Lost at sea: Collapse

Par Ensalitrada

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3º Libro de Lost at sea ¿Deseando saber cómo acaba esta trilogía? Yo que tu, lo leería. 28-06-2021 2º #Ro... Plus

Introducción
Una experta ladrona de camisetas
Octavian tiene una fiesta del té con sus peluches divinos
Percy descarga su torpeza con unas macetas
Una interminable lista de delitos que me provoca sueño
Aprendo que no debería intentar hacer mis sueños realidad
Me quedo con ganas de hacer una barbacoa
Los privilegios de ser la novia de Leo
Se aprueba dormir con un arma bajo la almohada
Ya no se puede llorar sin que te amenacen
Lanzamiento olímpico de ojo
Lanzar cuchillos se convierte en desestresante natural
Frank está a un suspiro de morir en su cocina
Tres cocineros experimentados en intestinos de vaca
Nos sugieren crear nuestra propia matanza
Me pienso si es mejor revivir un brazo o un cerdo
Los muertos hablan a través de caballos enanos
Me aficiono a molestar mientras trabajan
Una cutre historia de miedo que provoca pesadillas
Vuelvo a darme cuenta de que no sé mentir
Hazel resulta ser una tramposa jugando
Una maestra de la actuación a grandes niveles
Nos convertimos en jugadores profesional de ajedrez
Todos mis problemas empiezan por culpa de unos ojos
La comida es el idioma universal para hacer caso
Siento un frío muy extraño surgir en mí
Me hacen un regalo visiblemente más útil
Piper y Hazel están cerca de cargarse la madera del suelo
A Chris le falta sangre en las venas
Tres diferentes borrachos y de nuevo al rechazo
Aún con resaca, el trabajo es lo primero
Un cambio de aliado poco equiparable
Dos expulsadas de la habitación por buena convivencia
Copio el truco de Will para coger sol
Le doy más trabajo de la cuenta a Will
Echamos a suertes qué mito es el real
Tengo una peculiar y siniestra costumbre nocturna
Dos espías nocturnas la mar de cualificadas
Cambiamos el mapa por una paloma blanca
Percy es el niño solitario de una feria
El día en que la moralidad fue lo menos moral
No me quedan ni sillas en el camarote
Will se convierte en decorador profesional
Hazel amante de los animales y de los tés
Reyna me salva de una posible insolación
Tengo un don para ver árboles brillantes
Los tres condecorados de honor como cebo
La moneda me da más problemas que cuando no la tenía
Comienzo a creerme que sí tengo buena memoria
Un gobernador con el mismo poder que un burro
Me convierto sin saberlo en un ladrón de calcetines
Decidimos dónde tenemos menos probabilidades de morir
Me dan la peor noticia del mundo
Una caída de lo más desagradable
Estamos sorteando si ser devorados o ahogados
Decido que vamos a morir interminables veces
Nos libramos de tener que fregar el barco
Una ofrenda mal hecha que solo gasta comida
Una habitación con terraza chill-out
Hazel tiene una mala afición con golpearme
Una explosión de color en todo lo negro
Una tarifa premium que solo provoca problemas
Me hago la idea de que tendré una casa rosa
Asistimos a un concierto de muerte
Nos toca de imprevisto decirle adiós a la gran Thalia Grace
Clarisse nos da el empujón que necesitábamos y yo me canso de ser bueno
Comienzo a repasar toda la fauna marina
Némesis me hace una muy tentadora propuesta
Si hablo, la fastidio. Y si no, también.
Poseidón parece que será el nuevo tripulante del Argo II
Me reto a mí misma a una carrera
Le robo el puesto a Nico de chico siniestro al hablar con muertos
Leo le hace una propuesta indecente a Clarisse
No nos sirve planear las cosas con antelación
Nico vive su peor pesadilla hecha realidad
Le destrozamos los Asfódelos a Hades
Otra nueva pista que me confirma que doy asco ligando
Unos perros con buen olfato y también muy listos
Le hago un bigote a Océano
Echo de menos vivir en la ignorancia
Comparto un recuerdo permanente con Ethan
Nico lo mismo que te abre cocos, te abre latas
Una macro-fiesta metálica con fuegos artificiales
Oh gran Thalia, concede mi deseo
Nuestra llegada a España es un auténtico éxito
Soy todo un señor y el último que se desmaye, gana.
Aún en son de paz, nos tienen miedo
Nunca volveré a ver a los perros de la misma manera
El destino del mundo depende de una botella
Pasamos de ser los capitanes a una penitencia perpetua
Clarisse se convierte en pastora asesina
La primera vez que tengo puntería, condeno a la humanidad
Me convierto en una cigueña pero sin plumas

Una rápida lección de francés de la mano de Thalia Grace

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Par Ensalitrada

POV Annabeth

Ir completamente armadas por la calle no es lo que se dice la mejor estrategia para ir de incógnito. En cuanto conseguimos abandonar el castillo supimos que ir por las calles con la cabeza agacha como si fuésemos unas ciudadanas más no es un plan para nada factible.

-Las casas, están pegadas unas a otras - susurré tras unos cubos de basura, - tenemos que ir por dentro.

-Allanamiento, creo que es lo único que nos faltaba en la lista de delitos - ironizó Reyna.

Estiró su mano arrancando dos papeles que estaban clavados a una puerta, los había visto muchas veces a lo largo de mi vida. Un detallado dibujo de mi cada estaba en el centro de uno de ellos, arriba escrito seguramente asesina o pirata, no cambiaban, siempre era el mismo anuncio: si me veían, da la voz de alarma y huye.

-Anda que han tardado - masculló Reyna viendo el otro papel con su cara. - Traidora - leyó.

-¿Sabes francés?

-No, pero es muy parecido al español, por lógica se saca.

Los perros ya no estaban con nosotras, se habían adelantado perdiéndose entre los callejones y multitudes, ellos sí podían pasar desapercibidos. La duda de cómo los encontraríamos luego me carcomía la mente, pero al ver lo tranquila que estaba Reyna y lo fácil que les supuso llegar hasta nosotras cuando estábamos en las celdas, supe que estaba controlado.

-¿Por qué te odian tanto aquí? - preguntó Reyna caminando lentamente por una callejón donde no había nadie, pero aún así habían varios carteles con mi cara.

-No solo a mí - señalé uno con la cara de Thalia. La habían retratado bien, sacando la lengua y otros con la cara de "te odio, voy a matarte" que cargaba siempre. - Antes de que llegases al Tormenta vinimos a robar, terminamos siendo perseguidas, nos infiltramos en una boda.

-De los marqueses de Francia, los matasteis el día de su boda - completó. - Ahora lo recuerdo, lo dijeron en España, en vuestro juicio.

Apenas sentía mi respiración de tanto correr, lo único que escuchaba a parte de nuestros pasos eran los dracmas y pequeñas perlas que íbamos perdiendo mientras corríamos por las oscuras calles de Francia.

-¿Dónde mierda nos esperaba Luke? - preguntó Thalia casi sin aliento, tenía un collar de Perlas sujeto con los dientes y bajo su brazo, en el que no llevaba su daga, una bolsa donde asomaba parte nuestro botín.

-Al Norte, Charles ya ha llegado, faltamos nosotras - respondí recordando cómo por ser avariciosas, no le habíamos seguido por la ruta fácil. Todo por robar el collar que cargaba Thalia en la boca.

Frenamos cuando tras girar una calle, nos chocamos con mucha gente de golpe. Todos bien vestidos al contrario de nosotras, nos miraban tratando de reconocernos hasta que una señora empezó a gritar <<piratas>> y cundió el pánico.

-Tú, baguette, ¿por dónde se va al puerto? - le preguntó Thalia a un hombre que se llevó la mano al corazón comenzando a respirar rápido nada más tuvo a Thalia delante de él.

-Thalia porque digas <<baguette>> no va a entender lo que dices - dije tirando de su brazo.

La gente comenzó a alejarse de nosotras, corriendo en dirección contraria, tropezándose unos con otros. Nos vino bien, abrían el camino sin que tuviésemos que usar la fuerza. Tampoco estábamos en condiciones, íbamos bastante cargadas.

-¡Piratas! - gritó una mujer - ¡Detenedlas!

-¡Annabeth sé francés! Eso lo he entendido - dijo Thalia señalándola.

-Eso no es fra... - paré de hablar al ver a un gran número de guardias venir hacia nosotras - ¡Corre!

-¡¿Y qué crees que llevo haciendo la última hora, hermana?! ¿Bailar?

Recordaba la explicación de Luke si nos perdíamos por las calles: alcanza el punto más alto en la plaza, donde hay una fuente, desde ahí, una calle ancha hacia abajo, a tu derecha, verás el puerto. Ahí os estaré esperando.

Eso hice, a pesar de las quejas de Thalia de seguir subiendo, comenzamos a apartar a las personas que no se habían movido a empujones, ignorando los gritos de ellas tanto de los guardias. En poco tiempo vi la fuente, lo que estaba cubierta de flores y delante una amplia carpa con un hombre y una mujer tan bien vestidos que sabía que no eran ciudadanos normales.

-Qué pinta de panolis - masculló Thalia mirándoles - ¿Eso son diamantes? - preguntó y me fijé en el collar que cargaba la mujer, el mismo que había atraída atención de mi hermana.

El hombre iba de negro, con una cinta ancha y roja desde su hombro a su cintura, salteada con muchas medallas condecoradas, si podía tener alguna duda de que estos dos podían ser de los que vivían en el castillo que acabábamos de saquear, ahora no tenía ninguna duda. Antes de que pudiese señalarle a Thalia el puerto desde nuestra posición, la vi sacar el arco.

-No, no, n... - no llegué a tiempo a frenarla cuando lanzó una flecha que le dio directamente a la novia en el estomago , tirándola al suelo mientras todos gritaban de terror. - ¡Thalia!

-¡Voy a por esos diamantes!

Me agaché sacando uno de mis puñales preferidos de mi bota, lanzándolo directamente a la cabeza del hombre que envuelto en lágrimas parecía querer ir a atacar a Thalia. Me llené como pude las manos de todas las pequeñas medallas y joyas que llevaba el hombre, viendo al que seria el cura - por la sotana - correr en dirección contraria como si le fuésemos a matar también.

-Buah ¿cuánto crees que nos darán por esto? - preguntó Thalia con el collar de diamantes en la mano derecha mientras con la otra metía los pendientes y pulseras que llevaba en la bolsa.

-Tenemos que irnos. Ya - ordené empujándola cuando una lanza se clavó en uno de los palos que sujetaba la blanca carpa, muy cerca de mi hermana.

-¡Siempre quise asistir a una boda! - les gritó Thalia mirando por encima de su hombro cuando comenzamos a descender hacia el puerto. - ¡Croissants!

Supongo que para mi hermana, eso era una despedida.

-¿Por qué sonríes? - preguntó Reyna frunciendo el ceño mientras me miraba.

-Recordé... bueno, luego si salimos vivas te lo cuento.

Aún estábamos en la parte poco transitada de Francia, aún así se escuchaba las voces de la gente, cada vez más. Frenamos cuando se acabo en callejón oscuro, nos asomamos aún sin salir del todo para no ser vistas. Todo era... colorido.

-Mierda - susurró Reyna mirando la decoración. - Fiesta de las cosechas, la vendimia.

-Mejor ¿no? Cuanta más gente, más pasaremos desapercibidas.

-Mis perros aman las uvas por culpa de Thalia, y aquí solo hay uvas, esto es un paraíso para ellos - apretó la mandíbula con rabia. - Espero que no se retrasen.

Los balcones estaban decorados con banderas y dibujos de uvas mal hechos. Todos los puestos ambulantes con toldos y música por las calles, la gente iba vestida con ropa larga, faldas interminables de colores y camisas blancas, con pañuelos rojos al cuello, algunos atreviéndose a bailar al ritmo de la música. De casa a casa, colgaban cuerdas con algunos banderines y racimos de uvas, suspendidos en el aire como si fuesen de decoración. A cualquier lado que mirase, habían uvas.

-Tu lanza nos delata enseguida, aún con mucha gente no podremos pasar desapercibidas en plena calle - murmuré.

-Ah ¿y tú espada blanca no? - bufó rodando los ojos. - Podemos seguir yendo por los callejones con cuidado.

-En fiestas, ningún callejón está desierto - respondí. El que estábamos seria el único, por el simple hecho de que ahora seria atravesar el barrio más concurrido, el corazón de la fiesta.

No hizo falta decírselo, en el momento en que nuestras miradas localizaron a una señora que iba cargada con varias bolsas, frenándose frente a una puerta que supongo que era su casa, supimos que ya habíamos elegido por dónde escondernos.

Con el ruido de la gente celebrando las uvas, la señora ni advirtió nuestra llegada. Tapé su boca con mi mano en el mismo momento en que presionaba mi daga contra su espalda baja en amenaza, su cuerpo se tensó, levantando ambas manos con lentitud, avanzando lentamente al interior de la vivienda con nosotras detrás. Dejando las bolsas fuera.

Su expresión fue de puro terror cuando se giró mirándome, seguramente reconociéndome de los carteles. No gritó ni parecía tener intenciones de hacerlo, solo empezó a susurrar incoherencias como si estuviese rezando para que no le hagamos daño. Reyna levantó con rapidez su lanza, apoyándola en la base del cuello de un hombre que venía hablando hasta que enmudeció al vernos y más por la punta del arma de Reyna en su cuello.

-Solo guardad silencio - advertí acompañándome de un gesto aunque no me entendiesen.

La taza de té humeante en las manos del hombre temblaba levemente por los nervios, estirando sus brazos con cuidado además de miedo ofreciéndonos de beber, como si eso funcionase para que le dejásemos vivos a ambos.

-No, merci - respondió Reyna para terminar con una mueca por su mala pronunciación, al menos parecían haberla entendido. - Thalia seguramente hubiese bebido.

-Y preguntaría si puede repetir - añadí mientras les señalaba su propio sofá para que se sentasen. - Las casas son unidas y todas tienen balcones, podemos avanzar por ahí con cuidado de que no nos vean, por los banderines y uvas de la fiesta apenas estaremos visibles. O bien, ir por el tejado.

-Más tejados no, terminé harta en España - negó rápidamente y fruncí el ceño. - Al escapar, no fue la mejor idea de Percy.

-La mayoría de sus ideas son ridículas, pero funcionan.

Esos dos continuaba sentados en el sillón, sin abrir la boca. La mujer nos miraba con terror mientras el hombre a pesar de tener miedo, soplaba su té comenzando a beberlo lentamente mientras nos observaban. Para ellos seguramente estaríamos hablando de como les mataríamos o robaríamos, cuando de verdad solo estábamos decidiendo qué vía de escape usaríamos.

Como había predicho, apenas se veía la calle desde el balcón así que para el resto, sería difícil vernos. En la madera de los barrotes de la pequeña terraza de esta casa salía una gruesa cuerda que conectaba con la de enfrente, una serie de banderines con la bandera de Francia se ondeaban levemente por el viento y en el medio, un jugoso racimo de uvas que si lo viesen los perros o Thalia, ya estarían sujetándose a la cuerda para tratar de cogerlos.

-Maldito Nakamura - masculló Reyna detrás mía pasando su pierna derecha al siguiente balcón.

-Ya pagó por ello - respondí. - Es una ciudad horriblemente organizada ¿quién diseñó esto? Entre vecinos pueden robarse por los balcones.

-Annabeth las lecciones de arquitectura luego, cuando no estemos tratando de pasar desapercibidas allanando balcones.

Antes de saber qué hacer, Reyna dejó un golpe seco con su puño en la cabeza de un hombre que fue a gritar cuando al abrir las cortinas, nos vio en su balcón. Respiraba, así que solo era un desmayo que nos daría el tiempo suficiente a pasar al siguiente.

En algunos por instinto nos quedábamos pegadas a la pared, quietas y aguantando la respiración como si eso sirviese de algo cada vez que veíamos a algunos guardias pasar por la misma calle que nosotras. No miraban hacia arriba, cosa que es lógica, nos buscaban por las calles y entre la gente, aún así es un punto a favor que no hubiese ningún avispado o cotillo por la decoración que levantase la vista.

Cerré fuertemente los ojos rezando a la gran lista de dioses que me sabia para que el resbalón de Reyna no hubiese provocado nada, a pesar de haber sujetado su mano, ella estaba a salvo, pero no una de las macetas que cayó a un lado de la transitada calle. Si bien no le rompió la cabeza a nadie, hizo el ruido suficiente como para que algunos, incluyendo los guardias, elevasen la mirada describiendo nuestra posición.

-¡Entra, entra, entra! - repetí tirando de Reyna al balcón donde yo estaba, agachándonos cuando algunos tiros comenzaban a reventar los cristales de la casa tratando de darnos a nosotras.

-Todo por una maceta - se lamentó Reyna agachada junto a mí.

-Hiciste un favor en tirarla, era horrible - traté de animar pero solo me miró seria. - Sí, la fastidiaste.

Golpeé con mi pierna el cristal, algo que no me supuso mucha fuerza por todos los agujeros que tenía de bala de la guardia francesa. Entramos con rapidez en la casa, sin  mediar en asesinar a las pocas personas que vivían aquí y gritaban alertando aún más de nuestra posición. Desgraciadamente para ellos, su casa - su balcón -  estaba en nuestro camino y una de sus múltiples macetas había sido la culpable de que llegásemos a esto.

A pesar de correr con rapidez hacia abajo para salir de la casa, nos quedamos a mitad de las escaleras del primer piso cuando escuchamos a los guardias y la puerta de la entrada, ser tirada abajo.

-¡Sube, sube! - dije ahora cambiando de sentido, de vuelta a subir por las escaleras todo lo que habíamos bajado. - ¿¡Pero qué haces!? - exclamé mirando a Reyna agachándose hacia el cuerpo de un chico que habíamos matado al entrar.

-¿Tú qué crees? - espetó cogiéndolo y lanzándolo por las escaleras como si fuese un muñeco. - Los retrasará, comprobarán si está vivo.

-Dioses.

Cerré la puerta del salón como si fuese a servir de algo, al menos tendríamos dos segundos más en lo que tiran la puerta. Volvimos a asomarnos al balcón, viendo tofos los guardias que corrían hacia la casa, algunos mirando hacia arriba ocasionalmente pero volvíamos a escondernos para que no nos descubriesen.

-Al tejado - ordenó.

-¿Ahora sí, no?

Juntó sus manos mientras apoyaba una rodilla en el suelo, entendí rápido lo que quería hacer. No tardé en apoyarme en ella para subir aprovechando su impulso al tejado; sin tiempo a comprobar su alguien nos había visto, sujeté la mano de Reyna sirviéndola de apoyo y tirando para su que subiese junto a mí.

Me tapó la boca cuando fui a hablar, se quedó acostada a mi lado sobre las tejas escuchando las voces de los guardias a menos de un metro y medio de nosotras. Sentía el corazón próximo a salirse de mi pecho, apreté con fuerza la daga mirando el borde de las tejas por si aparecía algún guardia dispuesto a subir, así podría apuñalarle antes de que subiera.

-Tenemos que irnos, ya - susurró Reyna incorporándose cuando las voces se alejaron. - En cuanto revisen toda la casa y se den cuenta de que no estamos, mirarán aquí.

-Genial - mascullé.

Nunca tuve miedo a las alturas, eso era cosa de Thalia, pero por sentido común, correr por un tejado es de todo menos agradable. Por desgracia ninguno parecía ser recto, todos estaban inclinados, como triángulos equiláteros o rectángulo técnica muy usada en lugares lluviosos, para que el agua discurra por el tejado y caiga a la calle, y no se acumule en el techo. Me parecía algo muy bien pensado, hasta ahora que tenía que correr por ellos y mi tobillo se había torcido unas cuatro veces, a falta de una que de verdad me lo tuerza tan fuerte que termine en esguince.

Odiaba a Nakamura mucho más si podía ser. Hace horas estaba tranquila en el barco, ordenando a los esqueletos limpiar y tener el barco listo junto a la tranquilidad de que cada vez que recibía noticias de Reyna, era algo bueno sobre un avance en la tripulación que nos suministraría Francia. Ahora, por habernos delatado y dejado como mentirosas, no tenemos barco y encima tenemos a todo un gran grupo de guardias persiguiéndonos.

-¡Annabeth! - escuché la voz de Percy y fue la primera vez que no me alegré de que comenzase un mensaje Iris, - ¿Por qué estas corriendo? - dijo acercándose a la imagen - ¿Eso es un tejado?

Charles es el otro que había hecho mensajes Iris a ver cómo estaba, ahora desearía que fuese él, se le da mejor mantener la calma que a Percy y entendería que si corto la comunicación es que estaba ocupada. En cambio el sesos de algas no, no pararía de crear arcoíris para saber qué estaba pasando.

-Percy ahora no - respondí tratando de borrar el mensaje Iris pero por poco pierdo el equilibrio solo al mover la mano. - ¡Ciérralo!

-¿Qué está pasando? - preguntó y su cara cambió a una de susto al escuchar tiros y gritos cada vez más claros. - Oh... eso no es bueno.

-Vaya lumbreras - masculló detrás mía Reyna. - No le digas nada a Thalia, Jackson. Cierra la boca.

-Puedo avisad a Nico y...

-¡No! - grité viendo cómo pegaba un salto del susto. - Confía en mí, en nosotras. Por favor, lo conseguiremos, aún no le digas nada a Thalia o vendrá.

-Está robando dracmas para llamar a Reyna - dijo con una mueca.

-Impide que haga un maldito arco-iris, lo que sea ¡como si apagas el maldito sol! - comentó Reyna exasperada.

-Estaremos bien - hablé lo más tranquila que pude a pesar de estar corriendo, atrayendo de nuevo la mirada preocupada de Percy.

-Otro mensaje Irisen una hora - advirtió de forma seria y asentí, - si no respondéis, cualquiera de las dos, iremos con Nico a España.

-Estamos en Francia - bufó Reyna.

-Eso. - chasqueó la lengua Percy con vergüenza. - Uh... adiós, corred bien.

Esperaba que saliese bien, sobretodo porque de nuevo había pecado en orgullo al no pedir ayuda, la única diferencia es que también así lo había decidido Reyna. La última vez, mi orgullo evitó que me respaldase en mis amigos y acabé siendo un títere de Némesis, ahora de nuevo, el orgullo podría acabar con nosotras decapitadas en la guillotina, con un tiro en la nuca, o en el caso menos improbable, en un barco de camino a Inglaterra.

-A la derecha, dos casas más adelante, el balcón de madera con una bandera con uvas en los bordes - escuché a Reyna y lo busqué viéndolo al otro lado de la calle.

-¿Estás loca? - espeté. - La calle no es tan estrecha.

Me tragué mis palabras al ver cómo varios guardias ya nos estaban persiguiendo por el tejado, acercándose cada vez más con los fusiles en alto tratando de tener además de una distancia considerable, un tiro limpio hacia nosotras para no fallar.

Me deslicé como Reyna por el tejado cuando estuve perpendicular al balcón, las tejas se soltaban alrededor de nuestros pies, cayendo a la calle mientras nosotras nos aproximábamos cada vez con más velocidad al borde del tejado. Fue una de las pocas veces que apagué el cerebro, si no lo hiciese, habría pensado en segundos todas las razones por las que saltar de un tejado a la casa de enfrente era una mala idea.

Di gracias a mi instinto, los dos puñales que saqué antes de coger impulso al saltar se clavaron en la pared de enfrente, deslizándose por la roca sin conseguir afianzarse hasta que Reyna que sí había caído justo en el balcón, sujetó mi brazo tirando de mí antes de que siguiese bajando. No veía apenas, la gravilla y polvo que habían provocado mis cuchillos en la pared me había cegado por unos segundos.

Un ardor fuerte se instaló en mi brazo, como pude vi un agujero en la pared antes de conseguir subir totalmente al balcón gracias a Reyna. Mi brazo sangraba, si bien no me había dado de lleno, la bala me había rozado dejando un rastro de sangre y el dolor similar a una quemadura horrenda.

-Estoy bien - aseguré apoyándome en la pared dentro de la nueva casa viendo cómo los tiros repetidos de los guardias destrozaban el mobiliario tratando de darnos, sin éxito.

-Solo te ha rozado - miró mi brazo desde el otro lado tras la ventana, cubriéndose como yo. - No urge tapar la herida, puedes con un poco de sangre.

Tenia ya más de medio brazo ensangrentado, pero habíamos pasado cosas peores y tampoco teníamos tiempo para preocuparnos de una herida menor. Lo que importaba es que podía seguir corriendo y luchando, es como un corte más entre la colección que tendríamos en los brazos luego de todo esto.

-Tiene que haber una ventana que de a la otra calle - dijo avanzando con cuidado en la casa que parecía no haber nadie, vigilando que no estuviésemos en el alcance de los soldados que seguían atentos para disparar desde el tejado. - Yo iré por el tejado, atraeré su atención. Tú ve por las calles, no quedarán muchos. Así les dividimos, nos vemos tres cuadras más abajo.

-¿En esa dirección está el puerto?

-No, pero hay calles más cortas donde podremos girar si nos persiguen corriendo.

Estábamos en clara desventaja y no solo por el número de oponentes, algo que a Reyna y a mí no nos hubiese supuesto un problema en circunstancias normales. Si fuesen soldados españoles podríamos hacerles frente, una lucha cuerpo a cuerpo, pero los franceses, armados de arriba a abajo con fusiles... imposible. Antes de acercarnos a tener un enfrentamiento directo ya nos han agujereado todo el cuerpo, lo único que podemos hacer es huir y desafiar a su puntería.

Comencé a bajar las escaleras cuando Reyna fue en dirección hacia el otro balcón, no podía vigilar si iba a estar bien, debía confiar en que les perdería de vista y llegaría a nuestro punto de encuentro. A media escalera, apareciendo por una puerta había una niña pequeña, se quedó quieta mirándome mientras aferraba sus manos aún más a la pequeña pelota que llevaba. Parecía que de verdad estaba sola en la casa, no había visto a nadie más. Giró su cabeza en dirección a la puerta de la entrada por donde iba a salir cuando escuchó los toques fuertes de los guardias, no podría usar esa salida y la niña nada más entrasen, me delataría de que aún seguía aquí dentro.

-Maldita sea - mascullé volviendo a subir.

Me recordó vagamente a Tommy, tenía esa misma mirada aniñada y a mí después de todo me quedaba suficiente corazón para no matar a un niño pequeño, al menos no intencionadamente.

