Mi conquista tiene una lista...

由 InmaaRv

8.4M 630K 599K

Durante mis diecisiete años de vida, me han roto el corazón muchas veces. Por eso hace un par de años decidí... 更多

Prólogo
La lista
1 | Crónicas de un sujetador extraviado.
2 | Devuélveme mi guarda-pelotas.
3 | Último día de vacaciones.
5 | Una llamada desastrosa.
6 | No te mueras todavía.
7 | Alevosía hogareña.
8 | Consecuencias.
9 | Pídeme una cita.
10 | Tienes un concepto de cita horrible.
11 | Me llaman Rabia.
12 | De vuelta a casa.
13 | Persiguiendo una exclusiva.
14 | Fin del trato.
15 | Verdaderas intenciones.
16 | El arte de ser predecible.
17 | Una cita de verdad.
18 | Un puñado de ilusiones.
19 | Rompiendo las barreras.
20 | Hacernos felices.
21 | Feliz cumpleaños.
22 | Confesiones nocturnas.
23 | La habitación de Noah Carter.
24 | Contando mentiras.
25 | Ex mejores amigos.
26 | Música, maestro.
27 | Aterrizaje forzoso.
28 | Tienes mucho que perder.
29 | Volver a casa.
30 | Rompiendo las reglas.
31 | Con los pies en el suelo.
Epílogo
Extra | 1
Extra | 2

4 | Algo que oscila es un oscilador.

262K 20.5K 25.7K
由 InmaaRv

4| Algo que oscila es un oscilador.


Después de revisarlo todo impetuosamente, esa noche descubro que faltan tres cosas en mi dormitorio:

La primera es el tenedor que le robé el sábado a los Carter. Lo dejé encima de mi mesilla, junto a una lamparita de noche que Rose compró para adornar mi habitación, pero ya no está allí. La verdad es que me preocupa un poco pensar en quién se lo ha podido llevar. Pese a que sé que hubo cinco chicos en mi cuarto anoche, todas mis hipótesis apuntan hacia la misma persona: Noah.

Pero todavía hay más.

La segunda cosa que los chicos se llevaron de mi dormitorio fue una de las patas de mi cama.

La tercera, los dos tiradores de mi guardarropa.

Es ahora cuando estoy empezando a arrepentirme de no haber perseguido a Jason ayer cuando lo vi en las escaleras. Podría haber abierto su caja de herramientas, haber cogido un martillo y habérselo tirado a la cabeza. Quizás Rose se habría enfadado conmigo, pero por lo menos eso ayudaría a calmar la ira que siento por dentro. En este momento, sin embargo, en vez de un hermanastro herido, tengo un armario inútil, que no puedo abrir sin rebanarme las yemas de los dedos, y una cama coja.

Maravilloso.

No obstante, la verdad es que las cosas podrían haber ido todavía peor. Gracias a la advertencia de Noah, no quise tumbarme en la cama antes de revisar que todo estuviese en su sitio, lo que me salvó de un buen golpe. Además, estuve hablando con Wesley ayer por la noche y, aunque al principio le pareció muy divertida la broma pesada de Jason había organizado para mí, terminó brindándome una solución.

Siguiendo sus indicaciones, he conseguido reemplazar la pata que falta por una enorme pila de cuadernos viejos. Es una idea ingeniosa, debo admitir, pero poco duradera. Por eso mismo, la mañana de mi primer día de instituto decido pasarme a hablar con el estúpido hijo de Rose para pedirle que me devuelva lo que es mío. En un principio, solo tengo planeado darle dos oportunidades. Si llega a negarse una tercera vez, entraré a la fuerza en su cuarto para recuperarlo todo por mí misma.

Muy a mi pesar, poco después descubro que la puerta de su dormitorio tiene pestillo.

Pese a que aporreo con fuerza la pared y le llamo a gritos, Jason no se atreve a salir de su escondite. Formo tal escándalo, que Rose se despierta antes de tiempo y viene a preguntarme qué ha pasado. Yo me invento buena parte de lo ocurrido, porque no quiero meterla en este lío, y le pido que vuelva a la cama; pero ella insiste en quedarse a ayudarme a sacar a su hijo de ahí.

Aun así, Jason no tiene la valentía suficiente para salir a dar la cara. Se me hace tarde, así que al final acabo dejándolo pasar y me marcho a clase. Antes de salir de casa, creo escuchar cómo Rose le dice a mi hermanastro que va a pasarse el resto del mes sin televisión y, siendo sincera, esto consigue animarme un poquito.

Cuando llego a mi destino, suelto un suspiro y lo observo todo a mi alrededor. El Instituto del Este es uno de los edificios más grandes de la ciudad, por lo que tiene muchísimos más alumnos matriculados que mi antiguo centro educativo. Es una diferencia muy notoria; sobre todo para alguien que odia las grandes multitudes tanto como yo. Mire a donde mire, solo veo gente, y estoy empezando a ponerme nerviosa.

Distingos muchos rostros conocidos, de chicas a las que quizás sigo en las redes sociales o de algunos de mis antiguos compañeros del colegio, pero no me paro a saludar a nadie. En lugar, me agarro a las correas de mi mochila y entro rápidamente en el edificio.

Lo primero que encuentro nada más cruzar el umbral es la recepción. Es una sala espaciosa, pero está tan llena de gente que la simple idea de quedarme aquí esperando a Wesley empieza a parecerme aterradora. Sin embargo, no me muevo; básicamente porque no tengo ni idea de adónde ir.

Tratando de no llamar mucho la atención, me agazapo en una esquina y rezo porque mi mejor amigo sea puntual.

Muy a mi pesar, acabo dándome cuenta de que estoy esperando demasiado de él. Wesley no suele llegar tarde a los sitios, pero hoy es el primer día de clase. Seguramente su madre lo habrá engatusado para que se haga la misma fotografía de todos los años junto a sus hermanos. La familia de mi mejor amigo tiene esa costumbre, la de recrear instantáneas, desde que Wesley fue al colegio por primera vez.

Por esa razón, cuando suena la campana que anuncia el comienzo de las clases, yo todavía estoy esperando en el pasillo. La gente empieza a dispersarse y, como sé que no puedo esperar a Wesley de por vida, me acerco al mostrador de recepción —que ahora está más vacío— para pedir mi horario. Me atiende un hombre con barba y gafas que solo tarda unos segundos en darme lo que requiero. Le doy las gracias con una sonrisa antes de darme la vuelta.

La chica aparece tan de repente que me resulta imposible no pegar un respingo.

—¡Hola, y bienvenida al Instituto del Este! —chilla—. Tú debes de ser Abril. No tienes ni idea de cuánto tiempo llevo buscándote.

Parpadeo, algo confundida. Frente a mí, hay una chica de piel oscura y ojos negros que no deja de sonreír. Tiene en las manos una carpeta del mismo color que su blusa. Cuando mi mirada recae en la colorida tarjeta que lleva colgada del cuello, frunzo el ceño.

—Sí, soy yo.

—¡Mavarilloso! —exclama. Debe de haberse dado cuenta de que su carnet me produce mucha curiosidad, porque se apresura a explicarme lo que es—: Me llamo Kira, encantada. Tal y como ves aquí, formo parte del club de alumnos ayudantes del departamento de orientación del centro. Nos dedicamos, básicamente, a guiar a los alumnos nuevos en su primer día de clase. Los pobres siempre suelen perderse. Llegan aquí pareciendo unos pequeños cervatillos asustados... ¡Exactamente como tú! —añade, pegando un pequeño saltito—. Pero no temas, pequeña Bambi, porque tu alumna ayudante ha venido al rescate. Estoy aquí para lo que necesites.

En cuanto termina su discurso, dos cosas se me vienen a la mente: por un lado, me entran ganas de ser su amiga porque no parece una mala chica. Está intentando ser amable, aunque se nota que le faltan un par de tornillos. Pero, por otro, estoy empezando a considerar la idea de pedirle que se relaje, porque está tan emocionada que temo que le explote una arteria.

