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El choque desenfrenado de la cadera de Joel contra las nalgas de Erick era el encargado de ese ruido ensordecedor, además del que se sumaba al agua contra el mármol helado del suelo y los gemidos descompasados que ambos compartían. 

De nuevo todo era rudo y sorprendente, como si fuera la primera vez. 

Las manos de Joel se ajustaban a su cadera con la intensidad suficiente para que Erick la diera por perdida, porque no sentía absolutamente nada. También era consciente de que Joel llevaba golpeando su próstata durante largos minutos, así que no podía pedirse demasiado.

—Vamos...— Le dijo Joel contra su oreja— Dime una de esas cosas que tanto me gustan, cachorrito. Que sabes que me vuelve loco, vamos… 

Erick se sentía colapsado; drenado completamente por su propia sangre. La adrenalina y el éxtasis que él mismo creaba le traicionaban de la manera más gratificante. El aire que expulsaba Joel en cada palabra era el que le erizaba la piel, además de maltratar su mente con movimientos fantasmales. 

Intentó balbucear algo, pero sus ideas se amontonaron una encima de otra creando un verdadero desastre de pensamientos fracasados; como broches de oro que no brillan cuando la luz los enfoca. 

El cosquilleo en su estómago pareció ser inmediato, por lo que él lo dejó fluir. 

—T-Te quiero… 

Su semilla manchó las baldosas frente a él, pero se borraron al instante con la lluvia artificial que los sumía. 

Joel mordió su hombro con fuerza hasta que el sabor metálico acabó en sus papilas gustativas; el sabor de Erick como nunca antes mezclado con un leve quejido. 

El orgasmo llegó con una última embestida todavía dentro de él, dejándolo exhausto pero ansioso. 

Erick suspiró apoyándose contra las baldosas, notando como Joel salía de él y recuperaba la respiración justo a su espalda. 

Sintió una fuerte nalgada, pero no pudo hacer nada más que pegar un ligero salto cuando seguido de eso un beso casto impactó contra su nuca. Joel salió de la ducha después de eso. 

Giró la cabeza para mirarlo desde ahí, como secaba los regueros de agua que se podía ver trazados en su piel, pero sin dejar de mirarlo como si lo estuviera intentando descubrir de más. 

—¿Vas a salir? 

—Dame cinco minutos. 

Joel giró los ojos, pero lanzó la toalla al lavabo y salió del baño dispuesto a vestirse. 

Erick suspiró en su lugar, incorporándose con lentitud y pasando su mano por su cuerpo resentido; intentando por lo menos borrar alguna marca que ahora le acompañaba a cada segundo incansablemente. 

El jabón fue agradable cuando chocó contra su cuerpo, pero más lo fue la suavidad de la toalla cuando se secó la humedad. 

La ató a su cintura con profesionalidad y salió del baño secándose el pelo con otra toalla, escuchando de fondo las quejas de Joel mientras se movía rápido por toda la habitación. 

Erick fue a sentarse en la cama, pero por poco se tropieza con un trozo de tela en el suelo. Frunció el ceño cuando se agachó a recogerla, pues casi se queja en voz alta cuando la corbata de Joel se hizo presente ante su vista. 

El caso es que el mayor había tenido una reunión importante la noche pasada, así que se había tenido que vestir de traje. 

La dejó sobre la cama y se sentó justo al lado, viendo con algo de sorna como Joel maldecía y movía cielo y tierra buscando algo. Tenía su ceño fruncido con concentración y sus manos parecían torbellinos destrozando todo lo que tocaban. 

Landrem || Joerick  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora