HUNTER. Tierra de salvajes #1...

By LBSilva

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Todos tenemos un alma salvaje. Tomos somos salvajes. Aquellos que viven, aquellos que aman, aquello... More

Sinopsis larga.
Prologo.
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Final.
Epilogo
Agradecimientos.
Multimedia
¡Auburn historia destacada en Wattpad Acción!

3.

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By LBSilva

La plaza de Auburn no era lo que ella imaginaba, pero tampoco se sentía incomoda con el lugar que veía. Lucía como una plaza normal, salvo por alguna que otra banda hablando o tomando alcohol. Madres caminando con sus hijos, personas corriendo para entrenar y niños jugando. Valerie sintió que se encontraba finalmente en un lugar que pertenecía en Auburn y comenzó a caminar sin importarle nada. Pero al instante llegaron las extrañas miradas y Valerie sintió que su humor se reducía. La gente la reconoció y por más que quiso ignorar las miradas, fueron demasiadas como para sentirse comoda. Tomó aire y trató encarar a la primera persona con la que iba a hablar.

                Una mujer con un bebé era su victima pero cuando se acercó a ella con paso firme, se levantó del asiento en el que estaba y se marchó. Valerie se quedó muda al comprender que no querían comunicarse con ella y que no confiaban en su padre. Cuando iba a dirigirse hacia otra mujer, sonó su celular y Valerie se vio obligada a responderle a su padre.

                —¿En donde estás, Valerie? —preguntó su padre con un tono de voz que demostraba enojo. Ella suspiró cansada y se quedó observando dos niños amacandose junto a su madre. Ella la miraba de reojo, como si quisiera alejarse de su presencia—. ¡Valerie!

                —Estoy en el parque, papá. Estoy relajándome un poco —le explicó, antes de escuchar su pregunta obvia. Valerie vio como la mujer que cuidaba a sus hijos se marchaba, mirándola con el ceño fruncido—. ¿Por qué la gente me odia en el parque, papá?

                —No es tan fácil, hija, ganarse el cariño de la gente es un largo recorrido que no puedes ganar con un nombre nada más.

                —Lo sé pero...

                Cuando siguió tratando de hablar, un hombre pasó rápidamente a su lado y la empujó con uno de sus hombros. Valerie perdió el equilibrio y cayó sobre el asiento frente a ella. Buscó el celular y comprendió que le habían robado. ¿Cómo había sucedido? ¡Había sido todo demasiado raro! Vio al hombre corriendo y, sin dudarlo, siguió a esa persona sin pensar en las consecuencias de su locura. Aquel idiota no sabía lo rápido que Valerie sabía correr, sus clases de acletismo habían logrado mucho en ella. Y cuando se dio cuenta, estaba alcanzándolo.

                —¡Devuelveme mi celular! —gritó sin comprender la fuerza de su voz, mientras corría a su lado moviendo las manos como le habían enseñado en su clase. El hombre la miró horrorizado,  comprendiendo lo rápido que ella corría.

                Era un chico joven, pudo notar Valerie, cuando lo alcanzó y cuando trató de empujarlo se dio cuenta que estaba cometiendo una locura. El ladrón siguió corriendo y Valerie lo dejó ir, deteniéndose en seco mientras observaba la chaqueta de cuero que llevaba. "Los Williams" rezaba y se preguntó como un ladrón podía ser tan tonto.

                El bar acaba de abrir cuando Dante entró corriendo con una sonrisa en el rostro. Hunter levantó la mirada para ver a su hermano con cierta negación, le cansaba que robara a cualquier inocente de Auburn. Sobre todo porque al ver la chaqueta de Los Williams, llegaban los dueños gritando y exigiendo la devolución de sus pertenencias. Dante lucía más contento que de costumbre, con un celular que si bien parecía costoso no era la gran cosa.

