TODO, POR EL PLAN

By neddnisa

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Felipa Cambeiro es raptada cada cierto tiempo, porque es alguien... importante. Pero ¿y si este último rapto... More

SINOPSIS
INFO
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
Capítulo 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
Capítulo 31
Capítulo 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
EXTRA

CAPÍTULO 5

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By neddnisa

¡Hey, hey!

Antes que nada, agradezco a todo el que esté leyendo este libro, de verdad. 

Como ya avisé, van a haber actualizaciones bastante seguido, pero no he puesto días fijos. Por otra parte, quiero recalcar algo de información que igualmente añadiré al apartado previo de "INFO"

Al suceder en México, es obvio, o al menos debido a los personajes, el idioma que se usará. Pero hay escenas en las que se usa el inglés, por lo que he decidido destacar esas escenas en cursiva cuando no quede muy claro en la situación. Lo veo importante porque al ser una historia que maneja ambas lenguas, pero quiero mantener el español en toda ella, me gustaría que pudieseis vivir esos pequeños momentos, o al menos imaginarlos a la perfección. Si no lo habéis entendido, no os preocupéis... Porque cuando llegue el momento, lo haréis *se ríe con maldad*

Dicho esto, disfrutad de los próximos capítulos y, sin os gusta, por favor votad (con algo tan simple ayudáis a que la historia crezca y llegue a más). Y si queréis... ¡comentad! Siempre es agradable que haya feedback <3


Os quiero, xx





Tan pronto crucé la puerta de la casa, les oí venir. Me miraron de mala gana.

—¿Qué? —dije.

—¿Dónde mierda estabas, Felipa?

Rodé los ojos en un exhalo.

—Te dije que iba a dar un paseo.

—¿¡Eres consciente de que llevan todo el mes buscándonos!?

—Para empezar —dije, parándole los pies—, te buscan ti porque había un infiltrado en el bando con el que casi hicimos intercambio. Ahora investigan quién mierda soy yo a pesar de no tener pista alguna. Y, en segundo lugar, ¡no puedo pasarme aquí el jodido día junto a ustedes! ¡Me agotan! ¡Y necesito tomar el aire!

—¡Si estoy encima es porque te protejo! ¡Llevamos un mes sin saber si los otros lograron llegar a un sitio seguro!

Bien, les pongo al día.

Tras el fatídico intercambio, mi padre creyó haber matado al topo, pero seguíamos en el punto de mira por el FBI y la DEA dados todos los asesinatos y mercancía casi interceptada.

Quería, como ya se hizo una vez en el pasado, permanecer en la sombra un tiempo. Hasta que todo estuviese el calma o al menos no persiguiesen cada movimiento nuestro. Y yo empezaba a cansarme de estar en familia, así que esa mañana salí con cuidado de la casa en la que nos quedamos a dar un paseo por los alrededores.

—Y sigo viva —recalqué.

Intentó tragarse toda esa furia que le rebosaba por las orejas hasta que lo logró.

—En nada podremos volver a la hacienda. Estoy esperando una llamada.

—Maravilloso —ironicé, justo antes de partir hacia mi cuarto.

No es que me disgustase la casa en la que estábamos, pero la operación se estaba alargando mucho. Sí, era una jodida impaciente. Sabía que todo esto llevaría tiempo, pero no que fuese a aguantarlo tan mal. No obstante, recordar qué tan bien iba hacía mi ira puntual desaparecer a los pocos minutos.

Decidí cambiarme, ponerme un traje de baño y bajé a la piscina. Ahora mismo era lo único bueno de estar aquí encerrada cual prisionera: la piscina. Era lo único que me hacía incluso sentir que estaba de vacaciones; ajena a todo.

Nadé, disfrutando del silencio a todo mi alrededor. Creo que no recordaba haber hecho algo tan normal como eso: ser alguien que nada en una piscina. Y quise exprimir cada segundo de ello.

***

Escuchar voces me extrañó. Había alguien más en la casa. Fui al salón principal y entonces vi que mi padre saludaba a un hombre que reconocí en un vago recuerdo.

Era Sebastián. Alias: el mataperros.

No destacaba por los negocios, al menos no respecto a droga u otra cosa de ese tipo. Era reconocido por ser el jefe de una de las mayores «empresas» de sicarios. Mi padre alguna que otra vez hizo uso de sus servicios. Porque si querías a alguien eliminado de la faz de la tierra, Sebastián era el indicado para ello. Tenía en su equipo gente de por todo el mundo, un par que otro de ex-Marines y hasta algún SEAL.

SEAL, vagamente descrito, son la fuerza de élite mejor preparada, y más cabrona, que puedas encontrarte en tu contra dentro de la estructura militar de los Estados Unidos. Han sido preparados para cualquier cosa y cualquier ambiente. Han entrenado en las peores condiciones tanto climatológicas como físicas. Podrían vencerte en medio de un tornado, no habiendo ingerido o bebido nada por cuatro días, sin apenas probabilidades y todo en su contra, si se lo planteasen.

Sólo un porcentaje muy bajo aguantaban el entrenamiento y lograban ser parte del cuerpo cuando superaban la famosa «semana del infierno». Que no era realmente una semana, era mucho más.

Sebastián se ganó el respeto de todos y cada uno de sus hombres, concienzudamente, por lo que no era un hombre con el que jugar. Todos los sabían, incluida yo.

Sus ojos encontraron los míos y me observó con recelo. Vaya, no me recordaba.

—Sebastián, ella es Felipa —dijo mi padre.

Entonces su rostro cambió a sorpresa, incluso alegría; recordándome. Vino directo hacia mí, brazos bien abiertos.

—¿Felip...? ¡Felipa! —exclamó al fin y me abrazó por sorpresa. Dejó un beso en cada una de mis mejillas—. Cuánto creciste, mija. Creí incluso que moriste.

Yo puse mi mejor sonrisa.

—Era el plan, para así poder no estar en el punto de mira ni que me usasen para encontrar a Saúl.

—¿Cuántos tienes ya?

—Veintiocho, recién cumplidos.

—Vaya —dijo, mirándome con cierta fascinación. Me sonrió—. Me alegra mucho saber que tú estás bien. Han pasado mucho tiempo tras lo de...

—Sí —dije, sintiendo mi mandíbula tensarse al recordarla.

Al contrario de lo que mucha gente piensa, nunca se superan, o incluso curan, ciertas heridas. Ni el tiempo puede lograr eso. Tan sólo lo aceptas hasta aprender a convivir con ese dolor, con ese vacío que queda en tu corazón. Cuando murió, tan sólo me quedó una carta que escribió una vez de su puño y letra. Días más tarde tuve que cambiar mi vida por completo tras una visita inesperada que me puso a prueba y ya no tuve alternativa.

—¡Bueno! —dio una palmada—. Saúl, centrémonos en el tema.

Entonces me miró.

—Ella está dentro —aseguró mi padre—. De hecho, la operación fue toda su idea.

Vaya, ¿se estaba ablandando mi padre, tras todos estos años?

—Tus hombres están en lugar seguro, vigilados y protegidos por los míos. Creo que por ahora estás fuera de peligro —informó y luego nos miró a mi tío y a mí—. Todos.

—Entonces, ¿puedo volver a mi vida?

—Por ahora. Pero ten cuidado con los negocios, no estamos cien por cien seguros de si ha muerto quien debía hacerlo. Aunque ese no fuese el caso, se habrán retirado. Por ahora. No actuarán hasta pasado un tiempo y vuelto a armar un plan.

—¿Sigues creyendo que Pedro tuvo algo que ver con todo esto?

—Nunca te falló, pero no hablaba precisamente bien de ti a tus espaldas. Aunque... podría ser la DEA. Recuerda que llevas años siendo uno de los más buscados porque interceptaron varios negocios en Estados Unidos. Sobre todo en Nuevo México.

—Ya tengo nuevas ubicaciones en todo. Cualquier información que tuviesen ya no es válida y todo les lleva a Pedro.

Interesante. Tras dos meses habíamos logrado hacer que perdiesen la pista.

—¿Eso significa que puedo irme? Porque estoy empez...

—Tú no vas a ninguna parte, Felipa —interrumpió mi padre, amenazador—. Tú te quedas acá, conmigo.

—Tengo veintiocho años, por si no lo recuerdas.

—Y tú que ya no puedes volver allí.

Tocada y hundida, en cierto modo. Claro estaba que después de todo no podría estar en cualquier sitio, y mucho menos regresar a Denver. Así que, me tocaba pensar. ¿Cuál sería mi próximo y último destino?

Aún estaba por decidirse.

—¿Podemos volver a la hacienda? —pregunté.

—De hecho, volveremos mañana mismo —informó—. He de hablar unos asuntos privados con Sebastián, así que ve haciendo las maletas.