Al final, no hago ninguna de las dos cosas; sino que me limito a retener el impulso de dar un paso atrás, porque confieso que me da un poco de mal rollo —sobre todo ahora que nos quedado solas en el pasillo—, y le pregunto:

—¿Cómo has dicho que te llamabas?

—Kira.

Arrugo la nariz. Es un nombre horrible.

—Es bonito —digo en su lugar.

—No te creas. Si te soy sincera, siempre he creído que es muy soso. En realidad, mis padres iban a ponerme Ksora, como la estrella, pero luego apareció mi abuela y decidió que lo mejor era que me llamasen como a su perro. Mamá dice que tengo que esperar hasta los dieciocho para poder cambiármelo, así que, de momento, Kira Roe a su servicio. —Hace una reverencia un poco ridícula antes de tenderme la mano. Tras pensármelo durante un segundo, decido estrechársela. Estoy sonriendo, aunque no sé si es de verdad—. Bueno, pongámonos manos a la obra. Como tu alumna ayudante, mi misión es enseñarte el instituto antes de que acaben las dos primeras horas de clase. Tenemos vía libre hasta entonces. ¿Te apuntas al tour, Bambi?

El ridículo apodo que me ha puesto me hace fruncir el ceño. Abro la boca para quejarme, pero Kira me acalla con un gesto. Entrelaza su brazo con el mío y, cuando quiero darme cuenta, está arrastrándome hasta la puerta que hay a la derecha de la recepción.

Debe de haberse tomado mi silencio como una respuesta afirmativa, y algo me dice que decirle que no ahora no me servirá de nada. Es una chica pequeña, pero fuerte, que no se presta a soltarme hasta que entramos en el pasillo y vemos a un grupo de chicos de nuestra edad. Como llevan tarjetas similares a la de Kira colgadas del cuello, rápidamente deduzco que deben de formar parte de ese club de alumnos tan raro.

En cuanto los perdemos de vista, la joven me aprieta el brazo.

—Esos son mis compañeros —me dice, como si yo no lo supiera ya—. Te los presentaría, pero no sé que no te gustará conocerlos. Todos los alumnos ayudantes son muy raros, ¿sabes? Excepto yo, claro. Por eso me ofrecí voluntaria para acompañarte hoy. Le robé el puesto a un chico, pero créeme cuando te digo que es lo mejor que ha podido pasarte. Wesley es un pesado. Lleva intentando salir conmigo desde hace semanas.

En cuanto escucho el nombre de mi mejor amigo, tengo que esforzarme por retener una carcajada. Ni siquiera sabía que formaba parte del club, pero decido no darle importancia.

Me parece que acabo de encontrar la chica a la que van dirigidas las indirectas que publica en Instagram.

A pesar de que todo el mundo está en clase y los alumnos tenemos prohibido salir al pasillo durante horas lectivas, Kira se pasea por el instituto sin miedo a nada. Nos pasamos las primeras horas de la jornada recorriendo las tres plantas del edificio. Me enseña el pasillo en donde están las clases de último año, y después vamos a la cafetería. De camino al salón de actos, le hablo acerca de mi amistad con Wesley y me recreo contándole lo maravilloso que es. Como la buena busca-citas que soy, hago el intento de despertar un poquito su interés en él; pero Kira se limita a pedirme disculpas por haberle llamado pesado frente a mis narices antes de seguir a lo suyo.

Tardo poco en descubrir qué es lo que más me gusta de este instituto: el departamento de lengua tiene todo un pasillo para él solo. Vamos a la biblioteca, que es inmensa, y vemos por fuera las clases de latín y griego. Por último, nos detenemos frente a una puerta cubierta de papel de revista. Está entreabierta, de modo que puede oírse cómo alguien teclea en un ordenador al otro lado.

—Esta es el aula del periódico escolar. Suelen sacar una edición cada mes. Nadie lo compra nunca, pero a los profesores les hace ilusión creer que leemos y eso —me explica Kira. Debo de ser muy obvia, porque nota rápidamente que es la primera vez en todo el día que de verdad muestro interés por algo, y añade—: Si te gustan estas cosas, puedes ir a hablar con el profesor de literatura. Él se encarga de coordinarlo todo. Solo intenta no sonreír mucho, porque odia a la gente que sonríe. Bueno, odia a la gente en general. Sobre todo a nosotros. En fin, ¿continuamos?

