Malas Enseñanzas

By PaolaValentine_

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Se suponía que todo iba a ser sencillo. "Se suponía" Pero como siempre, todos mis planes eran una porquería... More

Sinopsis completa
Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 |+18|
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Maratón 1/4)
Capítulo 37 (Maratón 2/4)
Capítulo 38 (Maratón 3/4)
Capítulo 39 (Maratón 4/4)
Capítulo 40
Capítulo 42
Capítulo 43 |+18|
Capítulo 44
Capítulo 45 |+18|
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 |+18|
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Nota importante que deben leer
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59

Capítulo 41

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By PaolaValentine_


Capítulo 41| Vestido blanco

Dormir no fue posible.

Hice lo que pude, de verdad lo intenté, pero eso no pasó. El sueño no llegó a mí, o sí lo hizo, la melatonina estaba, pero la maldita no fue suficiente para hacerme caer como una muerta sobre la cama. Los nervios me tenían hecha un manojo de inseguridad y añade el hecho de la conversación tenida con Gabriel antes de irme del restaurante.

"Y eso es lo único que me impide no escabullirme en tu cuarto y hacerte retorcerte de placer como deseo"

Había reproducido esa frase una y otra vez en mi cabeza que me extrañaba que no se me haya rayado como un CD. Tomó todo gramo de autocontrol que poseía no ponerme mis zapatos y salir corriendo rumbo a su habitación.

No sabía si odiarme o felicitarme.

Por lo menos no me sabía dónde estaba su cuarto. El no tener esa información ayudó mucho a que me quedara tranquilita en mi lugar sin inventar locuras. Aunque no evitó plantearme la idea de sobornar a la recepcionista para que me lo dijera.

Pero habíamos hablado de ello.

Nosotros teníamos que alejarnos, no importaba nada de lo que yo quisiera. No importa que desee besarlo con todo mi ser, ni que quería me tome como apetezca, ni mucho menos que me haga sentir de la forma en que él lo hace. Yo tenía que pensar en nosotros. En cómo no podíamos cometer esa estupidez dos veces.

Y quería, por Dios que lo deseaba con todo mi corazón. Pero solo sería echar piedras sobre mi tejado. Nos cagaríamos la vida.

Dormí unas tres horas antes de que la alarma de mi teléfono interrumpiera mi pobre descanso. Me levanté de la cama a duras penas y me metí a la ducha para intentar hacer de mí una persona normal. Lo más increíble de todo es que estaba temblando. Y no por el frío.

Estaba cagada.

Me lavé el cabello y lo sequé con el secador. Mientras comí unas galletas saladas para controlar mi azúcar. Pero era complicado porque sentía que no me pasaban. Tenía un nudo en la garganta demasiado horrible para ignorarlo.

¿Qué estaba pensando Gabriel cuando me dijo que hiciera eso?

Estaba aterrada y de los nervios comencé a llorar.

Sí, así de grande era mi pánico escénico.

Me intenté calmar y decirme que era fuerte para hacerlo, pero me encontraba a un nivel de nerviosismo. Había al menos doscientos asistentes. ¿Y sí todo salía mal? Eso era olvidarme que algún día me inviten a algo así de nuevo.

Ahorita me sentía insegura, pero esperaba que un futuro cuando ya fuera especialista ser invitada en serio. Solo debía verme con un psicólogo para ver cómo demonios controlar esta ansiedad.

Mi teléfono comenzó a sonar y me di cuenta de que era una video llamada de Elijah.

—Hola, hermana —dijo apenas contesté.

—Hola Bro.

Mi mirada se enfocó en un punto que estaba cercano a él. No podía ser posible. A su lado estaba una persona que nunca imaginé.

—Papi —mi padre estaba a su lado, no entendía nada—. ¿Qué haces con Elijah?

—Desde que me dijiste que serías expositora en el congreso, me vine para Toronto. Tengo que ver a mi bebé triunfar.

—Pero podías verlo desde YouTube. —ya estaba llorando de nuevo, mi padre era el mejor del mundo—. No tenías que viajar solo por eso.

