TODO, POR EL PLAN

By neddnisa

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Felipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto... More

SINOPSIS
INFO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
Capítulo 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Capítulo 31
Capítulo 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
EXTRA

CAPÍTULO 26

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By neddnisa


Antes de comenzar ya sabía cómo terminaría esto. Thompson me explicaba en qué consistiría mi examen mientras yo me ajustaba el chaleco antibalas y el resto del uniforme. Esa madrugada salí y fuimos los cuatro a un terreno autorizado y preparado. Estaba todo repleto de pruebas como esas que suelen verse en las películas policíacas. Quiso empezar temprano para aprovechar la oscuridad, porque así también ponía a prueba mi visión.

La prueba tenía un máximo de dos horas para superarla, sin detenerme. Pero no necesitaba tanto tiempo. ¿Lo gracioso? Es que mis supuestos enemigos serían Alexa y Samuel. No sólo porque fuesen los únicos que sabían de la operación, también quería poner a prueba si era capaz de todo añadiendo esa dificultad.

Haría una especie de circuito, incluida una última fase interior de la que no quiso explicarme nada. Pero sí me informó que podrían haber sorpresas durante este para ver hasta qué punto era capaz de adaptarme a cualquier situación. Mi meta: terminar el circuito para encontrar el "alijo" y matar a los "criminales" antes de que el tiempo acabase y no morir en el intento.

Me dieron un arma principal, pero cualquier cosa que encontrase y sirviese podía usarlo.

Ellos dispararían balas falsas contra mí, rellenas de una especie de pintura como la mía, entre otros ataques para complicar mi misión. Si me disparaban o herían de forma mortal estaba descalificada, sólo tenía permitido cuatro disparos leves, para darle veracidad a la prueba. Pero nada de eso iba a ocurrir. Y mucho menos conociendo a mis dos enemigos.

Me dio unos minutos para prepararme y la prueba comenzó de improvisto cuando escuché un disparo a nuestros pies que me sobresaltó. Alguno de los dos disparó hacia mí y miré a Thompson un instante de mala gana e incrédula. Él se encogió de hombros con esa sonrisa casi invisible en su rostro, esa de cabrón y sabiendo lo que hacía, y se alejó.

Fui corriendo hacia la primera parte del circuito y entonces volvieron a disparar, de forma más repetida. Esquivé lo mejor que pude las balas y llegué a unas vallas que tenía que cruzar tanto saltándolas, bordeándolas y agachándome. No podía verles, estaban escondidos en la oscuridad. Entre tiroteos lo logré, y de una pieza. Giré sobre mis pies, intentando encontrar a alguno de los dos, pero no vi nada. Continué.

Crucé al otro lado del campo y llegué a la fase dos, donde debía cruzar un muro. Era alto y no había cuerda alguna o nada que me permitiese un trabajo sencillo. No obstante, ya había entrenado esto previamente con Samuel.

Sin dejar de prestar atención a mi alrededor, pensé en algo rápido y estuve a punto de coger carrerilla. Pero me vi interrumpida por un grito de guerra que delató a Alexandra. Me giré ipso facto y paré la supuesta puñalada que estuvo a punto de darme. Nos miramos un instante, jocosas.

—Tienes suerte de que no se me permita darte de verdad en esa cara tan bonita que tienes, Bárbara —me burlé. Eso la enojó, lo suficiente para que despistarla y que yo le endiñase una coz en el estómago y se retorciese—. Lo siento, que esto sí que va a joderte pero bien —añadí para acto seguido empujarla hasta chocar ligeramente contra la pared.Al instante corrí hacia ella y pegué un salto para usarla de apoyo y logré engancharme a la pared. La atravesé y bajé, flexionando las rodillas y apoyando mis manos en el frío suelo.

Podría haberla matado, pero ¿qué diversión obtendría si los elimino tan rápido? Quería que viesen de lo que era capaz, y algo me decía que Thompson tenía algo preparado para más adelante. Volví a analizar mi alrededor mientras avanzaba. No sabía aún hasta qué punto aparecerían para entorpecerme, pero tampoco podía detenerme.

La tercera fase consistía en cruzar una barra en la que me sostendría sólo con las manos. Subí la escalerilla, que ascendería a unos casi cinco metros de altura, y me colgué. Para que entiendan el nivel de las pruebas: no había colchoneta abajo o algo que amotiguase salvo tierra y barro. Si caía, debía saber cómo hacerlo.

Avancé con rapidez casi la mitad, hasta que me dispararon y comprobé que me rozó el brazo derecho. Dolió, pero no como un disparo real. Me solté de esa mano y miré a mi alrededor mientras sacaba el arma. Volvieron a disparar, y viendo donde machó la pintura, la forma de hacerlo —en la barra, cerca de mi otra mano—, supe que era el turno de Samuel. Le visualicé, a su figura entre la noche que ya era casi amanecer.

Cogí fuerza para alzar mis piernas y enroscarlas a la barra y quedar boca abajo. Si pederle de vista, le apunté y comencé a disparar. Él lo hizo también, pero al moverme, y gracias a la oscuridad que aún permanecía, no logró darme. En un disparo que yo di, dejé de recibir los suyos y supe que le había "dado" y no podía seguir. Sonreí de lado.

Me alcé hasta poder agarrarme de nuevo a la barra con las manos y continué hasta llegar al otro lado. Solté un gran suspiro de alivio nada más pisé el suelo. El corazón estaba acelerado, pero no por esfuerzo o trabajo, sino por la adrenalina de la situación.

Estaba demostrándoles de lo que era capaz y esto sólo acababa de comenzar.

Tuve que correr hacia la siguiente fase y era de las que más me fastidiaba hacer.  En otra barra, muchísimo más pequeña que la anterior, tuve que colgarme y aguantar un total de tres minutos. Pero eso no era todo. Debía hacer una dominada cada veinte segundos.

Cada segundo se tornaba en sufrimiento y en mi mente intentaba imaginar que no había nada bajo mis pies incluso si sólo había dos metros entre el suelo y yo. Tenía que creerlo, que era vida o muerte, y eso me dio la fuerza que necesitaba. Sin embargo, a los dos minutos mi cuerpo empezaba a tensarse y temblar ligeramente cuando hacía la dominada. Sentí incluso pequeñas gotas de sudor cayendo por mi frente.

No iba a ocurrir, no lo permitiría. Relajé mi mente y concentré toda mi fuerza en un mismo punto. Yo podía. Escuché un pitido que marcó el final de los tres minutos y tras hacer la última dominada, me solté y caí al suelo apoyando ambas manos.

Quizá llevaría una media hora, más o menos. No iba mal, teniendo en cuenta que eran siete fases. Había superado las cuatro primeras en tiempo récord.

Topé con otro muro, uno que sí tenía cuerda. Trepé tan rápido como pude y llegué arriba. A punto de pasar la cuerda hacia el otro lado para descender, vi algo y me di cuenta de que lo que buscaba Thompson y la prueba era algo distinto. Ahora debía bajar apoyándome sobre peldaños. Como escalar, pero hacia abajo. Y no de cualquier forma, no. Había un perfecto camino que marcaba exactamente cómo descender.

Me acosté sobre la pared y entonces dejé caer mis piernas hasta alcanzar el primer peldaño. Poco a poco y gracias a la luz que se me iba proporcionando porque el día empezaba, fui bajando. En un punto, tuve que saltar de un escalón a otro. Tomé aire, me concentré y eso hice. Me agarré lo mejor que pude y un alivio invadió mi cuerpo cuando sentí mis pies posarse a la perfección sobre este.

Apenas quedaban cuatro niveles y los bajé sin dificultad alguna.

Fui hacia la siguiente fase; la penúltima. Se trataba de equilibrio. Tenía que avanzar por una especie de troncos y no tenía soporte alguno. Se alzaban hasta lo que parecía un techo y me llevaba a la fase interior— la final. Sin problema, subí y llegué a una trampilla. Me apoyé a ambos lados y bajé hasta entrar de un salto.

Tan pronto toqué el suelo y mis ojos analizaron mi alrededor, comprendí de qué iba la prueba. Sentía sus miradas jocosas sobre mí. La última prueba era, evidentemente, pelea cuerpo a cuerpo contra Alexandra y Samuel. Humedecí mis labios dejando escapar una traviesa sonrisa mientras me ponía en situación, sacando los puños.

Ninguno daba el primer golpe, pero eso me ayudó a armar un plan. Tenía que centrarme en esquivar a Samuel hasta deshacerme de Alexa. No podía con ambos al mismo tiempo, y evidentemente iba a costarme más con Samuel. Él había entrenado conmigo, conocía mis puntos débiles.

Se movían a mi alrededor mientras yo giraba sobre mis pies para no perder a ninguno de vista. Estábamos en lo que simulaba un almacén. Intenté buscar algún arma, lo que fuese, y visualicé una barra de hierro, cuerdas viejas y rotas,  y algún que otro material que podría ser de ayuda. Tenía la pistola, y sabía que ellos también tenían una, pero era temprano para usarlas. Y habíamos venido a pelear.

Había un ventanal  en una esquina, a lo alto, el cuál me permitiría tener algo más de visión dado que hacía de espejo. Estaba muy sucio, pero serviría en caso de necesitarlo. Se hicieron una señal con las miradas y vinieron los dos hacia mí a paso distinto. Samuel me agarró de los brazos por detrás y Alexa venía de frente. Alcé las piernas para acto seguido darle un empujón y la hice retroceder hasta caer al suelo. Sin detenerme, alcé aún más las piernas hasta tenerlas enroscadas al cuello de Samuel y con fuerza, tal y como me enseñó, hice que rodásemos hacia el suelo hasta liberarme y tenerle yo a él bloqueado.

Le di unos toquecitos en el pecho antes de liberarlo y fui hacia Alexandra que ya se había recuperado y volvía a la carga. Peleamos, cada una esquivando y recibiendo golpes por igual. Lo cierto era que me dejé un poco, porque estaba siendo divertido. Aunque la verdadera diversión sería con Samuel.

Cuando vi por el rabillo del ojo que Samuel volvía, aparté a Alexandra de una patada y chocó contra la mesa que había detrás. La escuché murmurar algo que no capté, pero estaba segura de que me maldecía con algún que otro insulto. Detuve el supuesto ataque de Samuel y entonces quedamos quietos, mirándonos.

—Sabes que voy a apoyarte, pero tampoco voy a ponértelo nada fácil —dijo.

Le sonreí de lado.

—No esperaba menos de ti, entrenador —me burlé.

Y entonces comenzó nuestra pelea. Fue como volver a los entrenos con él, sobre todo los del principio. Nos poníamos a prueba mutuamente sin llegar a luchar de verdad. Siempre discutíamos sobre si él ganaría en una pelea entre nosotros o yo, y ahora parecía que cumplíamos ese deseo. Y me gustaba.

Entre ataque y ataque, Alexandra intervenía y por momentos se convertía en un dos contra uno. Entonces llegó el momento en que las armas pasaron a la acción. Los disparos comenzaron a inundar el almacén de atrezo y todos esquivábamos balas así como peleábamos. Conseguí en un instante que detuve a Samuel encargarme de Alexandra y la eliminé sin dudarlo un segundo más de un disparo en la cabeza. Sabía que me la jugaba con un disparo así, pero no me importó.

Sin tiempo de reacción, Samuel volvió a disparar y me rozó una pierna. No era grave, por lo que podía continuar. Seguimos peleando pero yo se suponía que había perdido ventaja. Le odié por un momento, mostrándoselo con mi mirada y comprendiendo qué tan difícil me lo estaba poniendo. Pero entonces saqué a la bestia que llevo dentro y no tuve miramiento con él.

Nuestro brazos, puños y pies provocaban y detenían golpes de gran intensidad. Ahí nos dimos cuenta que estábamos en una lucha casi real, pero ninguno quería ni podía parar. Era incluso adictivo y había por ambas partes hasta cierto... disfrute. Lo supe en cada mirada que compartimos, porque queríamos más y más... hasta el punto de acabar sin ropa y hacer nuestra versión del final de esta prueba.

Sin esperarlo, usó una técnica que no vi venir y me tuvo contra el suelo, boca arriba. Se colocó sobre mí y su pistola en mi sien. Mis dedos la agarraron y sentí cómo la apretaba, marcando mi final. Le sonreí con la mirada, porque él mismo me enseñó qué hacer en esta situación. Separé lentamente mis manos de su arma, como si fuese a rendirme, hasta que con mis manos, dando el golpe exacto en su muñeca y el arma, le quité la pistola y entonces fue él quien se vio a punto de ser eliminado.

—Muerto —sentencié.

Vi su mandíbula tensarse; sus ojos clavados sobre los míos de forma intensa. Y no porque yo hubiese ganado y no le gustase, si no porque habíamos disfrutado de la prueba y ahora tan sólo queríamos besarnos. Romper con todo allí mismo y arrancarnos la ropa.

Se apartó intentando aparcar la misma frustración que yo sentí y entonces regresamos a la realidad. Escuchamos la voz de Thompson tras un pitido largo de silbato que marcó el final.

Nos reunimos todos ahí mismo. Thompson me miró por unos segundos, callado.

—¿Qué? —le pregunté de mala gana.

—Que no has encontrado ni recuperado el alijo —justificó—. No les has sacado información.

Tuve que rodar los ojos.

—¿De verdad, Alexander? —Señalé con el dedo el maletín que vi en una esquina escondido entre unas taquillas altas nada más entrar—. Ahí lo tienes. Les he matado. Y has sido tú quien ha parado la prueba.

Hizo una señal con la mano, como si me permitiese proseguir con el final del examen; demostrarle quién de los dos llevaba razón. Fui a recoger el maletín y lo observé detenidamente. Venía bloqueado con un código de seguridad, pero algo más curioso captó mi atención.

—Ábrelo —exigió.

—No necesito abrirlo —aseguré. Busqué algo puntiagudo y encontré un tornillo tirado en el suelo. Rajé la parte exterior del maletín  habiendo notado que estaba mal cosido y entonces descubrí el hueco donde había escondido una caja con lo que sería el supuesto alijo. Se lo lancé de mala gana—. ¿Quieres también que te encuentre el pelo o la hombría? Será complicado, pero no imposible.

Le quitó el arma a Alexa, la cargó y me disparó en una costilla, sin pestañear. Hijo de puta. Dolió, pero nada que no fuese soportable. Le maldije entre dientes mientras le acuchillaba mentalmente a pesar de entender que le hice una broma demasiado pesada. Se dio media vuelta como si nada y comenzó a andar hacia la salida.

—Vámonos.

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