Después, mi nueva amiga prosigue con su tarea de enseñarme hasta el rincón más inhóspito de este instituto. De hecho, no se detiene hasta que se percata de que hace tiempo que he dejado de hacerle caso. Resignada, se ofrece a acompáñame hasta mi aula porque está a punto de empezar la tercera hora de clase. Según mi horario, me he perdido matemáticas e inglés. Ahora me toca tecnología.

La verdad es que todavía no tengo muy claro por qué escogí esa optativa. Supongo que fue porque seguí el consejo de papá, que creía que era una asignatura mucho más sencilla que las otras que me proponían. No obstante, en momentos como este me arrepiento de haberla elegido. Porque, cuando Kira me deja frente a la puerta y se despide de mí, prometiéndome que vendrá a recogerme a la hora del recreo, me doy cuenta de que él también está aquí.

Sentado al fondo de la clase, con su pelo oscuro y esos aires de superioridad que tanto le caracterizan; es imposible no reconocerlo. Como parece que no está muy pendiente de lo que pasa en la entrada, me apresuro a ir a sentarme en una de las primeras filas. Luego, saco mis cosas de la mochila y muerdo mi lápiz hasta que me duelen los dientes.

Matthew Blackwell: un exnovio de esos que escribes con mayúsculas en tu lista de personas a las que odiarás de por vida. Sabía que matricularme en este instituto supondría volver a verlo, pero no imaginaba que sería tan pronto. O que habría cambiado tanto. Solo ha pasado un año, pero parece una persona completamente distinta al chico del que me enamoré poco antes de cumplir dieciséis.

Mi relación con Matthew fue bonita hasta que estalló el caos. Al principio, todo era perfecto: él era un chico guapo, generoso y atento. Tardaba poco en responder a los mensajes y siempre terminaba las frases mandándome emoticonos de corazones. Me llenó la cabeza de ilusiones estúpidas.

Y, por desgracia, la falta de experiencia hizo que me diese cuenta de las cosas demasiado tarde.

De repente, todo cambió.

Porque llegaron los celos.

Desde preguntarme dónde estaba, siempre, a cualquier hora, a pedirme que le dejara ver mi historial de llamadas. Por mucho que le negué que alguna vez hubiera habido algo entre Wesley y yo, él nunca me creyó. Me dijo que debería empezar a considerar pasar menos tiempo con mi mejor amigo. Me distrajo de mis estudios y me pidió que dejase de lado mis aficiones.

«¿El periódico, Abril? ¿Estás hablando en serio? No haces más que perder el tiempo».

Hasta que, como una bomba de relojería, todo explotó.

Un día, Matthew vino a mi casa y me pidió que eligiera. Me gritó que no iba a seguir soportando lo que yo le estaba haciendo. Que, a partir de ahora, tendría que escoger entre uno de los dos. Que era o Wesley, o él.

Si hay algo de lo que me siento orgullosa, es de haberme quedado con Wesley.

Después de eso, nuestra relación quedó tan rota que ya no hubo manera de reconstruirla. Decidimos limitarnos a fingir que el otro no existía. Durante los meses siguientes, me enteré de cuál era la razón por la que Matthew insistía en vigilarme a todas horas: tenía miedo de que estuviese haciendo lo mismo que él.

En efecto, tuve tantos cuernos durante nuestro noviazgo que seguro que Papá Noel estuvo a punto de venir a reclutarme para tirar de su trineo.

¡Pero bueno! Siempre hay que ver el lado bueno de las cosas. Todo eso me ayudó a darme cuenta de lo necesaria que era la lista en mi vida. No serviría para ayudarme a encontrar alguien perfecto —estaba claro que no existía ningún chico así—, pero por lo menos me llevaría lejos de las relaciones tóxicas. Nadie volvería a jugar conmigo de esa manera. Jamás.

O, al menos, no sin que yo haya jugado primero.

Ha pasado más de un año de lo ocurrido, pero sigo pensando exactamente lo mismo. La lista es mi pertenencia más preciada. La más esencial, la más secreta. Por eso me alegro tanto de seguir teniéndola en mi poder.

