TODO, POR EL PLAN

Od neddnisa

2.2K 198 17

Felipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto... Více

SINOPSIS
INFO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
Capítulo 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Capítulo 31
Capítulo 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
EXTRA

CAPÍTULO 13

40 5 1
Od neddnisa

Quizá esa fue la mejor noche que en mi vida descansé. Dormí a pierna suelta como no pude en mucho tiempo. Podría deberse a que, literalmente, me encontraba bajo tierra y había dos controles de seguridad antes de poder llegar a mí. O que esa cama era como tumbarse en las nubes.

Me levanté y fui a la cocina a por café. Hoy ya no era tan sólo Felipa; hoy era un nuevo comienzo, el mío, como futura agente del FBI. Hoy iniciaba mi transformación.

Apenas curioseé ayer la casa, tan sólo me limité a ubicar cada sitio. En el pasillo que daba al salón había mi cuarto y el baño —Innecesariamente con una bañera barra jacuzzi en todo el centro—. Sólo el baño era más grande que el salón de mi casa. En el otro lado del pasillo, a la izquierda, había otra habitación que parecía como una sala de lectura y otra vacía. Más adelante, llegabas a un gimnasio completo con piscina incluida. Mayormente, todo eso era para que mi rendimiento y entrenamiento fuesen lo más bueno posible.

Tenía prácticamente lo que cualquiera desease. Y si no, sólo tenía que pedirlo. Eso sí, privada del exterior. Thompson ya me comentó e insistió en que alguna que otra vez saldría, pero no entraba en los planes, por ahora. Tampoco me importaba. Ya no tenía nada a lo que aferrarme en la vida.

Me preparé un café tras descubrir cómo funcionaba la máquina. Me sentí una inútil, porque evidentemente sabía que existían, pero nunca en mi vida tuve una. Me desquiciaban este tipo de cosas. Mi madre acostumbraba a hacer el café a la antigua: lo molía, lo ponía en un filtro y hervía agua.

El reloj de la cocina marcaba las siete de la mañana. Según Thompson, Samuel venía a las ocho para entrenar. Mi cuerpo se alborotaba ante la idea, no entendía qué me ocurría con él... O quizá sí. Y me aterraba.

Cuando le tuve cerca sentí mis pulsaciones acelerarse, mi cuerpo revolverse, y era incómodo. Yo no padecía nunca por nadie, de ninguna manera. Al menos no así. Y con él pareció como si nos hubiésemos conocido en otra vida. Quizá era la segunda cosa que me daba miedo: sentir algo por alguien. La primera se hizo realidad el día en que perdí a mi madre.

Nunca me relacioné, nunca supe lo que era que alguien te importase salvo ella. Pero nada de ello iba a ser posible. Yo tenía un plan, uno muy importante, y nada podía estropearlo.

Sacudí mi mente y dejé a un lado cualquier pensamiento ajeno a la situación. Tenía que limitarme a estudiar y entrenar; ser la mejor.

Y no sólo ser la mejor. Quería ser quien derribase no uno, sino todos los cárteles que tuviesen relación con mi padre. Quería hacerle creer que lo obtendría todo, que sería el más grande. Quería que sintiese todo es poder, lo gozase y viviese hasta sentir que le estallaba el corazón de orgullo, para luego, en el momento oportuno, acabar con él.

Sólo había algo claro: Saúl Cambeiro debía morir, y su propia hija se encargaría de ello.

Tras una ducha refrescante, me dirigí al armario. Me sorprendí al ver que estaba lleno de ropa adecuada. Ayer eché un vistazo, pero no tan preciso como ahora. Y al parecer Thompson había comprendido bastante bien a lo que me referí cuando trajo cosas para mí: Atuendos negros, blancos y sencillos.

Opté por algo cómodo para entrenar. Ni siquiera sabía qué haríamos, aunque podía hacerme una idea. Me alisté y cuando estuve lista esperé los diez minutos restantes en el recibidor, donde había el ascensor y una butaca.

El ruido de este activándose me hizo levantar la mirada del suelo. Él ya estaba aquí.

Tan pronto se abrió la puerta me levanté. Las puertas se abrieron y ahí estaba él. Vino hacia mí y volvió a tenderme la mano como saludo.

—Buenos días.

—Juraría que ya nos presentamos ayer —dije y fui hacia el gimnasio.

Escuché sus pasos; seguirme. Tan pronto entré, él lo hizo después.

—¡Bueno! como ya explicó Thompson, voy a entrenarte. Como es el primer día no quiero forz...

—Ve al grano, con todo —interrumpí, mirándole de forma seria—. Enséñame.

Eso le dejó descompuesto, notando cómo en su mente me maldecía. Recompuso su ser y se relajó.

—¿Qué sabes hacer? —Cambió la jugada, acercándose a mí.

—Ponme a prueba —le reté.

Rodó la lengua contra su mejilla, aguantando lo que pareció se una respuesta poco amena.

—Atácame entonces —me provocó.

Le regalé una sonrisa ladeada, quizá incluso un poco malvada.

Di tres pasos hacia él, tres exactos. Hice un ademán con mi mano izquierda de pegarle mientras mi pie derecho le pisó el suyo izquierdo. Al instante esa rodilla subió hasta sus partes íntimas y luego le bloqueé, pillándolo desprevenido. Le oí gemir de dolor ante un ataque que no esperaba en absoluto mientras lo mantenía inmovilizado.

—¿Decías algo?

Intentó zafarse hasta que lo solté y se liberó. Me miró de mala gana, mosqueado incluso, porque acababa de darse cuenta que no mentía. Y quizá porque le hice un poco de daño... ahí abajo.

Por supuesto que mi madre me entrenó, conociendo el mundo del que proveníamos. Y hasta mi padre cuando íbamos a verle. Ella me enseñó cada cosa que aprendió de mi padre y su estilo de vida. Me enseñó a empuñar un arma, a defenderme, a engatusar, a darme cuenta de qué ocurre... No había nada que pudiese escapárseme.

—Comprendo que entiendes defensa personal, seguramente también algo de pelea —dijo él—. Y, ¿un arma?

Moví me cabeza de un lado a otro.

—Depende del modelo. Suelo trabajar mejor con las sencillas, los rifles también, aunque manejo bien prácticamente cualquier fusil.

—¿Algo más que deba saber? —dijo en un tono ciertamente burlón.

Mi lengua tuvo que recorrer mis labios para callarme una respuesta inapropiada.

—Nada que te convenga, por ahora.

Sus ojos se clavaron sobre los míos, de un modo que no comprendí. Parecían divertidos con la situación.

***

Dos horas más tarde habíamos avanzado mucho. Él intentaba enseñarme nuevas técnicas mientras yo fingía ataques. Y viceversa. Reconozco que algunas me resultaron nuevas, otras me eran familiares, pero, como dijo él «sólo en caso de emergencia». Le mostré algunas, bastante peligrosas, por lo que dijo que las trabajaríamos, para que no me cargase a nadie sin pretenderlo.

Trabajábamos bien juntos la mayor parte del tiempo. Pero había un claro problema entre nosotros que estuvo sucediendo toda la mañana.

Me volví a enfurecer cuando él me dijo que parase a gritos. Dejé de forcejear y cuando me soltó ambos nos levantamos del suelo.

—¿Es que no entiendes cuando te digo basta?

—¡Te tenía!

—Felipa, ¡te tenía bloqueada y, como no paraste, tuve que aflojar! ¡Ibas a desmayarte!

—¡Yo no te pedí que parases!

—Cuando te atacan así lo menos que has de hacer es forcejear.

—Yo podía —defendí.

Ahogó una risa irónica.

—Soy tu entrenador, por si todavía no lo habías entendido. No podías permanecer consciente con un bloqueo así —dijo, acercándose a mí. Estaba verdaderamente enfadado—. Y si digo que pares, paras.

—Pues si no te gusta, te vas —respondí secamente.

Pasó la mano por su rostro con cierta desesperación. Seguramente Thompson le habría explicado qué tan difícil era yo, pero estaba experimentándolo de primera mano.

Miró el reloj y fue hacia la bolsa que había en una esquina de la habitación. La tomó y se dirigió hacia la puerta. Pero yo era más terca y fui a demostrarle que sí había opción de forcejear y escapar de un ataque así. Porque lo sabía a ciencia cierta y esto no podía terminar así, no para mí.

Lo atrapé de improvisto, de la misma forma que él me había hecho la llave.

—Felipa, ¿qué coño haces? —dijo a duras penas, y es que estaba ahogándole. Mi brazo se ajustaba alrededor de su cuello y mi otra mano aseguraba mi posición.

