Agony » Harry Styles (COMPLET...

By dangerousweona

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Cuando Annie Johnson regresa a su ciudad natal luego de la abrupta muerte de su padre, vuelve a encontrarse c... More

Sinopsis
AVISO
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44 (Final)
Agradecimientos
Epílogo

Capítulo 25

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By dangerousweona

Fue cuando llegué a mi habitación, que recién tomé el peso de lo que había dicho minutos atrás. Había casi "enfrentado" a mi papá y ni si quiera me había inmutado por ello. No supe si fue por la rabia o por la impotencia de no poder remediar lo que él le había dicho a Annie, pero no sentí miedo de él por algunos momentos. Me sentí fuerte y capaz por un minuto en mi vida.

Pero mi minuto de confianza había pasado y puse el cerrojo a la puerta temiendo que papá pudiera venir en la noche a ahorcarme con las sábanas en castigo por mi insolencia. Tenía hambre y quería otro té para amortiguar un poco el frío, pero preferí no arriesgarme.

— ¿Qué voy a hacer? —suspiré tirando de mis rizos con la mano que me quedaba buena.

Por un lado Annie aún me gustaba. Me encantaba.

Pero por el otro, era demasiada la mierda que había entre nosotros.

Mentiras, peleas y llantos era lo único que podía esperarse de nuestra relación.

Éramos desdichados, aunque estuviésemos juntos o separados. Era un desastre inevitable.

Decidí dejarlo pasar una vez más, prometiendo en mi mente que esta vez, iba a ser la definitiva. Solo necesitaba dejarla ir.

Nuestro destino no era estar juntos y ya era tiempo de aceptarlo. Pero tenía que hablar con ella y dejar las cosas en orden, tenía que pedir perdón. No porque su mamá me lo pidiera, sino porque a final de cuentas, todo esto había sido mi culpa. Todo había comenzado con mis mentiras.

Me levanté de la cama y me dirigí al cuarto de baño. Necesitaba una ducha con agua caliente, pero ya que tenía un molesto yeso en mi mano derecha, todas mis duchas tenían que ser reemplazadas por largos y aburridos baños de espuma.

Me gustaban las duchas. El agua lavaba mis problemas y los llevaba a través de las alcantarillas al mar, donde se perdían entre la basura y los peces.

Ahora no podía lavar mis problemas con litros y litros de agua, pero valía la pena intentar ahogarlos.

***

En cuanto vi a Annie al día siguiente supe que algo más grave le estaba sucediendo.

Habían tocado el timbre para la entrada a la primera hora de clases y ella aún seguía apoyada en su casillero. Yo la observaba desde lejos, ya que tenía la autorización para entrar tarde a clases debido a mi mano rota y lo aproveché bastante bien con un par de horas extras de sueño.

La vi caminar como alma en pena a través del pasillo, pero en dirección contraria al salón. Del lado contrario venía el idiota, antisocial y punk Austin Mendez, con su mirada atrapada en la pantalla de su celular. Él era algún tipo de mexicano-latino o algo así, pero no se le notaba demasiado. Vestía sólo ropa negra y su cara parecía un alfiletero.

Quise advertirles que iban a chocar, pero ya era demasiado tarde.

Sus cuerpos se estrellaron. Annie cayó estrepitosamente al piso y el móvil de Mendez cayó junto a ella. El idiota soltó un gruñido y se apresuró a recoger su teléfono. Todo un caballero.

—Lo siento —dijo Annie recogiendo sus libros—, estaba un poco distraída.

—Deberías fijarte un poco más, idiota —escupió él.

Oh no.

El ceño de Annie se frunció y su semblante completo cambió. — ¿Perdón? —se levantó dejando todos sus libros regados por el suelo—. Tu ibas caminando con el móvil, creo que es una responsabilidad compartida.

El chico levantó una ceja y la miró incrédula, normalmente nadie se atrevía a hablarle de ese modo a Austin Mendez. A pesar de tener un nombre bastante inglés, su apellido delataba de donde provenía realmente. Se decía que de los más recónditos suburbios de México, donde había sido criado por su abuelo que era una especie de "traficante" de drogas. Yo sinceramente pensaba eran especulaciones sin fundamento y que el idiota se aprovechaba de la mala fama de su apellido para alejar a todo ser viviente de su camino.

—No me subas el tono, perra —Austin tomó el brazo de Annie bruscamente y supe que era momento de intervenir.

—Suéltala, idiota —escupí y él soltó su brazo de inmediato.

— ¿Defendiendo a tu juguetito, Styles? —rió—. Creo que no estás capacitado para eso.

Hizo un ademán burlón refiriéndose a mi mano enyesada. Eso me cabreó a mil. Lo empujé con fuerza y lo acorralé contra los casilleros.

—Mira idiota —escupí cerca de su rostro para asustarlo más—, vas a dejar de decir idioteces y le pedirás perdón a ella. Porque puede que mi mano esté rota, pero no tendré ningún problema con estrellar esta mierda en tu cara —dije señalando mi yeso.

