De Piel y Huesos

By keymarquezz

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Las criaturas de la noche muerden para matar, o para condenar. *** Intentando escapar de un pasado que desear... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
† Capítulo 3 †
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
† Capítulo 11 †
Capítulo 12
Capítulo 13
† Capítulo 14 †
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
Capítulo extra

† Capítulo 6 †

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By keymarquezz

Las campanas resuenan por todo lo alto, las personas corren frenéticas, gritando y soltando plegarias mientras buscan un lugar donde refugiarse. Y la adrenalina se dispara por mi cuerpo como una corriente. Juliette, que está a cargo de nuestro grupo, grita sobre el escándalo:

-¡Travis, a las torres! -ordena. Luego se gira hacia Noel-. ¡A la capilla, que las personas entren en territorio sagrado!

Ambos hombres salen a la carrera tras recibir la orden y en cuanto Juliette se gira hacia nosotros para continuar repartiendo los deberes, una enorme mancha negra aparece por detrás de ella, acercándose a toda velocidad. Ni siquiera lo pienso: me arrojo sobre ella mientras el vampiro pasa volando sobre nosotras.

-¡Hijo de...! -ladra Juliette, incorporándose en cuestión de segundos.

El vampiro gira en el aire, extendiendo sus enormes alas membranosas, idénticas a las de un murciélago, y encuentra su siguiente víctima.

Una niña está parada en medio del caos, gritando por su madre que no parece estar en ninguna parte cercana. Thomas la ve al mismo tiempo y corre en su dirección, haciendo lo mismo que hice yo con Juliette hacía menos de un minuto. El bastardo pasa sobre ellos, estirando sus brazos con zarpas en las manos en un intento de coger a la niña, pero ya Thomas la ha aparatado del camino.

El estallido resuena por los aires y me tapo los oídos instintivamente, para luego ver como el vampiro es derribado por el arma de Juliette a mi lado. Una vez caído, pero no muerto, Thomas corre hasta nosotras con la niña en brazos. Inmediatamente Juliette grita por encima del escándalo.

-¡Todo el mundo, escuche! ¡Conserven la calma y vamos todos hacia el refugio más cercano! -Le quita la niña de los brazos a Thomas-. La llevaré al refugio -dice-. Ustedes dos encárguense de esos malditos.

Y sale a la carrera con la niña rebotando en sus brazos y un montón de personas enloquecidas de miedo pisándole los talones.

Thomas me mira y prepara su ballesta. Yo desenfundo mis dagas y asiento. Corremos en dirección al vampiro que ha derribado Juliette, justo para verlo alzar el vuelo nuevamente. Thomas le dispara una flecha de fresno en el centro de la espalda, entre las alas, y vuelve a derribarlo. Una vez más en el suelo, le dispara otra y otra y otra, sin piedad. Solo cuando se retuerce y sus alas desaparecen, desintegrándose como si de papel mojado se tratase, revelando su verdadera apariencia humana, lo hago girar de una patada.

La criatura me mira desde el suelo y no trata de luchar, como si esperase que lo hiciera. Lo miro unos segundos más; no parece mucho mayor que yo, pero estoy segura de que lo es, seguramente me dobla la edad. Si tiene alas, no es ningún neonato. Al contrario, este miserable se ha alimentado mucho por un largo tiempo. Solo así su cuerpo podría desarrollarse.

Me da una leve sonrisa, cuando, sin previo aviso, entierro mi daga de plata consagrada en el centro de su pecho; el pequeño rubí que adorna el pomo reluce contra la sangre oscura. No me encojo ante la sensación de perforarle la piel. No siento nauseas, como lo había sentido la primera vez que apuñalé a uno de los suyos. Ni siquiera me duele ver cuando la luz se apaga de sus ojos, porque sé que esa luz se ha extinguido verdaderamente hace ya mucho tiempo.

Su especie me ha arrebatado a mi hermana. Ellos mismos se han encargado de convertirme en su verdugo. Eso es lo que soy.

Thomas se acerca con una antorcha que ha tomado de la taberna junto a nosotros y la deja caer sobre el cuerpo inerte del vampiro. Y en cuanto el fuego entra en contacto con su sangre, más oscura que la sangre humana, se incendia cual brasa del infierno, comenzando su descenso al lugar al que pertenece.

Travis se ha subido al campanario junto a la capilla y dispara flechas de fresno a diestra y siniestra, derribando a todo aquel que se atreva a sacar sus alas de murciélago y alzar el vuelo, liberando a aquellos que comenzaban a ser arrastrados hacia su final. Todavía puedo escuchar los gritos de Juliette por los callejones, llevando a las personas al refugio. Y sé que Noel está fuera de la capilla, asegurándose de que todos logren entrar sanos y salvos.

Thomas y yo continuamos corriendo por las calles de la ciudadela y nos detenemos al ver a una mujer que se cierne encima de un anciano caído. Le ha desgarrado la piel del brazo con sus enormes zarpas y su sangre ha comenzado a brotar como ríos sobre su piel, ocasionando que la mujer enloquezca por completo. Y cuando abre su boca para clavarle los colmillos al cuello, se encuentra con la ballesta de Thomas, haciéndola caer hacia atrás y liberando al anciano herido.

Mi compañero no pierde el tiempo y le dispara una flecha al pecho de la mujer. Luego otra, por si acaso... Y después le arroja la antorcha en llamas.

-¿Se encuentra bien, monsieur? -le pregunto al hombre, que tiembla de horror. Está demasiado asustado para responder-. Venga, vamos a llevarlo hasta el refugio -le digo, tomándolo del brazo-. Tiene suerte, las heridas no son profundas. Y no le han mordido, por lo que no debe preocuparse por una infección...

Comienzo a caminar con el anciano cuando veo que otro vampiro es derribado por Travis desde el campanario, dándole justo entre las alas y haciéndolo perder el equilibrio hasta estrellarse contra una segunda torre, todavía en construcción, que llevan hasta el refugio. Sin perder tiempo, se adentra en ella.

Oh, no.

-¡Thomas! -grito sobre mi hombro y él viene corriendo-. ¡Lleva a monsieur con Noel, yo iré por el otro!

-¿Qué...? ¿Cuál otro? ¡¡¡Elaine!!!

Travis me despeja el camino en mi carrera, y no necesito mirar atrás para saber que Thomas de seguro ha tenido que llevar al anciano sobre los hombros para ganar algo de tiempo. Yo no puedo esperarlo; si un vampiro consiguiera entrar al refugio sería una masacre. Apresuro el paso y empujo las puertas de la torre para abrirlas de par en par, permitiendo que la luz del sol se filtre para ver en su interior. No hay más que profundo silencio en medio del caos del exterior, pero el malnacido se ha ocultado aquí. Lo he visto entrar y sé que está herido, lo que me podría facilitar las cosas.

Dejo las puertas abiertas para que entre la luz y me fijo bien en donde pisar, evitando las tablas y herramientas que hay por doquier, tratando de hacer el menor ruido posible. Algo se cae a mi espalda y me giro de golpe con ambas dagas en las manos. Los obreros y constructores debieron dejar su trabajo en el acto tras escuchar la alarma, pues todo el lugar está desordenado. Miro sobre mi hombro, pero tampoco veo nada. Continúo hacia adelante. Las estrechas escaleras están en silencio, y en la cima, donde aún no ha sido construido el campanario, está en calma. Miro más allá del pasillo, hacia el anexo que lleva al pasaje del refugio. Compruebo que las puertas estén bien cerradas y el lugar vacío. No hay nada.

Comienzo a dar vuelta para salir, cuando lo veo. Está oculto entre las sombras que le proporciona la estructura de la escalera. No hay alas, solo la figura de un hombre alto, dándome la espalda. Siento que mi corazón da un vuelco, pero me mantengo tranquila.

Como si me hubiese escuchado, y no me sorprendería que lo haya hecho, él se gira en mi dirección, revelando un hermoso rostro de hombre.

