Trono de escamas y almas perd...

Ginnylight द्वारा

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Melione odia a los inmortales con toda su alma, pero en aquel castillo encuentra a la única inmortal que romp... अधिक

Mapa del territorio
Antro de mala muerte
Consejo de guerra
La sonrisa de la guerra
Muerte en el bosque
Miradas de muerte y guerra
La muerte por el corredor
Marcha de guerra
El fruto de la muerte
La danza de la guerra
El poder de la muerte
La muerte es un secreto
Latidos de muerte y guerra
Las muertes que trae la guerra
El placer de la guerra
El baile sin fin en la muerte
Cabalgando hacía la muerte
Las cenizas de la muerte
La muerte y la guerra tienen muchas caras
La cacofonía de la guerra
Las gotas de sangre que bañan la muerte
Leyendas de guerra y muerte
El puño de la muerte
Las peticiones de la guerra
Temer por la muerte
Las emociones de la guerra
La trampa de la guerra
El aliento de la muerte
El heraldo de la muerte
La espada de la muerte
La muerte ama a la guerra
Agradecimientos

Campo de muerte

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Ginnylight द्वारा


El susurro de la tierra al ser azotada por los rayos del sol era el único sonido que se escuchaba en aquellas tierras yermas y sin vida. Donde vislumbrar un brote de la cosecha era la mayor felicidad de la pobre familia que vivía en aquel páramo. Donde antes se extendía una fina capa de color verde ahora ya no quedaba nada.

La tierra áspera y árida se perdía entre los dedos de Melione que estaba agachada sobre el terreno intentando arar aquel campo de muerte. El sol de verano golpeaba sobre su cabeza, sus rayos no perdonaban a nadie y menos a ella que intentaba llevar a cabo la tarea de aquel día a regañadientes.

Prefería estar en cualquier sitio menos en aquel campo. Su hermano Nathaniel estaba subido al asno, el único que tenía su familia. Intentando arar aquellas tierras llenas de piedras y malas hierbas. Él era el único optimista de la familia que creía en la esperanza de que aun podía brotar algo en aquel sitio horrible.

Sus hermanas, Susanne y Victoria habían ido al pueblo, para intentar vender una de las últimas creaciones de su padre. Una vieja estatua de madera que había creado en los tiempos que trabajaba para el conde de la zona. Con el poco dinero que les darían por aquella figura podrían permitirse comer algo en una semana, dos tal vez, si conseguían racionar bien los alimentos. Pero alimentar a seis bocas hambrientas era una tarea difícil.

Melione había implorado a sus padres para que la dejaran ir a cazar al bosque, pero había sido en vano. Lilian y Phineas eran conscientes de las leyendas que corrían sobre aquellos bosques donde cualquier tipo de criatura estaba al acecho. Criaturas sacadas de la peor de las pesadillas de cualquier humano. Pero la joven sostenía la convicción de que ella podría luchar contra aquellos seres.

Un odio creciente contra los seres mágicos era lo que guiaba a Melione todas las mañanas. Las ganas de poder matar a uno de ellos con sus propias manos. Desde que había contemplado la destrucción de su aldea cuando había sido pequeña, a mano de los inmortales que vivían pasado el bosque, no podía quitarse las ganas de venganza que corrían por sus venas.

Pero ya llegaría el momento de su venganza.

Desde su infancia y tras contemplar aquella masacre había decidido practicar la magia. Había comprado un libro de hechizos con sus pocos ahorros a una señora del mercado del pueblo. Todo el mundo decía que era una bruja, y por ello todos la temían. Ella había visto la situación de forma provechosa, para poder aprender algo de la magia de los inmortales.

Era una lástima que todos los intentos que había hecho a lo largo de los años no habían tenido fruto, más bien ella seguía intentándolo cada noche en el granero de su familia.

Pero había algo que jugaba en su contra y era que la magia estaba totalmente prohibida en el reino de los humanos y si alguien descubría que estaba intentando crearla podrían ahorcarla en la plaza del pueblo. Y por ello Melione llevaba sus idilios roces con la brujería en el más absoluto de los secretos.

Se apartó el sudor de la frente que caiga formando gotitas sobre la tierra y el polvo. Se quitó el sombrero de paja que llevaba y cogió el trapo que llevaba anudado en el pantalón para pasárselo por la cara. Se apartó uno de los mechones castaños que tenía pegado en la mejilla y siguió con su trabajo.

