ONCE
Brook
—Adelante Brook—murmuro la señorita Brown desde su escritorio.
Cerré la puerta detrás de mi, y me senté frente a ella.
Me sudaban las manos.
—¿Qué tal tus primeros días?—pregunto quitándose los lentes de aumento.
—Agradables...—respondí tímidamente.
—¿Has hecho amigos?
Asentí—Una que se llama Sam, es muy agradable y va en mi curso.
—Samantha Clyne... si, es una estudiante excepcional.
—Si, es muy simpática.
—Te he observado con Jonah Looke.
Me quede callada.
—Nos acabamos de conocer.
—Soy algo especial con las amistades a las que recurre mi hijastro...
Oh...
—¿Hijastro?—salió de mi boca la pregunta.
Asintió—Hace un par de años me casé con su padre, él era un niño, es un increíble chico.
—Si, es muy simpático, apenas lo conozco, no somos amigos.
—Pues me alegra que se acerque a chicas como tú, sus influencias no suelen gustarme, pero las respeto—su mirada no era feliz.
Sabía que se refería a André.
Terminamos de charlar y salí de la oficina, al doblar la esquina me encontré con Sam.
—¡Hey!, escuche que te llamo Brown—murmuro al verme.
—Si... hablé con ella.
—¿Estas en problemas?
Negué con la cabeza.
—Me advirtió sobre su hijastro.
Sam sonrió y asintió—Su hijastro se cae de bueno.
—¡Hey!, tienes novio—recordé.
—Lo se, y Luciano no es celoso, aparte él acepta que Jonah está buenísimo.
—Pues mono si es...
—Y millonario—agregó.
Rodé los ojos—Es lo de menos.
—¡Novata!—gritaron a mi espalda.
Cuando voltee eran unos chicos, se reían de mi y me señalaban.
Menudos idiotas...
—¡Ahora!—gritaron y comenzaron a lanzar agua sobre mi.
Eran pequeños globos llenos de agua que empapaban mi ropa, uno tras otro.
—¡Deténganse!—gritó Sam.
Pero continuaron su ataque contra mi, cuando terminó los chicos desaparecieron y yo quedé completamente empapada.
—¡Idiotas de mierda!—siseo Sam—Vamos amiga.
—¿Los viste? ¿Quienes eran?—pregunte.
—No lo se, vamos a secarte.
—Tengo que encontrarlos—camine hacia el otro lado.
—¡Brook!
Recorrí el pasillo por el que se fueron y daba a una puerta, la cual abrí sin dudar y eran unos baños, estaban completamente vacíos. Sam iba tras de mi.
—Son los baños de hombres Brook, vamos.
—Puedo jurar que aquí entraron.
Continué caminando hasta que vi otra puerta al fondo, se escuchaban risas y voces, no dude en caminar furiosa y entrar, esperaba todo menos eso.
El vestidor de hombres.
Después de un partido.
Muchos, pero muchos torsos desnudos.
Todos se me quedaron viendo y yo a ellos.
—¿Qué hace una chica aquí?—pregunto uno de ellos, no se cual, eran muchos.
—Y mojada—agregó otro.
—¿Cual de ustedes idiotas se atrevió a mojarme?—pregunte.
—¿Que tipo de mojado nena?—murmuraron.
Todos comenzaron a reírse.
Inmediatamente reconocí al pelinegro que me llamó novata, camine hacia él y lo tome del cuello tan fuerte que mis uñas dolieron.
—¿Quién te mando?—pregunte.
—Como si fuera a decírtelo.
Quiere jugar sucio...
Solo hice un movimiento con mi rodilla y gruño del dolor.
—No volveré a preguntártelo cariño.
—D'angelo—susurró en medio de su dolor.
Sonreí triunfante y lo solté del cuello, inmediatamente se lanzó al piso adolorido.
Hombres... solo les tocas su cosita y se ponen sensibles, y luego dicen que las mujeres somos las sensibles por nuestras hormonas.
Idiotas...
—¿Saben dónde está?, les advierto que acabarán igual que él si no comienzan a hablar—advertí sin temor alguno.
—¡Aquí estoy!—hablaron.
Voltee y iba entrando entre la multitud de tipos en toalla, iba igual a ellos, con los brazos extendidos como si celebrara alguna victoria ficticia, con esa cara empapada en ego.
Sonreí, por que si él era cínico, yo lo sería el doble y aquí habría una guerra de egos.
—Justo a quien buscaba...
—Ya no me busques muñeca, aquí estoy.
Me controlé y no le metí una bofetada, de verdad que me controlé mucho, mis manos temblaran y las escondí entre mi falda plegada de cuadros.
—Jugaste muy rudo, ¿lo sabes no?
Arqueo una ceja y fingió demencia.
Wow.
Deberían darle un papel en alguna película.
Actúa tan bien...
—¿Yo?—cuestiona en tono ofensivo.
—Ya no estamos en el cole para hacer bromas acuáticas.
Sonrió—Solo fue una broma, ¿tan rencorosa eres?
Fingí pensar por un momento y le di mi mejor sonrisa inocente.
—¿Rencorosa? ¡Para nada!, solo buscaba algo para.... Ya sabes, secarme, aún estoy húmeda—me acerqué a él.
El asintió cruzando aún de brazos.
Me incliné solo un poco para tomar el borde de su toalla y lo jale, quintándosela por completo y arropándome con ella.
El probador estalló en risas, pues ahora mismo su compañero estaba en pelotas frente ellos, y entonces no era tan valiente y rudo como siempre.
Baje lentamente la mirada y la subí con rapidez para encontrarme con la suya.
—Lo imagine más grande...—agregue.
Sonrió cínicamente y se cubrió su entrepierna.
Me di la media vuelta y salí de ahí, inmediatamente me quite la toalla con asco.
Sam venía riéndose a mis espaldas.
—¡Me va a doler la barriga de tanto reír!—respiro un poco y siguió.
—¡Lo detesto!—bufe.
Al llegar a mi habitación lo primero que hice fue sumergirme en la ducha, tal vez ayudaría a cesar el enojo. Después charlé con Ava, la cual jura que ese tipo me molesta por alguna razón.
—Si lo conocieras lo detestarías—murmuré a través de la pantalla.
Ava se estaba maquillando, pausó su sesión de rímel para responderme.
—No lo creo, eso de que es francés me mola mucho...
Rodé los ojos—Su nacionalidad no tiene nada que ver, eso no le quita lo idiota.
—Te ves molesta.
—Lo estoy, me mojo y arruino mi uniforme, ahora por su torpe culpa tendré que ir a la lavandería.
—Suerte con eso, o más bien, buena suerte a la lavadora.
—Te llamó después.
—Te quiero—murmuro antes de colgar.
Tome mi bolsa de ropa y baje hacia la lavandería. Después de recibir instrucciones precisas, pude meter mi ropa a una de las muchas lavadoras, me senté sobre la lavadora de alado y me puse a ver videos graciosos.
—¡Que coincidencia verte aquí!—murmuraron.
Levante la vista y vi a aquel pelirrojo guapo.
Sonreí—Si, hola...
—¿Lavando ropa?
Asentí—Mi uniforme, alguien me empapo y fue un desastre.
Sonrió—Lamento escucharlo.
Me encogí de hombros—Esta bien.
Me comenzó a platicar sobre sus prácticas y yo estaba como idiota escuchándolo atentamente hasta que alguien me hizo voltear.
—¿Te podrías quitar?—preguntaron.
Mis ojos se enfocaron en los de aquel francés gruñón.
Inmediatamente rodee los ojos.
—¿No tienes educación?—cuestione.
—¿Tu no la tienes?
Jonah se acercó de inmediato para ayudar a bajarme pero André lo alejó, y sin esperarlo ni yo misma, me tomó de la cintura fuertemente y me cargo, mis piernas rozaron con su abdomen y mis brazos por inercia se sostuvieron de sus hombros.
Mis pies tocaron el piso y nuestros rostros seguían muy cerca, sus dedos seguían perforando mi piel.
Mi cuerpo reaccionó, al igual que mi cerebro y lo aleje una vez ya estaba completamente parada.
—No vuelvas a tocarme—advertí.
No dijo ni hizo nada.
Tome mi ropa limpia y salí corriendo de ahí.
Con el corazón al mil.
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