Su mirada revelaba miedo y me sentí satisfecho cuando soltó un suave "perdón" para luego irse rápidamente. Sonreí triunfante.

— ¿Estás bien? —pregunté a Annie, ayudándola a recoger sus libros torpemente. Tener sólo una mano no ayudaba.

—Sí —simplemente contestó—, gracias.

—Te he visto, has estado un poco distraída últimamente.

—Estoy bien.

—No lo estás —afirmé irritado.

— ¡Déjalo Harry! ¡Tú no necesitas saberlo! ¿No dejas que yo entre en tu vida y ahora quieres meterte en la mía? Tú terminaste esto y lo respeto, aunque esté matándome por dentro, respétame tú ahora y por favor olvídate de que existo.

—Annie yo...

Quise hablar, pero ella ya se había ido. Entonces lo comprendí: la sensación de ver sufrir a una persona a la cual realmente quieres y no poder hacer nada era terrible. Quería olvidarme de ella, pero no podía hacerlo mientras lucía tan triste y frágil. Necesitaba hacer algo.

***

Era la penúltima hora de clases y yo iba caminando por el pasillo hasta mi casillero, últimamente nadie estaba llevando sus libros a la clase y me veía obligado a ir por ellos, ya que nadie me facilitaba uno.

Vi a los idiotas de tercer año que se juntaban con Hemmings, tratando de meter a un nerd de ajedrez en uno de los casilleros del pasillo. El nerd corrió de ellos y la puerta del casillero quedó abierta. No me importó, hasta que vi a Annie caminar despreocupadamente hacia la puerta abierta, golpeándose segundos después de lleno en ella.

— ¿Estás bien? —ella no respondió. Le tendí mi mano para que se levantara, ya que por segunda vez en el día estaba en el piso.

—Deberías ir a la enfermería —sugerí.

Ella pasó de mí y siguió adelante, pero la vi tambalearse al caminar y pasé mis manos por su cintura antes de que cayera. Se estremeció ante mi toque.

— ¿No te quedó claro lo que te dije esta mañana? —soltó ella, cansada.

—Necesito hablar contigo. No te dejaré en paz hasta que escuches lo que tengo que decir.

Ella vaciló por un momento y me miró a los ojos. —Esta bien. Vamos a la enfermería.

Después de que le dieran una bolsa de hielo y unos anti inflamatorios para su cabeza, Annie y yo decidimos saltarnos la última hora de clases para hablar.

Ella me pidió caminar, quería llevarme hasta el parque que me había mostrado semanas atrás. No hablamos mucho en el camino, pero fue un silencio cómodo, casi solemne, solo me dediqué a disfrutar de los últimos momentos de cercanía que nos quedaban.

—El domingo fue su cumpleaños.

Estábamos balanceándonos en silencio en los columpios del parque, estaba armándome de valor para hablar cuando ella rompió el silencio.

— ¿Qué? —pregunté, no entendiendo a lo que se refería.

—Mi papá —suspiró—, su cumpleaños fue el domingo y hasta ahora me doy cuenta de lo mucho que lo extraño. Duele Harry, duele mucho.

—Sé a que te refieres.

Lo sabía perfectamente. Mamá y Gemma no estaban muertas, pero no estaban y se sentía como un agujero en tu pecho que no podías llenar con nada, era una constante agonía.

— ¿No has intentado buscarlas?

—Ellas no me necesitan Annie, sería una completa pérdida de tiempo —asintió—. Pero tu papá te ama a ti, y él siempre va a estar contigo pase lo que pase, él te cuidará.

Una lágrima resbaló por su mejilla. —Gracias.

—Ven aquí —me puse de pie y tendí mis brazos hacia ella envolviéndola en un abrazo, que tanto ella como yo necesitábamos.

Ella lloró en mis brazos y yo la apreté con fuerza. Después de un rato su llanto cesó y se alejó de mi. Volvimos a sentarnos en los columpios.

— ¿Qué era lo que querías decirme? —preguntó.

—No creo que sea un buen momento para decirlo.

—Vamos, no me vengas con eso ahora. Suéltalo.

—Te quiero —dije. Ella me miró y vi esperanza en sus ojos—. Y te perdono si eso es lo que te preocupa.

—Harry yo...

—Pero esto nos hace daño, no podemos pretender ser una pareja feliz un día y al otro estar peleando y diciendo mierdas de las que nos arrepentiremos luego. No quiero seguir así.

—Está bien, lo entiendo.

—Y perdón por todo, sé que la culpa de que esto no funcionara es totalmente mía.

—Yo ayudé también —rió.

—Pero no quiero perderte ¿podemos ser amigos?

—Esa mierda jamás funcionará —dijo entre dientes, pero aún así pude entenderle.

— ¿Qué? —pregunté fingiendo que no había oído nada.

—Amigos —dijo tendiéndome la mano para sellar el trato.

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