TODO, POR EL PLAN

By neddnisa

2.2K 198 17

Felipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto... More

SINOPSIS
INFO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
Capítulo 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Capítulo 31
Capítulo 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
EXTRA

CAPÍTULO 22

30 4 7
By neddnisa

Mis pies andaban inquietos. Estaba nerviosa y mis dedos se apretaban al ramo de flores que sostenía. Apenas eran las seis de la mañana y Samuel cruzaba conmigo el cementerio.

Tras dos semanas, encontramos un sitio donde intervenir a Sebastián y la misión se puso rápidamente en marcha. Él y yo viajaríamos a Nueva York, donde, al parecer, estaba ocultándose en ese momento mientras intentaba aún encontrar el sitio de su retirada a través de contactos y asegurar un futuro a su hijo.

Teníamos el tiempo justo: llegar, encontrarle, convencerlo y regresar. Nos jugábamos mucho en todo esto, pero tenía fe en nosotros. En mí.

Llegué a su lápida y sentó como un bofetón en la cara nada más leí su nombre. Tuve que contener un instante el aire para calmar todo mi ser. Noté que Samuel iba a alejarse, pero lo atrapé por la muñeca. Le necesitaba a mi lado.

—Quédate, por favor.

No dijo nada, tan sólo permaneció a mi lado en silencio mientras mil y una imágenes y recuerdos cruzaban mi mente. Todos dolían y, al mismo tiempo, me hacían feliz. Porque, a pesar de nuestra no tan deseada —o ideal— vida, teníamos los mejores recuerdos que cualquiera pudiera tener.

Recordaba cómo me dormía junto a ella cuando era pequeña porque tenía miedo. Cuando ella no sabía cómo arreglar mis días y entonces recordaba que una buena machaca lo mejoraba y luego jugábamos al ajedrez o las cartas. Recordaba incluso su forma de regañarme, como el día en que decidí que la pared vacía de la cocina era una buena diana para practicar el tiro de cuchillo. Esos cuentos que me contaba por las noches, que ocultaban anécdotas de las que tardé años en comprender.

No sé ni cuánto tiempo pasó, tan sólo sé que luché porque las lágrimas no cayesen y ser fuerte como ella siempre me enseñó. Sabía que ella, si pudiera, me diría: No llores por los muertos, sino por los vivos; quienes sí tienen problemas.

Tuve que mirar hacia arriba, cortando mi llanto y tragando saliva, hasta que respiré hondo y conseguí contenerme. Cuando bajé la mirada, solté inmediatamente a Samuel al darme cuenta de que mi agarre se apretó demasiado.

—Perdón.

—No te disculpes —dijo—. ¿Estás bien?

Dejé el ramo de flores sobre su tumba y acaricié ligeramente la fría lápida, leyendo por última vez su nombre. Tuve que tragar, deshaciendo el nudo en mi garganta, antes de poder hablar.

—Sí —aseguré—. Vámonos, nos estarán esperando en el hangar.

***

Mientras que él pudo descansar, yo no lo logré. Mis ojos quedaron fijos en lo que me pareció una completa maravilla. Había viajado en pequeños aviones, tenía vagos recuerdos, pero en absoluto recordaba haber presenciado algo tan simple como las nubes a mi alrededor mientras cruzábamos el cielo.

Aterrizamos tiempo después y le desperté. Bajamos y nos dirigimos hacia el supuesto hotel en el que nos quedaríamos bajo el nombre de un matrimonio recién casado.

Cuarenta minutos después, llegamos. Nos dieron la habitación correspondiente y nos instalamos.

—No sé tú —dijo Samuel—, pero yo necesito una copa.

Solté una pequeña risa.

—Vamos a por una.

—Thompson mencionó un bar de confianza, de un conocido que nos hace el favor de recibirnos y son discretos. Está a una manzana de aquí.

Eso me hizo pensar. ¿Thompson se había adelantado a mí por primera vez? Ahora lo descubriríamos.

—Pues vayamos.

Bajamos a la calle y nos dirigimos hacia el bar. Cuando entramos vimos que estaba completamente vacío.

—¡Hola! —saludó una voz y apareció una chica por la puerta a un lado de la barra—. Disculpad, está cerrado hoy.

—Venimos de parte del señor Harris —dijo Samuel.

—¿Alarick Harris?

—No. Philip Harris, por su amigo Alexander Thompson. Dijo que podíamos pasar por aquí, que era sitio de confianza.

El rostro de la chica detonaba completa confusión.

—Un segundo —señaló con la mano y sacó su teléfono.

—¡Rick! —oímos—. Hay una pareja preguntando por tu padre. Sí... Eso. Vale, ahora te veo. —se giró hacia nosotros con una sonrisa—. ¡Todo arreglado! Pasad.

—Lo siento, y disculpas —dijo Samuel—. Sólo estaremos un rato. Acabamos de llegar.

—No os preocupéis, nosotros vamos a estar aquí. Ahora viene el hijo de Philip, él estaba al tanto de todo. Os estábamos esperando, al parecer —explicó. Se metió en la barra y nos miró—. ¿Qué queréis?

—Dos cervezas, por favor —pidió Samuel y tomamos asiento en los taburetes.

La chica fue hacia el tirador y nos puso la bebida.

—Aquí tenéis. ¿Queréis comer algo? Puedo abrir la cocina.

—No, gracias —dijimos Samuel y yo al mismo tiempo.

—Tengo que continuar. Así que, cualquier cosa, estoy allí detrás. En el almacén —informó, antes de darnos una cordial sonrisa.

Todo quedó en silencio. Samuel y yo nos miramos y brindamos antes de dar un trago.

—¿Cómo planeas hacerlo? —preguntó entonces Samuel. Me miró de ese modo, sabiendo que, por mucho que hubiese un plan, yo lo haría a mi modo.

—Tu vigilarás y actuaré yo —dije en voz baja—. Necesito que esté completamente solo y eso casi nunca sucede, o no por mucho tiempo. Así que hay que vigilarle hasta que pueda interceptarlo. Yo me encargaré de que nadie sospeche. Tenemos el pinganillo para poder estar en contacto y el lugar perfecto.

Él iba a hablar, pero entonces oímos la puerta abrirse y entró un hombre. Nos miró.

—Hey —saludó—. Supongo que vosotros sois la pareja amiga de Thompson que está de paso en su luna de miel. Los...

Se aceró hasta nosotros y nos tendió la mano. Las estrechamos.

—Salazar, sí —dijo Samuel, usando el nombre falso—. Gracias por recibirnos.

—Lo que sea por él. Es un gran activo en la empresa y amigo de mi padre desde la facultad.

Vaya.

—Rick —dijo la chica en un exhalo, apareciendo de nuevo e iba hacia él—. Al fin. Han llegado las nuevas decoraciones y necesito ayuda para mover las cajas más pesadas.

Se besaron.

—Es que tú no deberías estar levantando peso alguno, Nedra —le reprendió, a lo que ella rodó los ojos.

—No soy de cristal —defendió.

—Tú no, pero él sí.

Soltó un bufido.

—Rick, nuestro pequeño engendro está sano. Ya oíste al médico. Y sabes que no levanto más de lo que pueda.

—Como te vea con una caja más, te ato a la cama los seis meses restantes.

Tuve que contener una ligera risa y Samuel y yo intercambiamos miradas. Ella volvió a gruñir y desistió. El chico desapareció y ella fue a servirse una cerveza sin alcohol.

—No tengáis hijos —dijo—. Es un engañabobos.

—Enhorabuena —respondió Samuel con cierta burla.

—Es broma, eh —explicó—. Es buscado y lo deseamos mucho, pero tengo aquí a don sargento que no me deja ni respirar sin comprobar primero si lo hago bien y no perjudico al bebé.

Samuel rio.

—¿Ya sabéis qué será?

Entonces la chica miró un segundo hacia atrás y luego se apoyó en la barra, inclinándose hacia nosotros.

—Que quede entre nosotros —susurró—: es un niño.

Levanté ambas cejas, algo sorprendida.

—¿Es que él no lo sabe? —me atreví a preguntar.

—Bueno... —dijo con voz aguda e incierta—. Se supone que debía ser una sorpresa para los dos cuando naciese, pero no pude controlarme. Me presenté en el médico y, como soy tan pesada, le sonsaqué la información que le advertí desde el inicio del embarazo que no me diera bajo ningún concepto —su ceño se arrugó y dio un trago a la cerveza—. Si se entera de que fui a descubrirlo sin él, y lo conseguí, me mata —añadió, diciéndolo más hacia sí misma que hacia nosotros.

Era una chica peculiar, pero me gustaba su forma de ser tan contraria a la mía habitual: despreocupada y alegre. Y muy expresiva. en el poco tiempo que la vi, fui capaz de descubrir que su mirada la delataba constantemente.

—Nosotros no hemos oído nada —defendió Samuel.

—¿Y vosotros? ¿A donde iréis de luna de miel?

—Phuket —dije.

—Tailandia —añadió ella, sonriente—. Un sitio precioso. Espero que lo paséis genial.

—Gracias.

—De verdad, si queréis comer algo, decídmelo. Más bebida, algo de comida, la televisión o incluso jugar al billar —dijo sonriente—. Como si fuese vuestra casa.

Entonces vimos que había a un lado del bar, casi al fondo, la mesa de billar y otra mesa cubierta.

—¿Qué hay en el otro? Ese que está tapado.

—Un futbolín, pero hemos tenido que retirarlo temporalmente.

—Una pena —opinó Samuel y me miró—. Sería interesante jugar contigo.

—No creo que pudieras ganarme.

