Malas Enseñanzas

Od PaolaValentine_

369K 31.9K 6.3K

Se suponía que todo iba a ser sencillo. "Se suponía" Pero como siempre, todos mis planes eran una porquería... Viac

Sinopsis completa
Epígrafe
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24 |+18|
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36 (Maratón 1/4)
Capítulo 37 (Maratón 2/4)
Capítulo 38 (Maratón 3/4)
Capítulo 39 (Maratón 4/4)
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43 |+18|
Capítulo 44
Capítulo 45 |+18|
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49 |+18|
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Nota importante que deben leer
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59

Capítulo 6

6.9K 542 89
Od PaolaValentine_

Capítulo 6:

Por los nuevos comienzos


—Avery.

Abrí los ojos ante la orden. Me di cuenta que tenía vía en mi brazo y que me hallaba acostada en una de las camas de la emergencia. No comprendía nada, solo que tenía un espantoso dolor de cabeza y que mi cuerpo clamaba perdón.

¿Qué me pasó?

Giré mi cabeza y me encontré con alguien parado al lado de la camilla en donde estaba acostada. Si era sincera conmigo misma nunca imaginé que él estaría aquí. Ni siquiera en mi funeral pensé que iría, pero a decirme que tenía un montón de pendientes aquí en el hospital.

¿Entonces por qué Stone estaba aquí?

No me acuerdo de nada, ¿por qué coño estoy aquí?

Intenté levantarme, pero de forma inmediata una mano en mi brazo lo impidió. Sentí como si todo mi cuerpo tuviera electricidad.

—¿A dónde carajos piensas ir?

Me senté de inmediato no tanto por la orden, sino por lo que sentí cuando me tocó.

Stone se veía serio, mas que de costumbre. Supongo que no estaba tan de buen ánimo. Aunque eso no era raro en él.

—¿Por qué estoy aquí?

—Tuviste una hipoglucemia. —mierda—. ¿Cómo es que se te pasó decirme que eras diabética?

Joder, ya se enteró.

Su tono de voz parecía tranquilo, pero era como las serpientes calmadas antes de atacar. Yo notaba que estaba en tensión, su postura rígida de sus brazos cruzados sobre su pecho estaba a asta completa.

—Taylor, responde

Este hombrecito.

—No hubo oportunidad.

Resopló, sabía que no estaba contento por mi respuesta, pero eso es lo único que diría.

—Tenemos un mes trabajando juntos, creo que tiempo suficiente hubo para que me dijeras que tenías diabetes. Yo soy endocrinólogo, joder. No es como si no lo entendiera. Te habría ayudado.

Si alguien podía hacerlo era él, pero este señor no era normal. No es como si fuera sencillo decirle. "Hey, amigo. Sabes que tu eres endocrino, yo soy diabética y quería ver si me atiendes"

No.

Me reí. —¿En qué tiempo? ¿Cuándo me estaba riñendo porque me faltaba algo en algún caso? Como si hubiese sido usted la persona más dulce del planeta. No tenía la confianza para hacerlo. Me dijo y cito textualmente sus palabras "No me importan tú, ni tus problemas" Discúlpeme que no haya querido molestarlo.

Pareció un poco avergonzado, pero no daría nada por hecho. Tal vez sentía culpabilidad, quizás pensó que le dirían que tuvo una estudiante al borde de un coma y sería una mala imagen para él.

—Te desmayaste porque tu bomba de insulina seguía mandando señales. ¿Cuándo fue la última vez que comiste?

—Seis de la mañana —dije sin pensar y me arrepentí.

—Son las nueve de la noche. Quince horas sin comer en tu estado. ¿Eres una insensata acaso?

Ahora si se enojó.

Pues yo también lo estaba. Harta de que él fuera este ser insoportable y que me trataba siempre como si fuera idiota. Había aceptado mi error, me equivoqué, pero tampoco es que él fuera la persona más dada del mundo.

—Repito. Estoy ante el hombre que dijo que "a los pacientes no le importan mis problemas". Además, no es la primera vez que me pasa.

Ya me estaba hartando de la conversación, por lo que intenté levantarme para irme a otro lado. Pero volvió a impedírmelo. Solo que en vez de tomarme del brazo se puso delante para que no me levantara de la cama.

—Déjeme, debo volver al trabajo.

—Estás jodidamente equivocada. Estarás internada hoy.

¿Qué demonios?

—No, eso sí que no. Ya me colocaron glucosa. Como un poco y estaré lista para el turno. No quiero deferencias por mi condición.

—Me importa una mierda lo que pienses. Te monitorearé toda la noche. Aparte te diste un golpe en la cabeza cuando caíste, puedes tener una contusión.

¿Es por eso que me dolía tanto mi cráneo?

Alcé la mano y toqué un apósito en mi sien derecha. Me había dado un golpe espantoso por mi desmayo, ni siquiera me acordaba de momentos antes de ello. Solo sé que estaba hablando y de repente nada.

—Te evaluaré y mañana si estás bien te daré el alta. Regresaría el lunes.

—Pero mañana es viernes.

—Si, yo también se me los días de la semana.

Dios, que hombrecito para insoportable.

—Yo mañana estaré bien. No necesito que se me trate diferente por tener diabetes. Nunca ha sido impedimento en mi carrera, no comenzará a serlo ahora.

—No te estoy mandando a casa por eso.

Bufé sin creerle nada. —Sí claro. Tengo dos semanas que está es mi casa. No salgo de aquí más que unas horas. Ahora me está dando tres días libres. Lo siento si soy escéptica.

Ambos nos miramos. Sus ojos marrones se encontraron con los míos y era como una batalla campal. Ambos teníamos un muy fuerte carácter. Él era más tranquilo, pero letal. Yo era mas explosiva y decía lo primero que de me pasaba por mi mente.

—No me interesa. Te pondré una nota negativa en tu evaluación si apareces aquí antes de que expire tu reposo.

Estaba jugando sucio. —No se atrevería.

—Rétame. Pondré una observación que diga que no acatas órdenes de sus superiores.

Este desgraciado hijo de su gran...

—Creó que entendiste.

No pude responderle porque Eli pasó al cubículo y vio la guerra de miradas que teníamos. La tensión se podía cortar con una tijera y yo me sentía ahogada. Este hombre era demasiado intenso para mí gusto. No lo soporto.

—Vendré en unas horas a revisar tus niveles de glucosa y tu cabeza.

Salí de aquí y yo miré a mi mejor amigo. Este estaba sorprendido y parecía casi que en shock.

—¿Soy yo o eso estuvo caliente?

Le lancé la almohada.

—Pero, ¿qué te pasa, mujer? Vengo en son de paz y me maltratas

—Aquí no somos defensores de Stone.

—Amiga, pero es que lo viste. Ese hombre exuda feromonas. Me puse caliente de verlo nada más. Y tú no te quedas atrás. Esas vibras están altas.

Lo miré son comprender. A veces no entendía estas conversaciones tan complejas que tenía con Eli. —¿Qué vibras?

—¿Cómo ni te vas a dar cuenta? Hay una tensión sexual entre ustedes dos bastante potente.

Me reí. Me reí con ganas porque a veces a mi amigo fanático de Grey's anatomy se le ocurría cada cosa. —Te volviste loco. Él no es ningún Dereck Shepherd en potencia. Yo a ese hombre no lo deseo ni que venga desnudo con un lazo.

—Pero te los has imaginado desnudo, entonces.

—Bueno Eli ¿De qué lado estás? Él es el enemigo.

—Del lado de la razón. Él es un enemigo muy sexi, pero tiene un feeling contigo que incendiaría todo el lugar.

Quise que la tierra me tragara.

Es que era imposible algo así. Yo a Stone no lo soporto, me molesta verlo. Puede que fuese guapo, pero es un bastardo total. No lo deseaba para nada.

—De seguro la tiene grande. —continuó

Dios mío, llévame.

—Eli, en serio.

—Pero, ¿es que no has mirado para abajo? Esos kimonos son imposibles de ocultar lo que hay debajo.

—No lo he notado —si lo había notado, pero no quería mirar más abajo de su cintura. Sería lo último que me pasara, que creyera que estoy viendo su entrepierna—. Y a lo mejor tiene un plátano o un accesorio para que su autoestima no se afecta. He visto muchos machitos y cuando toca la acción, triste y hermano, hay que poner lupa.

Él soltó una carcajada que agradecí. —Eso es verdad. Pero recuerda que ya te invitó a mirar. —¿es que no lo iba a olvidar? —Yo que tu lo comprobaría.

—Primero se congela el infierno.

—Parecía preocupado por ti.

—¿Te imagina lo feo que ha de quedar que uno de tus residentes se te desmaye del agotamiento? Horrible.

—Very, no trates de negarlo. Además, tú tenías una hipoglucemia. No agotamiento.

—¿Negar qué? Él me odia y yo lo odio a él. Es la única relación que existe.

Me miró como si no estuviera convencido, pero eso era una única verdad. Eso era un imposible.

—Cambiemos mejor el tema. —me señaló la herida de mi cabeza—. Me diste un susto de muerte. Cuando me dijeron que te internaron casi que vomité. ¿Cómo me haces esto a mí?

Le di un abrazo. —Hoy el día estuvo horrible. Se me pasaron las horas y no comí.

—Te dije que siempre debes tener una galleta entre comidas.

—Se me acabó. Luego tuve un caso complicado, se me pasaron las horas y luego me desmayé.

—Algún día nos vengaremos de todos esos residentes que están haciendo que tu trabajes demás. Se llevan el crédito cuando eres tú la que lo está haciendo.

—Es una batalla que no puedo ganar, a los ojos del hospital yo soy una niña insoportable.

—Ya les harás tragar sus palabras. —besó mi frente y me refugié en mi hermano de la vida.

***

La mañana siguiente me desperté, luego de que Eli viniera me movieron a una habitación. Stone dijo que era protocolo y yo para no verlo acepté lo que dijo sin cuestionar.

Dormí por varias horas salvo las veces que vino a revisar que no estuviera al borde de una crisis convulsiva por mi azúcar baja. Ambos nos mirábamos, pero ninguno decía nada. Solo comprobaba que todo estaba bien y luego se iba.

Así lo hizo tres veces.

En ese tiempo lo único que pude pensar en mi futuro profesional. Yo no me sentía cómoda aquí. Y en ese preciso instante muchas cosas llegaron a mi mente, algunas posibilidades que no había meditado, pero que ahora no sonaban tas descabelladas ¿Y si me cambiaba de hospital?

Equivocarse era de humano, desistir también. Yo podía intentar ser una buena médica en cualquier lugar y trabajar así, con este grado de estrés no estaba haciéndome bien. No me gustaba que la gente me mirara feo o que los residentes me hicieran trabajar demás porque ataqué a su adorado dios.

La gente diría que era débil, pero yo no vivía de lo que decía dicha gente. Así que tal vez era lo mejor para todos.

Cuando eran casi las seis, me di una ducha y miré mi bomba de insulina. Coloqué el vial para el día, todavía estaba nerviosa por el ataque de ayer. Me temblaron las manos cuando coloqué el bolo.

En ese instante lloré.

Lloré de frustración, de cansancio. Tenía veinte años anclada a esta enfermedad. Yo luchaba porque no me venciera, pero tenía miedo. Miedo de que mis riñones dejaran de funcionar algún día, de que perdiera mi vista. De sufrir de problemas cardiacos. Todos por una sola causa. Falta de insulina en mi cuerpo para poder arreglar el desastre de mi azúcar.

Ayer me desmayé cuando en cualquier persona normal solo le daría un mareo por evitar comer. Yo no era como los demás. Yo tenía que tener un extremo cuidado. Por eso me pusieron la bomba a los nueve, porque era propensa a hipoglucemias y eso controla mejor los niveles.

Había días en los que yo añoraba comer lo que me gusta. Pero tenía una dieta tan estricta que no me permitía cosas así. Yo era un caso grave y un poco de azúcar a veces terminaba mal. Demasiado.

Pero si no comía, también me enfermaba. ¿Qué clase de vida era esta? Era horrible.

La enfermera de turno entró y dejó una bandeja con desayuno. Pensé que me vería hostil como los pasados días, pero solo me dio una sonrisa pequeña. Lo tomé como algo agridulce, ya que no me la dio porque la gané, sino porque era la residente enferma que necesitaba cuidados.

Llegados a este punto, lo tomaría.

—Gracias.

—Cualquier cosa estamos aquí. Solo toca el botón, cariño.

Asentí sin decir más nada y procedí a esperar el efecto de la insulina. Miré la comida delante de mí y me encontré con un sándwich integral con una manzana, además de gelatina.

No había empezado a comer cuando la puerta sonó. Dije un pase y al instante me arrepentí. Delante de mí otra vez estaba el insoportable de mi adjunto. Y cruz de mi existencia.

