia.

El alivio inunda mi estómago, me sube por la garganta y sale de mi boca en forma de suspiro. Guardo mi kit de emergencia —junto a todos sus componentes— en el bolsillo delantero de mi bolso y me pongo en pie de un salto. Prefiero no mirar a Noah, así que procuro rodearle con rapidez para llegar hasta su mochila. Cuando introduzco la mano en uno de sus bolsillos, dejo la cohibición de lado. Casi me parece escuchar a un coro de voces cantando Aleluya en el momento en el que consigo sacar el paquete de pañuelos.

No es un buen momento para celebrar, de modo que me apresuro a abrirlo y saco todos los clínex que hay dentro. Después cojo al chico de los hombros para darle la vuelta y casi se los incrusto en la cara. Él refunfuña algo por lo bajo, pero la sangre sigue brotando y estoy demasiado atacada como para preocuparme por la opinión que tenga de mí en este momento.

¡He estado a punto de meterle un tampón en la nariz! Cualquier cosa es mejor que eso.

—Ven conmigo —le ordeno sin dudar.

Estoy segura de que Noah no tiene ni pizca de ganas de hacerme caso, por lo que ni siquiera permito que responda. Tomándome —quizás— demasiada confianza, le agarro del brazo y prácticamente lo arrastro hasta uno de los baños masculinos. A la hora de abrir la puerta, tengo cuidado de no volver a golpear a nadie, porque ya tengo bastante con ser la culpable del desangramiento de una persona. Luego, empujo al chico para hacerlo entrar.

Le sigo, sin plantearme siquiera que probablemente está prohibido que una mujer entre en los aseos masculinos del instituto. Antes de hacerlo, no obstante, le echo un rápido vistazo al pasillo. Por culpa de Noah, ahora hay sangre por todos lados. Tendré que obligarle a limpiarlo más tarde: como lo dejemos así, el conserje creerá que hemos cometido un asesinato.

En cuanto pongo un pie sobre las feas baldosas del baño de chicos, un olor desagradable se me cuela por las fosas nasales. Hago una mueca de asco, aunque no me quejo, y reviso la estancia en busca de Noah. Está inclinado sobre uno de los lavabos del fondo, aprovechando lo poco que queda de los pañuelos blancos de papel que le he dado antes. Me acerco a él a toda prisa.

—¿Sabes cómo detener la hemorragia?

Apenas puede negar bien con la cabeza.

—No —me responde.

—Genial, pues yo tampoco. Así que vas a tener que esperar hasta que lo busque en Internet. —Le señalo con el dedo índice mientras palpo mis bolsillos con la otra mano—. No te mueras todavía.

No sé cómo reacciona Noah ante esto último: si sonríe, si se pone a lloriquear o si susurra en voz baja que está a punto de matarme, ya que clavo la mirada en mi móvil y tecleo algo en el buscador a toda prisa. La página tarda poco en cargarse. Efectivamente, menos para recuperar un guarda-pelotas, en la web hay tutoriales para todo.

—Según esto, debes inclinarte hacia adelante para que la sangre no te pase por la garganta y apretarte los extremos inferiores carnosos de tu nariz con los dedos —leo en voz alta. Luego, bajo el teléfono—. Vale, no tengo ni la más remota idea de cuáles son los extremos inferiores carnosos porque, no sé, no soy experta en narices. Pero supongo que se refiere a la parte blandita. —Noah me mira de reojo, pero no hace nada de lo que le digo—. ¡Vamos, apriétate la parte blandita de la nariz!

Sigue observándome como si me hubiera vuelto loca. Por un impulso, me acerco a él y le obligo a inclinarse todavía más sobre el lavabo. Acto seguido, hago que suelte los pañuelos de papel, que caen cerca del desagüe, para que tenga las manos libres y pueda poner sus estúpidos dedos sobre su estúpida nariz ensangrentada.

—Tienes que respirar por la boca —le explico, apartando mis manos de las suyas. Prefiero no fijarme en si me he manchado o no, porque solo serviría para ponerme aún más nerviosa—. Según esto, bastará con que estés diez minutos haciendo esto.

En cuanto asimila mi último comentario, Noah se suelta la nariz y empieza a toser.

—No pienso fiarme de Internet —sentencia—. Podría hacerme empeorar, incluso.

Ruedo los ojos.

—Baja la cabeza y apriétate la nariz. Ahora.

—No.

—¡Baja la cabeza y apriétate la nariz! —le repito.

—He dicho que no.

Entonces, estallo. Toda mi ansiedad se transforma en ira de forma repentina, y de pronto me entran ganas de volver a coger mi tampón para metérselo en un ojo.

—Escucha bien lo que voy a decirte, Noah. Yo he provocado esto y yo pienso solucionarlo. ¡Así que mueve tu jodido cuello y haz lo que te digo, ahora mismo! O te prometo que encontraré una forma de obligarte, y no será bonita. ¡No puedo dejar que te desangres por mi culpa! —exclamo. Aunque me entran ganas de empezar a sacudirle, no lo hago—. ¡Seguro que dejar que alguien muera por desangramiento es ilegal! ¡No quiero ir a la cárcel! Mírame, por el amor de Dios. ¿De verdad crees que yo podría sobrevivir en la cárcel? Soy tan endeble que cualquiera podría partirme la columna de un soplido. No puedo morir siendo tan joven. ¡Hazme caso de una vez!

