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Erick solamente fue consciente de todo lo que venía cuando corrió por los pasillos de Colón. 

Un coche le esperaba en la entrada. Él se subió junto a Damien y Abigail, con Joel mirándolos desde ahí con una mano afianzada a la puerta por dónde habían entrado. Erick le devolvió la mirada sin pensarlo. 

—Espérame en nuestra habitación— Le dijo, cerrando la puerta y dejando al coche marchar. 

Y así no fue como Erick imaginó su reencuentro, pero nadie pudo imaginar lo bien que se sentía respirar entre las pertenencias de Landrem, con sus hijos a salvo y un destino a la que él consideraba su perdición. 

No escuchó más balas, y no supo si fue por la distancia a la que cada vez se enlazaba más o porque sus oídos estaban completamente taponados. Quiso pensar que era la primera opción, aunque no escuchaba el ruido relajante de las ruedas contra el asfalto de la carretera tampoco. 

El camino se basó en un llanto leve de Abby entre sus brazos y Damien acurrucado en su costado con miedo y temblor constante. Erick se mató por permitir eso para sus hijos, por lo que solamente rezaba para que las cosas se hubieran terminado ahí. 

En cuanto la oscuridad y el tono lúgubre de las tétricas paredes de Landrem estuvo frente a él, Erick realmente no supo hasta qué punto los latidos de su corazón eran reales. 

En la puerta trasera, dos almas naturales demasiado conocidos para él recibieron al coche donde estaban, rodeados de guardias armados. 

Erick bajó del coche agarrando con fuerza a Abby entre las mantas y con la mano entrelazada a la de su hijo mayor. Le ayudó a bajar del coche. En cuanto Dami visualizó a Chris y a Niall, una sonrisa pequeña se instaló en sus fauces. 

Erick no controló las lágrimas que le provocó la simple relajación de verlos. La manera en la que alabaron a Abby fue magistral y el cariño que le dieron a Dami de nuevo era algo que a Erick le gustó en demasía. 

Le acompañaron hasta la que fue su habitación y, ahí, Erick se quedó solo en esas cuatro paredes y un balcón medialuna. Quiso llorar más por lo sublime que era cada esquina; por los recuerdos que llevaba cada viruta de polvo inexistente y por el sentimiento que cargaba cada mueble opaco.  

Damien parecía drenado cuando corrió por todo el territorio, entre risas emocionadas y manos ansiosas que tocaban para comprobar si eran de verdad o no. Abigail miraba con atención todo desde los brazos de su madre, que casi parecía bloqueado por sentimientos inexplicables. 

Se había escapado de Colón. Realmente lo había hecho. Sin saber cómo ni por qué. Había dejado a su familia y había vuelto con el hombre al que le vendieron sin opción de replicar. ¿Cuántos puntos te daban de demencia por ello? 

Debió pasar ahí más tiempo del que imaginó, porque cuando la puerta se volvió a abrir— cabe decir que provocándole un paro cardíaco— Erick se encontraba en el mismo lugar. 

Joel miró a su alrededor rápidamente, parando su vista en ellos. Quiso pasar por alto el suspiro relajado que emitió, como si temiera que se fueran a ir de nuevo; pero Erick ni siquiera intentó hacer como que no lo había escuchado. 

—Te dejaste algo, Damien— Dijo, agachándose y enseñando el juguete. 

—¡Chocolate! 

Damien corrió hacia él a una velocidad asombrosa, agarrando el peluche y abrazándolo contra su pecho. Joel lo cargó sin inconvenientes. Caminó hasta Erick con la mirada fija. 

—¿Has vuelto por un peluche? ¿De verdad, Joel? 

—Se lo regalé yo. Vi que no lo tenía cuando se subió al coche. 

Landrem || Joerick  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora