Perdona si te llamo Cayetano...

By RAbracadabrantes

114K 7.4K 10.1K

DARÍO tiene dieciséis años, estudia en el instituto privado más elitista de Valencia y (casi) todos sus amigo... More

YA A LA VENTA EN FISICO
PRESENTACIÓN
1. DARÍO
2. SALVA
CHAT: EQUIPO RAISA
3. DARÍO
4. RAISA
5. DARÍO
6. SALVA
CHAT: EQUIPO RAISA
7. RAISA
8. DARÍO
CHAT: FIESTA HALLOWEEN
9. SALVA
10. PELAYO
CHAT: RAISA-SALVA
11. DARÍO
12. SALVA
13. DARÍO
14. RAISA
CHAT: SALVA-DARÍO
16. SALVA
17. DARÍO
CHAT: EQUIPO RAISA
18. RAISA
19. PELAYO
20. DARÍO
CHAT DARÍO-SALVA / CHAT DARÍO-PELAYO
21. SALVA
22. RAISA
23. SALVA
24. DARÍO
25. RAISA
26. SALVA
27. DARÍO
CHAT DARÍO-SALVA / CHAT EQUIPO RAISA
28. SALVA
29. PELAYO
30. RAISA
31. SALVA
32. DARÍO
33. DARÍO
CHAT DARÍO-PELAYO
34. SALVA
CHAT SALVA-DARÍO
35. DARÍO
36. RAISA
CHAT: FIESTA HALLOWEEN
37. SALVA
Agradecimientos (antes del final)
38. DARÍO (FINAL)
DIARIO DE ESCRITORA, 26/09/22
¡ANUNCIO IMPORTANTE! DIARIO DE ESCRITORA, 8/11/22
FECHA DE PUBLICACION EN PAPEL (¡felices fiestas!)
UNBOXING PERDONA SI TE LLAMO CAYETANO
LA HISTORIA CONTINÚA
EPÍLOGO + SEGUNDA PARTE
¡NUEVA NOVELA EN PREVENTA!

15. DARÍO

2K 138 358
By RAbracadabrantes

🎵 nightmares- easy life🎵

La última noche ha estado plagada de pesadillas y hoy, cuando la alarma del lunes me ha obligado a levantarme de la cama los monstruos aún me arañaban la garganta.

He intentado hablar con mi madre un par de veces y disculparme por la forma en la que le grité, pero ella siempre ha reaccionado sonriendo, moviendo la cabeza y diciendo "no pasa nada". Me gustaría poder tener con ella una conversación de verdad... pero sé que en el momento no es posible. Ella no parece estar preparada y la verdad es que yo tampoco lo estoy.

¿Lo mejor del domingo? Hablar con Salva, sin dudas. No sé. Es como si de repente mi cerebro hubiese recordado que Salva es alguien en quien puede confiar y poco a poco se estuviese acostumbrando a compartir cada detalle. Le he hablado por encima de la discusión con mi madre, me he disculpado otra vez por lo que pasó con Raisa y el resto han sido conversaciones banales sobre qué he comido, qué he visto en la tele, un video enseñándole la colección de palos de golf de mi padrastro (Salva tenía mil preguntas sobre "la vida de ricos") y también alguna foto mía con el uniforme de clase puesto (Salva ha sido muy pesado con eso).

Esta mañana le he dado los buenos días y le he dedicado una foto con la camisa del uniforme. Esperaba (y deseaba) que él respondiese con otra instantánea con su ropa de hoy, pero en vez de eso me ha llegado otro mensaje.

SALVA: Feliz lunes, Darío. Estás guapísimo.

¿Te apetece que quedemos el miércoles?

Mi cerebro se ha quedado completamente en blanco. ¿Qué respondo a eso? ¿Que sí? ¿Que no? Enseguida acepto que es una decisión que no puedo tomar en el momento y me aseguro de no entrar en la conversación para que así Salva no se de cuenta de que le he dejado en visto.

Si quedase con Salva... ¿esa sería oficialmente nuestra primera cita?

Pensar en ello me paraliza.

El desayuno de hoy con mamá, Jimena y Ricardo es bastante silencioso y después de tomar un café y un par de tostadas, mamá nos lleva a mi hermanastra y a mí en coche hasta nuestros institutos. A mi me deja, como siempre, en la casa de Pelayo, para que podamos emprender juntos el camino a clase. Quiero, una vez más, decirle algo a mamá, pero finalmente opto por despedirme de ella con un beso en la mejilla.