La verdad es que no sé qué habría pasado si alguno de los amigos de Jason la hubiera encontrado.

—Señorita Lee. —Escucho de repente—. Debería echarla de clase por no estar atendiendo a mis explicaciones pero, dado que es nueva en el centro, le daré una oportunidad: ¿podría decirme de qué estábamos hablando?

No sé qué me asusta más: si la pregunta, o el tener al profesor de tecnología a un palmo de mi mesa. Pestañeo, tratando de salir de mi ensimismamiento. Le he visto llegar al aula, aunque creía que bastaría con fingir estar prestando atención, como con Kira. Pero parece ser que no.

¿Se habrá dado cuenta de que llevo estos últimos cuarenta minutos ignorándolos a él y a su clase?

No obstante, no tengo tiempo de pensar en eso, porque el hombre está esperando a que conteste. Y no sé cómo. Atacada, miro a todos mis compañeros, que me observan en silencio. Escucho una risa en el fondo, y pienso en Matthew y en cómo habrá reaccionado al oír mi nombre. Esto me da fuerzas, porque sé que le habrá molestado. Mis sentidos se activan y leo en voz alta la palabra que alguien ha escrito con mayúsculas en la pizarra.

—Sobre la radiofonía, señor.

El rostro del profesor se tuerce en una mueca. En mi cabeza, solo pido una cosa: no quiero que me pregunte nada más.

—¿Y se puede saber qué es la radiofonía? —Además de que mis deseos no se han cumplido, soy incapaz de encontrar una respuesta para esto. Como pasan unos segundos y no respondo, el profesor decide dejarlo pasar—: Está bien, Lee. ¿Puede decirme, al menos, qué es un oscilador? Acabo de explicarlo.

Lo que se oye después no es mi voz, sino la de mi instinto de supervivencia.

—Un oscilador es... algo que oscila, señor.

—¿Y qué oscila?

—Un oscilador, señor.

El señor Williams solo tarda un segundo en dictaminar su sentencia.

—Fuera de mi clase.

Creo oír cómo todo el mundo estalla en risas, pero el barullo se ve interrumpido por el sonido de la campana. Es la hora del recreo.

Aunque cueste creerlo, me ha salido bien la jugada. Como no quiero tentar a mi suerte, me apresuro a recoger mis cosas y salir de la clase antes de que al profesor se le ocurra ponerme un castigo. Las suelas de mis zapatos rozan el suelo del pasillo, cuando empiezo a preguntarme si debería quedarme a esperar a Kira, ir al baño para mandarle un mensaje a Wesley —porque no tengo ni idea de dónde está— o salir corriendo antes de que Matthew abandone el aula.

Al final, decido hacer lo segundo. Echo a andar por el corredor a toda prisa, en busca de los aseos más cercanos, hasta que escucho cómo alguien grita mi nombre a mis espaldas.

Su voz es tan parecida a la de mi exnovio que, durante un segundo, considero la idea de darme la vuelta y pegarle un puñetazo a ciegas. Pero no lo hago, lo que es un alivio. Porque la persona que acaba de llamarme no es Matthew.

Es Noah Carter.

No sé qué me sorprende más: que se haya acercado a hablar conmigo, o el hecho de que acabe de salir de la clase de tecnología. Supongo que he estado tan distraída pensando en mi exnovio —asco, asco, asco— que no le he prestado atención a nadie más. Estoy a punto de preguntarle qué es lo que quiere, cuando se detiene frente a mí y esboza una sonrisa. Con el móvil escondido en su mochila, que lleva colgada sobre el estómago, empieza a leer para mí:

—Según Internet, un oscilador es un aparato para producir corrientes oscilatorias. Suele utilizarse en radiotelegrafía y radiotelefonía, que es de lo que estaba hablando el señor Williams —me aclara, antes de seguir citando—: Oscilar, en cambio, tiene muchos significados. El más corto dice que es variar (una cantidad, una intensidad o un valor) en sentidos opuestos y alternativamente. Los demás no creo que sean importantes, pero míratelos por si acaso. Te serán de ayuda. El profesor de tecnología tiene tendencia a odiar a los alumnos nuevos. Seguro que lo pregunta en el examen.