                Lydia se encontraba en una de las mesas, limpiándola mientras uno de los viejos jefes del club le contaba anécdotas. Hunter había dejado a la chica quedarse, pero con la condición que ayudara a limpiar el bar. Se había ofrecido a atender las mesas y como no pretendía cobrarle nada, Hunter terminó dándole el permiso. Aún no sabía que iba a hacer con su hija, pero obviamente no iba a dejarla mucho tiempo en Auburn.

                Él era quien mandaba ahí, era el jefe de un club y no podía darse el lujo de querer a alguien. Ese alguien podía morir por su culpa y sería una debilidad. Hunter no deseaba eso en su vida, debilidades. Si tenía a alguien iba a pensar en él cuando algo ocurriera o simplemente no iba a poder cometer las locuras que siempre hacia.

                Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la puerta del bar se abrió y entró una persona que nunca había visto entrar antes. Todo en ella decía lo obvio, no pertenecía a ese lugar y Hunter no necesitó seguir mirándola para reconocerla. Era la hija del alcalde, lo que no sabía era que hacia en ese lugar. Pero cuando miró a su hermano, esperando algún comentario por parte de él, comprendió que hacia en ese lugar. Maldito ladrón.

                —¡Quiero mi celular! —exclamó la chica rubia, entrando como una fiera. Varias personas observaron lo sucedido pero al ver a Dante, ignoraron por completo la situación al comprenderlo que sucedía. No era la primera vez que eso pasaba, pero muy pocas veces el dueño se enfrentaba al ladrón con tanta fiereza.

                —¿Le robaste el teléfono móvil a la hija del alcalde? —le preguntó Hunter a su hermano menor. Este lo miró asustado, obviamente aquel chico no tenía pensado que la niña iba a cometer es locura. ¿Quién iba a correr hacia su ladrón y buscarlo? Sólo alguien como ella.

                —¡Tú! ¡Dame mi teléfono! —se quejó ella acercándose enfadada y como si estuviera por sacar humo de la nariz. Hunter no pudo evitar reírse al verla de aquel modo, pero trató de soportar la sonrisa y mantenerse firme ante el conflicto.

                —Disculpa, niña, pero no puedes entrar a mi bar llamando ladrón a mi hermano —trató de sonar lo más políticamente correcto para tranquilizar a la niña. Normalmente él no actuaba de ese modo, gruñía y se enfadaba con rapidez, pero esa vez hacia una clara excepción—. Te invito a retirarme.

                La chica posó su mirada en Hunter y por un momento notó algo extraño en su expresión, aunque no pudo saber que era lo que le sucedía. Pudo ver por el rabillo del ojo a su hija detener su trabajo para mirar la escena que estaban armando. No necesitaba una escena como esa, así que quiso quitarse el problema lo más rápido posible.

                —¿Y tu quien eres? —se quejó ella con agresividad, mirándolo de arriba abajo como todas las personas de su ambiente harían. Pero no notó ninguna expresión de odio, ni tampoco de asco y aquello le impresionó. Hunter, en algún momento de su vida, había sido guapo pero debido a los momentos vividos había perdido el interés en su aspecto. Por lo tanto no creía que ella encontrara algo que ver, más que barba y olor a cigarrillo.

                —Soy Hunter Williams, dueño de este bar, hermano del chico al que acusas y jefe del club "Williams" —se presentó y ella se tranquilizó un poco, como si comprendiera finalmente en donde estaba metiéndose. Y de un momento al otro, la chica comprendió su error. Balbuceó algo inentendible y, al parecer, pudo notar su error.

                —Estás en el lugar equivocado, princesa —se le burló Dante, con una de sus sonrisas de crio que Hunter tanto odiaba. Eso despertó el odio de Valerie y a Hunter le sorprendió ver en aquellos ojos claros una violencia que muy pocas personas tenían.

                —No estoy en el lugar equivocado —respondió ella al instante, aunque todo ella decía lo contrario. Lucía impecable, hasta sus uñas estaban perfectamente pintadas pero ella demandaba un lugar en ese bar. Hunter no quería saber nada de ella, esa niña olía a problemas—. Este lugar me pertenece y no sólo a mi, sino a cualquier persona de Auburn. No puedes ir simplemente arruinando la seguridad del barrio, robando por robar, porque estoy muy segura que no ganarás nada con mi móvil. Sólo asustas a la gente, haciéndola sentir un miedo innecesario.