—Lo quiero ver con mi otro hijo. Estoy orgulloso de ti, Very. Eres una buena médica.

Yo me sentía como un fraude, porque tenía miedo de cagarla. Verían en vivo y directo la vergüenza mía. No podría verles la cara de nuevo. Y eso que eran mi familia.

—Sé que estás bañada en mierda. Pero vas a poder, Very. Sé que sí. —Mi hermano de la vida estaba dándome ánimos y sabía que él confiaba en mí—. Maquíllate y ponte la braga blanca que llevaste. Matarás a todos el público con eso.

—No creo que sea buena idea.

Very, hazle caso a Elijah. —sí, yo sé que él sabe de estas cosas—. Nosotros estaremos aquí mientras te maquillas.

Y así lo hice, Elijah no era mejor en el maquillaje que yo, pero siempre me había acompañado en eso y tenía idea de mis pobres capacidades. Le fui preguntando sobre lo que mejor me quedaba y él me fue dando el visto bueno hasta que acabé.

Me despedí de ellos mientras tomaba mi bolsa. Revisé dos veces de que estuviera la memoria USB y las otras cosas que necesitaría. Yo era la primera del día de hoy, lo que era bueno, ya que quitaba la tirita de una vez y no alimentaba la expectativa innecesaria.

Llegué a al auditórium y le llevé mi documento a la encargada. Me cambiaron el gafete de Asistente a Ponente. Lo que fue una transformación radical. Uno que me dejaba asustada, pero que pese a ello se sintió bien.

Me sentí importante.

Terminé en el restaurante, ya que hoy si no me perdería la comida gratis y me serví frutas, granola y yogurt. Era ligero y me permitía no morir por la azúcar baja.

Me senté a comerla en una mesa sola y vi que alguien se acercaba. —Tienes que estar bromeando.

Whitman se veía enojada y yo no comprendía nada. —A ver, doctora. No entiendo. Estoy sola en una mesa, no la estoy mirando. No estoy haciendo nada. ¿Qué coño hice ahora? ¿Pestañear?

Ya estaba cansada. Harta. Y no me importó. No podría despedirme aquí.

—Tú eres un maldito problema. ¿cómo es que vas a presentar mi caso de Chagas aquí? Eres una residente de primer año.

Pero ese merito era mío. No me lo quitaría. —Lo diagnostiqué yo, doctora. Que no se lo olvide.

—No me importa. No te vas a presentar. Lo haré yo.

¿Qué demonios dijo?

—No, ya soy la ponente de esa presentación. Así que no.

—Eres una residente.

—Y está asesorada por mí —escuché la voz del doctor Vera y esta se quedó muda—. La doctora Taylor va a presentarlo, ya que es la que tiene la preparación. Tanto Gabriel, como yo la orientamos.

Mierda.

¿En qué momento había aparecido?

—Es una residente, no está preparada.

—Lo está, puede ser joven, pero es inteligente. Ella lo presentará. —Whitman intentó que no se le notara la rabia. Ella era dulzura ante los demás, pero conmigo es que se comportaba como una desgraciada.

La gente había visto el espectáculo y yo quise hacerme bolita. Cuando fuera a hablar, se acordarían de este chasco.

Y fue cuando lo vi.

Stone dejó la comida que se estaba sirviendo y caminó hasta donde nosotros estábamos. —Que sea la última vez que gritas, vapuleas a un residente. Ella se ganó ese lugar.

—Pero Gabriel...—él le cortó con un ademán de la mano.

—No, déjala en paz. Es mi residente y yo creo lo que me es pertinente para que ella destaque.

Tomó sus cosas y salió de ahí por completo enojada. Estaba segura de que ella tomaría venganza y aunque fue una victoria, no podía sentirme del todo bien.

—Gracias a los dos.

—Me enoja que por ser mayores crean que tienen la razón —Vera parecía de verdad molesto, supongo que, al ser tan joven, muchos doctores quieren hacerle creer que no sabía nada.