Comencé a buscar cualquier ventana en la casa, abriendo puertas sin parar buscando alguna salida. Los nervios se me arremolinaban en el estómago cuando escuchaba las pisadas de los guardias ascender y comenzar a desplegarse por la casa. Llegué a una habitación, de dos camas y llena de dibujos con muchos colores, supongo que la de la niña. Hice fuerza para abrir la ventana, tratando de hacer el menor ruido posible para que no descubriesen mi posición pero por más que tiraba hacia arriba, no se abría.

-Seguros para niños - gruñí. Algunos parecían hasta a prueba de adultos y yo no tenía tiempo de averiguar cómo se quitaba.

De forma involuntaria llevé mi mano a mi espalda en busca de mi pistola, como si estuviese ahí, la había perdido hace tiempo cuando estaba bajo el control de Némesis; nunca la usé mucho, pero ahora me hubiese servido bastante para reventar la cerradura.

Me coloqué pegada a la pared, al lado de la puerta esperando, tratando de no hacer ruido mientras escuchaba las pisadas lentas de los guardias tratando de sorprenderme. Por la ventana vi pasar rápidamente a Reyna corriendo por el tejado de enfrente, poco después un grupo de ocho guardias al menos tratando de seguirle el paso, algunos tropezándose por las tejas. La puerta a mi lado comenzó a abrirse, muy lentamente. La boquilla del fusil fue lo primero que vi, apareciendo despacio a mi lado tras la puerta y los susurros del guardia, ni siquiera sabía cuántos eran, pero tenía que salir de aquí.

Golpeé con fuerza la puerta, pillándole en medio. Salí de mi improvisado escondite viendo cómo volvía a tener el control de su arma preparado para disparar, sujeté con mi mano el cuerpo del rifle, levantándolo con fuerza viendo cómo el primer disparo daba al techo y el tubo de metal golpeaba con fuerza su cara mareándolo. Clavé mi daga en la base de su cuello, usándolo de escudo cuando el otro guardia con el que iba disparó. Me impulsé hacia delante, lanzándome contra él cuando parecía volver a cargar el arma, golpeándole contra una esquina de la casa y enterrando mi daga lo más profundo que pude en su estómago, viendo cómo perdía fuerza y moría dejando un rastro de sangre en la pared.

Mi idea de tratar de salir de nuevo de la casa por el piso de abajo se vio interrumpida cuando tres guardias más aparecieron por el alboroto que había formado. Sujeté en fusil del último que había matado, volviendo a entrar en la habitación en la que estaba y disparé casi al centro de la ventana, dejando un pequeño agujero limpio en la ventana que poco a poco comenzó a formar hebras blancas, resquebrajando el cristal para mí.

-Esto sería algo que haría Percy - susurré soltando el arma cuando comencé a correr hacia la ventana.

Encogí mi cuerpo colocando los brazos frente a mi cabeza en el momento del impacto, el sonido de algunos balazos resonando casi sobre mi cabeza y alrededor mía, mientras miles de trozos de cristales destellaban a mi alrededor con el ruido agonizantemente agudo al haber roto la ventana.

Sentía cada uno de los cortes en mi cuerpo, podía decir exactamente su ubicación. Mis manos ardieron como si las sumergiese en fuego cuando me sujeté a una de las cuerdas de banderines por la fiesta de la Cosecha, quemando a medida que se deslizaban sin parar abriendo aún más las heridas. La cuerda se soltó de ambas casas poco después de que me agarrase, impulsándome como si se tratase de un columpio a gran velocidad hacia el toldo de uno de los puestos ambulantes en la calle. Volví a tensar mi cuerpo a espera del impacto.

Como supuse no fue una caída suave, el toldo de tela nada más recibirme se vino abajo, cayendo sobre la mesa y pares de cajas de uvas. Todo mi cuerpo estaba entumecido, no podía ni pensar una parte que no me doliese. Restos de uva estaba por mi cuerpo y pelo, espachurradas y manchándome junto a los banderines. A mi lado, el cadáver del que seguramente era el vendedor ambulante, con su cabeza sangrando por el impacto; al menos fue una muerte rápida.

-Odio tus ideas, Percy - susurré de forma agonizante incorporándome poco a poco, viendo la mezcla de vid y sangre en mi cuerpo y ropa.

Vi a los guardias asomarse a la ventana, viéndome con furia al ver que aún seguía viva mientras me señalaban alertando al resto de mi posición. Les sonreí con burla como pude antes de comenzar a correr, cojeando un poco, es todo lo que podía permitirme. Tenía la ventaja de que en la calle concurrida de gente no se atreverían a dispararme para no dañar más civiles.

Como si el destino, los dioses, el universo, o lo que fuera, no quisiese ponérmelo fácil, el dolor en mi cuerpo parecía incrementarse, reduciendo considerablemente mi velocidad al correr. No paraba de tropezarme, apoyándome con la mano derecha en la pared como apoyo, viendo cómo la gente comenzaba a correr y gritar al verme, armando más escándalo y revuelto, algo que necesitaba para no estar tan a la vista.

Giré en la primera calle que pude. Un poco más oscura que el resto por la sombra del sol, pero aún así lleno de banderines y con una tienda llena de plantas que me recordaba vagamente al flautista loco que trató de retrasarnos hace unos años. Me apoyé en la puerta de la tienda de enfrente que parecía cerrada, usando los dos cantos de pared para cubrirme cuando los guardias pasaron corriendo por la trasversal. Antes de poder incorporarme y seguir, mi fuente de apoyo por el cansancio, la puerta, se abrió tirándome al suelo de una manera tan patética que no cuadraba con mis acciones y movimientos anteriores.

Hice uno de mis mayores esfuerzos al ponerme de pie con la daga en alto en posición de defensa. Trataba de pensar que había recibido golpes y heridas peores y aun así había seguido corriendo, pero claro, tampoco podía compararse con saltar por una ventana y caer a la calle desde una altura considerable y sobre un montón de cajas llenas de uvas. Si estuviese en otras circunstancias me habría encantado el lugar, había ido a parar a una pequeña pero bien adornada tienda de libros, con varias mesas de café y unos pequeños platos adornándolas con un surtido de dulces.

-No te han visto, estás a salvo - escuché.

Me giré con rapidez lanzando un tajo a la altura de mi cadera, pero una mano apresó mi muñeca con firmeza parando mi ataque, sin apresar, pero lo suficiente como para que no pudiese moverme.

-Vas a darme un cabezazo o golpear mi estómago con tu rodilla - dijo la mujer con tranquilidad. - Es un buen ataque, felicidades.

Lo que menos me sorprendía es que no hablase francés como todos aquí y la pudiese entender, sino que parecía poder prever cada movimiento que pensaba. Con cuidado soltó mi mano, la que contenía la daga, y se alejó dándome la espalda hasta sentarse en una de las pequeñas mesas abriendo de nuevo el libro y retomando su lectura, como si yo ni estuviese ahí.

