Malas Enseñanzas

By PaolaValentine_

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Se suponía que todo iba a ser sencillo. "Se suponía" Pero como siempre, todos mis planes eran una porquería... More

Sinopsis completa
Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 |+18|
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Maratón 1/4)
Capítulo 37 (Maratón 2/4)
Capítulo 38 (Maratón 3/4)
Capítulo 39 (Maratón 4/4)
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43 |+18|
Capítulo 44
Capítulo 45 |+18|
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 |+18|
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Nota importante que deben leer
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59

Capítulo 12

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By PaolaValentine_

Capítulo 12:

Escucha al paciente, te está diciendo el diagnóstico.


El día de hoy llegué a mi lugar menos favorito mientras que fuera residente. Había tenido un día libre por la guardia anterior pero no estaba del todo descansada, podría tener unas vacaciones como todo el gusto posible. Solo que era imposible, faltaba mucho para ello.

Así ya habían pasado tres meses ya. Tenía pronto un examen trimestral el cual me tenía rezando. Los tiempos libres se basaban en estudiar todo lo que podía para que no me agarrara fuera de base. Aunque el día de ayer procrastiné, pero hermoso. Me vi una seriecita corta para poder recompensar a mi pobre cuerpo luego de tanto ajetreo.

Tal vez debí salir, conocer algún chico, tener contacto íntimo, pero estaba cansada y quedarme en casa sonó como el cielo luego de tantos días tan agotadores. Ya cuando llegas a cierta edad te planteas muchas cosas, las fiestas universitarias pasan a un segundo o tercer plano. Dormir se hace más importante.

Entré al cuarto de residentes y vi algunas de mis compañeras mírame, luego irse para continuar con su conversación. No lo tomaría como algo personal, hay chismes que estoy segura que no quieren que alguien más se entere. Además, no éramos amigas íntimas.

Yo no tenía muchos amigos, se reducía entre Eli y su novio, no era porque la gente fuera mala o algo así, solo que soy muy solitaria, para mí es más cómodo. Vivía con ello con normalidad. No me gustaba los grandes grupos de personas y era selectiva con la gente que me relacionaba.

Guardé mis cositas y salí a intentar ayudar al mundo. Llegué a sala y no había nada, por lo que bajé a emergencias para ver qué hallaba.

—Doctora, el paciente de la cama cinco. Acaba de ingresar

Tomé la historia y fui hasta donde me indicaron. Su ingreso estaba en blanco y me di cuenta que tendría que redactarla casi toda.

Era un hombre de al menos cincuenta años, a su lado estaba una señora de menos edad, pero que se encontraba preocupada. Supongo que es la esposa.

—Buenos días, soy la residente Avery Taylor. ¿Cómo está? ¿Qué lo trajo hoy para acá?

El tipo tiritaba del frío y supe que tenía fiebre bastante elevada. —Mi esposo tiene fiebres muy altas, pero no encontramos razón. Ayer le dimos antipiréticos de venta libre, pero nada parecía calmarlo.

Le coloqué el termómetro y la tenía en treinta nueve. —¿Estuvo en contacto con alguien con fiebre estos últimos días? ¿Algún malestar adicional?

—No, solo empezó con la fiebre. Además del dolor de cabeza y muscular.

—¿Me permite evaluarlo?

Tomé la linterna y comencé a revisar sus ojos. Tenía ambos bastante inflamado. Además, en su cuello tenía ganglios que se sentían más grandes de lo que deberían. Seguí con mi evaluación general y al llegar al abdomen noté que le dolía al tocarle el hipocondrio derecho y del lado contrario tenía el bazo inflamado.

Eso sí que no me gustaba.

Llamé a la enfermera y pedí todos los exámenes correspondientes para descartar hepatitis u otra patología.

Mientras le colocaba acetaminofén, comencé a hacerle la historia clínica y a preguntarle cada cosa correspondiente de los ítems que debía llenar.

—¿Ha viajado recientemente?

—Estuvimos en Brasil para celebrar nuestro aniversario, hace unas tres semanas que regresamos —contestó su mujer.