Las horas pasaron, su hermano y ella terminaron de arar el campo mientras su madre les traía algo para beber y comer. Sus padres eran ya mayores por lo que ya no podían trabajar el agro. Las manos de Melione estaban llenas de cayos y de pequeñas heridas. Las manos de una joven que no conocía otra cosa que el arduo trabajo.

Cuando el sol tocó las montañas y comenzó a oscurecer terminó el trabajo. Melione se fue a la parte trasera de la choza donde vivían y comenzó a desvestirse. Su madre les había preparado la tina con agua del rio, para poder lavarse y quitarse los restos de polvo del cuerpo.

Con unos cazos pequeños comenzaron a mojarse las extremidades. Ambos se lavaban en el mismo lugar y al mismo tiempo. Desde pequeños los cuatro hermanos se habían visto desnudos entre ellos. Y aunque su hermano Nathaniel fuera ya un hombre y tuviera los músculos marcados en todo su cuerpo y su virilidad bastante bien desarrollada. Ella solo podía verlo como su hermano dulce y tierno.

Se frotaron la espalda mutuamente con el jabón, para quitarse toda la suciedad de encima. La joven metió la cabeza en la tina para mojarse el pelo y con el agua jabonosa se frotó la cabeza. Cuando acabaron de limpiarse se secaron con dos toallas viejas y andrajosas. Hacía tiempo que habían pasado de ser blancas a adquirir un trono gris.

Se pusieron una muda limpia y entraron dentro de la choza para estar con su familia. Melione se acercó a sus hermanas y le dio un beso a cada una en la mejilla. Su madre estaba sentada en una silla remendando una vieja falda de Susanne. A diferencia de ella, sus dos hermanas seguían usando faldas y ella había adquirido la costumbre de llevar pantalones, debido a que eran mucho más prácticos para moverse y, sobre todo, para huir.

Porque en su mente siempre estaba la idea de que en cualquier momento los inmortales podrían salir de su escondite y volver a atacar el pueblo como en el pasado y estaba segura de que esa vez no se quedaría para contemplar a aquellas bestias durante mucho tiempo.

Nunca olvidaría la piel de color verde y los movimientos rápidos y silbantes. Y como con su magia habían creado fuego de color verde que había arrasado los cimientos de todo el pueblo. Los ruidos de huesos y cartílago fracturado mientras ella intentaba encontrar a su familia en medio de las llamas. Pero sobre todo la figura de aquella mujer que estaba en medio de todo aquel caos y lideraba el ataque. Con una sonrisa cruel en los labios y su pelo rubio ondeando en el fragor de la batalla.

Quitó aquellas imágenes de muerte y destrucción y se sentó junto a su hermano al lado de la mesa destartalada que les servía para comer y otros quehaceres.

― ¿Como ha ido la venta de la figura? ―le preguntó a Victoria.

―No muy bien, nos han dado la mitad de lo que pedíamos.

Melione frunció los labios, eso significaba que tendrían menos comida de lo que había planeado.

―No te preocupes ―dijo Nathaniel.

Siempre había sido el más cariñoso de todos.

―Ya veréis como esta vez algo brota en nuestro campo ―dijo su madre.

Puso la mano sobre el hombro de su marido que estaba contemplando el exterior a través de la ventana.

―Sabéis tanto como yo, que estas tierras están malditas. Nada puede crecer desde que los inmortales nos maldijeron.

―No es eso, Melione ―dijo su madre. ―Si lloviera algo, seguro que las semillas brotarían.

El pueblo y las demás tierras humanas llevaban años sin ver la lluvia. El único suministro que tenían era el rio que cruzaba el reino y los acuíferos. Aunque cada vez quedaba menos agua, y las tierras altas donde vivían los humanos más pudientes se quedaban con casi toda el agua. A los campesinos les llegaba un pequeño riachuelo para poder sobrevivir.

Era otra de las injusticias que hacían que la llama del odio de Melione fraguara dentro de su pecho.

―Tengo que daros una noticia ―dijo Nathaniel poniéndose en pie.

―Dinos hijo, esperemos que sea buena.

―Le he pedido la mano a Helen.

―Eso es fantástico ―dijo su madre con una sonrisa y abrazando a su hijo.

Las dos hermanas hicieron lo mismo con su hermano y su padre le dio una palmada en el hombro.

