El Misterioso Visitante. (Che...

By midhiel

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─Dame una buena razón para que me quede, Charles. ─Estoy encinta. Siglo XVIII, Escocia. La vida de Lord Xavie... More

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By midhiel


Dedicado a @KiKaLioncourty un gran agradecimiento por su ayuda.

Una mención para @LuzAlvz y su sitio en Facebook "Wolvesilver para llevar" y un saludo muy especial a Luna.

XXXVI

Peter y Logan estaban en las nubes. Sharon les brindó unos aposentos apartados para que tuvieran más intimidad ya que sus recámaras en la mansión se encontraban distanciadas una de la otra. Eligió dos salas en el primer piso, que se acondicionaron como dormitorios y que se conectaban por medio de una puerta. Así cada uno ocupó un lecho en una habitación distinta pero tenían comunicación continua con esa entrada. Laura siguió durmiendo en el mismo dormitorio pero pasó a repartir su tiempo entre las cabalgatas por la tarde, el estudio en la biblioteca por la mañana y la permanencia en aquellos recintos el resto de la jornada para acompañar a su padre y a Peter.

Logan y el joven habían tenido pasados dolorosos y esa angustia había sido el lazo que los había llevado a conocerse. Hoy estaban llenos de esperanza. Este futuro hijo no cerraría la herida que Peter tenía por la pérdida de su primogénito porque era un duelo que acarrearía por siempre, pero ahora se sentía feliz y entero. Había formado una familia con Logan y Laura, y un nuevo hijo lo llenaba de esperanza.

El lobo no había tenido una vida fácil: enviudar enamorado como lo había estado de Kayla y tener que cuidar a una hija pequeña, que además estaba transitando su propio duelo, fue complicado y triste. Peter lo había ayudado a cerrar esa etapa y ahora tenían juntos un futuro y un nuevo vástago. Se sentía feliz también.

Sharon estaba contenta por ellos. Le tenía un cariño enorme a Howlett por su amistad con Charles y Peter se había ganado su corazón. Tener que ocuparse de su nieto en esas semanas la había cargado de energía y se mostraba más activa que antes. Así como no se le pasaba ningún detalle en cuanto a la administración de la casa, estaba al tanto de su nieto constantemente. Charles no podía haber dejado a su bebé en manos más eficientes.

Una mañana cuando estipulaban que faltaría poco para el regreso del Duque y de Magneto, Sharon recibió una carta de su hijo, despachada el día anterior, en la que le anunciaba que llegaría con Erik por la tarde. Ansiosa y feliz, les avisó a Logan, a Peter y a Laura, ordenó que se alistaran los aposentos de su hijo y de su yerno, y le pidió a Gwen que David estuviera acicalado y vestido con sus mejores ropas para el regreso de sus padres.

Después del almuerzo en el que todos se mostraron excitados y entusiasmados, la niña pidió permiso para abandonar la sobremesa y salir a cabalgar ya que no podría hacerlo por la tarde. Su padre se ofreció a acompañarla y partieron a trote hacia el lago para pasar un par de horas juntos.

Sharon le sugirió a Peter que jugaran a los naipes y bebieran té mientras tanto, y el joven aceptó gustoso. Ya fuera por el embarazo o la alegría que tenía, el muchacho estaba teniendo una suerte asombrosa y ganaba todas las partidas. La dama sonreía con complicidad recordando las supersticiones que existían en torno a la buena fortuna en el juego de los gestantes. Recordó a Charles y el pensamiento lógico que sostenía su hijo e imaginó que tildaría de absurdas tales ideas. Tan entretenida estaba pensando en él y tan concentrado se encontraba Peter en el juego, que ninguno notó por el ventanal el carruaje que estacionaba en la entrada. Un paje los interrumpió para anunciarle a Sharon que el general MacTaggert había llegado en compañía del coronel Stryker y tres soldados más. No sonaba a una visita amistosa.

Lady Xavier se sobresaltó, especialmente recordando que Logan estaba en el lago con su hija y Peter no se encontraba en un estado propicio para momentos tensos, pero adusta como era, escondió su inquietud detrás de una actitud serena. Depositó el manojo de naipes sobre la mesa con parsimonia y observó a Peter, que se mordía en labio. Sonrió al muchacho y contestó al paje con tranquilidad:

─Ve que les sirvan un aperitivo e iré a recibirlos enseguida.

El hombre se retiró. El joven lo siguió con la mirada. La experiencia de la emboscada a sus amigos y que el mismísimo Stryker lo hubiera enjaulado junto con Sean pocos meses atrás, lo alteraron.

─Peter ─ Sharon lo devolvió a la realidad y consiguió que volteara hacia ella ─. ¿Te encuentras bien, hijo?

El muchacho suspiró. Pensó en su padre, en lo valiente y decidido que era, y en Logan, frontal y protector. El evocar a los dos hombres que más amaba y admiraba le dio valor y se puso de pie.

─La acompañaré, señora.

─No es necesario ─ señaló Sharon con rapidez y siguió sentada para tranquilizarlo ─. Sería mejor que permanecieras aquí para que no te vieran.

─La seguiré pero me mantendré afuera de la sala ─ insistió con determinación ─. Podría cerrar usted la puerta para que no me descubran.

─De acuerdo ─ aceptó Lady Xavier y se puso de pie.

Salieron juntos y ya cerca de la habitación donde los recién llegados se encontraban, Peter desaceleró el ritmo para quedar detrás de la dama y que esta entrara sin que el general ni sus subalternos notaran su presencia. Sharon cerró la puerta a sus espaldas y el joven se mantuvo en la sala aledaña.

MacTaggert se acercó a Lady Xavier y le besó la mano con respeto, pero ella notó frialdad en este gesto, o, al menos, no sintió la calidez de otras veces. Stryker también se aproximó para saludarla y los demás soldados inclinaron la cabeza, educados. Sharon los invitó a ponerse cómodos pero el general la interrumpió ordenándoles a los guardias que se marcharan y aguardaran afuera. Era un atrevimiento ya que ella era la anfitriona y esto le dejó en claro que el militar había llegado con intenciones misteriosas.

Los tres hombres se retiraron y quedaron solos con la dama el general y el coronel. Peter se alejó rápidamente cuando escuchó que los soldados salían y no notaron su presencia, pero como permanecieron cerca de la puerta, le impidieron el regreso al joven para espiar y cuidar a Sharon.

Solos en la sala, la dama conservó la compostura y preguntó sonando casual:

─ ¿A qué debo esta visita inesperada, Richard?

─Lady Xavier ─ habló el general con autoridad y al llamarla de este modo marcó la distancia ─. Como máxima autoridad en Escocia de la patrulla anti mutante, tengo el derecho y deber de detener e interrogar a personas sospechas de aliarse con tales engendros.

Ella dio un ligero respingo pero mantuvo la altivez:

─ ¿Cuál es tu punto? ─ siguió tuteándolo adrede.

─Tengo evidencia firme de que se acondicionó Genosha, propiedad irlandesa de vuestro hijo, el Duque de Westchester, para acoger a mutantes clandestinamente.

Sharon frunció el ceño, ofendida.

─ ¿Qué patrañas son esas, Richard? Charles realizó refacciones en esa casa por motivos enteramente personales y como dueño y señor del lugar, no está obligado a darte explicaciones ni a ti, ni a nadie.

MacTaggert siguió anunciando, autoritario y gélido:

─Al no encontrarse presente el Duque y siendo vos la representante de sus bienes en su ausencia, me veo en el derecho de deteneros y llevaros a Edimburgo para ser interrogada.

─ ¡Richard! ─ exclamó ella, perdiendo la compostura por la furia. Miró indignada a Stryker, que parecía admirado con su falta de miedo, y al general ─. ¿Cómo osas invadir mi casa con tus hombres y amenazarme? Además de soltar calumnias contra mi hijo, contra mí y contra nuestros bienes. ¿Olvidaste quiénes somos?

MacTaggert se volvió hacia el coronel:

─Que los soldados ingresen para arrestarla.

─ ¡No voy a permitirlo! ─ dejó asentado Sharon.