Termina la frase con sus ojos oscuros clavados en los míos. De pronto, siento cómo el estómago me da vueltas; y no sé si se debe a su presencia, a que sigue sonriendo o a que acabo de ver salir a Matthew del aula de tecnología. Aunque me muero de ganas de esconderme, no lo hago. No quiero darle ese poder.

—¿Estás bien? —me pregunta Noah, frunciendo el ceño.

Asiento rápidamente con la cabeza. Debo de haberme puesto pálida.

—Sí, tranquilo. Eh... Gracias. Por lo del oscilador.

Cuando el chico destensa las facciones de su rostro, un vago recuerdo se me pasa por la cabeza. Vuelve a sonreír, y de repente lo tengo claro. No sé de dónde, ni cómo, pero le he visto antes. Antes del sábado, me refiero. Es como si nos conociésemos desde hace tiempo. Pero no logro ubicarle.

¿Por qué me es tan familiar?

Tengo la pregunta en la punta de la lengua. Estoy a punto de obligarme a mí misma a soltársela, cuando el joven parece recordar algo. Observo cómo cierra su mochila a toda prisa. Acto seguido, se la echa al hombro y me tiende una mano.

—Por cierto, soy Noah. Noah Carter —se presenta. La confusión en mi rostro debe de ser muy notoria, porque se explica rápidamente—: Supongo que lo sabías. Mi hermano ya se encargó de presentarnos el otro día, pero quería volver a hacerlo para demostrarte que sé decir mi nombre, y que también puedo hablar, y... Bueno, es que el sábado solo me pillaste por sorpresa. No me esperaba encontrarme a mi hermano hablando con una chica como tú, la verdad.

No sé a qué se refiere con esto último, pero lo ha dicho todo tan rápido que me cuesta resistir el impulso; cuando quiero darme cuenta, estoy sonriendo. Creo que es la primera vez en todo el día que lo hago de verdad.

La mirada de Noah sigue clavada en la mía. Acaba de pasarse la mano por el flequillo para despeinárselo, y ahora varios mechones de pelo oscuro le caen por la frente. Sigue con la mano estirada, así que decido acercarme a estrechársela.

—Yo soy Abril —le digo, porque dudo que recuerde mi nombre. Pero él no lo ha olvidado.

—Lo sé. Eres la hermanastra de Jason.

—No soy su hermanastra —le contradigo rápidamente—. Todavía no.

—Bueno, pero vives en su casa.

—Sí, y tú ayer le ayudaste a desmontar las patas de mi cama.

No me paro a pensar en mis palabras hasta que he terminado de decirlas. Aunque tampoco es como si me arrepintiera de haberlo hecho. Puestos a decir lo obvio...

Ante mi repentina acusación, veo cómo Noah se muerde el interior de la mejilla.

—La verdad es que sí. Lo siento por eso —me dice, y parece estar siendo sincero—. Cuando Jason me habló de la chica que se había mudado a su casa, no me imaginé que serías tú. A mi hermano le caíste bien, ¿sabes? Si supiera lo que hicimos, me mataría. Por eso intenté avisarte en las escaleras. Solo espero que sirviese de algo. —Duda un momento, pero decide preguntarme—: ¿Te hiciste daño?

Al principio pienso en mentirle, porque quiero que se sienta culpable, pero acabo negando con la cabeza. Cuando me ve, Noah suelta un suspiro. Parece aliviado; no obstante, yo sigo estando igual de nerviosa. Había más cosas en mi habitación aparte de la pata de mi cama. Entre ellas, ese tenedor que estoy segura de que él se llevó.

No pienso preguntarle por él, porque sería una locura; mas temo que no me quedará más remedio que hacerlo si seguimos hablando de esto. Por eso, trato con todas mis fuerzas de forzar otro tema de conversación:

—¿A tu hermano le caigo bien?

La sorpresa está presente en mi voz y no me molesto en intentar ocultarla.

—Ha estado hablando sobre ti toda la semana. Dice que tienes juguetes muy chulos. De hecho, últimamente ha estado lloriqueando porque quiere algo de lo que tú le hablaste. —Se lleva una mano a la barbilla, pensativo—. No me acuerdo del nombre. Creo que era algo que sirve para guardar las pelotas de fútbol, o algo así... Sea como sea, vas a tener que decirnos dónde comprarlo.

Se me cae el alma a los pies. ¡Está hablando de mi guarda-pelotas!

—Podéis encontrarlo en cualquier juguetería —respondo de inmediato. No sé si me está tomando el pelo, pero prefiero seguirle el juego—. Quiero decir... no es que no vaya a las jugueterías muy a menudo —le aclaro, para que no piense nada raro—. Estaba buscando un regalo para mis... primos, sí, y decidí comprarles eso. Son como unos cestos altos. Los hay de muchos colores. Rojos, amarillos, naranjas. —Suelto una risita nerviosa—: Verdes, rosas, morados, negros...

Cierro la boca antes de que me dé tiempo a nombrar toda la paleta de colores. Me maldigo mentalmente. ¿Algún día dejaré de decir estupideces?

—Iré a comprarle uno hoy mismo —me asegura—. Gracias por la información. Acabas de salvar a mi familia de seguir escuchando sus lamentos a todas horas.

Termina la frase riéndose, y yo lucho por esbozar una sonrisa.

—No es nada.

—Ahí está mi novia. Tengo que irme —me dice. Sigo la dirección de su mirada, que me lleva al fondo del pasillo. Allí, me topo con el cuerpo menudo de una chica rubia que lleva observándonos desde hace rato. Entonces, Noah se gira de nuevo hacia mí—: ¿Sabes qué, Abril? Me has caído bien. No te preocupes: de ahora en adelante, intentaré evitar que Jason vuelva a destrozar tu habitación. Aunque no te prometo nada, porque solo me hace caso el dos por ciento de las veces —finaliza, soltando una suave carcajada—. Nos vemos en clase de tecnología. Estoy deseando ver la cara del señor Williams cuando le des la definición exacta del verbo oscilar.

Dicho esto, Noah se marcha. Siento cómo se ve vacían los pulmones mientras le veo acercarse a su novia. Después de saludarla con un beso en la mejilla, le pasa un brazo por los hombros y echa a andar con ella por el pasillo. Aparto la mirada casi por inercia: aunque no entiendo el motivo, ver la escena me ha recordado a los tiempos en los que Matthew y yo estábamos juntos.

Suelto un suspiro. Hoy ha sido una mañana tan llena de emociones que creo que necesito tomarme un descanso. Como es la hora del recreo, pienso en que lo mejor será ir a la cafetería y buscar a Wesley allí; no tengo ni idea de dónde se ha metido.

Sin embargo, en cuanto me doy la vuelta, me encuentro el rostro de Kira Roe a un palmo del mío. Y retengo un grito.

—¿Se puede saber qué diablos hacías hablando con Noah Carter?

Me llevo una mano al pecho para sentir cómo me late el corazón. Está desbocado, y algo me dice a que se debe a la mala costumbre que tiene esta chica de aparecer de la nada. Aun así, es la única amiga que tengo aquí —aparte de Wesley—, por lo que no le digo nada al respecto.

En su lugar, decido centrarme en lo que acaba de preguntarme. Pese a lo que pueda parecer en un principio, Kira no está recriminándome nada. Más bien, parece sorprendida. Tiene los ojos achinados y las cejas muy juntas; además, sigue muy cerca de mi rostro, como si esperase encontrar en él todas las respuestas.

Algo intimidada, doy un paso atrás.

—Es mi vecino.

Parpadea.

—¿Pero tú sabes quién es? —me suelta.

—Sí, mi vecino —le repito. No me habrá escuchado antes, o no sé.

Kira abre la boca y la cierra un par de veces, sin decir nada.

—¿Qué hacía hablando contigo? —añade, pasados unos segundos.

—Estaba disculpándose por una cosa que hizo ayer. En mi habitación. —No me doy cuenta de lo mal que suena hasta que lo he dicho—. Quiero decir... —intento explicarme, pero la chica no me lo permite.

—¿Noah Carter estuvo ayer en tu habitación?

—No. Mira, estás malinterpre...

—¡Pero si tiene novia!

—Kira, por favor...

—¡Qué fuerte, qué fuerte! —exclama. Acto seguido, me pone las manos en los hombros y baja el volumen de su voz—: Pero, ¿tú sabes quién es?

Me trago las ganas de rodar los ojos.

—¿Otra vez con esas? Ya te he dicho que...

—Cállate —me ordena, como si la estuviese molestando. Al parecer, no le gusta que interrumpa sus momentos de fangirleo—. Aparte de ser tu vecino, es su primo. El del capitán de fútbol del instituto.

Vale, muy bien. ¿Y a mí eso qué narices me importa?

—No tengo ni idea de quién estamos hablando —le aclaro.

Kira me mira como si me hubiera vuelto loca. Como la conversación está empezando a aburrirme, me giro y echo a andar hacia la cafetería. La chica no tarda ni dos segundos en llegar a mi lado.

—Lo siento, Bambi. Se me había olvidado que acabas de llegar —se lamenta, entrelazando su brazo con el mío—. Pero es que todo el mundo sabe quién es. En el instituto del Este, respetamos muchísimo a los jugadores del equipo. Sobre todo al capitán. Todo el mundo quiere ser amigo suyo. Por eso me ha sorprendido verte con su primo —me explica—. Carter no practica ningún deporte (no que yo sepa, al menos), pero conoce a todos los jugadores.

Frunzo el ceño. Yo le he visto practicando un deporte.

—Ajá. ¿Y qué tiene que ver eso conmigo? —insisto, porque no entiendo por qué me está contando todo esto.

—Porque tú estabas hablando con él. Con Noah. ¡Con el primo del capitán! —exclama. Durante un segundo, temo que vuelva a sacar el tema de mi dormitorio, pero no lo hace—: La gente que se lleva bien con Carter tiene las cosas más fáciles para salir con los chicos del equipo. Además, ahora corren rumores de que Matthew está viviendo en su casa. ¿Te imaginas? Tú, siendo amiga de Noah Carter y saliendo con el capitán del equipo de fútbol. Sería como una de esas comedias adolescentes que echan en la televisión. —Ruedo los ojos. La idea me parece absurda. No obstante, Kira debe de notar que sigue habiendo algo que no me encaja, ya que agrega—: ¡Es cierto! No le conoces. Perdona. El Matthew del que hablo es nuestro capitán, y tiene unos brazos que... Madre mía. Búscalo en Instagram, corre. Matthew Blackwell.

Después de escuchar eso, me quedo helada. Desconecto de mi conversación con Kira, porque no me interesa saber nada más.

Lo único que se me viene a la cabeza es que acabo de descubrir por qué el rostro de Noah se me hace tan familiar.

   • ────── ✾ ────── •  

P. D. Sabiendo poco de los dos personajes: ¿quién os cae mejor: Noah o Wesley?

Esta novela ha sido retirada de Wattpad por su publicación en físico con Oz Editorial. Está disponible en formato ebook y en papel en todas las librerías de España. Dentro de poco llegará a Latinoamérica. ¡No olvides seguirme en mis redes sociales para estar al tanto de todas las noticias! ♥


REDES SOCIALES DE LA AUTORA

繼續閱讀

You'll Also Like

170K 7.4K 32
El primer amor, siempre cuesta. Primera temporada. Está prohibida cualquier tipo de copia y/o adaptación.
9.7K 825 24
- quien diría que Alexa, la chica ruda e impenetrable se vería tan adorable cuando se sonroja - dijo jaide No sabia si enfadarme o alegrarme por lo q...
216K 16K 27
Escucho pasos detrás de mí y corro como nunca. -¡Déjenme! -les grito desesperada mientras me siguen. -Tienes que quedarte aquí, Iris. ¡Perteneces a e...
8.2K 455 10
Súbete a la ultima aventura de nuestros queridos Ela y Louis, tras varios baches que les puso el destino, han llegado muy lejos junto con sus amigos...