Debo de haber sonado mucho menos ridícula de lo que pensaba, porque Noah acaba cediendo ante mis insistencias. Trato de volver a tomar aire con normalidad mientras presencio cómo vuelve a inclinarse sobre el lavabo, se agarra los extremos inferiores de la nariz con los dedos y cierra los ojos. Sintiéndome como si acabase de correr una maratón, bajo mi brazo —no sé ni cuándo lo he subido— y decido que ya he hablado lo suficiente.

Por su parte tampoco se escucha nada más.

De forma que ambos nos quedamos en silencio durante los diez minutos siguientes, cada uno a lo suyo. Mientras que Noah sigue a rajatabla las indicaciones de la página web, yo me apoyo contra la pared para recuperar todo el oxígeno que le he quitado a mis pulmones. Aprovecho la oportunidad para echarle un vistazo al baño de chicos, y me doy cuenta de que soy una imprudente. Menos mal que a nadie se le ha ocurrido entrar durante el tiempo que llevamos aquí.

No vuelvo a prestar atención de Noah hasta que escucho cómo abre el grifo del lavamanos. Clavo los ojos en su perfil y me dedico a observarle mientras se frota con fuerza los nudillos. El agua que pasa por ellos cae rojiza sobre el desagüe, y su color granate se intensifica cuando el chico empieza a lavarse la cara. Cuando termina, cierra la llave de un golpe y se pasa las manos mojadas por el pelo.

Vuelve a tener una nariz bonita y saludable.

Como no quiero que se note mi mirada, la aparto antes de acercarme al lavabo contiguo al suyo, repentinamente asqueada, para borrar poca sangre que hay mis dedos. Apenas tardo unos segundos, y decido secarme en mis pantalones vaqueros al acabar. Es entonces cuando me percato de que estoy temblando.

Quiero echar a correr, pero no lo hago, porque mis pies parecen haberse quedado anclados al suelo. Noah, que sigue en la misma posición que antes, completamente ajeno a mi nerviosismo, abre la boca para hablar. Cierro los ojos y me preparo para escuchar un millón de reclamaciones, insultos e improperios sobre lo que pasó ayer.

Pero no dice nada de eso.

—En realidad, creo que sí que podrías sobrevivir en la cárcel. E incluso me atrevería a decir que serías capaz de escapar de ella, si es que consigues noquear a los guardias como lo has hecho conmigo —me susurra, con la respiración entrecortada. Yo siento cómo se me vacían los pulmones, y esbozo una sonrisa muy falsa mientras me muerdo el labio con fuerza—. Eres más peligrosa de lo que parece.

Termina de erguirse en cuanto pronuncia estas últimas palabras. Aunque a primera vista no parece enfadado, me tomo la libertad de examinar su rostro, en busca de indicios de un posible ataque. Lo que encuentro hace que se me ponga la piel de gallina. Dudo mucho que vaya a saltarme al cuello, o a clavarme un tenedor en la espalda, pero no entiendo cómo he podido no darme cuenta antes de las ojeras oscuras que yacen bajo sus ojos.

Noah Carter está tan desaliñado que se nota a distancia que ha dormido poco esta noche. Su pelo apunta en todas las direcciones, como si ni siquiera se hubiera tomado la molestia de recolocarlo antes de venir al instituto, y ya no queda ni rastro de la vitalidad que normalmente adorna su rostro.

Sé qué es lo que ha provocado esto. Verle así hace que me acuerde tanto de lo mal que yo lo pasé hace unos años, podríamos decir que debido a lo mismo, que soy incapaz de no preguntárselo:

—¿Estás bien?

Podría haberme mentido sin que yo lo notase, pero el chico prefiere esquivar la interrogante.

—Antes de que me dieras con una puerta en la cara, estaba buscándote —dice en su lugar—. Necesito hablar contigo. Sobre lo de ayer.

Maldigo entre dientes. En el fondo, tenía la esperanza de que el portazo le hubiese borrado lo ocurrido ayer de la memoria.

Pero veo que no ha funcionado.

Llevo temiendo esta conversación desde que colgué el teléfono anoche, por lo que es inevitable que me entren ganas de salir huyendo de aquí. Sin embargo, algo me impulsa a no hacerlo. Me molesta pensar que quizás esté sintiendo lastima por Noah.

—Lo siento —le digo, y estoy siendo completamente sincera—. No sé por qué diablos te llamé para decirte todo eso. No lo hice con maldad, te lo prometo. No tengo nada en contra de ti. Lo siento si ahora tienes problemas con tu novia por mi culpa, de verdad que...

—¿Estás segura de que era ella? —me interrumpe, con la voz dolida.

