— Esta bien, tienes razón. Olvide que no estás acostumbrada este estilo de vida. Trataré de ser "amable" y esas basuras, pero desde ahora tendrás que comenzar a dejar tu lado sensible, te encontraras con gente peor que yo y tendrás que saber cómo enfrentarte a ellos sin llorar. Quieras o no, ahora esta es tu realidad. ¿Entiendes?
Asentí en silencio y esté me dió unas palmaditas en mi hombro con suavidad, aclarando su garganta y soltando de mi agarre, provocando que sintiera que solo en ese momento había vuelto a respirar normal.
— Bien, eso esta mejor...dormiras conmigo hoy y mañana te dejare una habitación deseocupada para que la decores y esas cosas que las chicas de tu edad hacen.
Alce una ceja con curiosidad. ¿Cosas que las chicas de mi edad hacen? ¿Qué trataba de decir? ¿Qué edad tenía este chico?
— ¿No tienes ropa más cómoda? —preguntó llamando nuevamente mi atención y negué lentamente.
— Te prestare algo, no tengo ropa de mujer por lo que no esperes que te quede perfecto —me advirtió, secamente.
Salí del baño una vez me puse la ropa que Heeseung me había prestado. El pelinegro me recorrió con su mirada sin disimulo ni vergüenza. Parecía estar juzgándome en su mente y con timidez, baje la vista acercándome hasta la cama.
— Sí te preocupa, mantendré mi distancia. No soy esa clase de persona... —comentó y asentí en silencio, metiéndome entre las sábanas.
Tampoco creía que lo fuera.
A pesar de su actitud intimidante, no se veía como alguien de modales ordinarios.
El chico apago las luces y se acomodó en la cama, dándome la espalda. Pose mi mirada en esta, viendo como la camisa que llevaba puesta se se estiraba contra su ancha y varonil espalda.
Cerré los ojos lentamente, y empecé a soñar.
Me encontraba en un cuarto lúgubre y oscuro. Estaba sola, o eso pensé hasta que se presentaron los asesinos de mi madre. Querían matarme, pero yo forcejeaba con ellos sin parar. Entonces, mi madre llego a la escena, comenzando a defenderme de ellos nuevamente. Yo volvía a llorar ante el terror que me producía la escena, le pedía a gritos que parara, que los dejara ahí y arrancáramos juntas.
Los hombres acercaron una pistola a mi rostro y desperté de golpe.
Mi pecho subía y baja con violencia, mientras que sentía como mis lágrimas se deslizaban por mis tibias mejillas sin parar.
Gire mi rostro y me tope con los ojos oscuros de Heeseung observándome.
Al parecer, lo había despertado.
— Y-Yo... Lo siento, lo siento mucho, no volverá a pasar... Yo no quise... —comencé a disculparme, limpiando mis lágrimas rápidamente, completamente avergonzada.
— Uh... —Heeseung se rasco la nuca, aun algo dormido—. Olvídalo, no puedes controlar tus pesadillas... A todos nos pasa, es algo normal —Me hizo saber, en un intento de parar mis lágrimas—. ¿Quieres que deje la luz prendida? Tal vez así puedas dormir más tranquila.
— Eso suena bien... Pero, ¿No te molestaría? —cuestioné con inseguridad.
— Soy de los que madrugan hasta tarde, puedo resistir.
Asentí sintiéndome un poco mejor y pase mis manos por mi rostro, suspirando con timidez. Me volví a acostar, esta vez abrazando la almohada a mi lado y escondí mi rostro en ella, mientras veía a Heeseung pararse de la cama para poder prender la luz de la habitación.
Realmente agradecí esa acción.
Narra Heeseung
Cuando me levante, mi mirada se fue a mi pecho al sentir un peso de más. Era Pandora. Posaba su mano sobre mi pecho, como si me hubiera usado de almohada.
La corrí lentamente de mi lado, no quería que despertara todavía. Además, era verdad lo que decían los chicos sobre ella. Por donde la miraras parecía un noble e inocente panda.
Eso no era conveniente en su actual situación, y me iba a segurar de cambiarlo.
Salí de la habitación y me fui a mi oficina buscando entre papeles antiguos, información.
Después de unos minutos, encontré unos archivos viejos en donde estaba la hoja de vida de Pandora. Mi madre la había guardado en una carpeta negra en dónde tenia otras hojas de vida de gente importante.
Efectivamente tenía diecisiete años.
Era tres años menor que yo, hija única, no tenia padre y no había bastante información. Claro, también aparecía que era hija de Hana. Reina en el traficó de sustancias y la cual había desaparecido hace cinco años sin dejar rastro. Era la mejor amiga de mi madre, por lo que recordaba haberla visto en casa en algunas ocasiones.
Mi madre lamentablemente también había fallecido; pero había sido por una sobredosis hace tres años atrás. Me había dejado a cargo de su imperio. Me había preparo desde pequeño, mi infancia se trato de sangre, sustancias y un duro entrenamiento que me ayudo a alcanzar mi madurez mental desde una corta edad. Nunca tuve, ni sentí la falta de una imagen paternal, mi madre era las dos.