—Como usted mande, padre —me burlé ligeramente.

***

En ningún momento se me privó de ver el camino a la hacienda, al contrario. Parecía que al fin me revelaba la ubicación y eso tan sólo podía significar dos cosas: la primera, que me quería en su vida y era cierto lo de un nuevo comienzo juntos. La segunda, la buena y verdadera, que el gran Saúl Cambeiro ya tenía otra nueva hacienda.

Además de eso, mi tío venía tras nosotros en otro coche con hombres prestados por Sebastián, desde que gran parte de sus hombres de negocio aún estaban escondidos y los guardaespaldas murieron. Incluido el chico tatuado, quien seguramente agonizó mientras maldecía mi nombre por haber sido engañado y abandonado hasta morir desangrado.

Llegamos a la entrada de la hacienda y aparcó.

—Me pido la litera de arriba —me burlé de la situación.

Tan sólo oí a mi padre gruñir en desacuerdo con mi broma. ¿Cómo podíamos ser familia? Si ni siquiera compartíamos el mismo humor.

A veces resultaba desesperante, pero, ¿qué esperaba? Él decidió "protegernos", abandonándonos, en vez de coger dinero y desaparecer con nosotras. Empezar de cero.

Eso era lo que más rencor me causaba a veces. Si él alguna vez sintió algo por nosotras, ¿por qué nunca peleó? Podría haber fingido su muerte y desaparecer.

No obstante, con los años lo comprendí. Y es que Saúl adoraba su papel. Él se regocijaba en todo ese poder que logró, disfrutaba teniendo poder sobre toda esa gente y que lo único que tuviese que hacer fuese contar billetes. Disfrutaba, hasta tal punto, de que el negocio era más su hijo que yo misma.

E incluso con todo eso, cuando crucé la puerta de la hacienda esta vez, no me sentí igual que el resto de veces. Esa parte de mí, diminuta, quería creer en los finales felices como todo el mundo, de esos cuentos que mi madre me contaba, a pesar de saber a ciencia cierta que tan sólo había un final posible en todo esto.

Los tres nos acomodamos ese día en la casa de nuevo. Tras dejar todo en mi habitación, mi mente me traicionó y fue al que era el cuarto de Samuel. Seguía tal y como lo dejó la última vez, dado que tuvimos que irnos de nuevo tan pronto llegamos. Apenas tenía nada en ella, pero sus pocas pertenencias seguían ahí. Mi curiosidad decidió investigar sobre él y me vi abriendo el cajón de su mesita de noche tras sentarme en la cama. Vi algo que me extrañó, unas muecas en la madera del cajón, en un lateral, y fruncí el ceño. Tenía doble fondo.

Con cuidado, y en silencio, logré abrirlo y entonces descubrí en su trasfondo un guardapelo. Mis dedos lo atraparon y acariciaron. Era antiguo, estaba descuidado a pesar de no perder belleza. Sencillo, tradicional, pero había grabado en la parte trasera un nombre: Eliana.

Lo abrí, descubriendo la fotografía de una mujer con un niño, sonriendo felices. Tragué saliva y preservé el guardapelo en mi bolsillo del pantalón.

Salí de la habitación y me sobresalté ligeramente al ver a mi tío en el pasillo.

—Felipa —dijo, viniendo hacia mí—, ¿qué hacías allí?

—Necesitaba otra almohada —dije con naturalidad—, pero la de este cuarto está hecha mierda.

Se quedó observándome unos segundos, callado, como si intentase ver a través de mí.

—¿Andas bien? —preguntó—. Desde la entrega estás...

—He pasado por mucho en muy poco tiempo —defendí—. Y aún me recupero de la cárcel. ¿Cómo mierda estarías tú?

Ahogó una comprensiva sonrisa.

—Por raro que parezca, lo entiendo —explicó—. Pero tú elegiste formar parte. Podrías haberte quedado la mayor parte del tiempo con tu padre.

—Eso no habría ayudado en absoluto.

—Lipa...

—Tío Ricardo, comprendo lo que dices, pero también sabes que no es cierto. Tarde o temprano habría tenido que involucrarme. Y gracias a mi idea estamos en casa.

—Cierto es... —dijo—, pero no por ello debes acarrearte tantas cosas. De hecho, si me permites un consejo... No sigas metiéndote más adentro. Sal de aquí y vete.