―¡No, eso es horrible! ― exclamó Melione, escrutándolos a todos con sus ojos marrones con pintas verdes.

―¿Porque dices eso? ―dijo Victoria con una sonrisa en los labios.

―No lo entendéis, no tenemos dote que ofrecer a la familia y que Nathaniel se casé sería traer a Helen aquí y otra boca más que alimentar.

―No seas tan negativa, hija ―dijo su padre con cara de enfado.

―¿Soy la única de la casa que ve la realidad? ―preguntó enfadada.

―Melione... ―dijo su madre intentando calmarla.

―Si por lo menos me dejarais ir a cazar al bosque para traer algún animal para poder comer no tendríamos que esperar a que los dioses se apiadaran de nosotros y comenzara a llover.

―No empieces, hija ―rugió su padre. ―No vas a ir al bosque, jamás.

―Entonces nos consumiremos hasta los huesos.

―¿Crees que no sabemos lo que haces por las noches? ―estalló su padre contra ella, cansado de esta discusión que llevaba años forjándose en la familia.

―Es un asunto que no os incumbe.

―Mentira, Melione. Podríamos acusarte de brujería y no lo hacemos ―intervino Susanne.

―Pues hacedlo, no tenéis redaños para enfrentaros a mí. Sois todos una panda de cobardes.

―Melione, no digas eso ―dijo su hermano.

―Os odio a todos, os habéis conformado con una vida miserable y horrible. Y yo os doy la solución y no la queréis coger.

―Sigue hablando así y te echamos de casa ―su padre la miró enfadado.

―¿Eso es lo que queréis? Pues perfecto ―dio unas zancadas hasta su habitación.

Se agachó debajo del catre que compartía con su hermana Victoria y sacó una bolsa de lona. Llevaba preparando su fuga de la casa desde hacía años, cuando había comprendido que sus padres y hermanos no harían nada para evitar la vida horrible que llevaban.

Los miró a todos con odio y escupió al suelo.

―Estoy cansada de estar aquí, cansada de ser una incomprendida y por eso me voy.

―Melione ―su madre le agarró del brazo, pero ella se soltó del agarre.

―No me puedes detener.

―Lárgate de esta casa y no vuelvas nunca ―bramó su padre.

La joven morena miró a sus hermanas y su hermano esperando que alguno de ellos viniera con ella, pero al ver que ninguno se movía de su sitio asintió con la cabeza.

―Quedaros en este campo de muerte.

Abrió la puerta de la casucha y salió al exterior. Levantaba polvo a su paso mientras se dirigía al granero.

Escucho como su madre y su hermano la llamaban, pero ella no miró hacia atrás. Había tenido el valor suficiente para tomar la decisión que hacía años que la atormentaba.

Abrió la puerta del granero y rebuscó debajo de una caja. Cogió el libro de hechizos y lo guardo en su hatillo improvisado.

Pasó por encima de la cancela que vallaba la casa y siguió caminando dirección al pueblo. En sus oídos resonaban los gritos de su madre, pero siguió caminando hacia su destino sin detenerse. Por fin podría desempeñar el oficio que siempre había deseado y así cobrar su venganza.

Iba a ir al pueblo que estaba al límite del reino mortal e inmortal, donde vivían los marginados y desamparados para convertirse en una de ellos, y así poder matar a todos los inmortales que pudiera. Iba a convertirse en una cazadora de inmortales, para poder devolverles todo el daño que había guardado y trasformado en rabia desde que era pequeña.

Con una carcajada salvaje emprendió el viaje hasta su nueva vida, donde se dejaría guiar por lo salvaje y rudimentario. Donde desataría el animal primario que llevaba dentro, el lugar donde haría su venganza personal su nuevo oficio.

Aprendería a ser letal, a camuflarse con el bosque, a fortalecer su cuerpo y su mente. Si tenía que enfrentarse a algún humano más por el camino lo haría. Todo para poder ser lo que ella quería. Pero sobre todo no dejaría a ningún inmortal vivo mientras ella estuviera con vida.

Sonrió al cielo pensando en que sería una cazadora de inmortales.



Hola a todos:

Espero que os guste esta nueva historia.

Estoy muy ilusionada con esta nueva trama y nuevos personajes, y espero de corazón que me acompañéis en esta aventura.

Ginny <3

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