                Hunter volvió a ocultar una sonrisa, dos veces en la misma tarde y por la misma persona. Eso era nuevo. Pero tenia que admitir que aquella niñia tenía agallas. Era una princesa, pero una princesa valiente. Pero estaba muy seguro que el rey no la oía y era una lastima, porque seguramente ella tendría buenas ideas en su mente. Pero era una niña y era mujer, en Auburn no valían las personas así.

                —Mira, princesa, me has cansado. He tenido un poco de consideración contigo por ser la hija del alcalde pero me estás cansando —se quejó Hunter alejándose del mostrador para empezar a caminar hacia ella. La niña no se movió, se mantuvo firme y estable como una roca frente a él. ¿Por qué lo hacia tan dicifil? ¿No podía simplemente salir corriendo? Parecía que iba a pelear por sus principios y su móvil—. Sal de aquí o te saco a empujones.

                —Intentalo, si tan hombre te crees o devuelveme mi teléfono y no tendrás que pasar vergüenza —respondió ella con firmeza, pero pudo ver sus puños temblar. Le temía, pero se mantenía firme y eso la hacia más valiente que cualquiera de ese bar. Hunter creía que era valiente quien temía pero se enfrentaba a sus miedos y en ese momento la princesa rubia estaba peleando por un lugar en ese bar. Era una lastima que Hunter no iba a dárselo.

                Caminó hacia ella, decidido, y la tomó del brazo con fuerza. Ella se quejó y por un momento quiso creer que comenzaría a decir quien era y que le sucedería a Hunter por ese maltrato. Pero la chica no dijo nada, siguió defendiéndose como podía y no como debía. Le sorprendió, siemrpe creyó que ser hija de alguien importante era un privilegio que era bueno usar. En otro mundo y en otra vida, tal vez le gustara esa chica. Pero en esa vida no iba a ser posible.

                —¡Sueltame! ¡Me estás haciendo daño! ¿No tienes respeto por las mujeres? —se quejaba ella mientras él la arrastraba hacia la puerta de su bar. Nadie comentó algo en el bar, como si no estuvieran del todo conforme con el final de la historia. Hunter no comentó nada pero sabía que nadie iba a decir algo en contra de él, a fin de cuentas él mandaba ahí—. ¡No puedes decirme adonde puedo o no entrar! ¡Pelea con alguien de tu sexo y de tu tamaño!

                Ella se quejaba, pero Hunter sabía que no estaba haciéndole real daño y que en un par de minutos no sólo iba a dejar de dolerle sino que también iba a desaparecer las marcas rojas que sus dedos estaban dejando. No le gustaba golpear a mujeres pero básicamente no estaba golpeándola, simplemente dándole una lección. Nadie se metía con los Williams, ni siquiera la hija del alcalde.

                Cuando abrió la puerta, Hunter se quedó paralizado por completo al ver que estaba sucediendo frente a su bar. La chica rubia dejó de moverse por completo e imitó su acción. Frente a ellos se encontraban los mexicanos, intimos enemigos de los Williams. Los Gomez. Los odiaban desde que habían robado su droga, una idea de Luke que no tuvo buen funcionamiento. Él había dicho que era una droga nueva, que iba a venderse pero nunca tuvieron éxito o eso le dijo su hermano.

                Las intenciones de los Mexicanos eran claras y Hunter no necesitaba un manual para entender que esas armas iban directo a ellos. Él contó nueve mexicanos con sus chaquetas de cuero apuntándole y por un momento vio su vida correr por sus ojos. Por suerte, su madre le había enseñado a reaccionar rápido. Soltó a la chica y la empujó hacia adelante, escuchando los disparos comenzar como una lluvia fuerte. Ella soltó un alarido cuando cayó al suelo y Hunter rezó que no estuviera herida. Sino estarían en graves problemas.

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