Stryker se dirigió a la puerta para buscar a los guardias que entraron haciendo ruido con las fuertes pisadas de sus botas. Peter vio el movimiento desde su escondite a poca distancia y comprendió que había problemas. Pensó en correr para avisar a Logan y traerlo de regreso, pero era cauteloso en cuanto a usar su mutación en su estado.

Dentro de la sala, dos de los soldados se ubicaron detrás de la dama y la esposaron con grilletes en las muñecas. Lady Xavier sintió el metal frío y pensó en cuánto necesitaba que Magneto estuviese presente. Quiso forcejear pero los hombres le retuvieron los brazos para inmovilizarla. El general se plantó frente a ella y Sharon lo enfrentó valientemente con la mirada.

─Estás cometiendo un acto demasiado temerario, Richard ─ siseó. No dejaba de llamarlo por su nombre de pila para demostrarle que no le temía ─. Estás deteniendo a una dama noble, avasallando mis derechos.

─Como encargado de la patrulla anti mutante en Escocia, tengo la autoridad para detener a cualquier sospechoso.

─No tienes pruebas.

─Te las enseñaré cuando te interrogue.

Sharon entrecerró los ojos como ranuras. El general acababa de tutearla otra vez, acortando la distancia fría que había establecido. Esto le demostró que el antiguo amigo de su esposo estaba actuando enceguecido, sin un plan preconcebido y dando manotazos de ahogado. Estaba convencida de que no podía contar con evidencia en su contra porque no había en Genosha nada que los ligara a ella o a Charles con los mutantes. Sintió que los soldados a sus espaldas le tironeaban de los brazos para obligarla a avanzar. Esto le pareció una afrenta imperdonable y tuvo el impulso de gritar, pero comprendió que sería peligroso si Peter advertía su situación y se acercaba para ayudarla. De todas maneras, los hombres la obligaron a voltear para sacarla de la habitación y, al salir, el muchacho vio cómo se la llevaban.

Arrebatado como era, el joven se plantó frente a los guardias cerrándoles el paso. Sus ojos resplandecían con una chispa de furia que le dio un nuevo aspecto a su mirada.

─ ¿Quién es este joven? ─ interrogó el general.

─Soy Peter Maximoff ─ usó, desafiante, el apellido de su madre ─. Protegido de Lady Xavier. Y, ¿usted, señor? ─ preguntó con arrogancia.

─El general Richard MacTaggert, a cargo de la patrulla anti mutante en el territorio escocés ─ respondió fríamente y se volvió hacia el tercer soldado ─. Arréstalo. Lo interrogaré también.

─ ¿No tienes suficiente conmigo? ─ reclamó Sharon despectiva.

Stryker hizo un gesto a su subalterno para que esposara a Peter también. El muchacho estaba furibundo y cerró los puños para golpear al guardia pero una mirada de Lady Xavier le advirtió que lo mejor sería no oponer resistencia. El soldado lo maniató también y MacTaggert se abrió paso hacia el vestíbulo encabezando la marcha con Stryker mientras que, detrás, sus hombres salían con los prisioneros.

El paje que los había atendido y dos doncellas vieron a la señora y a Peter arrestados y se acercaron interrogantes. Sharon no quería violencia en la casa, menos frente a Peter, y les ordenó que no intervinieran pero habló alto para advertir a su carcelero:

─Avisen al señor Howlett de inmediato.

Peter se agitó al imaginar lo que el lobo haría cuando se enterara de lo que les estaba ocurriendo. El soldado a sus espaldas le presionó el brazo con más fuerza para que permaneciera quieto.

Mientras marchaban, más sirvientes llegaban presurosos y el mayordomo se acercó, abriéndose paso. La dama le repitió la orden de no intervenir y de avisar a Logan.

La patrulla sacó a los prisioneros de la casa y al bajar los peldaños de la entrada, Lady Xavier advirtió la diligencia en la que habían llegado los indeseados visitantes. Se trataba de un vehículo con una cabina como cualquier carruaje y atrás un sector negro, amplio y rectangular de hierro, que utilizaba la policía para trasladar a los detenidos. Suspiró indignada pero mantuvo la cabeza en alto.

Los guardias abrieron la puerta trasera del compartimiento y ayudaron a la dama a subir los escalones. El que acompañaba a Peter lo empujó para que hiciera lo mismo y Sharon estuvo a punto de exclamar que lo trataran con gentileza porque estaba encinta. Pero se contuvo enseguida y la impotencia de ver tal rudeza se mezcló con la humillación que ya estaba sufriendo.

Ambos prisioneros se sentaron en un banquito metálico que había adentro y dos soldados se sentaron en cada extremo para custodiarlos. El tercero se sentó enfrentado a ellos.

Peter, por su estado, sintió una sensación de sofocamiento y giró la cabeza hacia distintos lados para conseguir aire. Había una ventana enrejada en el techo y suspiró profundo hacia arriba para buscar aliento. Sharon le musitó un: "Tranquilo, hijo." Estaba preocupada por ella misma pero más por el muchacho.

Stryker iba a cerrar la puerta desde afuera para viajar adelante, dentro de la cabina con el general, mas este lo detuvo y subió también. Ordenó al soldado junto a Sharon que se levantase para ocupar su espacio y se sentó junto a ella. La dama volteó al frente con altivez para no mirarlo.

MacTaggert murmuró un "lo siento" casi imperceptible que ella simuló no escuchar.

El coronel cerró la puerta, la aseguró con una cadena y fue a sentarse solo en la cabina. El coche se puso enseguida en movimiento ante la mirada estupefacta de la servidumbre, que seguía saliendo para observar la escena.

Mientras que el carruaje circundaba la fuente de la explanada para atravesar el bosque y dejar Westchester atrás, el mayordomo dio la orden a un mozo de la cuadrilla y este partió con el caballo más veloz para dar aviso al señor Howlett.

Apenas se enteró, Logan ordenó a su hija que volviera a la casa con el mozo y de un brinco, montó su corcel para dirigirse a todo trote hacia el límite de la propiedad. Esperaba detener el vehículo antes de que abandonara el territorio del Duque.

Tomó un camino alternativo directo hacia la frontera de Westchester, que solo él conocía y que le permitiría esconderse entre los recovecos de los árboles tupidos. Se encontraba ofuscado. No podía dejar de pensar en Peter, que corría peligro junto con su hijo. Reconoció la misma sensación asfixiante que lo sofocó cuando Creed había secuestrado a Laura casi un año atrás. ¿Qué querían con su mocoso? La dupla de MacTaggert y Stryker le provocaba la peor espina.

El muchacho era impulsivo, aunque había madurado y aprendido a contenerse. Sin embargo, ante esta situación tensa, Logan no sabía cómo podría reaccionar. Peter adoraba a Sharon, era protector con ella, y si la veía en riesgo, podía alterarse más e intentar algo temerario.

El lobo pensó también en ella, en Lady Xavier, que era una anciana de temperamento fuerte, y orgullosa. Estaba convencido de que por su posición social, sus captores la tratarían con más respeto que a una persona común, y esto lo angustió más porque no podía guardar la esperanza de un trato similar hacia Peter. El joven era un plebeyo desconocido ante los ojos de MacTaggert y si por la mala fortuna llegaba a descubrir su verdadera identidad, el peligro resultaría mortal.

A medida que se acercaba a la frontera, reconoció que no contaba con armas para enfrentarlos a la distancia, solo con su mutación. Logan estaba dispuesto a desgarrar a la patrulla entera, exponiendo riesgosamente lo que era para salvar a su mocoso. Se dio cuenta de que Magneto actuaba de la misma forma y así como Charles ante el rey, Howlett comprendió al fin que Erik no era el monstruo que la pésima fama e incomprensión social habían construido.

Finalmente llegó lo más rápido que pudo al límite de Westchester y encontró en el suelo pedregoso las huellas de las ruedas y de los cascos. Desmontó para estudiarlas de cerca y notó por la impresión profunda en la tierra removida y la distancia bastante amplia entre las marcas de las ruedas que se trataba de un vehículo pesado y largo. Contó los cascos y por la posición de cada uno y las pisadas anchas que habían dejado, dedujo que se trataba de una cuadrilla de cuatro corceles grandes y que su galope era regular. La primera imagen que se le vino a la mente fue la de una de las diligencias que se utilizaban para trasladar prisioneros, tirada por caballos robustos.