Un hombre inmortal, me recuerdo. Un asesino. Una criatura de la noche.

Tiene el cabello rubio peinado hacia atrás y, sin embargo, algunos mechones se le han echado hacia adelante. Lleva puesta una ropa fina, oscura, hecha a la medida como las ropas de una persona rica.

-Miren lo que tenemos aquí -ronronea, pasando una mano por su cabello para ponerlo nuevamente en su lugar-. Una cazadora.

Aprieto bien las dagas en mis manos y separo los pies, preparándome.

-Me pregunto cuanto tiempo me tomará romperte -continúa él, saliendo de las sombras-. Drenar toda la sangre de ese pequeño cuerpo. -Su voz es juguetona para aquellas palabras tan horribles-. ¿Qué, no vas a llorar? -me pregunta, dando un pequeño paso más cerca-. ¿No vas a suplicarme que no te haga daño?

Su voz es fluida y seductora, una trampa muy común de esos malnacidos. Seducen a sus víctimas. Las hipnotizan y luego, bueno... Sabrá Dios que pasará luego.

-Quiero ver que lo intentes -le reto.

Sus ojos se iluminan. Realmente se iluminan de un gris imposible. Y puede que estemos un poco a oscuras, pero podría jurar que eran ámbar hacia unos segundos.

Antes de que pudiera verlo, se abalanza hacia adelanté, estirando el brazo en mi dirección. Me lanzo hacia atrás y tiro un azote diagonal ascendente con mi brazo derecho, causándole daño en la mejilla. Él gruñe y se detiene abruptamente antes de llevarse la mano al rostro con cierta elegancia, como si una cortada en la cara no fuese nada. Mira su mano para comprobar si algo se ha salido por la herida, pero esta se cicatriza en cuestión de segundos, como si mi hoja nunca le hubiese rasgado la piel.

Corro de espaldas en dirección a la puerta, sin atreverme a perderlo de vista. Él se gira y me mira sobre su hombro, sonriendo.

Siento un calosfrío recorrerme el cuerpo y antes de que pueda llegar siquiera a las escaleras, vuelve a lanzarse sobre mí en un movimiento demasiado veloz para verlo, atrapándome el brazo. Le arrojo una patada al tiempo que alzo mi brazo libre para enterrarle la daga sobre el hombro, pero aunque recibe la patada en la pierna, ataja mi muñeca antes de que mi daga lo toque, y me tuerce el brazo hacia abajo, causándome un dolor terrible que me hace gritar con los dientes apretados.

-Me encanta ese sonido -susurra con malicia-. Grita para mí, preciosa. Vuelve a gritar.

Me aprieta más los brazos y el dolor se duplica. Así que vuelvo a gritar, pero mi rodilla sube hasta su entrepierna en un movimiento rápido y potente. Toda sonrisa abandona su rostro, y cuando me mira, parece más desquiciado que antes. Aunque me falta el aliento, dejo de respirar.

-Se acabó nuestro juego. -Y me arroja con fuerza contra la pared.

El golpe me aturde y me desorienta, y ni siquiera soy capaz de sostenerme cuando caigo al suelo boca abajo. Elaine, arriba, me ordeno, haciendo el esfuerzo monumental por volver a incorporarme, pero en cuanto planto las manos en el suelo para impulsarme, él se planta sobre mis dagas, que todavía sostengo con fuerza, me toma por el cuello y me levanta sin esfuerzo alguno. Las dagas están ahora bajo sus finos zapatos.

Vuelve a estamparme contra la pared, pero no me suelta esta vez. Gruño y pataleo, retorciéndome bajo su agarre. Vagamente pienso que debo parecer una simple muñeca de tela en su mano, demasiado frágil.

¡Frágil!

Mi mano viaja hasta el bolsillo interior de mi chaqueta de terciopelo negro en un movimiento sutil.

