Trono de escamas y almas perd...

By Ginnylight

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Melione odia a los inmortales con toda su alma, pero en aquel castillo encuentra a la única inmortal que romp... More

Mapa del territorio
Campo de muerte
Antro de mala muerte
Consejo de guerra
La sonrisa de la guerra
Muerte en el bosque
Miradas de muerte y guerra
La muerte por el corredor
Marcha de guerra
El fruto de la muerte
La danza de la guerra
El poder de la muerte
La muerte es un secreto
Latidos de muerte y guerra
Las muertes que trae la guerra
El placer de la guerra
El baile sin fin en la muerte
Cabalgando hacía la muerte
Las cenizas de la muerte
La muerte y la guerra tienen muchas caras
La cacofonía de la guerra
Las gotas de sangre que bañan la muerte
Leyendas de guerra y muerte
El puño de la muerte
Las peticiones de la guerra
Las emociones de la guerra
La trampa de la guerra
El aliento de la muerte
El heraldo de la muerte
La espada de la muerte
La muerte ama a la guerra
Agradecimientos

Temer por la muerte

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By Ginnylight


Tras pasar unas cuantas semanas en la ciudad costera más importante de Emyerald, Melione acompañada de Nathair marcharon a su siguiente aventura por las vastas tierras inmortales. La joven estaba expectante de saber qué más sorpresas le depararían aquellas tierras llenas de magia y secretos sin resolver.

Había quedado prendada del lugar que dejaban atrás, no solo por el aroma a sal, algas y sol que impregnaba cada lugar por donde pasaba, ni por sus gentes que paseaban por las calles con una sonrisa en la cara para lo mal que lo pasaban, sino por la promesa que había hecho con Nathair el primer día que había pisado aquel lugar. Para ella, aquel balcón con aquellas vistas se quedaría perpetuo en su memoria hasta su último aliento.

Jugueteó con las riendas de su yegua mientras las palabras se clavaban en su corazón como un tatuaje eterno, mientras los besos y las caricias llegaban a su memoria. Sonrió al cielo de aquel día de otoño, habían dejado el verano atrás hacía unas semanas, con su color cerúleo y los rayos del sol golpeando su piel bronceada bajo sus pestañas.

Una ligera brisa otoñal recorrió el camino por el que iban y se ajustó la capa de viaje sobre su camisa de tonos burdeos. Nathair había pedido un nuevo repertorio de ropajes, camisas, pantalones y vestidos para ella con diferentes tonos que se ajustaban a su piel. Desde los burdeos más oscuros hasta los naranjas más claros, en un gran abanico de camisas, pantalones e incluso correas y arneses.

Jamás pensó que llevaría algo tan lujoso y exuberante sobre su piel, y siempre coronándolo con su collar de serpiente que no se quitaba ni incluso cuando dormía, porque era un regalo de su amada y además contenía una ligera reserva de magia que siempre podía serle útil. Pero había añadido dos cosas a su nuevo repertorio de joyas. Una era el anillo gemelo que compartía con Nathair y otra la pulsera de concha que le había creado y regalado. Todos aquellos bienes eran sus posesiones más preciadas.

Le dió unas palmaditas amigables en el cuello a Coghad mientras esta trotaba al lado de Bax siguiendo su ritmo. La yegua sabía perfectamente que debía de seguir al semental y ella dejaba que el animal tomara sus propias decisiones debido a que confiaba en su criterio.

El sonido de los cascos de los caballos pisando las hojas que comenzaban a estar secas y de tonos rojizos llegó a sus oídos. Jamás había visto esa tonalidad en los árboles ni en el paisaje. Y era un espectáculo antes sus ojos que jamás había podido llegar a imaginar ni en sus mejores sueños. Empapó su mirada de todo lo que la rodeaba, de los árboles con sus copas rebosantes de vitalidad que se caía con un leve baile al suelo, de los pájaros que piaban alegremente sobre las ramas y en sus nidos, y de los animales que se escondían entre la maleza.

Nathair iba absorta en sus pensamientos como siempre que hacían algo que era mecánico y no hacía falta estar atento. Se preguntó qué pensaba la reina, que pasaba por debajo de su rubia cabellera, y sobre todo si estaba pensando en ella.

La capa blanca de su traje se perdía sobre el pelaje medianoche de Bax mientras sujetaba las riendas con fuerza tras sus guantes de cuero del mismo color que la capa.

―Lanzas con reborde de esmeralda―dijo Melione para llamar la atención de su pareja.

―¿Eh?―dijo saliendo de sus pensamientos.

―He adivinado lo que piensas, es normal dado que soy la mejor humana que has conocido nunca.

Nathair se rio tras su momento de confusión.

―Hace tiempo que dejé de pensar en armas afiladas. Ahora mismo estaba pensando en parar y comer algo.

Melione sintió su estómago gruñir agradeciendo las palabras de su pareja.

―Entonces mejor que paremos y tomemos algo. Debe de ser ya medio día y hemos salido con el alba.

Nathair detuvo a Bax y se bajó de su corcel. Melione imitó sus movimientos y bajó de su yegua. Ambas ataron a los caballos a la rama de un árbol, y ella le apartó un mechón rubio a Nathair que se había escapado de su recogido.

―Siempre tan atenta―puntualizó la hembra rubia.

―Es imposible apartar la mirada de ti.

Melione contempló fascinada como las mejillas de su pareja se tornaban de un color rosáceo. Se acercó pausadamente a ella y le besó la mejilla con mimo.

Después se apartó y se dirigió a un fardo que portaba Coghad en uno de sus costados.

―Creo que nos podríamos sentar ahí ―señaló un lugar donde el terreno era plano.

―Déjamelo a mí―le guiñó el ojo.

La magia de Nathair la rodeó como una tierna caricia mientras los objetos de los fardos salían volando y se colocaban sobre un mantel, bastante grande para que se pudieran sentar las dos más los manjares que las acompañaban. Cuando estuvo todo preparado, gracias a la magia, ambas se sentaron para comer.

Se colocó sobre la tela y cogió una manzana roja que estaba dispuesta con las demás. La limpió con la manga de su camisa y se la llevó a la boca. Una explosión de dulzor le invadió las papilas gustativas, aún no se había acostumbrado a los sabores penetrantes de los alimentos de las tierras inmortales y jamás lo haría.

―Comes como una cerda ―dijo su reina riéndose.

―Y tú eres demasiado sofisticada, ¿en serio estás bebiendo vino ahora?

―Nunca es pronto para beber vino, ni un mal sitio.

―Jodida perra inmortal borracha―respondió con sorna.

―Maldita cerda humana―bebió de nuevo de su copa mirando a Melione con picardía.

―Zorra.

―Puta.

―Bastarda.

―Desviada―Nathair apartó la mirada sonriendo.

―Eh, si yo soy una desviada tú lo eres más―dijo riéndose.

―La salida de tus padres fue muy graciosa.

―Para ti, que tuve que matarlos ―le quitó la copa de vino de las manos.

―¡Eh! hay más. Búscate el tuyo―intentó coger la copa de sus manos, pero fue inútil.

Melione se acabó la copa ahogando el mal recuerdo. Después se limpió la comisura de la boca con la manga y se la tendió a Nathair.

―Me alegro de que en tu reino haya más libertad para amar a quien quieras y para follar, sobre todo eso.

―¿Quién me va a detener? Si soy la reina―se sirvió más vino del zurrón.

―Cierto, brindemos por ello.

Nathair le tendió una copa llena del líquido dorado y brindaron.

―Te odio―dijo Melione al terminar la bebida.

―Ódiame―se acercó a ella y le respondió sobre los labios.

―Te odio.

La agarró del cuello y la besó, mordiendo su labio interior que sabía al dulzor del vino.

―Zorra inmortal.

Nathair se rio sobre sus labios y continuaron besándose bajo el cielo de otoño.


🐍 🐍

El cielo se comenzó a tornar de un color anaranjado anunciando que era la hora del crepúsculo. Melione comenzó a escuchar los pasos de los animales salvajes que estaban habituados a aquellas horas y al manto de la noche.

―¿Vamos a pasar la noche en el bosque?

Nathair la observó y sonrió para después negar con la cabeza.

―Hay una pequeña aldea aquí cerca, pasaremos la noche ahí.

―¿También tienes un castillo en medio de una aldea?

―Para mi desgracia, no. Dormiremos en la posada.

―Oh, por los dioses. La reina durmiendo en un sucio catre lleno de chinches―dijo fingiendo conmoción―. Pobre de ella, que no sabe dormir sin sus sábanas de seda ¡Qué tragedia!

―Disfrutas con esto ¿verdad?―dijo entre dientes.

―No sabes cuanto―le guiñó el ojo.

Nathair bufó fingiendo estar molesta.

―No puedes quejarte porque ha sido idea tuya abandonar la fortaleza.

―Lo sé, pero quiero mostrarte las zonas más importantes de Emyerald antes de volver.

―Y la razón es...

―Por si me muero, alguien tiene que sustituirme ―dijo levantando una mano como si lo que acabara de decir fuera lo más obvio del mundo.

―Espera... ¿Cómo que morirte?

―Melione... ¿Se te ha olvidado que toda la corte me odia?

―No, Nathair, claro que no―dijo elevando el tono de voz―Pero no te vas a morir, yo jamás permitiré que te maten.

―Por si algún casual pasa. Por si soy traicionada por alguien que amo, y es capaz de atravesar mi corazón con esmeralda. Este reino necesitará una nueva reina.

Nathair se giró para mirarla con una sonrisa de maldad recorriendo su rostro y un poco de magia se escapó de su rostro y movió su pelo cerca de su oído dando una clara señal de que estaban siendo escuchadas.

Melione comprendió que los árboles escuchaban, que los sonidos que tal vez había pensado que eran de animales salvajes tal vez fueran de otro tipo de especie y que a lo mejor algún inmortal las estaba rondando. Al fin y al cabo aquel macho que había matado en el callejón le había dicho que la reina jamás estaría sola.

Asintió levemente y continuó interpretando el papel de espía y traidora que todo el mundo pensaba que era, sin que supieran que ella misma usaría a los inmortales para su propio beneficio.

―Pero tú jamás serías capaz de traicionarme ¿verdad, Melione?

―Te lo prometo, mi reina.

Melione cruzó su dedo pulgar sobre el índice rompiendo la promesa que acababa de hacer. Situando su mano en el punto ciego de Nathair, pero dejando que alguien que estuviera en el bosque pudiera ver su gesto.

―Bien, porque me gusta tu compañía y es agradable tener a alguien como yo a mi lado.

Notó la fría mirada de Nathair sobre sus ojos como si la reina se hubiera dado la vuelta y estuviera satisfecha de la trampa que habían montado.

Tras unos cuantos minutos llegaron al comienzo de la aldea. A través de las ventanas se observaba las siluetas de los habitantes de aquel lugar que se reunían en torno de una mesa para cenar. Ambas bajaron de sus monturas y caminaron por el sendero principal de la aldea buscando la posada mientras llevaban las riendas de los animales.

Pasaron cerca de varias casas y observaron como toda la población de aquella humilde aldea estaba en sus casas dado que las calles estaban vacías. Observó como un macho mayor estaba cerrando su tienda, puso un candado en la puerta y lo cerró con llave para luego echarse al bolsillo.

Tras recorrer el sendero lleno de piedras y tierra que formaba la calle principal llegaron a su destino. Un letrero ajado por el paso del tiempo les indicó que habían llegado a la posada. Era un edificio de dos plantas hecho de piedras de color grisáceo con una caballeriza vacía en aquel instante.

―Voy a entrar, cuida de Bax y Croghad un momento.

Melione asintió mientras observaba a Nathair abrir la puerta con porte señorial y perderse dentro del edificio. En unos instantes salieron dos machos que le quitaron las riendas de las manos y se llevaron a los caballos al establo.

―¿Se puede saber que estáis haciendo?

―Perdone, señorita. Pero nos debemos de ocupar de los caballos de la reina.

Entró dentro de la posada y observó el revuelo que se había formado en la recepción. Una hembra regordeta y de aspecto afable estaba hablando con Nathair mientras varios machos la observaban perplejos detrás del quicio de la puerta.

La dueña del local tenía una sonrisa amable mientras tenía las manos cerradas sobre su vestido azul oscuro. Llevaba un collar de perlas y unos pendientes a juego, lo que indicaba que era la dueña y que tenía más dinero que los demás. Dejando entrever que tal vez ese no era su único negocio.

―Querida, no hace falta que te ocupes más de nuestras monturas―dijo tras una falsa sonrisa.

Melione escuchó como los machos hablaban entre ellos y piropeaban a la reina.

―Su majestad, mientras cena en nuestro salón le dispondremos la mejor habitación de la posada―dijo la dueña mientras hacía una reverencia.

―Muy bien, pero esta encantadora joven también tiene que cenar y evidentemente dormirá conmigo.

Un macho protestó y Melione le miró de soslayo con las cejas fruncidas.

―Escoria, no os merecéis ni mirar a la reina―le dijo con furia.

Nathair se giró con aire teatral hacía ella, y con una sonrisa fría como el hielo.

―¿Alguien os está importunando?

Miró a los machos de refilón y unas llamas verdes aparecieron encima de su guante blanco.

Los machos se callaron y se fueron a continuar con su cena.

La reina sonrió de medio lado y la magia se apagó.

―Quiero vino y jabalí para cenar.

―Majestad... no tenemos jabalí.

Nathair agarró del collar a la posadera y la elevó hasta su cara.

―He dicho que cenaremos jabalí ―dijo en un tono jovial.

―Si... majestad ―la voz le tembló al responder.

Nathair volvió a dejar a la hembra en el suelo y se dio la vuelta hacía Melione.

―Que nuestro equipaje lo dispongan en nuestra habitación. Vamos a esperar la cena, Melione.

Y siguiendo a la reina entró a la sala donde se habían escabullido los machos que estaban en un rincón temblando de miedo.

Nathair les sonrió enseñando los dientes y un tufo a orina llegó a las fosas nasales de la joven castaña viendo como la humedad crecía en los pantalones de aquellos machos. Disfrutó de la crueldad de la situación y pensó en lo agradable que era ver a la gente temblar ante la presencia de su amada.


Hola a todos:

No puedo dejar de adorar cuando Melione se pone sarcástica, no lo hace mucho, pero cuando le sale esa faceta suya me hace muy feliz.

¿Qué rasgo os gusta más de cada protagonista?

Tengo curiosidad.

Ginny <3

PD: cada vez que Melione bebe vino delante de Nathair pienso en esta foto.


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