—Es lo común en los hospitales —contestó Gabriel

Ambos siguieron hablando un poco. Me explicaron que venían a desayunar conmigo para darme las últimas pautas del seminario, pero se encontraron con la escena de la muñeca diabólica. Yo me hallaba por completo callada. Pensando en todo y nada.

El doctor Vera fue a prepararse para una segunda ponencia que tendría ese día y yo me quedé ahí moviendo mi comida de lado a lado.

—¿Estás bien?

Asentí. —Sí, salvo el disgusto. Todo bien.

—Termina tu desayuno, la hipoglicemia no es una opción.

Se me había ido por completo el apetito.

Tomé mi taza de café, pero me di cuenta muy tarde que las manos me temblaban. Lo que hizo que el líquido ambarino cayera de manera trágica y abundante sobre mi pantalón blanco.

Mierda.

—No, no, no —me iba a echar a llorar y no me importaba nada—. Por favor, no.

—¿Qué ocurre, Very? ¿Tu azúcar volvió a estar baja?

Sí, esa sola pregunta bastó para que yo me volviera un desastre llorón. Porque aquí estaba delante del hombre que me riñó cuando me manché mi bata con café, el mismo que me regañó por no estar de punta en blanco en el hospital.

Además, los nervios y el encuentro con la idiota de Annabelle me dejó como a una niña que quiere esconderse tras las faldas de su madre.

—Sermonéame de una vez.

Me miró sin entender. —Pero ¿por qué dices eso?

Le señalé la gran mancha marrón en mi pantalón. —Me manché con café.

—Es que solo a ti se te ocurre tomar café cuando estás nerviosa. Solo aumenta tu ansiedad y no te quita el sueño. —sí, aquí vamos—. No llores, por favor.

—Mejor me voy de aquí. No me da tiempo cambiarme y tampoco tengo ropa para eso. Si me paro allí solo voy a hacer el ridículo.

—Nada de eso, que no te afecte lo de Whitman.

—Ella tiene razón. Solo soy una residente.

—Y un carajo. —tomó su teléfono y marcó un número, comenzó a hablar en inglés, pero yo estaba tan cabizbaja y triste que no entendí nada—. Gracias.

Eso último lo dijo en español.

—Me voy, di que estoy indispuesta —me levanté de la mesa para salir de aquí, pero sentí su mano en mi brazo—. Stone.

—Vas a ir a esa ponencia. Vas a hablar y demostrarás que no te perturbó lo que te dijo.

—Ella me odia.

—Y por eso mismo no puedes irte. —vi que alguien se acercaba a nosotros—. Gracias por venir.

No entendí nada.

—Avery. Ella es una de las dependientas de la boutique que hay en el resort. Te trajo ropa.

Iría a dejar mi riñón para comprar algo. —No, es un error. —lo miré—. No tengo para pagar eso.

—No, ya está listo. Tómalo por hacerte exponer sin consultártelo antes.

—Pero... —él negó impidiendo que siguiera.

—Vístete que quedan quince minutos para que empieces.

La chica era una morena alta que parecía una modelo. En su mano había un porta trajes y yo me sentía nerviosa. ¿Cómo coño, Stone sabía mi talla?

—Vamos al baño, sus zapatos quedan bien con el vestido que le escogí.

¿Un vestido?

Me hizo pasar al baño que estaba al lado del restaurante y cerró la puerta de afuera. Me extendió el porta trajes y tenía vergüenza de que me viera desnuda. Además, tenía el detalle de mi bomba de insulina que era una visión bastante fuerte para algunas personas.

Miré el vestido, era una cosa hermosa vintage, cuello redondo, totalmente liso y sin mangas. Tenía bolsillos a los lados y una hilera de botones que lo ajustaba.

Me quité mi ropa e hice maromas para que el cable no se enredara. Tendría que verse la bomba ya que este vestido no estaba adaptado para esconderla, pero era mejor a que apareciera con la mancha de café bien en grande.

—No sabía que era diabética. Pero descuide, yo le arreglare un bolsillo para que coloque la bomba, será muy rápido.

—¿Es en serio?

—Sí, deme cinco minutos.

Tomó el vestido y sacó un costurero, enseguida comenzó a pegarle un trozo de tela por dentro de una forma invisible con la presteza de una cirujana. Apenas terminó me lo dio. —Listo.

Yo me lo coloqué y ella ayudó a ajustar la bomba, el vestido quedó en mi cuerpo de una forma que parecía hecha para mí. —Le queda precioso con su color de cabello.

El rojo resaltaba demasiado sobre la tela blanca.

—Gracias, en serio. Me salvaste.

Terminamos de arreglarme y de verdad que la bomba la escondió de que no se notaba. El sensor que tenía en mi brazo era otro cuento, pero bueno, hacía demasiado calor para esconderlo con una chaqueta.

Salí del baño y ahí estaba Gabriel. Parecía como si estuviera en una cirugía. —Te ves muy bien.

Eso hizo que ahora mis piernas también estuvieran temblorosas.

—Gracias, por el vestido. No debiste molestarte.

—No fue nada —pero para mí fue mucho.

Me despedí de la chica de la tienda y me fui caminando con mi jefe hasta el auditorio. Ya la gente comenzaba a sentarse para escuchar la primera ponencia del día, que era la mía.

—¿Cómo sabías mi talla? —decidí preguntar.

Una mirada que me encendió fue parte de su respuesta. —Recorrí tu cuerpo esa noche, creeme que sé cuál es tu talla.

Yo me quedé en silencio, pero con el corazón acelerado ante sus palabras. 

—Anda a buscar tus cosas, eres la primera. 

Y así buscó que no dijera nada. Suerte con eso, no creo que pueda hablar. 

Me colocaron un micrófono inalámbrico como en la televisión y eso arreció los nervios. —Está apagado —explicó el encargado—. Cuando vayas a pasar, lo encenderemos.

—Vas a salir bien —me dijo Stone antes de hacerme sentar al lado de una doctora que ayer dio una interesante exposición sobre tensión arterial.

A lo lejos vi a mi otro asesor y alzó el pulgar hacia arriba en apoyo. La cámara estaba lista para transmitir y yo casi me desmayé.

—Buenos días —dijo la host del evento y tomó todo de mí no correr en sentido contrario—. Bienvenidos al segundo día de este maravilloso congreso de Medicina Interna. Para iniciar la jornada de hoy daremos la bienvenida a la residente de medicina interna del St. Johns Hospital en Toronto, la doctora Avery Taylor.

Me levanté de mi asiento y caminé deseando no caerme. No dije nada con miedo a que mi micrófono ya estuviera encendido.

Cuando ya estaba en la tarima alcé la cara. —Buenos días, gracias por la invitación —eso sonó casi decente—. Como ya escucharon, soy la residente de primer año Avery Taylor. El día de hoy estaré hablando sobre la enfermedad de Chagas y sus consecuencias a corto, mediano y largo plazo a nivel del corazón. A propósito de un caso. Asesorada por los doctores Matías Vera y Gabriel Stone.

Me presenté y no vomité en el proceso. Tenía que decir todo eso, ya que al ser una residente debía ser ayudada por un adjunto.

—Antes de hablar de la miocarditis y la miocardiopatía chagásica, debemos dar un abrebocas de lo que es esta enfermedad. —cambié a la segunda diapositiva—. La enfermedad de Chagas, o tripanosomiasis americana, es una enfermedad causada por un parasito del genero Trypanosoma transmitida a través de la picadora y posterior defecación en la herida por un vector triatomino.

Respiré antes de continuar. —Esta enfermedad se encuentra asociada a países de América del Sur. Siendo Brasil, Venezuela y Colombia los primeros lugares donde es más común. Este dato es importante, ya que no es algo que veremos en nuestro medio, al menos no en Norteamérica o Europa, sino que es una enfermedad que está asociada a viajeros a estos países o inmigrantes.

Comencé a explicar los ciclos biológicos, como eran sus síntomas en distintos periodos. Además, de su tratamiento. De a poco comencé a sentirme que me soltaba, ya que el tema me gustaba.

