HUNTER. Tierra de salvajes #1...

By LBSilva

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Todos tenemos un alma salvaje. Tomos somos salvajes. Aquellos que viven, aquellos que aman, aquello... More

Sinopsis larga.
Prologo.
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Final.
Epilogo
Agradecimientos.
Multimedia
¡Auburn historia destacada en Wattpad Acción!

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By LBSilva

Los ruidos extraños despertaron a Luke al instante y cuando abrió los ojos, vio como la puerta de su habitación se abría lentamente. Había sido una larga noche y estaba seguro que los mexicanos no iban a acercarse ni siquiera por casualidad, pero no podía estar tan seguro. Esos idiotas estaban jugando de manera inteligente desde hacía un tiempo y él no lo podía creer, normalmente eran unos sanguinarios idiotas. Debajo de su cama escondía una de sus tantas armas y cuando la fue a buscar, pudo ver de quien se trataba.

Raven estaba entrando en su habitación sin preocuparse por golpear y semi desnuda, cosa que sorprendió a Luke al instante. Desde hacía tiempo que ella no se rebajaba a eso, pero ahí estaba con una camiseta sin mangas de una banda y en ropa interior. Él no solía dejar la luz prendida, pero la luz del pasillo le había dado la vista necesaria.

—¿Qué haces, Raven? Ve a tu departamento —le pidió Luke de mal humor, sabiendo en que iba a terminar todo eso. Prendió la luz del velador al tiempo que la joven cerraba la puerta y le mostraba que había llevado una botella de whisky. ¿Realmente tenía que hacer eso? No ayudaba a ninguno de los dos—. ¿Qué ha hecho Hunter esta vez?

—¿Tienes realmente que pensar en tu hermano ahora mismo? —le preguntó Raven casi riéndose de él cuando le sacaba la tapa a la botella y la llevaba a sus labios. Luke suspiró al saber que era lo que seguía, siempre terminaba todo del mismo modo.

No era la primera vez que Raven llegaba a su habitación enfadada con Hunter y coqueteaba con Luke hasta que ambos terminaban en la cama. Él había entendido que lo hacía de enojo, porque no podía tener a Hunter pero si al hermano y era una estupidez. Raven era mejor que eso, merecía a alguien que realmente la quisiera y no a su idiota hermano, fanática de las muñecas de trapo rubias.

Raven dio un paso hacia Luke, acercándole la botella y él se negó, sintiendo que eso no estaba bien. Acostarse con Raven nunca había sido un problema para él, estaba bastante bien la chica pero desde que había llegado Becca no paraba de pensar en ella todas las noches. La muy maldito se había metido en su mente desde que había llegado y él sentía odio al pensar que ella vivía sin sentir lo mismo que él. Tenían una historia aparte y él no quería retomarla, pero tampoco quería que terminara del modo que había terminado en Chicago.

—Vamos, Luke. Sé que quieres esto. ¿Te piensas que no sé lo que pasa por tu cabeza cuando ves a Valerie? —preguntó ella y Luke se quedó en silencio observándola con enojo. ¿Cómo se había dado cuenta? ¿Los había visto juntos? Raven dio unos pasos hacia él, casi acechándolo lentamente mientras se negaba a mover—. Escuché lo que dijiste cuando viste por primera vez a las Reeves, que conocías a la hermana mayor. ¿Tuviste una historia? ¿Sientes algo por ella? Eres tan tonto como tu hermano, cayendo en las garras de alguien que jamás podrás tener.

—Esto es una idiotez, Raven. No sabes nada de mí y mucho menos de Rebecca, así que mejor deja el juego de zorra en otra habitación. Tal vez Dante te reciba con los brazos idiotas —se burló aunque rápidamente recordó que su pobre hermano estaba en la mesa de reuniones recuperando fuerzas. Raven no se movió, sino que tomó otro trago sin darle importancia.

—¿Eso es lo mejor que tienes?

—Debe ser feo ver como una niñita como Valerie te quita al chico de tu vida, ¿no? ¿Por eso estás herida? ¿Por culpa de Valerie? —le preguntó él ya riéndose de ella y notó en su rostro la mirada dolida que sin quererle demostró Raven. Le había dado donde le dolía y se notó que la había herido. Luke no quería realmente eso y cuando vio como ella se alejaba de él, comprendió que estaba equivocado. No valía la pena hacerle eso a Raven y además, podía sacarle un lado bueno a todo eso.

Buscó rápidamente el brazo de Raven, apretando con fuerza sobre su piel y tiró de ella hacia él, sonriendo de lado cuando la joven chocó contra su hombre. No supo quién fue el primero que se lanzó sobre los labios del otro, pero tampoco importó demasiado luego.

—Alguien está muy contenta hoy.

La voz divertida de su madre fue lo primero que escuchó cuando entró en la cocina y se encontró con una escena bastante extraña. Becca alzó las cejas rubias al ver a su familia reunida y comiendo como si fuera un día especial. Valerie se encontraba frente a la cocina batiendo algo mientras la cocinera le explicaba cómo hacerlo y se reía junto a ella. Las dos parecían bastante divertidas y Valerie canturreaba una canción que nunca había escuchado. La ignoró por completo mientras se sentaba frente a la mesa junto a sus padres. Su madre miraba la televisión mientras su padre leía el diario desde su Tablet, como solía hacer siempre. No le importó la mirada acusadora que le regaló cuando ella se sentó, solía hacer eso bastante seguido.

—¿No saludarás a tu hermana, Becca? —le preguntó su madre, prestándole atención en los momentos más estúpidos. Fue Becca quien decidió ignorarla y le robó el plato de tostadas a Valerie. No le gustaba comer pero tampoco estar con el estómago vacío.

Odiaba permanecer un segundo con esas personas, pero no tenía otra opción. No podía irse mientras ellos tuvieran secuestradas todas sus tarjetas de crédito y le impidieran salir. A ella no le importaba, podía escaparse, pero luego llamaban a la policía y ella tenía que esconderse como una idiota por todos lados. Había comprobado que la gente de Auburn no estaba muy feliz con ellos y Luke no parecía quererla cerca.

Suspiró enojada, recordando su encuentro con Luke y lo mal que había terminado todo. Odiaba como había terminado su relación en Chicago y odiaba aún más lo que le había escondido. Cuando lo vio a escondidas, consideró confesárselo pero de su boca no salieron las palabras que necesitaba decirle. No quería ocultárselo eternamente, iba a decírselo cuando tuviera tiempo.

—Valerie, me dijeron los de seguridad que hay un regalo para ti en la puerta —le comunicó un guardia que entró en la sala. Valerie soltó un alarido alegre, que Becca odió, y salió corriendo en busca de su regalo. Eso le hizo recordar que día era, el bendito cumpleaños de Valerie. Se había olvidado por completo que era ese día y que esa noche iban a tener el baile que la rubia había organizado.

La chica nombrada apareció en la escena nuevamente con una caja enorme y pegando gritos como si fuera una niña. Su padre le ordenó que dejara la caja en la mesa y la abrieran. Eso le hizo sospechar a Becca sobre la persona que había enviado el regalo y, por el rostro de su hermana, ella también lo había comprendido. Su rostro se transformó y mientras le sacaba el moño a la caja, pudo ver la seriedad que tenía la joven.

Valerie les mostró un precioso vestido rosa que todos adoraron, menos las dos Reeves y cada una tenía una razón. Cuando lo volvió a dejar en la caja, Becca pudo ver algo que le sorprendió más de lo habitual. La joven llevaba un nuevo colgante en su cuello y se notaba que era algo nuevo, ya que resaltaba en su cuello. La sangre de Becca se heló al instante y recordó lo feliz que había sido cuando recibió por primera vez ese mismo colgante. Necesitaba decirle a Valerie lo que eso significaba.

—¿Quién envía ese hermoso regalo, Valerie? —le preguntó su madre fingiendo ignorancia y por la mirada que le regaló su hermana, no le gustó la pregunta. La chica tenía en sus manos la tarjeta y la dejó sobre el vestido sin darle real importancia—. ¿Valerie?

—¿Quién va a ser?

Tomó la caja, con total furia, y abandonó la mesa con cara de pocos amigos. Eso fue la mejor señal para Becca y se levantó al instante para seguirla. Valerie estaba entrando a su habitación cuando la alcanzó y vio como lanzaba la caja en su cama con violencia, obviamente furiosa por lo que su padre estaba planeando a sus espaldas. Cuando fue a cerrarla puerta de su habitación, Becca aprovechó para atrapar su brazo y apretarle con fuerza la piel. Valerie dejó escapar un grito de dolor y miró a su hermana sorprendida por lo que estaba haciéndole.

—¿Qué haces, Rebecca? ¡Me duele! —aulló adolorida y su hermana la soltó finalmente. Odiaba verla con aquel colgante, tenía tanto odio y celos que no sabía cómo interpretarlos o demostrarlos. Su hermana llevaba el colgante de las mujeres Williams—. ¿Qué pasa contigo hoy? Ni siquiera me saludas por mi cumpleaños y ahora me haces daño.

—¿Quién te dio ese colgante? —preguntó ella rápidamente y vio como Valerie no sabía que contestar—. ¿No sabes qué significa? Lo estás llevando frente a mis ojos como si nada, eres un asco.

—Es uno de los tantos que llegó a casa hoy, Becca, cálmate. ¿Por qué dices esas cosas tan feas? —quiso saber con su vocecita de niña buena que ella odiaba escuchar. Becca resopló y la empujó dentro de la habitación al mismo tiempo que cerraba la puerta—. ¿Me explicarás? ¿Es algo malo? Parece un poco gótica, pero me pareció preciosa y sabes que me encanta usar todos mis regalos.

Becca suspiró, cansada de la ignorancia de Valerie y se sentó en la silla del escritorio esperando que su hermana también lo hiciera. La rubia se había sacado el colgante y lo observaba confundida, admirando la cruz de plata con aquella calavera. No podía ser tan ingenua y esperaba que le explicara la verdad lo más rápido posible.

—Estás usando la cruz de las mujeres Williams —le explicó finalmente Becca y notó la sorpresa en el rostro. Luego mostró miedo en su mirar, como si aquello dijera demasiado y Becca comprendió que le tenía miedo a su padre—. Significa que un Williams quiere que estés protegida, Valerie. ¿Estás saliendo con Dante?

Valerie se sentó en la cama más que sorprendida, con el collar en sus manos y se notaba en su rostro que no podía creer lo que estaba mirando. ¿Por qué le daba tanta sorpresa? Si ella estaba con un Williams supuso que sabía la leyenda de esos colgantes. Se llevaban por años y había bastantes en el club, salvo que dependía de las mujeres presentes. Los Williams normalmente tardaban en sentar cabeza, pero cuando lo hacían, entregaban aquellos colgantes para demostrarles a todos los demás que ya tenían dueño. Machistas.

—¿Con Dante? ¿Qué?  No, jamás —respondió de manera distraída, aun mirando el colgante. Fue en busca de su teléfono, que reposaba sobre el escritorio y comenzó a teclear rápidamente cuando lo encontró. Becca esperó, porque estaba perdiendo la calma en esos minutos—. ¿Estás saliendo con Luke? Porque...

—¡No, Becca! —exclamó Valerie rápidamente, sorprendida más que nada y se volvió a sentar en la cama para observarla. Notó al instante esa mirada que le estaba regalando su hermana y suspiró lentamente, sabiendo que estaba sintiendo pena por ella. Como de costumbre en esa casa—. ¿Cómo sabes esto? ¿Llevaste el colgante también? ¿Estabas saliendo con Luke?

La mayor de las Reeves suspiró lentamente, sabiendo que debía contárselo a alguien algún día. No sabía cuánto podía ocultar aquello y sentía que necesitaba decírselo a alguien. Ahí estaba la solución, su pequeña hermana cayendo en la misma trampa que ella e ignorando el dolor que iba a sentir cuando todo terminara.