—¿No piensas comer? —aquí vamos de nuevo.

Suspiré antes de dar una respuesta basándome en mi animadversión hacia él. Se ha portado bien y no lo iba a negar. —Espero que la insulina haga efecto. Me la coloqué hace poco.

Asintió sin decir mucho.

—¿Ya me viene a dar de alta? —inquirí.

—Sí, quería revisarte antes de entregar el turno.

—Me siento bien, el dolor de cabeza se ha ido pasando. Solo quiero irme a casa.

—Es normal. Vas a regresar el lunes.

Negué. —El lunes voy a ir a la facultad. Pediré cambio de hospital.

Me miró como si no creyera lo que acababa de decir. —¿Por qué?

—Porque aquí he hecho todo mal —era la verdad y me dolía. Quería borrar todo y empezar de nuevo.

—No pensé que fueras tan débil.

Qué carajos.

—No soy débil porque quiera cambiarme. Es una decisión valiente la que tomé.

—Es débil, a la primera señal de peligro te rindes. Ningún hospital es perfecto y estarás cambiando entre uno y otro porque no te sentirás cómoda.

—No es la primera señal de peligro. Todos me odian aquí, empezando por usted. Y eso cansa.

—Yo no te odio.

—Pues tiene una forma muy especial de demostrarlo. Yo sé que me equivoqué ese día. Pero estaba cansada de que nunca se me valorará lo que hacía. Me esfuerzo mucho y todos lo ve mal. Me desmotiva.

—Me molesté ese día porque justo eso te iba a decir. Te iba a felicitar por la revista, pero luego escuché todo eso. Me enojé.

Negué sin creerle. —Está bien. Yo solo quiero dejarlo por la paz. Cambiaré de hospital y va a tener a un residente mejor de lo que yo seré.

—Yo no quiero otro residente.

—Es triste. Muchos se matarían por trabajar con usted.

—Taylor, no quiero que renuncies.

—Es una decisión que ya tomé.

—¿Y si empezamos de nuevo?

¿Qué?

—Voy a irme, no es necesario.

—Entonces cerremos esta etapa de mejor manera. Ya que no te veré, al menos estaremos en paz.

Tenía lógica lo que decía y yo también quería que todo acabara. Cerrar este capítulo de mi vida.

—Está bien. —extendí mi mano para que la tomara—. ¿Colegas?

—¿No debería ser amigos?

—No, porque usted no parece de esos. Colegas estará bien.

Asintió no muy convencido y extendió su mano. Yo la tomé, pero la sensación de ayer volvió y no sé si a él le pasó lo mismo, pero soltó mi mano rápidamente.

—¿Tienes cita con tu diabetólogo?

Asentí. —Me verá en un rato.

—¿Podrías pasarme el informe para darle un vistazo?

¿Por qué Stone estaba actuando tan raro?

—Claro, por qué no.

No dijo más nada y solo se marchó. Yo me quedé ahí pensando en lo que haría en el resto del día. Empezando por mi visita al médico y luego a la de la facultad el lunes.

Estos días estarían pesaditos

De momento la puerta sonó y pensando que sería Stone de nuevo, pedí que pasara. Pero me encontré con la cara de mi papá en la entrada.

Y solo por eso todo pintaba mejor.

Pokračovať v čítaní

You'll Also Like

247K 12.6K 69
"𝙀𝙡 𝙖𝙢𝙤𝙧 𝙣𝙪𝙣𝙘𝙖 𝙢𝙪𝙚𝙧𝙚 𝙮 𝙡𝙖 𝙫𝙚𝙧𝙙𝙖𝙙 𝙩𝙞𝙚𝙣𝙚 𝙧𝙖𝙯ó𝙣 𝙥𝙤𝙧 𝙦𝙪𝙚 𝙙𝙚𝙟𝙖𝙣 𝙪𝙣𝙖 𝙝𝙪𝙚𝙡𝙡𝙖" "-𝙔 𝙖𝙡 𝙛𝙞𝙣𝙖𝙡 𝙚�...
2.1K 142 12
En un viaje a Nápoles junto a su mejor amiga, Eileen Dávalos fue secuestrada y puesta en venta frente a varios de los hombres más ricos del mundo. Se...
234K 17K 30
Se nos conoce como las Señoritas del Amor, el grupo de prostitutas más prestigiadas de todo Milán y probablemente de toda la Ndrangheta. Yo soy la j...