EXTRA

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Como harían los grandes
escritores emocionados en
libros de primera edición:

Para mi madre; quien le dice
al mundo que su hija escribe
en Wattpad y nunca le deja
leerlo. Menos Landrem.

(...)

Las magnánimas murallas del imponente negocio rozaban la cúspide del cielo, entrelazadas con nubes y estrellas.

El impacto de ligeras gotas contra el ventanal del balcón llenaba de sonido la habitación al completo. Desde hacía unos segundos, el murmullo de la ducha se había detenido de forma drástica, mientras el vapor condensado se escapaba por la rendija de la puerta cerrada, quizá aterrorizada del hombre que se encontraba en el interior.

No era para menos. Erick lo sabía, a pesar de que estaba enamorado como para quejarse.

Demasiado enamorado, tal vez.

Las sábanas satinadas acariciaban su piel de caramelo. Las crecientes lumbres de la luna también dibujaban armonía en su desnudez, casi necesitadas por marcar presencia en la sombría y férvida instancia. Las cortinas danzaban de lado a lado, batiendo el ambiente con un aroma fresco a jazmines y verano, y uno mucho más amargo que por poco opacaba completamente al otro.

Mientras deslizaba una camiseta ancha sobre su cabeza— que, a decir verdad, la prenda no le pertenecía, pero el propietario no estaba en condiciones de quejarse. Venga, que Erick había visto el brillo en sus ojos, sabía que esa camiseta grisácea de lana le pertenecía—, la puerta del baño se abrió.

Un arcángel emergió de ahí entonces, con una toalla beige atenazada a los abdominales en su estómago y regueros de gotitas por el torso desnudo. Las hebras de cabello azabache lamían su frente de piel trigueña, en tanto que las cenizas de sus fanales dulces iluminaban la anteriormente sobria habitación. Sus pies descalzados lanzaron estelas de gotas con cada paso, hasta que su cuerpo se escondió tras el armario.

Erick mordió su labio inferior y se apoyó en su codo, envuelto en las sábanas y en las nubes de vapor provenientes del baño. Su vista estaba fundida en los músculos de aquella espalda ancha, ahora en movimiento.

—Vamos a llegar tarde— se escuchó entonces, grave y profundo—. Y comenzarás a darme por culo con tus quejas sobre que fue mi culpa cuando los dos sabemos que no es cierto.

Su sonrisa resplandeció contra los muebles oscuros, de por sí carentes de vida.

—Algo de culpa sí tienes, cariño. Observarte es mucho más entretenido...

De pronto, el silencio inundó la habitación al completo, puesto que Joel detuvo incluso sus movimientos sobre las telas. El pasar de las perchas sobre la barra metálica en el armario quedó en el olvido de un segundo a otro, ausente como el danzar sutil del viento y sus susurros a la penumbra.

Hasta que Erick sintió el golpe de unos pantalones en su cara. Violento.

—Vístete, mamón insolente. Que para andar de ramera no pierdes el tiempo.

Erick se frotó la nariz, mirándolo con el ceño fruncido.

—Eso ha sido sumamente desconsiderado y reclamo una disculpa inmediata.

—Denegada.

—¡¿Cómo te atreves siquiera?!— demandó, levantándose de la cama con un salto.

Casi podía dibujar la sonrisa que Joel estaba deslizando entre sus labios sagaces en ese instante. Podría hacerlo sin mirar. La tenía memorizada y de manera asegurada tatuada en su mente hasta la última de sus respiraciones.

Landrem || Joerick  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora