DIECINUEVE
Brook
No podía dejar de observar su belleza, sus ojos, ese tono de azul me resultaba peculiarmente familiar, era preciosa.
Tomé su mano y la estreché con gusto.
—Un placer...—susurré con sinceridad.
—Eres hermosa..—murmuró mientras tomaba un mechón de mi rebelde cabello y lo pasaba por detrás de mi oreja.
Su toque me hizo sentir escalofríos.
—Tu también eres hermosa—tartamudeé.
Eso la hizo reír.
—Gracias linda.
Se quitó el abrigo costoso y lo dejó en el pequeño sillón que se encontraba al fondo.
—¿Y tu hijo?—cuestionó mi padre mientras seguía entretenido con la cena.
—Fue a estacionar el auto, no tarda.
El timbre sonó y Amelie se apresuró a levantarse, por inercia hice lo mismo.
—Descuida cariño, yo iré.
Camino hacia la puerta y la abrió, una voz masculina se escuchó a través de ella.
—Se amable..—escuché como Amelie suplicaba al que supuse que era su hijo.
Fue ahí cuando pude ver al susodicho y mejor me volví a sentar en la silla, ya que era posible que me tambaleara. Ya que André D' Angelo entró al departamento y mi corazón se detuvo al verlo.
Ciertamente él también se sorprendió, esos ojos azules, iguales a los de su madre, se abrieron como platos. Tragué duro.
Era literalmente imposible, pero lamentablemente estaba sucediendo, el idiota, más idiota del internado era el hijo de la nueva novia de mi padre, pero es que la vida no podía sorprenderme más.
Llevaba una chaqueta de cuero que encajaba perfectamente con su afilada mandíbula, su cabello algo peinado, rubio como el sol, sus labios entreabiertos y algo abultados me hicieron recordar a ese beso.
Su perfume me inundaba la nariz desde el otro lado de la mesa. Ya lo reconocía gracias a que estuve pescada de sus labios un buen rato.
Volví a tragar duro.
Llevaba algunas bolsas de regalo consigo, Amelie las apartó de sus manos y las puso en el suelo.
—¡André!, pasa, siéntate—mi padre lo abrazó por los hombros y lo invitó a caminar hacia la mesa.
—¡Que tal Bernart!—saludó él.
—Brook, él es mi hijo André—presentó Amelie con una orgullosa sonrisa.
—Brookie..—susurró el tarado de su hijo.
Forme una mueca con mis labios.
Mi padre y Amelie se voltearon a ver, sin entender nada.
—¿Se conocen?—dijeron a la par, algo sorprendidos.
—Mami, se les olvida que vamos en el mismo internado—avisó André, mientras se quitaba su chaqueta de cuero y bajo ella solo llevaba una simple camisa blanca.
Podía ver sus cuadros y algunos tatuajes.
A parte la vista cuando noté que enarcó una ceja hacia mi. Mis mejillas se pusieron calientes.
—Si, lo sé, pero es un internado algo grande, es decir, me sorprende que se conozcan, más por que tú eres mayor...—dijo ella, aún muy confundida.
—Conocí a André gracias a mi compañera de habitación—repliqué intentando dar una breve y nefasta explicación.
—¡Lina!—exclamo Amelie.
Asentí sin mucha emoción.
—Lina es fabulosa, me alegra que seáis amigas.
—No tan amigas, pero si.
—¡Pues que sorpresa que se conozcan!, muy inesperado—replicó mi padre.
Me hundí aún más en mi asiento cuando la cena ya estaba en la mesa, mi padre nos sirvió un poco de lo que cocino. Ensalada, verduras, puré, pasta... era tanto que parecía un banquete.
Casi no hablé en toda la cena, ya que pusieron a André frente a mi, solo me observaba detenidamente y eso me incomodaba.
Por otra parte mi padre y Amelie charlaban, varias veces intentaban meternos a la conversación pero ninguno tenía grandes intensiones de estar charlando.
El postre llegó y solo quería que terminara, la tarta de fresa no me entraba, por ende decidí no comer. Pero André parecía muy entretenido en su postre e indirectamente lo veía.
Como guiaba la cuchara hacia su boca, era tan sexi, ni siquiera se por que...
Carajo.
—¡Trajimos regalos!—aviso Amelie ya que todos habíamos terminado.
—No era necesario...—expresó papá.
—Si lo era—sonrió—André... por favor, los regalos.
Su hijo asintió y me dio una mirada antes de levantarse y tomar los regalos del suelo, camino hacia mi padre y le dio uno y después caminó cautelosamente hacia mí y me dio tres.
Eran bolsas blancas, y llevaban el nombre "Amelie D'Angelo" en finas letras doradas. Las tomé con cuidado y nuestros dedos rozaron levemente.
Él volvió a su lugar y ambos me observaban.
—Ábranlos—pidió Amelie.
Tome el primero y lo abrí, intentando no romper la bolsa. Al fondo se veía una tela azul marino, metí la mano y la saqué.
Era un vestido...
Azul marino, de seda, con un escote recto, era precioso, igual que el que le había visto a Lina el otro día.
—¡Es precioso!, espero que te guste.
—Lo es, y me gusta mucho... pero no puedo aceptarlo... es..
—Si puedes, lo usarás mañana en mi gala.
—¿Mañana?
—Cada año la empresa textil de mi madre hace una gala a beneficio de los niños sin hogar—explicó André.
—Así es... yo fui una niña sin hogar y ahora me dedico a ayudar al orfanato donde crecí, me gustaría que fueras y que llevarás un diseño mío, confieso que ese fue confeccionado exclusivamente para ti... nadie más tiene uno—me sonrió.
Respire hondo.
—Es precioso, gracias...
—Abre los demás—pidió.
En la siguiente bolsa venían unos zapatos a juego y en la otra una bolsa de marca que quedaba perfectamente con el vestido, al igual dentro de ella venían accesorios.
No podía creer que en menos de dos horas me enteré que André es mi hermanastro, que mi madrastra es una famosa diseñadora y que me regaló un vestido exclusivo.
Mucho para procesar, si.
A mi padre le regaló un reloj muy caro al igual que una corbata a juego con el vestido de ella para su gala.
—No me siento bien aceptando estos regalos—le confesé a Amelie mientras estábamos solas.
Mi padre y André lavaban los platos por orden de Amelie. Pero ella me confesó que quería un momento a solas conmigo y uno a solas con papá y André.
—¿Por qué no?
—No los merezco, apenas te conozco.
—Tuve tú edad, y fue uno de mis momentos más duros, me fui del orfanato y comencé mi vida sola, solo es un regalo, quiero que lo tengas, y que me permitas conocerte, siempre tendrás una amiga y una consejera si así lo necesitas. Ser adolescente es difícil, más aún sin una madre que te guíe, lamento tanto eso.
—Fue una gran madre... el tiempo que estuvo conmigo.
—No lo dudo, eres una gran chica, puedo notarlo.
Amelie era dulce, quise pensar que ella estaba en mi vida por que mi madre la envió para guiarme.
Y eso me hacía sentir en paz.
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