Soñaba ser igual que ella. Era invencible, era una
completa gangster que nadie podía parar. Mi madre nunca se intereso en ningún hombre, ella no le atraía nadie, pero, Hana era la excepción. Era demasiado notorio, su comportamiento cambiaba con ella, eran la una para la otra pero las circunstancias no les permitieron poder estar juntas...los últimos años de su vida la veía muy triste. Se dedicaba solo al trabajo y Hana ya no la visitaba.
Unos toques en la puerta me sacaron de mis pensamientos y guarde la hoja nuevamente en la carpeta, girandome para abrir.
— ¿Qué pasa, Jay? —inquirí, al verlo entrar.
— Estamos desayunando con los chicos, supongo que le vas a dar algo de comer a la chica, ¿No?
— Ah sí... dile que baje, no me esperen, me quedaré un rato más aquí —indiqué y Jay asintió más relajado, yéndose.
Esto va ser definitivamente una prueba difícil.
Pandora era difícil, demasiado inocente para su edad y eso definitivamente dificultaba un montón las cosas, en especial por el hecho de que prácticamente su madre le había ocultado casi todo.
Narra Pandora
— ¿Seguro? —le cuestioné a Jay y esté asintió sonriéndome con traquilidad.
— Si, lo juró, dijo que podías bajar y aun que mintiera, sabes que no puedes refugiarte en su habitación toda la vida...
Escondí una sonrisa y lo seguí escaleras abajo. Nos dirigimos hasta la cocina, la cual poseía un largo mesón de mármol negro en dónde los demás chicos se encontraba desayunando plácidamente.
Observe la escena con la boca entre abierta.
Algunos de ellos ni siquiera traían una camisa encima. Sus cabellos estaban despinados, unos más que otros y estaban sentados de diferentes formas hablando tan entusiasmados que notaron mi presencia sólo cuando Jay les llamo la atención.
— La dama nos acompañara en el desayuno, compórtense como hombres.
Todos se giraron a verme y me sentí pequeña nuevamente. Sunoo, quién tenía una caja de cereales entre sus delgadas manos me siguió con una mirada juzgadora, hasta sentarme entre él y Jake.
— ¿Nuestro jefe te presto ropa, Panda? —Sonrió ladinamente.
— Eso es algo nuevo... —habló para si mismo Jake, tomando un sorbo de su leche con su mirada en mí.
— ¿Jefe...? —repetí, sin entender.
— Se refiere a Heeseung, trabajamos para él, le debemos nuestras vidas... —explicó Jay poniéndose detrás mío para tomar el jugo de naranja que estaba a mi lado.
— ¿No vas a comer? ¿O será qué los pandas ayunan? —preguntó entonces Sunghoon riendo burlescamente y mordí mi labio sin compartir el chiste.
— No, ella debe comer bambú...—musitó Ni-ki con una sonrisa.
— ¿Cuál es el afán que tienen por burlarse de mi vitíligo? —pregunte un tanto fastidiada y estos se miraron entre sí, dejando de reír.
— Hey, no nos malinterpretes. En lo personal me gusta el sobrenombre. Además, ¿Quién dijo que nos estabamos burlando? Nosotros no nos burlamos de chicas, menos de las que son linda como tú...—aclaro Sunghoon revolviendo el bowl con cereales y yogurt para llevarse una gran cucharada a su boca.
— Es verdad, llamas mucho la atención... —agregó Jungwon.
— Siéntete libre de comer lo que quieras, no te lo vamos a restringir —comentó Jay.
— ¿Sí? Que bueno... Me gustaría tomar un vaso de leche... —comenté al observar el de Jake, a lo que ante mis palabras, se levantó de asiento como si lo hubiera interpretado mis palabras como una orden.
— Ya voy. —Me trajo un vaso y me sirvió leche, mientras le daba una mirada de curiosidad.
— ¿Quieres una dona? Las compramos hoy en la mañana...—Me ofreció Ni-ki sonriéndome y asentí, lentamente.
—Gracias...—musité tomando la dona y el vaso de leche que me trajo Jake, quien además me regalo una sonrisa y acaricio mi cabello.
Vaya, extrañamente ahora eran bastante serviciales.
¿O siempre lo fueron?
Tome el vaso de leche con mis dos manos y bebí, sedienta. No tenía un desayuno decente hace días y más bien, a penas había comido estos días, por lo que claramente tenía una hambre descomunal.
— ¿Todavía estan desayunando? ¿No tienen nada que hacer? —Llegó Heeseung, llamando la atención de los chicos.
Deje el vaso de leche vacío sobre la mesa y lo volteé a mirar, sonriendo.
— Buenos días, Heeseung —Lo saludé alegre y esté me miró, frunciendo el ceño.
— Dios, ¿Puedes parar de ser tan tierna? —me regaño Jay y ladeé mi cabeza a un lado sin entender.
Heeseung suspiro con pesar y paso sus dedos sobre mis labios limpiando el bigote blanco que se había formado debido a la espesa leche.
Mis mejillas enrojecieron aún más y me volteé para seguir comiendo, esta vez en completo silencio.