Ella había amado a un William y  se había arrepentido luego, veía que su hermana estaba cometiendo el mismo error. Lo veía en la mirada de ternura al tener ese colgante entre sus manos, como si fuera el mejor regalo del mundo. No le importaba el vestido costoso que Sergei le había regalo, sino una simple cadena antigua con un colgante que había pasado por muchas manos.

—¿Becca? ¿Estás ahí todavía? —le preguntó Valerie y comprendió que ella le estaba preguntando si seguía consiente. Aquello le molestó, sobre todo porque tenía un buen día y se encontraba bastante estable. Llevaba dos días sin consumir y lo estaba manejando bastante bien, no quería matar a nadie todavía—. ¿Salías con Luke?

—Tuve un hijo con Luke, Val... no es tan simple, la historia no es tan simple.

Lydia maldijo al instante que vio quien estaba esperando por ella a la salida de su curso de pintura y al parecer, a Dante no le importó en lo más mínimo. Su tío estaba sonriéndole como todo un galán, con aquellas gafas de sol negras que se usaban y las manos en los bolsillos de sus vaqueros. Sus compañeras se reían como niñas tontas mientras pasaban a su lado y él parecía reírse de la situación.

Desde que su padre se había enterado que tenía una amistad con Alaska, Dante la perseguía a todos lados sin importarle lo que le dijera. Había tratado de esquivarlo, de esconderse y había terminado por aceptar que era un pesado. Los primeros días lograba dejarlo atrás por las heridas que Dante tenía, pero parecía que se estaba recuperando bastante rápido. Ahí estaba el maldito, siendo su guardaespaldas.

—¿Cómo fue la clase? —le preguntó sonriéndole de lado cuando ella se acercó a él. Odiaba su sonrisa sexy, esa que tan bien le quedaba y por las que sus amigas deliraban. Odiaba que fuera tan guapo, tal vez lo mejor que había visto de Auburn. Y odiaba mucho más tener esos pensamientos por alguien que era su tío. Maldito destino—. ¿Pintaste hombres desnudos?

—Ya te dije mil veces que no pintamos cuerpos, Dante y que por más que quieras no van a dejarte ser modelo.

Escuchó al rubio reír y lo ignoró, comenzando a caminar por la acera sin preocuparse si él la seguía o no. Lamentablemente no tenía auto y Dante tampoco, así que debían caminar hasta el bar como si fueran personas normales. Era estúpido que él fuera integrante de una banda de motos pero que no pudiera andar con ella debido a su herida. ¡Por lo menos quería usarlo como chofer!

—¿Cuándo podrás usar la moto? —quiso saber curiosa, porque en esos días había comenzado a hablarle. No tenía otra opción, parecía que iba a permanecer a su lado por un largo tiempo hasta que demostrara que no iba a hablar con Alaska. Dante se encogió de hombros, fingiendo que no sabía pero ella tampoco quiso preguntar demasiado. Al parecer, el chico no estaba llevando muy bien el tema de su recuperación y por eso Hunter lo había enviado a acompañarla. No quería preguntarle tampoco, porque para un William no estar ayudando era algo realmente importante y Lydia lo sabía—. ¿Me seguirás a todos lados?

—Es mi función, linda, las cosas se están poniendo complicadas y Hunter quiere que cuide de ti, sobre todo teniendo en cuenta en los problemas que te metes solita —se burló Dante chasqueando la lengua y haciendo enojar a Lydia al instante—. Vamos, no te enojes. Fue una idiotez lo que hiciste y Hunter está siendo bastante bueno contigo.

—¿Buen conmigo? ¡Me ha castigado! No trabajo, no tengo dinero, ni celular y mucho menos computadora. Estoy volviéndome completamente loca —dramatizó ella y Dante puso los ojos en blanco al escucharla—. ¿Cuál es el problema con Alaska?

Dante suspiró y a ella le molestó hasta esa actitud del chico pero se detuvo en seco cuando vieron como un auto se detenía de la absoluta nada en medio de la calle. El rubio lo notó al instante y se puso en medio de Lydia, sacando el arma que guardaba detrás de su espalda, escondida por su chaleco. Detrás del auto, estacionó una camioneta negra y Lydia sintió que su cuerpo se paralizaba al comprender que iba a suceder.

—¡Corre, Lydia! ¡Tienes que avisarle a Hunter! —exclamó Dante, pero ella se quedó paralizada cuando los disparos comenzaron a sonar. No sabía cómo reaccionar a esos momentos y cuando quiso moverse, ya unos brazos estaban atrapándola. Pudo escuchar los gritos de Dante, pero cuando ella misma quiso gritar uno de sus atacantes le golpeó la cabeza y no pudo ver nada más.

La máscara quedaba perfectamente en su rostro cuando, con mucho cuidado, la dejó sobre su rostro y se observó en el espejo de su habitación. Valerie no tenía ánimos de una fiesta desde había hablado con su hermana y no sentía que era el mejor día para celebrar su cumpleaños. Antes de salir de su cuarto, colocó la cadena en su cuello y sonrió un poco más animada al ver que bien quedaba en su cuello desnudo. Recordaba las palabras de su hermana y el consejo sobre esconder la cruz, pero no le importó en lo más mínimo. No tenía nada que ocultar y si su padre se enteraba de las veces que había ido al club de los Williams, no le afectaba en nada. No había hecho nada para recibir algún tipo de furia por parte de su padre, simplemente tener una amistad con Hunter Williams.

Bajó a la sala principal, en donde estaba la fiesta ya comenzando y suspiró al ver a Sergei primero en la escalera esperando por ella. Su padre la observaba desde la mesa principal y era obvio que esperaban que ella fuera directamente hasta el ruso. Pero ella no quería hacer eso, no quería vivir esa tontería que sus padres tenían planeado para ella. Esa era su vida y no iban a tomar las piezas de su propio ajedrez.

Le sonrió de lado a Sergei, al pasar al lado de él, como si lo saludara y siguió caminando hasta encontrarse con sus "amigas", esas jóvenes que pasaban el tiempo con ella en las fiestas. No se sentía del todo contenta con esa fiesta, pero le gustaba la idea de las máscaras. Algunos, como sus padres y Sergei, se habían negado a usarlas y llevaban su rostro con orgullo.

A Valerie le había parecido que la fiesta de máscaras era una buena idea para ocultar la identidad y dejar de lado las caretas que llevaban todos los días. Ella no quería ser "la hija de", quería ser la persona que era y no quería fingir más.

Las luces fueron apagándose y lentamente comenzó el espectáculo de luces que Valerie había preparado para sorprender a los presentes. No iba a negar que le encantaba y que por momentos se quedó observando como las luces cambiaban de color con el ritmo de su música favorita. Su rostro apareció en las pantallas que su padre había puesto a los alrededores y no pudo evitar sentir que esa era su noche.

Alguien tomó su brazo y cuando quiso moverse, ya estaba frente a Sergei y su rostro encantador. Era realmente apuesto, no iba a negarlo pero todo él le daba mala espina y no quería tenerlo cerca. Él la observó atento, mirando el vestido blanco que la chica llevaba junto a su máscara y se detuvo a observar el cuello de Valerie. Tomó con una de sus manos la cadena y Valerie agradeció la música tan fuerte, aunque la mirada que él le regaló lo decía todo.

Fue como una advertencia, como si le dijera que tuviera cuidado que bando elegía y Valerie deseó hablar, pero se quedó en silencio observándolo mientras se alejaba de la pista de baile. La música cambió y las luces dejaron ver a las personas que estaban a su alrededor. Era un efecto especial, uno sentía que estaba en un acuario, cosa que a Valerie le encantaba y Auburn no tenía.

Uno de sus cantantes favoritos, Hozier, comenzó al mismo tiempo que pudo ver a la persona que estaba buscando desde que había entrado a la sala. Hunter Williams había ido a su cumpleaños y ella no podía creer que él fuera real en ese momento. Lo pudo reconocer incluso con la máscara negra que tapaba su rostro, esos ojos azules eran irreconocibles. Llevaba traje, uno azul muy oscuro y el cabello largo hacia atrás, aunque la barba seguía presente. Su corazón latió enloquecido al verlo tan guapo y fue caminando lentamente hacia él, sin importarle que la música fuera lenta y eso sólo significara una cosa.

—Viniste —murmuró ella sorprendida y él no pudo hacer otra cosa más que gruñir, demostrando lo poco que le gustaba eso. Parecía un sueño para ella, pero era real y le encantaba. Para seguir soñando, Hunter bajó la mirada y buscó la mano de la chica. Ella se quedó petrificada, sin saber que hacer mientras llevaba su otra mano a la cintura y demostraba con esos gestos que iba a bailar con ella. Hunter Williams iba a bailar con ella, eso no podía ser real—. ¿Vas a bailar conmigo?

—No, voy a bailar con tu madre, Valerie —respondió con sarcasmo casi gruñendo al ver que ella estaba burlándose de él. La rubia sonrió divertida y tomó su mano con fuerza, moviéndose lentamente para demostrarle a Hunter el ritmo que debía llevar—. Al menos tienes buen gusto musical, aunque como organizadora de eventos eres un desastre.

Ella giró los ojos ignorando por completo lo que estaba diciéndole, porque él siempre hacia eso y lo había notado en poco tiempo. Lanzaba un elogio y cien insultos, para opacar las buenas palabras. Miró por encima del hombro de Hunter a sus padres observando la escena con sospecha y Valerie se acercó a él para tratar de ignorar su presencia. ¿Podía olvidarse que estaban sus padres y Sergei observando cada paso que daba? ¿Podía soñar algo así? Envolvió con uno de sus brazos el cuello de Hunter, aún con sus manos unidas y él la pegó más a su cuerpo.

—¿Por qué me regalaste ese colgante, Hunter? Ya me dijeron que significa —quiso saber ella y Hunter suspiró, pero la miró con esa claridad que tenían sus ojos. Estaban tan cerca que podía hasta oler su perfume y eso era extraño, porque normalmente Hunter olía a humo. Le encantaba como se veía en ese momento, pero le gustaba más el Hunter sucio, despeinado y desarreglado que había conocido. Vaya locura.

—Estoy dándote mi protección, me pareció mejor que tuvieras tú el colgante, Valerie. Es mi regalo de cumpleaños, la protección de los Williams —comenzó a explicarle, ella lo entendía pero escuchar su voz le agradaba—. Nos has ayudado mucho y has salvado la vida de mis hermanos. Nada me importa más que mis hermanos, Valerie, estoy en deuda contigo. No te olvides nunca de eso. Mi manera de devolverte el favor es darte mi protección.

Ella asintió comprendiendo lo que estaba diciéndole y quiso agradecerle por lo que estaba haciendo. Era un regalo extraño, porque sentía que Hunter le interesaba su bienestar y le daba esa protección de un modo algo extraño. Ella lo había visto como algo machista al principio, sintiéndose marcada por un hombre pero eso era diferente. Hunter le estaba demostrando un sentimiento y esa sensación en su pecho crecía lo suficiente para saber que era algo bueno.

—Estuviste muy mal en ignorar a Sergei, te vi hacerlo —siguió hablando él y Valerie lo observó sorprendida al comprender que Hunter lo había visto todo—. No hagas eso, sólo lograrás que se sienta más interesado en ti y te persiga eternamente. Ten a tus amigos cerca, Valerie, pero aún más a tus enemigos.

Tenía un punto, no iba a negarlo y era verdad lo que decía. Parecía que a Hunter no le importaba enseñarle esas cosas que él sabía desde siempre y ella ignoraba por ser joven, pero estaba dispuesta a aprender. Dejó de pensar cuando escuchó que Hunter tarareaba la canción y pudo sentir un leve escalofrío en su espalda, uno muy bueno.

—Dejando lo de Sergei de lado... la cadena, ¿significa que me protegerás?

—Con mi vida.

Valerie dejó de bailar y Hunter la pisó sin quererlo, fulminando a la joven con la mirada por haberse quedado quieta pero ella no podía dejar de mirarlo. ¿Podía él sentir lo mismo? ¿Podía comprender la conexión que estaban viviendo en ese momento o solo era ella la que se estaba volviendo loca? Hunter había dejado de ser un gruñón molesto y juzgón, para ser un gruñón que iba a protegerla de cualquier mal. Habían dado un gran paso y ninguno de los dos podía admitir. Bueno, Valerie si podía.

La música terminó de una manera algo brusca y frunció el ceño sin entender quien había sido el idiota de arruinar su momento brillante. Pero la música no volvió y las luces se apagaron de la nada. Hunter tomó el brazo de Valerie, siempre con esa fuerza que no sabía controlar, y la acercó a su pecho. A ella no le gustaba ocultarse, pero cuando los televisores se prendieron comprendió que debía temerle a eso.

—¡Feliz cumpleaños, hija del alcalde!

La voz gruesa, modificada por una computadora, sonó en todas las esquinas de la fiesta y Hunter gruñó mirando hacia todos lados, sin encontrar a un culpable. En las pantallas se veían fotos de la familia Reeves en sus peores momentos y Valerie pudo ver a su padre bebiendo con mujeres que no eran su madre y a Becca drogándose en cualquier esquina. Hunter la tomó nuevamente con fuerza del brazo y comenzó a avanzar entre la gente junto a ella, sin importarle que no quisiera moverse de su fiesta.

—¿Adónde crees que vas, rubio? —dijo una voz cerca de ellos y Valerie escuchó un golpe. Las luces volvieron pero esta vez eran rojas y mostraban toda la sala llena de personas que Valerie no conocía. Hombres vestidos de rojo los apuntaban con un frasco extraño, uno de ellos habían golpeado a Hunter y él yacía en el suelo herido—. Vas a mirar el espectáculo, princesa.

Valerie le extendió su mano a Hunter y él pudo levantarse, quejándose del golpe que había recibido por parte de aquel idiota. Pero ella no lo escuchaba, miraba las imágenes que pasaban por los televisores sin poder creerlo. Sabía que su padre era un delincuente, que engañaba a su madre y que su madre era un desastre. Pero no quería verlo de ese modo, no en su cumpleaños, no así.

Todas las pantallas demostraban diferente tipos de fotos y estaban en todos lados, por lo que Valerie giraba cada vez que veía una nueva foto y sollozaba ante cada horror. ¿Cómo podía tener una familia así? ¿Cómo podían ser tan hipócritas y erróneos? Ella intentaba valerse por sí misma, seguir sus propios códigos y ellos eran de ese modo. No podía creer que eso era lo que tanto escondían y comprendió porque no había usado una máscara esa noche, porque él ya tenía una tatuada en el rostro. La joven se sacó el antifaz que llevaba, lanzándolo al suelo y mostrándole una rebeldía a su padre que nunca había demostrado hasta el momento.

Hunter llevó su mano al rostro de la chica y ella vio como él hacía lo mismo al tiempo que esos hombres lanzaban una especie de gas de pimienta. Aparentemente, él lo había comprendido antes que cualquier presente y cuando Valerie quiso abrir los ojos, sintió las lágrimas en su rostro salir sin pedirle permiso. La garganta comenzó a picarle y tuvo la necesidad de toser sin control, a pesar de la mano de Hunter en su boca.

Las fotos terminaron y una figura apareció en la pantalla, llevaba una máscara de gas y se reía de la situación. Ella no podía dejar de ver a esa persona que escondía su identidad y demostraba que su padre tenía más enemigos de los que pensaba. Hunter la envolvió con su traje, para que el humo que estaban lanzando los hombres de negro no le hicieran, pero a ella no le importó.

—¡Tenemos que salir, Valerie! ¡Vamos! —le gritó él y empezó a empujarla para acercarse a las puertas que daban al patio. Todas las personas corrían y gritaban enloquecidas, pero su padre estaba petrificado observando el desastre que había creado.

Valerie lo observó y cuando él le devolvió la mirada, no pudo reconocer a su padre. 

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