-Escucha nada más ese magnífico latido -dice él, con una sonrisa que sería hermosa de no ser por los enormes colmillos que le sobresalen. Su rostro está a centímetros del mío-. Ese majestuoso latido desenfrenado... -Coloca su mano libre sobre mi pecho y niega con la cabeza-. Es una lástima que ese corazón tuyo en pocos minutos deje de latir.

Mis dedos tocan lo que estaba buscando y lo tomo.

-¿Hay algo que quieras decir antes de morir? -me pregunta con diversión.

Lo miro directo a los ojos, que han vuelto a ser ambarinos, con una salpicada de verde a su alrededor.

-Sí -digo en medio de un jadeo. Mi corazón late contra su mano con mayor fuerza-: Jódete.

Y le estampo mi vial de agua bendita en el rostro.

El cristal estalla al impactar contra su piel y el agua salpica por todas partes. El cristal se entierra en mis dedos y en su rostro. Me suelta, gruñendo y maldiciendo mientras su piel se quema y crepita y echa humo. Cuando se gira hacia mí, con su bello rostro desfigurado y lleno de furia, acorralada contra la pared y sin armas, pienso que mi momento ha llegado. Voy a morir.

Levanta el brazo y cierro los ojos, pero el golpe no llega. En su lugar, escucho el sonido de la piel desgarrándose y algo me salpica el rostro. Al abrir mis ojos nuevamente, veo que una flecha le atraviesa el hombro izquierdo. Y antes de que otras puedan llegar, el condenado se mueve como una sombra, hecho de humo y viento, mientras Thomas le dispara una y otra y otra vez, persiguiendo su espectro por toda la estructura de la torre hasta que desaparece.

Thomas se detiene, bajando su ballesta.

Siento que mis rodillas tiemblan y no puedo moverme de lugar. Mis ojos buscan los suyos y el alivio me cubre como un bálsamo.

-Elaine -comienza a caminar en mi dirección-, ¿estás bien?

No consigue llegar hasta mí, pues es brutalmente golpeado hacia atrás cuando el vampiro se materializa ante él, atravesando una columna de madera y rodando por el suelo.

-¡Eres una escoria repugnante! -escupe hacia Thomas, abalanzándose una vez más hacia él a una velocidad increíble. Lo levanta del suelo, valiéndose de su aturdimiento, y lo arroja contra la pared opuesta.

Thomas es incapaz de ponerse en pie y defenderse. El vampiro lo toma por el cuello y comienza a levantarlo. Sin detenerme a pensar, recupero mis dagas y me arrojo hacia él, clavando una de ellas directamente bajo su omoplato, hasta la empuñadura.

El hombre deja caer a Thomas y me sujeta en su lugar. Me levanta por el aire y me arroja al suelo junto a mi compañero. Me incorporo en el acto en un intento de cubrir su cuerpo con el mío. Él estira el brazo para extraer la daga consagrada de su espalda con una expresión de agonía. La mira en su mano, cubierta de sangre oscura. Hay un atisbo de sorpresa en su rostro, como si no acabase de creer que he conseguido hacerle daño. Mira a Thomas, inconsciente a mi espalda, luego a mí. Espero que ataque, pero en su lugar, deja caer la daga y me sostiene la mirada mientras el metal repiquetea en el suelo. Entonces, la más mínima sonrisa se forma en sus labios.

Me preparo para el ataque cuando, de la nada, sus alas aparecen y se impulsa hacia arriba, hacia el campanario, golpeando las angostas paredes de la torre mientras sube.

Thomas continúa en el suelo, inconsciente y con una herida sangrante cerca de la sien. Y aunque intento animarlo, tomándole de los hombros para zarandearlo, no reacciona. No otra vez, por favor, no de nuevo. Una súbita oleada de terror me envuelve, pero me la sacudo.

Respira, me doy cuenta. Todavía respira.

-Resiste -le suplico-. Me encargaré del problema.