-Ni gritas, ni te asustas, ni tratas de atacarme - repasé mirándola. - ¿Por qué?

-No tengo por qué. Además, en un combate, tú perderías.

No parecía atlética a simple vista, tampoco armada, pero algo en su voz tranquila me instaba a pensar que de verdad tenía razón, al fin y al cabo, ha sabido frenar sin dificultad mi ataque y adivinar mis movimientos.

-Tu amiga ha dado la vuelta, se encontró con una patrulla de refuerzo - habló sin despegar la vista del libro, solo hizo un gesto para que estuviese quieta cuando hice el amago de salir a por Reyna. - Tranquila, en unos siete minutos llegará a vuestro punto de encuentro, pues descansar.

-¿Cómo sabes dónde hemos acordado vernos?

-Simple deducción.

Había algo en su voz que me sonaba vagamente familiar, pero por más que trataba de hacer memoria, no conseguía relacionarla con nadie. A pesar de estar relajada leyendo tenía una postura imponente, tenía el pelo negro atado en una coleta y una mirada grisácea que incluso podía comparar a la mía; parecía que además de estar leyendo, pensaba muchas otras cosas al mismo tiempo. Sabía que notaba mi mirada sobre ella, pero no parecía importarle, pasaba una página de su libro con tanta calma como si no tuviese a una pirata justo en frente.

-¿Por qué no les avisas de que estoy aquí?

-No me interesa - respondió cortamente y levantó la vista del libro. - Están cubriendo poco a poco las calles, tú estás herida y tu amiga es quien tiene el néctar. Necesitas ganar tiempo para que te haga efecto, el puerto está hacia el Este. ¿Tienes algún plan?

-Que sepas sobre el néctar ¿también es deducción? - solo sonrió ante mi pregunta sin contestarme. - No, no tengo aún ningún plan.

Ciertamente ya se me habían acabado con todos los encontronazos con los guardias. Tenía la cabeza cerca del colapso.

Mantuve mi daga en todo momento en la mano, vigilaba cada pequeña acción de la mujer aunque solo fuese pasarla hoja o beber un poco de té, no me fiaba de ella para nada, menos aún cuando parecía que sabía cualquiera de nuestros movimientos.

-Yo si huyese como prófuga de la justicia, me escondería en algún lugar cerrado y con mucha gente - comenzó apartando el libro unos segundos para mirarme. - Un espacio reducido donde usar armas de fogueo sea muy arriesgado, no se atreverán a dañar civiles. Ganaría un tiempo valioso para coger fuerzas y pensar - centró su vista grisácea en mí de forma más intensa. - Es una buena estrategia ¿no crees?

-¿Quién eres?

-En otro tiempo, donde tu cabeza no estuviese tan saturada, hubieses hallado la repuesta hace cuatro minutos - volvió a evadir mi pregunta. - Hasta las personas más sabias necesitan tomarse un descanso - elevó levemente el libro. Esta mujer sí sabía cómo descansar.

-Estoy cansada de luchar - concordé en un susurro, más para mí que para ella, pero me había escuchado.

-Tu amiga está apunto de llegar, te recomiendo darte prisa.

Me encontraba confusa, no sabía si me alegraba de salir de la tienda para no estar escuchando a una mujer que parecía saber más de lo normal, o hasta me sentí levemente acongojada de irme, porque extrañamente, había estado cómoda estos escasos minutos.

Frené en seco al ver la pared de ladrillo y piedra frente a mí nada más abrir la puerta de la tienda, ni rastro de la decoración florar del otro negocio que había en la calle cuando entré huyendo de los guardias. Miré a ambos lados y no reconocía nada, yo no había pasado por aquí, lo único que había era una tubería pegada a la fachada de la casa, nada más. Me giré levemente para observar a la mujer aún en su tienda, me miraba con una sonrisa divertida con el libro de nuevo abierto en sus manos, como si supiese exactamente el motivo de mi confusión.

Solté un suspiro largo, tratando de acostumbrarme a que mi vida ya era lo suficientemente rara como para que me sorprendiese entrar a una cafetería-librería y salir en otra calle que no era por la que había accedido. Le di un corto asentimiento en despedida, incapaz de hablar, antes de salir a ese nuevo callejón que no conocía.

-La victoria reside en los más inteligentes y astutos, Annabeth - escuché su voz de nuevo y me quedé estática sin cerrar la puerta ni girarme. - A veces la fuerza debe doblegarse ante la inteligencia.

Volteé a verla, pero ya no estaba. Ni siquiera el libro, la mesa de café estaba vacía y las sillas recogidas, como si la tienda hubiese estado de pronto mucho tiempo sin abrir y sin recibir gente. Tuve la tentación de volver a entrar, pero rápidamente la tubería se movió levemente con un ruido opacado y vi a Reyna bajar por ella usándola de apoyo antes de caer de cuclillas en el asfalto.

-Has llegado rápido - comentó al verme. - Calculé que tardarías dos minutos más que yo.

-Esto... sí, creo. Tuve... ¿ayuda? - pasé la mano por mi pelo ignorando los restos secos de uvas. - ¿Alguna idea?

-Pensé que tendrías tú una - dijo tendiéndome la pequeña bolsa que llevaba atada a su cinturón, sacando el néctar. - Lo necesitas más que yo.

No mentía, Reyna apenas tenía unos rasguños. La única marca de sangre visible era su brazo derecho, que había desgarrado un poco de la manga de su camiseta violeta, por el resto, alguna pequeña rozadura. Ella no había tenido ninguna caída dura.

Se dejó guiar por mí aunque ni yo misma sabía a dónde iba. Lo único que le había preguntado era hacia dónde estaba el Este, el resto, siguiendo mis pasos. No tardé en ver una calle ancha y empinada, al fondo estaba el puerto. Frené a Reyna cuando fue a avanzar, viendo otro grupo de guardias que pasaba preguntando a todo el mundo si nos había visto, usando los dibujos de los carteles.

-No podemos ir recto, hay demasiados guardias - se lamento Reyna. - Y aunque consiguiésemos esquivarles, nos terminarían viendo y tú aún no estás para correr.
Mis heridas y golpes quemaban como si me hubiese aplicado el néctar sobre ellas simulando ser una crema, aún así el no dejar de moverme no ayudaba a la rápida curación, más bien la retrasaba.

-Podemos volver a intentar los balcones - sugirió Reyna ante mi silencio y negué. - Pues di tú una idea, Annabeth.

<<Me escondería en algún lugar cerrado y con mucha gente. Un espacio reducido donde usar armas de fogueo sea muy arriesgado, no se atreverán a dañar civiles>>.

A plena calle lo que menos habían eran espacios reducidos, no valían los callejones, cada vez estaban siendo más ocupados por guardias buscándonos y no había mucha gente. Todas las personas, o al menos la gran mayoría que era muy valiente o no se había enterado de que habían dos piratas sueltas, cantaban y bebían por la calle, paseándose disfrutando de la fiesta.

Un hombre cayó de bruces contra el suelo al ser empujado por otro, que tras gritarle seguramente algunos insultos, le lanzó algunas de sus pertenencias y volvió a entrar dentro de su establecimiento. La agresividad de ese hombre, había conseguido darme la solución.

-Al bar - le indiqué a Reyna comenzando a caminar.

-Odio los bares - bufó siguiéndome. - La mayoría están llenos de personas que son una completa molestia.

-Sales con mi hermana, por experiencia sé que es una molestia al menos trece horas al día - repuse.

-Touché.

La entrada y salida rápida de gente de los establecimientos nos cubrió apenas unos segundos, bastante valiosos antes de volver a empezar a correr con un guardia detrás que nos había visto. Reyna iba detrás mía, cubriéndome y aceptando mi ritmo lento, golpeé a un hombre que salía del bar, apartándole de mi camino mientras veía a Reyna pararse y clavar su lanza en el estómago del guardia quitándonoslo de en medio antes de empujarme, cerrando la puerta del bar con rapidez nada más entramos.

Todas las conversaciones enmudecieron, al menos unos doce pares de ojos nos miraban desde las mesas y la barra, viendo nuestras pintas y sobretodo, las armas. Un valiente, o quizás uno demasiado borracho, se levantó tambaleándose, hablando en un francés más lento de lo normal señalándonos con la jarra de cerveza que llevaba y por sus gestos, instándonos a salir.

Se acercó mucho a mí, gritándome en la cara dejándome sentir el aroma fuerte a alcohol en su aliento, agrio y desagradable. Antes del segundo grito, le quité a una mujer que estaba sentada a mi izquierda en una mesa, una pequeña botella de cristal verde de entre sus manos y lo golpeé con fuerza sobre la cabeza del hombre, viendo los restos de cristal saltando a mi alrededor y el cuerpo pesado del borracho gritón cayendo al suelo de golpe.

-Va-t'en! - nos gritaron, sabía que no era precisamente para darnos la bienvenida.

Otro hombre se levantó, más despierto que el que yacía en el suelo, no parecía borracho, trató de atacarnos sin tambalearse pero Reyna rompió una botella contra el borde de una mesa y apartándome levemente se la clavó en el pecho frenándole al instante viendo cómo poco a poco se venía abajo.

-¿Alguno más? - alcé la voz y unos pocos levantaron los brazos en señal de rendición. El resto, solo guardaba silencio sin mover un músculo.

Comenzamos a cerrar las pocas ventanas que tenía el local, sobretodo cuando ya escuchábamos a la gente de fuera gritar alertando de nuestro escondite. Algunos clientes incluso nos ayudaban, con una sonrisa nerviosa esperando caernos bien y que no los matemos como a esos dos que estaban tirados en el suelo en medio de la entrada.

-No tardarán en tratar de entrar - murmuró Reyna apoyada de brazos cruzados en una pared mirando hacia afuera por una pequeña rendija. - Se están movilizando fuera, esto no ha sido una buena idea. Por cualquier lugar que salgamos nos volarán la cabeza, estamos rodeadas.

El tiempo se nos echaba encima, tanto que algunas de las personas aquí dentro comenzaban a quitar la pose tensa de sus cuerpos, relajándose al ver que poco quedaba para que la seguridad de Francia hiciese mella y les ayudase. Seguramente por dentro estaban disfrutando de que nos hubiésemos metido de lleno en un callejón sin salida, aparentemente.

-Siempre hay una forma - le respondí y aunque sé que no me creyó, no dijo nada. Al menos parecía dispuesta a colaborar en lo que se me ocurriese, es eso o una muerte segura.

Los únicos que se atrevían a moverse era el dueño del bar y un cliente. El primero continuó limpiando tras la barra los vasos de cristal con lentitud, como teniendo en claro que tras detenernos, él seguiría con trabajado acumulado así que quería librarse de la carga. El segundo era un hombre canoso, que soltaba más humo que el mismísimo Leo Valdez, no paraba de fumar, encendiendo su pipa cada escasos minutos de nuevo con la pequeña cana de cerillas. Tenía la típica pose de que todo le daba exactamente igual, tanto si moríamos como si no, él solo quería estar tranquilo.

-No atacarán a los clientes - murmuré mirando a Reyna. - Su prioridad es su seguridad, no se arriesgarán a que estén en peligro.

-Estando con nosotras aquí dentro ya es suficiente peligro - me respondió.

Como si entendiese mi mirada, negó ante mi idea silenciosa de salir sujetando a varios rehenes. Habían tantos guardias que de alguna forma nos reducirían en pocos segundos a pesar de tener a dos personas apresadas. En estas circunstancias, no era una buena idea.

Comenzaba a culparme de haber hecho caso a esa mujer, quizás un bar no es a lo que se refería o simplemente ha sabido detenerme sin la necesidad de atacarme, haciéndome creer que de verdad me había dado una buena sugerencia. Lo único que había cumplido es que ya apenas me dolía el cuerpo, el néctar había hecho su función con el tiempo que habíamos ganado aquí dentro, pero ni estando en buena forma de nuevo, podría evitar que me pegasen veinte tiros nada más salir de aquí.

El dueño se tensó al tenerme a su lado, continuaba limpiando pero sus movimientos eran torpes, vigilándome por el rabillo del ojo como si aunque viese venir mi ataque, pudiese frenarlo. Supongo que es la desesperación, que no te hace pensar con raciocinio y claridad.

Tenía una amplia sección de botellas, todas de vino y demás bebidas alcohólicas, con colores oscuros y etiquetadas como corresponde, dándole una imagen de calidad al local, podía entender ahora cómo a pesar de la nefasta distribución de mesas y decoración, tenía bastante clientela. Pasé mi dedo por algunas, girando las botellas a conciencia dejando la cara sin etiqueta hacia el frente, como si ahora para elegir una marca debería ser a suertes. El hombre parecía querer protestar, luego tendría que volver a colocarlas bien, pero calló.

Cogí una de los estantes más bajos, girándola levemente en mis manos y lanzándosela a Reyna que aún sin haberme visto, la atrapó al momento en su mano derecha alzándola con burla.

-¿Beber antes de morir? - dijo con gracia. - Creo que paso.

-Si hay algo que aprendí de Leo, es que todo es mejor cuando se arde en llamas - respondí sonriendo de lado y elevó un lateral de su boca entendiendo mi plan.

Esta vez el dueño del local sí protestó, gritándole algún insulto a Reyna cuando destapó la botella con agilidad usando la daga de Thalia y vertió el contenido por el suelo con parsimonia. Presioné mi daga en la parte baja de su espalda en amenaza, sin siquiera decirle nada puesto que no me entendería, pero sirvió para que acallase sus gritos y bajase la mirada continuando con su tarea.