Olfateó el aire y solo captó el olor de la naturaleza que lo rodeaba, lo que significaba que ya estaban lejos.

Se dio cuenta de que traspasando los límites de la propiedad, las huellas en el camino principal marcaban el rumbo hacia Edimburgo. Montó de un brinco y continuó el galope a toda prisa hacia la ciudad.

..............

A MacTaggert lo aquejaban remordimientos. Sentado junto a Sharon esposada, trataba de no pensar en Brian. El recuerdo de su amigo se había transformado ahora en un fantasma acosador, que le estaba oprimiendo el pecho. Lo imaginaba admonitorio, en una silenciosa demanda por el trato que le estaba dando a su esposa. El general buscaba consolarse repitiéndose a sí mismo que solo cumplía con su deber militar. Esa mañana, después de leer el informe de Stryker, con tantos huecos y preguntas sin respuesta, comprendió que el escuadrón que había enviado a Irlanda, había sido vencido por los mutantes, tal como Shaw se lo había advertido. Y a todo esto, el general se cuestionaba cuál era el paradero del espía. La incertidumbre era elocuente y lo había obligado a tomar la determinación drástica de viajar hasta Westchester y llevarse a Sharon prisionera. No creía que la anciana pudiera estar involucrada y dudaba que supiera el motivo de la refacción de Genosha. Sin embargo, cada vez se convencía más de que Charles conocía a los mutantes y pensó que tener a su madre presa lo amedrentaría.

Lady Xavier no había movido un solo músculo desde que el coche se pusiera en movimiento. Se mantenía adusta y disimulaba una calma que aparentaba indiferencia, pero sus sentidos estaban atentos a todo lo que pasaba dentro del coche. La estructura de hierro sólido le impedía oír lo que ocurría afuera pero dedujo por el tiempo transcurrido que ya habían dejado atrás las tierras de su hijo. De pronto, movido por la culpa, MacTaggert le soltó las cadenas para que se sintiera más cómoda. Ella se masajeó las muñecas, sobre los surcos morados que el metal había trazado sobre la piel delicada. Miró a su opresor:

─Libera al muchacho ─ ordenó con energía.

El general hizo un gesto al soldado sentado junto a Peter para que lo soltara. Mientras el guardia obedecía, MacTaggert examinó al joven. No lo convencía que fuera un protegido simplemente. Tenía que interrogarlo con severidad.

Peter notó la mirada escudriñadora pero mantuvo la frente en alto y frunció el ceño en actitud desafiante hacia su observador.

Sharon solo rogaba para sí que mantuvieran todos la calma.

................

Erik y Charles volvían satisfechos porque habían alcanzado su objetivo en Inglaterra con creces. Se encontraban cerca de Edimburgo y aunque no entrarían en la ciudad, podían calcular que les quedaban apenas tres horas de viaje hasta Westchester. Si los coches no sufrían contratiempos y no había motivo para que los sufrieran, estarían en casa antes de que se pusiera el sol. El Duque suspiró con aire de satisfacción mientras observaba el paisaje desde la ventanilla y recargó la cabeza sobre el hombro de su amante. Erik sonrió y le pasó la mano por el cabello ondulado con cariño. La ausencia durante los días previos a la audiencia había sido difícil pero los ayudó a entender el vínculo que habían creado entre ellos, cuánto se necesitaban y cuán bien se complementaban cuando estaban juntos. Que Charles hubiera comprendido al fin a Magneto había sido un paso importantísimo para su relación.

A la distancia podía observarse la silueta de las murallas que rodeaban a Edimburgo. Los cocheros tenían órdenes de circundarla y tomar el sendero que llevaba hacia Westchester. Así lo hicieron y los amantes se sintieron confortados cuando reconocieron el camino en dirección a su hogar. Tres horas no eran nada después de tantas jornadas de viaje. Los dos estaban expectantes por llegar y saludar a todos: Charles pensó en su madre, y con Erik en Peter y en David. Se preguntaban si el bebé los habría extrañado, y aunque el Duque tenía entera confianza en la habilidad de Sharon para cuidarlo, no podía dejar de plantearse si siendo tan pequeño, podía percibir la ausencia de sus padres. Erik también pensaba en Logan y en la relación con Peter, era consciente de que su primogénito podía anunciarle en cualquier momento que deseaba mudarse a vivir con el lobo. Sí, Howlett y su hija habían estado por más de un año en Westchester y Magneto imaginaba que en algún momento volverían a Edimburgo y era más que probable que Peter los acompañaría.