—¿Comió algo en su viaje que le pudo causar un malestar? ¿Alguna picadura? —negó a las anteriores, pero era protocolo.

Cuando me trajeron los resultados de sus pruebas tenía una trombocitopenia y leucocitopenia. Eso no me gustaba.

—¿Qué tenemos por aquí?

Maldita sea, ¿por qué Dios mío tenía que aparecer esta mujer?

Doctora Whitman —dije—. Estaba atendiéndolo.

—Déjame ayudarte, no me gustaría que cometieras otro error como el de hace días.

Hija de su puta.

Automáticamente cuando el paciente oyó eso, me miró feo. Al igual que su esposa, que era la acompañante. Yo quise quitar unas extensiones en este momento.

Ella hizo todo el procedimiento y yo solo pude mirarla, era lo mismo que había hecho minutos atrás. Pero yo lo hice con menos risitas y chistecitos con el paciente.

—Vamos a la sala de reuniones.

La seguí y mientras que iba rumiando dentro de mí todo lo mal que me caía esta mujer. Rogaba al cielo que cuando fuera especialista no fuera así, porque de verdad que me caería a putazos yo misma. Odiaba a la gente déspota con todo mi ser.

—Es un linfoma —dijo apenas pasamos.

—No estoy segura —respondí.

—Estás buscando más allá de lo que necesitamos. Tiene todos los parámetros, la anemia, leucocitopenia, trombocitopenia y su bazo está inflamado. Es un linfoma.

—No estoy segura —volví a decir.

—Ya hablé contigo la semana pasada. ¿Por qué eres tan insubordinada?

—Porque solo le hago caso al doctor Stone.

—Si quieres salir bien vas a tener que hacerme caso.

Eso sí que no.

A la sala entró Stone y nos miró discutir. Yo estaba al borde de agarrarla por los cabellos y pelearme, pero eso sería lo que ella quería. Humillarme y eso sí que no lo permitiría.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—El paciente que acabo de ingresar tiene un linfoma, pero tu residente dice que quiere investigar más.

Stone enfocó su mirada en mí y sentí que me veía como el primer día en donde me puso en cintura por no haber dado con el diagnóstico. —¿Por qué crees que no es?

—No todas las esplenomegalias pueden ser un linfoma. Creo que tiene una infección.

—Creer es un acto de fé. —me calmé antes de decirle sus cosas a la Barbie—. La fiebre no quiere decir siempre infección, también es síntoma del linfoma. Es una respuesta estereotipada. Derivemos a onco.

—Puede ser también LES o sarcoidosis. No creo necesario decirle a un paciente sin investigar que tiene cáncer.

—Taylor —habló—. Haz lo que te dice la doctora.

—Pero doctor...—cortó cualquier cosa que podía decir.

—No hablo japonés. Haz lo que te digo por una única vez —espetó.

Me sentí traicionada. Horriblemente traicionada, como si me hubiesen vendido por un plato de lentejas. Ahí sentí como se me aguaron los ojos y quise llorar de frustración. Fue horrible.

—Está bien, doctor. Iré a hablar con los familiares.

—No. Estás fuera del caso.

La doctora dio una sonrisita de suficiencia y salió de la sala de especialistas. Yo estaba como que me hubiesen matado al gato frente a mí.

—Solo para que lo sepa, el señor viajó a Brasil hace un mes —dije antes de darme la vuelta.

Me fui de ahí con mis cosas y traté de respirar. Yo estaba tan enojada con la situación, porque tenía una corazonada de que eso no era, pero ni siquiera me dejaron explicarme. Dar la oportunidad de mi teoría. Para mí no era cáncer.

Eran muchas cosas y me dio tristeza volver a la relación que tenía al principio con Stone. Después de que supo de mi enfermedad no había estado tratándome así, pero hoy parecía su antigua versión y se sintió feo. A nadie le gusta ser el blanco de insultos.