—¿Cómo, tío? ¿Cómo salgo de esta mierda que ni siquiera pedí?

—Déjame ayudarte.

Parpadeé, confusa. ¿Cuándo mi tío se había vuelto tan sentimental? Y eso que él era el que más de los dos, desde siempre. Él era el único que demostró bien que quería protegernos incluso si ese no era su papel. De hecho, creo firmemente que siempre estuvo enamorado de mi madre en secreto, pero, como todo, tuvo que guardar todos esos sentimientos y ver cómo eso que tanto deseaba, lo había logrado su hermano. Se apartó con caballerosidad y aceptó su destino. Pero eso no iba a ser posible, no hoy. No iba a dejar que me nublase el juicio.

—Déjame ser y hacer —amenacé —. Aprecio tu intención, pero llegas, por desgracia, veintisiete años tarde. Esta es la vida que elijo, la que quiero y viviré, lleve a donde me lleve.

—Ojalá y cambies de opinión, Felipa...

Me contempló una última vez, con tristeza e incerteza, justo antes de dar media vuelta e irse.

Regresé a mi cuarto y decidí terminar de acomodarlo para no pensar. No podía hacerlo, porque si lo hacía, salían a flote cosas que precisamente intentaba evitar.

Las palabras de mi madre eran mi fuerza, lo que me motivaba a seguir adelante con todo esto. Ella me enseñó, me adoctrinó para sobrevivir a esta especie de holocausto al que yo misma decidí meterme de lleno.

***

Fui llamada al famoso despacho ese mismo día. Tomé asiento tras entrar y nuestras miradas parecían querer descifrar al otro antes de iniciar la conversación.

—Y, ¿bien?

Se movió en su sillón.

—Quería hablar contigo en privado.

—¿A qué debo esta reunión familiar, padre?

—Quería disculparme —dijo, captando mi total atención. Parpadeé incluso varias veces, asimilando esas palabras—. Sé que no... he sido la mejor figura paterna. Pero todo lo que hice en un pasado fue por un bien.

Ya volvíamos a las andadas. Esas en las que defendía a capa y espada su forma de ser y métodos.

—Esta charla debía haberla escuchado a los dieciséis, no ahora.

—Felip...

—No, pa —le detuve, sus ojos encontrando los míos; furiosos—. cuando ella estaba, habría tenido sentido cualquiera de esta mierda, pero ya no. Ahora sólo quiero una cosa y es vivir. Si he de unirme a ti, lo haré, si he de trabajar contigo,  lo haré. Si he de mancharme... lo haré. Pero no me vengas con excusas baratas ahora que mamá murió, porque no lo permitiré. Ella era mil veces mejor que toda esta mierda.

—Yo nunca pretendí que todo acabase así.

—Ni se te ocurra seguir ese camino, Saúl —advertí—. Siempre tuviste opción, por difícil que resultase. Y nunca elegiste la opción correcta.

—Siempr...

—Que no me quiera vender la carne —le interrumpí—. Ya nada importa. Como bien dijiste, es pasado. Ahora estamos aquí y es lo único que importa. Y si esto es lo que nos queda, hagámoslo bien, mierda.

Calló durante unos segundos antes de ser capaz de volver a hablar:

—Te quiero a mi lado, Felipa... pero no quiero poner tu vida en peligro.

—Olvidas de lo que soy capaz. Que mamá y tú me enseñaron a defenderme, a comprender este mundo. Y que la que te salvó el trasero esta vez fui yo.

—Lo que hiciste fue una estupidez muy grande. Y a su vez, la misión más inteligente que alguien aportó —dijo, mis ojos volviendo a a encontrar los suyos—. Y vengaste a tu madre... tú sola. No te miento cuando digo que estoy orgulloso de ti.

—Tuve buenos educadores —respondí.

—Quiero empezar de cero contigo.

Quise terminarlo todo aquí, jugármela, pero el raciocinio me devolvió a mi cordura y le miré algo tierna.

—Podría ser... Pero necesito tiempo y hechos. No sólo habladuría.

Asintió.

—Pronto todo regresará a la normalidad.

—Seguro que sí —concordé.

Miró el reloj en su muñeca y luego a mí.

—Ve a descansar, o lo que sea que te apetezca.

—¿Cuándo podré salir a la ciudad?

—En unos días, lo prometo.

—Bien —dije, levantándome de la silla—. Voy a descansar.

Giré sobre mis pies y desaparecí de su despacho.

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