En cuanto me bajo del coche veo a Pelayo saliendo de casa. El chico da un pequeño salto a la hora de saludarme y su aparatoso flequillo se balancea de izquierda a derecha por el movimiento de su cuerpo. Yo le saludo también y después me rasco la nuca.

Emprendemos el camino hacia el instituto en completo silencio. Pasamos por delante de la biblioteca municipal y vemos el mural que pintó Raisa con la escena de Rebeldes. Parece que en vez de unas semanas haya pasado una vida desde que eso sucedió. En cuanto al grafiti de Amor, ha sido tapado con pintura blanca.

—Oye —dice Pelayo de pronto—. ¿Te parece si nos saltamos la primera hora de clase y aprovechamos para hablar?

Exhalo la bocanada de aire que había estado conteniendo.

—Claro —respondo—. ¿No nos meteremos en un lío?

Pelayo se encoge de hombros.

—El profesor de literatura no venía hoy así que podemos decir... no sé, que hemos ido a la biblioteca a buscar información para el trabajo que nos ha mandado —sugiere.

—Vale —respondo finalmente.

Así que Pelayo y yo cambiamos de dirección, entramos en el recinto de la biblioteca y llegamos hasta un parque que a estas horas de la mañana está completamente desierto. Ha amanecido hace muy poco y la luz se cuela sigilosa entre los árboles del parque, creando formas curiosas en la charca que hay en medio del recinto y alimentando con esa luz a los peces en el agua. Pelayo y yo nos sentamos en un banco frente a la charca, nos quitamos las mochilas que dejamos apoyadas al lado de nosotros y nos quedamos silencio mirando los peces.

—Darío —me llama Pelayo entonces —. ¿Sabes algo que me pone un poco chof? —Os presento a Pelayo, la única persona del mundo que diría que está chof. Me vuelvo para mirarle, niego y dejo que siga hablando—. Pues... que para mí eres mi mejor amigo, ¿comprendes? También mis padres... y bueno, cualquier persona que conozca... diría que eres mi mejor amigo porque así es como te presento. Sin embargo, sé que yo no soy para ti tu mejor amigo.

Pelayo baja la mirada.

—No es así exactamente, Pelayo —me excuso—. Para mí... para mi madre y mi padrastro y mi hermanastra tú si que eres mi mejor amigo. Así te presento yo también.

—Pero no lo soy de verdad, ¿no? —pregunta Pelayo mirándome otra vez—. Porque si yo fuese tu mejor amigo me habrías contado que te liaste con Salva en la fiesta. ¡Me habrías contado algo! ¿Sabes lo mal que me sentí al descubrirlo la otra noche? Todos asumieron que yo lo sabía porque soy tu mejor amigo. Quedé como un imbécil.

—¡Lo siento! —exclamo — ¡Yo estaba convencido de que no te enterarías nunca!

—¿No entiendes lo que te estoy diciendo? ¡Lo que me repatea es que no me lo hayas contado! Que lo respeto, pero... simplemente me sirve para confirmar que no somos tan amigos como yo pensaba —suspira.

—Sí que somos amigos, tío, es solo que.... No solemos contarnos estas cosas, ¿no?

—¡Eso lo dirás por ti! ¡Yo sí que te las cuento! Si tengo un mal día, si mis padres me sacan de quicio, si me empieza a gustar una chica, si paso la noche despierto jugando a la play o escuchando en bucle una canción de Taylor Swift que me ha cambiado la vida... yo sí que te cuento todas estas cosas.  Eres tú quien no lo haces.

—Lo siento —suspiro. El corazón late desbordado en mi pecho y yo trato de calmarlo buscando en mi mochila algo con lo que ocupar mis dedos. Encuentro un sándwich que debí comprar hace semanas en una máquina expendedora y que ya se ha quedado rancio.

—No quiero que me pidas perdón, Darío. ¡No estoy enfadado! Es solo que me hace sentir un poco mal que no te sientas cómodo para hablar conmigo...

Miro hacia arriba, exhalando de nuevo. Abro la cobertura de plástico del sándwich, arranco un trozo y lo lanzo en la charca. Enseguida llegan un par de carpas para devorarlo.

Ojalá me devoraran a mí.

—No es nada que estés haciendo mal, tío. No tiendo a contar mis cosas en general —murmuro —. A veces intento contártelas a ti, pero son demasiadas y ya te he mentido tanto que no sé cómo arreglarlo y me agobio.

—¿Has mentido? —me pregunta.

Cojo otro trozo de pan y lo lanzo a la charca. Busco ordenar mis pensamientos antes de empezar a hablar. Joder, cómo de raro es el ser humano. Hace unos días me abrí un poco con Salva y le conté como me sentía, ¿y ahora voy a hacerlo con todo el mundo?