Sin detenerme a pensar, cojo su ballesta junto a mi otra daga y corro escaleras arriba. Mi pecho arde de furia. Mis manos tiemblan. Y escucho el rugir de la sangre en mis oídos. Nada más poner un pie en la cima, una turba de palomas vuela lejos de mi alcance. Miro alrededor, a los dos amplios agujeros en paralelo de las paredes. Giro sobre mis pies, pero no encuentro al demonio. Hay una flecha cubierta de sangre junto al borde de una de las ventanas; se la ha extraído del hombro. La aparto con la punta del pie y miro hacia el pueblo.

El caos ha terminado, pero la gente todavía se resguarda. Encuentro a Juliette recorriendo las calles, inspeccionando, y no puedo evitar pensar que, si el bastardo hubiese salido volando por aquí, ella sin duda lo habría visto.

El impacto de las botas en el suelo a mi espalda me hace girar con fuerza, preparada para golpearlo con la ballesta, pero él detiene el golpe con un movimiento de su mano y la saca de las mías, arrojándola al otro lado del campanario. Saco la daga y la azoto furiosa hacía él, una y otra vez mientras evade mis ataques. Es rápido, pero yo también lo soy, por lo que, en algún momento, no consigue esquivarme a tiempo y le corto: siento el impacto en mi daga y veo la sangre teñir la hoja.

Sin embargo, no se detiene. Me toma de la muñeca en un movimiento duro y veloz, haciéndome girar de espaldas a él, y cuando intento retorcerme, golpearlo con mi otra mano, me la toma también, apretándola contra mí estomagó al tiempo que me aprieta de espaldas contra su cuerpo. Mi otra mano ha quedado cerca de mi pecho, por lo que la daga casi roza mi cuello.

-Oh, Elaine, Elaine... -susurra en mi oreja, provocándome un calosfrío-. Nunca sabes cuándo rendirte, ¿no es cierto? -Chasquea la lengua repetidamente, reprendiéndome-. Te he puesto una prueba: podrías haberte ido con el tipo ese, salvar su patética vida. Pero decidiste venir por mí. Decidiste buscarme. Decidiste pelear.

Miro la mano con la que me sostiene la muñeca. Me doy cuenta de que le falta medio dedo anular, por lo que su sangre se desliza por su mano a borbotones y, eventualmente, cae por mi cuerpo. Por alguna razón no le permite sanar.

-Oh, Elaine... -Entierra su rostro en mi cuello e inhala. Su respiración entrecorta la mía y trato de sacudirme-. Tú y yo podríamos hacer tantas cosas juntos... Cosas verdaderamente increíbles.

-Prefiero morir -espeto.

Suelta una risa ronca que me vibra por todo el cuerpo.

-Te quedaría bien la inmortalidad -ronronea sobre mi piel-. Te haría mucho más hermosa, más fuerte, más veloz. Te haría... imparable.

Trato de soltarme, pero me aprieta mucho más las muñecas, haciéndome gruñir.

-Creo que he comenzado a amar ese sonido -susurra, deslizando sus labios por mi cuello, arriba y abajo mientras habla. Se me eriza la piel-. Así como ese magnífico latido y ese delicioso aroma. Quisiera devorarte ahora mismo. Beber hasta la última gota de ti. -Desliza la punta de su lengua por mi cuello y me estremezco-. Pero sería un desperdicio. Tu alma no está completamente pura; estás tan llena de odio...

Mi corazón se descontrola todavía más.

Travis... Travis tiene que ver lo que está ocurriendo. Él debería... debería... Mierda. No. Ya no está en el campanario contiguo. Mierda.

Me retuerzo, pero él me aprieta con más fuerza, hasta que creo que me romperá las muñecas.

-Algún día volverás a mí -susurra en mi oído, y mordisquea mi lóbulo antes de agregar-: Vendrás a mí y yo estaré encantado de recibirte, de brindarte mi compañía, por toda la eternidad... ¿Sabes por qué?

No, no, no, no.

Juliette... Tengo que llamar a Juliette. Sí, ella vendrá corriendo. Lo hará y...

-Porque ahora eres mía.

Y entonces me muerde.

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