Me muerdo el labio y clavo mis ojos en los suyos. Hace unas horas, me habría negado rotundamente a decirle la verdad. Ahora, no obstante, sé que lo mínimo que puedo hacer por Noah —después de haberle dado tantos problemas— es responder con sinceridad.

—Sí.

Él coge aire, asiente con la cabeza y aparta la mirada. Aunque sé que no soy yo la que está rompiéndole el corazón, sino esa chica desalmada, no puedo evitar mal al respecto.

—¿Conseguiste ver quién era él? —añade.

Creía que eras tú.

—No. Solo pude verle la espalda.

—¿Nada más? ¿Color de pelo, constitución, altura...? —Niego—. ¿De verdad?

Esta vez muevo la cabeza de arriba abajo, lo que provoca que Noah se exaspere. Anda hasta el fondo del cuarto de baño, tapándose la cara con las manos.

Yo prefiero no alejarme de la puerta.

—¿Le has contado esto a alguien más? —inquiere entonces. Pese a que está a varios metros de distancia, los aseos están tan silenciosos que no me cuesta escucharlo.

—No. —Mi respuesta es rápida, concisa y rotunda. Antes de que pensar siquiera en ello, dejo que la pregunta escape de mis labios—: ¿Lo has hecho tú?

Noah tarda unos segundos en responder, y esto confirma mis sospechas. Sé que estoy metiéndome en terreno peligroso, pero ya no existe forma de salir de ahí. Todas las preguntas que me hace, sumadas a su manera de reaccionar, están dejándome claro que todavía no se ha atrevido a enfrentarse a su novia.

Descubro que esa es una de las muchas diferencias que seguramente tenemos. Si yo hubiera estado en su lugar, ya habría interrogado a ese asqueroso ser infiel.

O incluso más.

Yo le habría arrancado la cabeza.

—Todavía no. Supongo que quería estar seguro antes de hacerlo —se sincera—. De todas formas, no habría servido de nada. Sarah sabe guardar secretos. No conseguiré enterarme de quién es el chico al que viste. Al menos, no gracias a ella.

Sin que se note, apunto ese nombre en mi lista mental de personas odiosamente odiables: Sarah aún-no-me-sé-su-apellido, la chica que le rompió el corazón al bueno de Noah Carter.

—¿Qué vas a hacer ahora?

No tengo razones para hacerle esa pregunta, pero él la responde de todos modos.

—No lo sé.

En ese momento, mi corazón y mi cerebro empiezan a actuar por separado. Mientras que el segundo me insta a marcharme y dejarlo estar, porque Noah no es más que el primo de mi exnovio y lo que menos me conviene es seguir hablando con él, la otra no deja de repetirme que no puedo dejarle así. Me grita sin parar: no lo hagas, no lo hagas, no lo hagas.

Para mi desgracia, pronto me quedo sin tiempo para decidir. La campana que indica la vuelta a clases empieza a sonar de repente, y el chico me dedica una pequeña sonrisa antes de echar a andar hacia la puerta. Entonces, bajo los efectos de los nervios y la impotencia, me doy cuenta de que la decisión ya está tomada.

Quizás sea porque me recuerda mucho a la yo de hace unos años, o a lo mejor se debe solo al golpe que le he dado en la nariz —que por poco lo mata y no deja de hacerme sentir culpable—, pero digo su nombre antes de que sus dedos rocen el pomo.

Noah me mira por encima del hombro.

—Puedo ayudarte —le suelto, sin dejar que pregunte nada—. Puedo ayudarte a descubrir con quién te engaña. —Después, fuerzo una sonrisa—. Te sorprendería saber lo buena que soy investigando. Casi parezco una agente del FBI.

Al escucharme, sus labios imitan los míos y se curvan hacia el cielo. Cuando quiero darme cuenta, está caminando en mi dirección. Se para a unos centímetros de distancia y me tiende la mano izquierda.

—Si lo haces, te prometo que conseguiré que Jason te devuelva todo lo que robó de tu habitación.

Sin poder evitarlo, me echo a reír. ¿Recuperar la pata perdida de mi cama? ¿Tener de vuelta los tiradores de mi armario? Es una oferta difícil de rechazar.

Como siempre, tomo malas decisiones. Estrecho la mano de Noah Carter sin pensar en las consecuencias que este pequeño trueque podría acarrear, y le digo:

—Trato hecho.


 • ────── ✾ ────── •  

P. D. ¿Qué es, hasta ahora, lo que más te gusta de la historia?


REDES SOCIALES DE LA AUTORA

Continue Reading

You'll Also Like

53.6K 2.6K 12
▪️imágenes,comics traducido a español ▪️créditos a los autores ▪️Amo esta pareja💖♥️
78.9K 9.7K 32
LONELY HEARTS CLUB ﹝barbie movie﹞ ˚✧ . ˚ 🧁💗💐🌈💄🦄🍭🩰 ˚✧ . ˚ 𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 . . . una bratz y una barbie se embarcan a un viaje al mundo real po...
9.7K 825 24
- quien diría que Alexa, la chica ruda e impenetrable se vería tan adorable cuando se sonroja - dijo jaide No sabia si enfadarme o alegrarme por lo q...