Hola, señor electricista, buenos días, ¿quiere que nos sentemos para que pueda exponerle mis traumas uno detrás del otro?

Debería tener un jodido punto intermedio. Debería aprender a callarme... y ya.

—Me mudé al edificio en el que vivía Salva a los siete u ocho años cuando a mi padre le despidieron de su trabajo —empiezo a hablar, sin embargo—. Nos hicimos amigos ese mismo día. Empecé a estudiar en su colegio y pasábamos las tardes juntos. Yo cada vez quería pasar menos tiempo en casa, pero a la vez quería estar siempre presente... —bajo la mirada antes de seguir hablando—. Sabes que mi padre murió cuando yo tenía doce años. La gente siempre se queda con eso, con la tragedia que supuso. Y yo acepto los pésames y dejo que se queden con esa interpretación, pero lo cierto es que me sentí aliviado cuando mi padre se murió.

Repito el ritual del sándwich y las carpas porque ante todo no quiero mirar a Pelayo a los ojos. Después, sigo hablando.

—Mi padre no estaba bien, Pelayo. Desde que dejó de trabajar fue como si todo él se ensombreciera de repente. Siempre estaba distante y triste y todo le molestaba muchísimo. Y era violento. Yo... no recuerdo la mayor parte de mi infancia así que no te puedo decir cómo se comportaba mi padre antes del despido y sobre todo cómo se comportaba con mi madre... no sé si él siempre fue un.... Maltratador. Mi madre tampoco habla de ello nunca. Yo tengo buenos recuerdos también estando a su lado, pero de esos también era difícil disfrutar porque yo... siempre estaba dándole vueltas a todo lo que hacía o decía o pensaba porque tenía que evitar que se enfadase, ¿sabes? —la voz se me acaba de quebrar sin que yo pueda hacer nada para evitarlo—. Tenía que medir todos mis movimientos, hacerlo todo bien y estar pendiente también de las palabras que intercambiaba con mi madre y aún así no era suficiente...

Me dedico a seguir desmenuzando el sándwich intentando rebajar la emoción que me provoca contar el puto drama de mi vida y entonces me atrevo por fin a mirar a Pelayo. Tiene las gafas tan empañadas que no le veo los ojos.

—¡Tío! ¡No me digas que estás llorando! —exclamo, forzándome a sonreír un poco.

—Joder, Darío, ¡pues no! ¡O sí! Se me han humedecido los ojos, joder. Pero enseguida se me pasa —dice, ahora sonriendo un poco—. Yo no te quiero incomodar con mis sentimientos, es solo que me da mucha pena y mucha rabia que pasases por eso.

—Yo tampoco te quiero incomodar a ti. Ni a nadie. Ni dar pena —suspiro.

—Honestamente, ¿tú no te sentirías un poco como me siento yo si te contase algo así? ¿No te daría pena o rabia por mí? —pregunta Pelayo, sacando una gamuza para limpiarse las gafas.

Supongo que tiene razón. Meneo la cabeza y me encojo de hombros.

—En fin. El caso es que, de repente, de un día para otro, mi padre se murió. Fue un infarto fulminante que acabó con él mientras dormía. Ni si quiera hubo ambulancia a la que llamar... ya estaba muerto —exclamo—. De repente mi madre retomó el contacto con su familia, sus hermanas vinieron a casa a ayudar y volvió a tener relación con el hermano de la novia de su hermana y... sí, ese era Ricardo. Recuperaron una amistad que habían dejado atrás cuando mi madre se casó con mi padre... porque recuerdo que papá no podía ni ver a la hermana de mi madre. Pero volvieron a nuestra vida. Mamá le contó a Ricardo muchas cosas, él estuvo presente en nuestras vidas y pasado un tiempo empezaron a salir. Y después nos mudamos a su casa. Y después se casaron.

—Y yo ya sé cómo sigue la historia —dice Pelayo.

—Exacto. Porque me matricularon en el Germán Otálora y de repente tenía dinero y una familia estable y una habitación gigante solo para mí. Cuando alguien me pregunta le cuento lo que tú ya sabías: mi padre murió, mi madre conoció a otro hombre. Se les escapa todo lo demás: lo que pasamos anteriormente, el hecho de que mi madre interpuso contra mi padre una denuncia por violencia de género que acabó por retirar...— miro al cielo otra vez—. Encontrarnos a Salva y a sus amigos en la discoteca fue más de lo que pensé que soportaría. ¡Fue tan raro! Fue como abrir una puerta a otra realidad en la que yo hubiese seguido en el barrio, ¿entiendes?  Salva era mi mejor amigo, mi vecino, él sabía todo lo que me estaba pasando... Me acerqué a él no solo por el alcohol y porque, lo reconozco, me pareció que estaba guapísimo, también fue porque a él no le podía mentir, porque él sí que lo sabía todo.