—Presentaré un caso clínico que se mostró en nuestro hospital en el mes de febrero de este año. El mismo fue un reto, ya que es una enfermedad que se puede confundir con algunas otras. Pero de ahí lo importante es la epidemiología.

Coloqué el caso. —Se trata de paciente masculino de cincuenta y cuatro años de edad, que refiere inicio de su enfermedad actual en el mes de febrero, cuando comenzó a presentar fiebre, de cuarenta grados, continua, sin atenuación. Concomitantemente al cuadro clínico, cefalea que inició al mismo tiempo que la fiebre, holocraneana, de severa intensidad, sin atenuantes. Al examen físico hallamos, edema bipalpebral, un tercer y cuarto ruido cardiaco y hepatoesplenomegalia. En sus paraclínicos presentó leucocitopenia, trombocitopenia. Señala que viajó en el mes de enero a Sao Paulo.

Eché todo un cuento que era muy extenso, pero que se me hizo corto por la emoción. —Estando en observación, el paciente hizo un infarto, lo que contradijo el diagnóstico de linfoma que ya se había establecido —esa era una indirecta para la perra—. Hizo miocarditis. Por persistencia de los síntomas, hicimos un frotis sanguíneo. El cual demostró la presencia del parasito en sangre. Y se le diagnosticó como Enfermedad de Chagas en fase aguda.

Señalé las fotos del paciente, los procedimientos que se le hizo y los diagnósticos diferenciales. Y me extendí hablando de todo sobre el caso. No vi al público, si lo hacía, perdería el hilo. Solo que todavía no había llegado la parte más difícil.

—Si tienen preguntas, estaré encantada de contestarlas.

Aquí es donde se iniciaba el verdadero el espectáculo. Lo complejo venía ahora.

—Yo tengo una —dijo una doctora y mis manos comenzaron a sudar. La ronda de preguntas era obligatoria—. ¿Por qué pensaste en primer lugar que era Chagas?

—Por el historial de viaje a Brasil. Además, tenía un signo que es característico, el edema bipalpebral. Fue la puerta de entrada.

—¿Es la misma enfermedad que ocurre en África? —preguntó un residente.

Negué. —No, esta se conoce también como enfermedad del sueño por las graves afecciones que causa al sistema nervioso central, incluso su vector es diferente. Es por una mosca.

Así fui contestando todo. No me había dado cuenta hasta que terminé, pero lo logré. Había hecho una ponencia. Y lo mejor de todo, es que la hice bien.

No diría que perfecta, las manos aún me trepidaban y mi voz se quebró algunas veces. Pero la terminé sin vomitar en el proceso.

—Gracias por su atención —mi vista se fijó en Gabriel y cómo comenzó a aplaudir de primero. Así se sumó mi otro asesor, lagrimas de felicidad pugnaban por salir de mis ojos. Estaba feliz.

Me bajé del escenario y entregué el micrófono. Estaba tan contenta de que quería gritar, bailar y hacer de mí una tonta feliz. Pero lo que más quería era darle las gracias a él. Y sobre todo darle un abrazo por haber confiado en mí antes de que yo pudiera hacerlo.

Pero no podíamos.

Porque aunque estaba contenta, yo no podía olvidarme que no podía abrazarlo en público. Y de nuevo cómo el estatus de profesor que él tenía, y el mío de estudiante, nos alejaba.

Buenasssss

Nuevo capítulo de este bebé.

Acaba de salir del horno. Avery le dio su cachetada con su ponencia a la Anabelle. 

Y Stone más bello que nunca. lo del vestido me encantó. El libro tiene un crossover de un personaje de otro libro mío. Me encanta mi multiverso. 

Gracias a todxs por la oportunidad, no saben lo mucho que aprecio que les guste esta historia. la escribo con todo el amor del mundo.

Hoy inicié un nuevo semestre. una cagada porque quiero vacaciones y una semana y media es nada. pero más cerca de la meta. 

Nos leemos el lunes o martes de la semana que viene. 

Gracias por la oportunidad.

Paola

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