La chica soltó una risa y yo fruncí el ceño.

—¿Queréis jugar al futbolín? —preguntó ella con el rostro iluminado—. Puedo prepararlo.

—Suena bien.

—No hay futbolín  —se oyó a la voz del chico de fondo. Oímos pasos y apareció—. Para ella. Está castigada temporalmente.

Miré a la chica y su expresión demostró fastidio.

—Maldito el día en que te sentaste en mi mesa, Alarick —se burló.

—Aquí donde la veis, es una profesional del futbolín. El problema es que desde el embarazo está desatada.

—Digamos que las hormonas han mejorado mi juego y empeorado mi actitud respecto al futbolín —dijo ella.

—Le sacaste dos mil quinientos dólares en menos de una hora, Nedra. Y encima te regodeabas, le vacilaste, y casi tengo que pegarme con él.

La chica rio con cierta maldad y su marido le lanzó una mala mirada.

—¡Él siguió apostando!

—Sabiendo que ganarías sin tan siquiera esforzarte.

—Y sólo le pregunté que si todo en la vida se le daba tan mal como el futbolín —añadió y escondió su rostro dando un trago a la cerveza.

Seríamos muy distintas, pero vi que compartíamos el mismo humor y sarcasmo. Incluida la locura.

—Evidentemente, hiciste lo correcto —ironizó el chico, Alarick.

—Ahora tenemos una familia que mantener, Rick —defendió—. El dinero no cae del cielo.

—Será eso...

No sabía qué hacer. No es que me incomodasen, sino todo lo contrario. Pero no quería interrumpir esa discusión y romper lo que parecía su forma de relación. Y lo envidié hasta por un instante, porque eran capaces de decirse la cosas, sacarle el humor y, tras todo eso, quererse como estaban demostrándose en ese segundo: besándose y compartiendo una sonrisa.

Se aceptaban, había amistad por encima de su relación, y me pareció hermoso. Porque para mí era todo o nada; blanco o negro. Y ellos demostraban que existían matices que no afectaban a ninguno de los dos colores. Que todo era posible.

—Rick, tenemos que salir para lo de la fiesta de tu hermano —informó ella y le mostró el teléfono.

—Ahora vamos —dijo. Su rostro se tornó serio, como si hubiese leído algo que no esperaba y, al mismo tiempo, sí. Nos miró—.¿Os importa quedaros aquí?

—En absoluto —respondí. Algo en mí me decía que algo tenía que ver que el móvil de él hubiese sonado apenas hace un minuto y luego el de ella. Me lancé a descubrirlo—. De hecho, ¿os importa si pasamos aquí un rato? Vigilaremos, limpiaremos incluso si hace falta. Thompson nos habló muy bien de este sitio y queremos aprovechar antes de coger el vuelo. Tomar algo, jugar...

Samuel me miró algo sorprendido, de manera disimulada. Obviamente, el chico sabía en qué trabajaba Thompson, su padre le habría dado una pista. De ahí que confiase en nosotros sin recelo alguno, y era listo como para saber que todo iba a estar bien y que no éramos realmente una pareja en su luna de miel. Ahora entendía a la perfección por qué Alexander comentó que pasásemos por aquí.

—Vendremos en unas horas —dijo y anotó su teléfono en un papel. Nos lo tendió—. Por lo que pudiera pasar. Si no estuviésemos aquí para entonces, basta con cerrar bien y dejáis la llave en la lavandería que hay a dos tiendas más abajo. No os preocupéis por lo demás.

Su novia seguía algo perdida en todo esto, pudo verse, pero se mantuvo al margen. Recogieron sus cosas y partieron. Samuel me miró.

—Sabe perfectamente que no hay luna de miel —expliqué—. Y si Alexander confía, yo también.

Me levanté tras terminarme de un trago la cerveza.

—¿A dónde vas?

—A ver dónde puedo retener a Sebastián —dije y saqué el teléfono para llamar a Thompson mientras iba hacia el almacén que la chica comentó—. Alexander, soy yo. Necesito saber ya su última ubicación. Vamos a actuar.

Y con eso, el secuestro de Sebastián inició.

Continue Reading

You'll Also Like

44.1K 2K 38
__________________ ¡¡ Holii !! Soy ______ , ______ Gill ¿¿ Quieres saber mi historia ?? Si es así ya sabes lo que tienes que hacer ______________...
31M 2.4M 43
Emily Malhore es hija de los perfumistas más famosos del reino de Mishnock. Su vida era relativamente sencilla, pero el destino le tenia otros planes...
257K 6.7K 46
¿Una historia que incluya zombis, romance y humor? Aquí la tienes. *PRIMERA PARTE*.Trata de una chica de 18 años que se despierta y ve que su madre...
Poolverine <3! By Ant.

General Fiction

12.7K 1K 23
Okay, después de leer tantas historias de estos dos, me vi obligado a publicar la mía