—Ostras, Darío, menudo culebrón —suspira Pelayo, que ya se ha limpiado las gafas.

—Ya, bueno, por eso mismo te dije que me había liado con Raisa. Por el tema de que Salva es un chico y yo no creo estar demasiado preparado para que nadie sepa que soy gay, pero también porque me había prometido no verlo jamás. Salva es un cani y un chulo insoportable y además siento que no hay manera de que pueda mentir estando con él.

—Supongo que lo entiendo... Sí —concluye—. Aunque sigue poniéndome un poco triste que llevemos tantos años siendo amigos y nunca me lo hayas contado. 

—Pero tiene que quedarte claro que no es por ti —repito—. Yo no quería hablar de ello... Y tampoco quiero que se enteren en clase de nada de mi pasado porque sé que lo usarían para atacarme... ¿Sabes lo que te quiero decir?

Pelayo asiente.

—Claro...

—Pero voy a intentarlo ahora, ¿vale? —digo—. Ya nos falta poco para acabar el instituto. Te he contado todo esto y el mundo no ha estallado ni nada así que igual puedo seguir un poco más.  Te prometo que seré mejor amigo.

—Eres el único mejor amigo que tengo así que no tienes un listón muy alto al que llegar... —dice, esbozando una sonrisa.

La alarma del teléfono de Pelayo empieza a sonar, cortándonos todo este rollo sentimental, indicando que pronto empezará la segunda clase del día y que esta vez sí que deberíamos ir.

—Igual tendríamos que ir moviéndonos —suspira el chico.

Yo asiento, recojo mi mochila y tiro a la basura el resto del sándwich porque tampoco creo que sea buena idea empachar a los pobres peces ya que seguro que en el parque ya les alimentan la mar de bien.

—Y por eso no querías ir a la fiesta de Halloween, ¿no? —pregunta Pelayo.

—Habría preferido la muerte —sonrío—. Pero, bueno, tenía que evitar que tú te enterases de lo de Salva y por eso acabé yendo.

—Y aún así acabaste yendo a solas con él y volviste con la cara manchada de la pintura de su disfraz... ¿volvisteis a liaros?

—No —respondo—. Bueno. Sí. Pero un poco. Solamente me llevó a ver otro grafiti de Amor que había pintado en una carretera a las afueras.

—¡¿El del grafiti de Amor que había al lado del mural de Raisa lo hizo él?! ¡¿Y lo hizo para ti?! —exclama Pelayo.

Yo me rasco la cabeza, pues ni si quiera me acordaba de que él no sabía esta parte.

—En su cabeza todo eso forma parte de un plan para conquistarme... —suspiro.

—Y está funcionando, ¿no?

—Sí. Sí que está funcionando —admito finalmente.

No hace falta que vea a Pelayo para saber que contiene un grito de la emoción.

—¿Y habéis seguido hablando? —pregunta.

Yo suspiro, asiento y le tiendo mi móvil para que pueda ver lo último que me ha escrito Salva.

SALVA: Feliz lunes, Darío. Estás guapísimo.

¿Te apetece que quedemos el miércoles?

—¡Eso es pasado mañana! —exclama Pelayo—. ¿Y qué le vas a decir?

Ya hemos llegado al instituto y con ello termina nuestra conversación. Yo me encojo de hombros a modo de respuesta, pero en el fondo sé que ya he tomado una decisión.

***
DARÍO: cuenta algo horrible que le ha pasado
LOS COMENTARIOS: Pero Pelayo está bien??????!!!!
Me encanta.

¿Se viene la primera cita de verdad de Darío y Salva? ¿Qué decís?

Continue Reading

You'll Also Like

1.4M 62.6K 132
¿Pueden las tramas de dos personajes de ficción traspasar el papel y afectar a las actrices que los interpretan? ¿Qué pasa cuando las cámaras dejan d...
679K 29.4K 46
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
122K 12.1K 40
Un peliverde, junto a un montón de niños fueron sujetos de pruebas para obtener un quirk, pero el único sobreviviente fue él #1 _ generadorrex 18/02...
3.9K 226 15
"En el antiguo imperio de Arcadia se contaba la leyenda que existieron grandes Drag-Rides, se decía que esas armaduras se utilizaban en batallas por...