Perdí la cuenta de cuántas botellas vacié por el suelo y mesas, viendo cómo la banda de abajo se quedaba sin bebidas para la desgracia del dueño. Algunos clientes se tomaron la libertad de imitarnos, volcando sus bebidas con miedo pero sonriendo con nerviosismo cuando asentíamos felicitándoles por ayudarnos en nuestra hazaña.

El olor a alcohol ahora era más fuerte que antes, quemaba hasta en mis fosas nasales, respirar aquí era un suplicio y pronto sería aún peor. Me acerqué al hombre que continuaba fumando, extendí mi mano sin contemplaciones hacia su caja de cerillas y me miró con duda. Sabía exactamente lo que iba a hacer, pero creo que su indecisión se basaba en que iba a quedarse sin fumar, a pesar de eso, suspiró rendido y me tendió su pequeña caja de cerillas en la mano.

-Te libraste de que te corte la garganta - felicité sacando una de las cerillas, encendiéndola contra la caja y acercándola a la boquilla de la pipa que seguía apoyada en su boca. Sonrió complacido aspirando al haberle permitido una última calada.

-Ya van a entrar - avisó Reyna separando el oído de la puerta y acercándose a paso rápido hacia mí. - Espero que funcione.

-Tiene que funcionar.

-Eau - le dijo al hombre cuando nos pusimos a su lado tras la barra.

-¿Qué le dijiste? - pregunté viendo cómo señalaba un cajón detrás mía.

-Agua - me respondió sacando varias botellas de cristal, exactamente de agua, y sin preguntarme las destapó vertiéndolas sobre mi cabeza y luego sobre la de ella. - Va a hacer calor, lo necesitamos.

Al menos se sabía algunas palabras sueltas, ya es más que yo, que por culpa de Thalia solo recordaba alimentos o algún insulto.

Nos agachamos en el momento en que la puerta se abrió de golpe, el dueño del bar que seguía de pie soltó un suspiro de alivio pero por la presión de mi daga en su pantorrilla, no hizo ningún gesto para revelar nuestra posición. Tampoco ningún cliente se atrevía a delatarnos, prefiriendo no tentar a la suerte y que antes de detenernos los matásemos.

Los pasos de al menos dos guardias crujían en la madera desgastada y mojada del suelo, saqué un puñal viendo su reflejo lento y cuidadoso al andar en las botellas de alcohol que había girado antes. Se acercaba a las mesas, haciéndole señas a los clientes de que guardasen silencio y se agachasen, cuando le ubiqué exactamente al que estaba más cerca, me levanté lanzando el cuchillo con rapidez dándole en el pecho.

Volví a esconderme junto a Reyna cuando el compañero comenzó a disparar sin control hacia la barra, reventando algunas botellas mientras el dueño del local se lanzaba hacia un lado para no salir perjudicado. Miré a Reyna antes de encender ambas una cerilla y lanzarla a ambos lados donde empezaba el gran rastro de alcohol del suelo.

Bastaron dos para que comenzase a prender, tres para que se formase la primera llama y cuatro para que en cuestión de segundos, el alcohol ardiese como una secuencia en cadena provocando el caos en el establecimiento. Destapé otro recipiente de agua sobre nosotras, me asomé por un lateral viendo a la gente apretujarse en la salida empujando a los guardias que gritaban órdenes de evacuación y trataban de localizarnos por las llamas.

-Vamos - le indiqué a Reyna.

Me acerqué a otro guardia que había entrado a ayudar, cortándole la garganta viendo a Reyna imitarme con otro de ellos. No dejamos caer los cuerpos, los arrastramos entre las llamas que cada vez crecían más y más. Tanto era el caos que mezclarnos entre la gente fue sencillo, los gritos y miradas borrosas no parecían poder localizarnos y los guardias entraban al local a seguir ayudando a personas salir, obviándonos por unos gloriosos momentos.

-A tu derecha - me indicó Reyna.

Giré con el cuerpo del guardia aún delante mía, recibiendo su cadáver en mi lugar dos  disparos que iban a ir hacia mí. Reyna lanzó un cuchillo que tenía guardado en la bota hacia él, eliminándolo antes de mirar hacia la calle de bajada que nos esperaba.

-Están entretenidos - dije viendo cómo algunas personas salían desmayadas siendo socorridas por los guardias, otras gritaban envueltas en llamas buscando apagar su agonía. - Corre.

Apenas conté dos guardias que nos vieron huir, pero solo lanzaron un grito de frustración antes de entrar de nuevo en el bar a ayudar a las personas. Como esperaba, ahora la seguridad de sus ciudadanos era su prioridad, no nosotras, pero tampoco podíamos perder el tiempo tentando a la suerte.

La energía revitalizada que me suministró el néctar me sirvió para mantener el ritmo de Reyna en la carrera cuesta abajo, viendo el brillo del mar de fondo. Frenamos apenas en un puesto ambulante más grande que el resto, antes de llegar al puerto, me agaché como ella aún trotando y recogí entre mis brazos a Argentum que si bien debería haber estado junto a su hermano en pleno puerto, nos los encontramos con la cabeza metida en unas cajas de uvas.

-¡Los perros imitan a sus dueños! - reí mirando a Reyna que cargaba delante mía a Aurum que al igual que a su hermano que llevaba yo, tenía la boca y el hocico manchado de uvas.

-¡Otro motivo para matarla! - me gritó de vuelta con una carcajada divertida.

Esta vez fui yo la que me dejé guiar, corrimos por el puerto subiendo por la plataforma a un barco de mercancías que estaba apunto de salir. Me quedé quieta sobre cubierta con Argentum aún en brazos, viendo cómo Reyna soltaba a Aurum que se quedaba a su lado viendo cómo varios de los que estaban a bordo nos gritaban para que nos largásemos.

-Vas a llevarnos a Inglaterra - amenazó Reyna apoyando su espada en el cuello del que parecía llevar la voz cantante aquí. - O te prometo que este barco estará capitaneado por vuestros fantasmas.

-S-sí - tartamudeó el hombre. - Justo íbamos a Inglaterra ¿verdad chicos? - miró a su tripulación. Mentía, se le notaba a leguas, pero hasta yo si fuese él cambiaría el rumbo solo para continuar vivo,

Todos asintieron, alejándose unos pasos de nosotras mientras recogían el ancla y desataban los cabos, comenzando a alejar el barco del muelle.

-Así que así escapaste de la isla de Circe - murmuré apoyándome en la barandilla junto a ella.

-Efectivo ¿no crees? - sonrió con ironía. - Y no tenemos que hacer ninguna tarea.

-Te creo - respondí viendo cómo uno al atraer mi mirada se asustaba y salía corriendo por cubierta.

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Espero que les haya gustadooooo

Y... 4🥵

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