Me limpié las lágrimas y seguí revisando a los pacientes. Estaba bastante desanimada el día de hoy. Cuando salí de un cubículo vi que Stone le estaba diciendo a un residente todo lo que había hecho mal. Y por un momento sentí lástima por esa persona, hasta que vi que era Jonathan el residente de tercer año que me había hecho hacer su trabajo. Es probable que tuviera razón la roca.

Pero no era normal esos gritos.

Llegó la hora del almuerzo y me di cuenta que no tenía hambre. Solo pellizqué una galleta. Así que me encerré en mi cuarto de descanso y leí un poco sobre algunas enfermedades endémicas. Yo estaba segura que ese paciente tenía algo así.

Y decidí hacer algo más.

Salí de allí y me fui hasta donde estaba el paciente. Su esposa estaba a su lado y sentí que me miraban con desconfianza. Yo me preparé para romper todas las reglas.

—Hola, vengo aquí de nuevo. Es que quiero tomarle una muestra de sangre. Solo será una pequeña gota.

—Ya la doctora nos dijo que era cáncer. ¿Para qué otra prueba? —inquirió la mujer, tenía lágrimas en los ojos y sentí mal por ellos.

No podía darle esperanzas de que no era. Así que aquí estaba otra regla rota. Mentirles. —Para evaluar mejor su tratamiento. Prometo que solo será una gota.

La mujer no pareció muy convencida, pero tomé una lanceta y una laminilla. Puncé sobre su pulgar y lo extendí.

—Gracias.

Lo sellé y llevé directo a laboratorio. Estaba regresando cuando me encontré con Stone. —¿Qué coño te dije?

—Que me alejara del paciente —devolví.

—Entonces vas y haces lo contrario. Le hiciste un examen sin nuestra autorización.

—Yo estoy segura que no tiene un linfoma. Pero ninguno me oye. ¿Siquiera revisó el paciente?

—¿Me estás cuestionando?

Mierda.

—No, pero se está basando solo en lo que dijo Whitman. Tiene una posibilidad de tener una enfermedad endémica y estamos perdiendo el tiempo diciéndole que es linfoma. Si no lo mata la enfermedad, lo hará el diagnostico. Porque no creo que quiera saber que tiene cáncer.

Respiraba acelerada, yo sabía que había traspasado hoy todo límite. Que sus normas me las había pasado por otro lado, pero no me importaba.

Él parecía hoy más que nunca una piedra, estaba más amargado que otros días y eso era decir mucho. Ya les había gritado a dos residentes y a mí.

—Estás suspendida.

Debí haber oído mal.

—¿Qué?

—Me oíste. Hasta que aprendas a no romper las reglas. Tienes una nota negativa conmigo.

Estaba tan molesta.

—No puede hacerme esto.

Iba a hablar, pero la llamada de código se escuchó. Ambos salimos corriendo hasta donde estaba alerta y nos encontramos que era ese paciente y que el mismo agarraba su pecho como si fuera una garra.

Angor pectoris.

Yo me quité porque ya no era mi paciente. Stone auscultaba su pecho. —Tiene tercer y cuarto ruido —dijo.

Le colocó un electrocardiograma y se evidenciaba la elevación del segmento ST y una arritmia.

—Tomografía, marcadores cardiacos.

Salimos de allí y me miró. —No es linfoma.

—Habla. ¿Por qué crees que no es un linfoma? Porque no tenemos tiempo para suposiciones.

—Es miocarditis chagásica. —se calló—. Tiene edema bipalpebral, vea su ojos hinchados. Tiene ganglios, bazo e hígado recrecidos. Es Tripanosomiasis. Este paciente tiene enfermedad de Chagas en fase aguda. La tomó de su viaje a Brasil en donde es endémica.

—Mierda.

—Por eso le hice el frotis, era eso o Malaria. Pero estoy segura de mi diagnóstico. Es raro aquí, pero con una buena anamnesis lo supe. No confíe ciegamente lo que digan sus amigos. A veces un estudiante de primero de la carrera sabe más que un especialista. Sus palabras, no las mías.

Al menos tuvo la decencia de lucir avergonzado.

Llegó la enfermera y me entregó el examen. Cuando vi la confirmación de mi diagnostico se lo entregué. —Es su paciente, yo estoy suspendida.

Me di la vuelta y salí lastimada. No me había sentido así desde que pasó lo de la cafetería. Estaba muy molesta, pero también herida. Porque dudó de mi conocimiento y le dio valor al de la cabeza de chorlito de Annabelle.

Es que hombre tenía que ser y pensaba con la polla.

Fui a recoger mis cosas para irme, pero Eli entró a la habitación. —Very, ¿qué pasó allá afuera?

—No sé, hoy está peor que nunca. Me suspendió por ir en contra de él.

—Así que escuché, pero al final diste el diagnostico. Pusiste en su lugar a Whitman.

Estaba tan enojada que ni siquiera esa victoria me interesaba.

—Para mí es una muy mala médico. Mala. No es la primera vez desde que estoy aquí que tiene ideas locas. Pero es amiguita de Stone y por eso se cree mejor.

—No lo sé, ellos solo se hablan, pero no creo que sean tan amiguitos.

—No me interesa. Por mi si se casan y tienen diez hijos. No me importa.

—Escuché algo por ahí, pero no sé si sea la respuesta a que él sea así. Sobre todo hoy.

—¿Qué oíste?

Miró a los alrededores como para cerciorarse que no le pase lo mismo que a mí. —Es el aniversario de muerte de su esposa.

¿Qué?

—¿Cómo sabes?

—Bueno, sabes que las enfermeras son fuente inacabable de información. Me enteré por ello. Dicen que cada año se pone igual en esta fecha.

Entonces era eso lo que hablaban las residentes cuando llegué. Nunca lo imaginé.

Sentí feo por alguien como él, ahora es como que comprensible por qué es así de amargoso. Tenía hasta sentido, pero no se lo justificaba.

—Y ya debo irme, cualquier cosa me avisas. Te ayudo a esconder el cuerpo. —me reí y lo abracé en el proceso—. Nos vemos.

Me dejó sola y decidí terminar de recoger mis implementos. Cuando fui abrir la puerta para irme, me encontré cara a cara con Stone.

Entró y cerró la puerta tras de él.

—Ya me voy.

—No tienes que hacerlo.

—Estoy suspendida. Fui más allá de las reglas. ¿No lo recuerda?

—Y eso le salvó la vida al paciente.

¿Qué dijo qué?

—Cuando de eso se trata lo demás no importa. Ese paciente está recibiendo tratamiento y se recuperará.

—Me enseñó a que debo confiar en mi instinto.

—Lo siento por haber puesto en duda tu palabra.

—No importa. No cambia nada. Ahora me voy.

—Te dije que no te vayas ¿Cuándo aprenderás a hacerme caso?

Sonreí sardónica. —Creo que nunca.

Nos miramos, era indescriptible la forma en que lo hacíamos, pero era una lucha tácita entre los dos. Cualquiera que quitara la mirada perdería. Y no sería yo quién lo haría. Era intenso y me robaba el aliento.

—Joder.

No entendí su palabra mal sonante, solo sentí como sus manos pasaban alrededor de mi cintura y acercándome hasta su cuerpo unió sus labios con los míos.

Gabriel me estaba besando. 


SE MURIÓOOOO

Se les llamaba Avery, ahí quedó la pobre mujer. 

No, nunca me ha pasado algo así, ese es el verdadero chica yo quisiese, en mi hospital no están esos especímenes maravillosos y sexis. Asi que bueno, seguiremos aquí esperando a mi propio Connor de Chicago Med, amo mal a ese hombre. 

Espero que les haya gustado los dos capítulos, están escritos con mucho amor. Aquí este arroz ya se coció. 

El titulo del capítulo es por una frase de William Osler y es un dogma que los buenos médicos tienen. Es una de mis favoritas.  

Agradecida por la oportunidad que me dan, si desean saber de mi historia y otras pueden visitar mi perfil, ahí están varios enlaces para ver dónde pueden seguirme. 

Sin más que decir, nos leemos. 

Paola Valentine

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