—Demostrarte que sí hay escapatoria —aseguré y apreté mi agarre.

Atrapado en el ataque que él previamente me enseñó, sin piedad, le vi intentar escapar tras soltar la bolsa. Y yo ahí analicé cada uno de sus movimientos. Palpó el brazo con el que lo tenía sujeto. Introdujo cuatro dedos por debajo de mi codo, pegado a su cuello. Me dio una patada, debilitándome momentáneamente hasta que con ello metió todo el brazo y logró zafarse de mí.

Y entonces le maldije yo. Por lo que acababa de ocurrir y porque yo tenía razón: sí había una manera.

—¿Es que has perdido la cabeza?

—Dijiste que no había forma y ¡mírate!

—Estamos empezando, Felipa. No puedes pretender aprenderlo todo el primer día.

—Te dije que no te contuvieses conmigo.

—¡Pero hay límites! —alzó la voz—. Y yo decido cuando estás preparada para eso, no tú. Y mucho menos así: poniéndote en peligro.

Rodé los ojos, resoplando, mientras me acercaba a él.

Ay, ya. Ni que me fuese a romper. Tardaste apenas quince segundos. ¡Deja de tratarme como si fuese algo nuevo!

Sus ojos parecían querer acabar conmigo en ese mismo instante. Su rabia era grande, y lo entendía. Entonces hizo un movimiento, un ataque, de cual me defendí por acto reflejo. Y otro. Y otro. Y... otro. Pareció estar viendo hasta qué punto había aprendido y era capaz de aguantar, sin miedo. Y, sin darme cuenta, habíamos entrado en una nueva pelea.

Con sus movimientos consiguió hacer que caminase hacia atrás bloqueándome un segundo y cuando sus ojos vieron los míos, ambos supimos de lo que íbamos a ser cómplices. Me cabreaba, y al mismo tiempo emocionaba. Él me atacaba sin parar, yo teniendo que deshacer cada uno de sus ataques. Pareció por un instante incluso que bailábamos.

Y por primera vez disfruté.

Utilizaba su fuerza, sus puntos débiles, para liberarme de sus ataques y al instante volvía a por más mientras recorríamos toda la sala en una perfecta sincronía. Pero entonces sucedió algo que no predecí.

Usó una técnica nueva y en menos de un segundo estaba en el suelo y él sobre mí, con su mano en mi cuello. Me soltó segundos después y se apoyó en el suelo con ambas manos. Mi corazón se aceleró, porque ese fue su verdadero ataque sin ser consciente de ello. ¿Cómo provocaba todo esto en mí? Me desesperaba.

—Eso es trampa —justifiqué.

—El alumno no puede pretender superar al entrenador el primer día.

Y él seguía sobre mí. Así una no podía pensar con claridad.

—Tres meses.

—¿Estás sugiriendo lo que yo creo?

—Podré contigo y te lo demostraré.

Se inclinó ligeramente hacia mí y el aire desapareció por completo.

—Acepto —dijo y entonces se apartó.

Se levantó y fue a recoger.

—¿A dónde vas? —pregunté, más frustrada de lo que pretendí.

—Por hoy creo que ya hemos tenido suficiente. —Miró el el reloj de su muñeca—. Además, nos hemos pasado de tiempo. Por hora y media.

—Joder —susurré por lo bajo.

—Mañana seguiremos. Viendo lo que sabes, y lo cabezona que eres, me parece que tendré que cambiar ciertas cosas —comentó mientras se dirigía a la puerta, antes de irse—. ¡Descansa!

Y desapareció, sin más. Toda la casa quedó en completo silencio, parecía incluso vacía. Y yo ya quería que fuese mañana.

Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

278K 11.4K 56
¿Qué harías si un criminal se obsesiona contigo?
266 52 4
que pasaría si Emilia después de descongelar además de encontrarse con Puck se reencuentra con guese para que Emilia sea la próxima bruja de la envid...
128K 4.2K 35
_______ Finch se ha ganado a pulso su puesto en la sede central de la Biblioteca Pública de Nueva York. Pero un encuentro fortuito con Niall Horan, m...
154K 11.2K 37
🔥Fanfic de la trilogía pecados placenteros y la bilogia dominio. De Eva Muñoz 🔥 Emma James, la menor de la James. Ella sabe que su vida tiene un ru...