El viaje continuaba tranquilo. Erik cerró los ojos con la cabeza de su amante recargada contra su hombro. Pensaba en Peter y en cuánto había crecido. Recordaba con ternura ese niño travieso que jugaba con su hermana Nina a las carreras en la lejana Polonia. Charles dormitaba. De repente, el Duque no supo explicar una corazonada que lo aturdió. Duró un instante y al parpadear desapareció pero la sensación siguió anidando en sus entrañas. Frunció el ceño y apartó la cabeza de Erik. Este lo miró interrogante.

─No fue nada ─ aclaró veloz para tranquilizarlo ─. El viaje es agotador y estar tan cerca de casa me pone ansioso.

─Te conozco ansioso y esa no es tu mirada de ansiedad.

─No sé ─ reconoció sacudiendo la cabeza ─. Sentí algo en el estómago. Fue una sensación que primero percibí en mi cabeza.

─ ¿Sentiste a alguien? ─ Magneto se acomodó en el asiento, preocupado.

─No debe ser nada ─ volteó hacia la ventanilla para restarle importancia.

Pero para Erik era importante:

─Charles, eres un telépata. Sentiste algo en tu mente que repercutió en tu estómago.

Charles comprendió que tenía razón. Se llevó el índice a la sien para concentrase y cerró los ojos. Le pareció leer la mente de su madre en la lejanía, algo que aceptó como poco probable. Se concentró más. El coche seguía avanzando y la mente de Lady Xavier se hizo más perceptible. Tuvo que aceptar que por insólito que sonara, ella andaba cerca.

Erik lo observó fruncir la frente y apretar con fuerza los párpados.

El Duque se metió en la cabeza de Sharon y vio a través de sus ojos el interior del compartimento. Peter estaba sentado a su derecha y el general a su izquierda. También vio a los tres soldados que los custodiaban, uno junto a Peter y los otros dos enfrentados a ellos. Volvió enseguida a la realidad y volteó hacia su amante:

─Mi madre y Peter están dentro de un vehículo con MacTaggert y tres guardias de la patrulla.

─ ¿Dónde se encuentran exactamente? ─ interrogó Magneto, serio y calculador, sin alterarse.

─Los percibo en esa dirección ─ Charles señaló hacia adelante ─. No deben andar lejos.

Erik le hizo una seña al cochero para que se detuviera. El que venía detrás con el equipaje lo imitó, jalando las riendas para contener a los caballos. Magneto abrió rápido la puerta y bajó de un salto. Charles lo siguió pero descendió pisando los escalones. Erik llegó hasta el conductor, que estaba acomodando las riendas para bajar también.

─Desata a dos caballos, los más veloces ─ volteó hacia el otro cochero, que se estaba acercando ─. Continúen hacia Westchester pero desvíense del camino real y tomen uno alternativo. El Duque y yo cabalgaremos por este.

Los hombres intercambiaron miradas y después las depositaron en Charles, que les asintió en silencio para enfatizar la orden de su amante. Corrieron a liberar a los dos corceles del primer coche, que lideraban la cuadrilla por ser los más rápidos. Iban a prepararles la montura pero Erik les hizo un gesto porque el tiempo apremiaba. Magneto y Charles brincaron sobre los lomos desnudos.

─Regresen a Westchester pero desvíense del camino real ─ el Duque repitió la orden y tras despedirse de los cocheros alzando la mano, él y su amante salieron a todo galope. Podía sentir la mente de su madre perturbada pero su apariencia serena y la de Peter preocupado pero manteniéndose tranquilo. Ambos le enseñaron que no estaban atemorizados por su destino sino por el de la criatura que el muchacho llevaba en su seno.

Charles sintió un apretón en las entrañas. Peter estaba encinta pero se guardó de comunicárselo a Erik en ese momento desesperante.

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