14. Polvo de vino

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Capítulo 14. Polvo de vino

El mundo no es suficiente para ellos

y esa es la excusa perfecta para destruirlo.


Salgo del aula sintiéndome cansada mentalmente, el día ha sido un ir y venir en entregas de trabajos.

Odio tener que estudiar una carrera que no me gusta para poder hacerme cargo del negocio de Sebastiano.

Jason lo hizo y en un futuro me tocará ayudarlo con todas las empresas que maneja, por lo que, ya estoy empezando a odiar mi futuro con muchas ganas.

Elevo la cabeza viendo cómo el universo me está dando una señal, gotas de lluvia empiezan a caer con suavidad.

Cierro los ojos sintiendo la sensación que provoca el agua al tocar mi rostro.

—¿Quieres resfriarte?

Tarja sonríe sin ganas, llevando consigo un paraguas rojo, casi del color de su cabello, las gafas han sido removidas y en su piel no se nota un rastro alguno de lo que le ha sucedido.

Cierro los ojos nuevamente con el rostro hacia el cielo.

—Intento sentir que aún estoy viva.

—¿La lluvia es la respuesta?

Lanzo un suspiro asintiendo con la cabeza. Veo una sombra y su paraguas lo ha dejado en el suelo, dejando su rostro al cielo como el mío.

—No. No me gusta, va a arruinar mi maquillaje. —Levanta el paraguas de nuevo, cubriéndome en el proceso.

Seco mi rostro con la bufanda de seda que llevo alrededor de mi cuello y del cual me arrepiento porque no me protege en nada del viento intenso.

—¿Nos vamos? —pregunta alzando las comisuras de su boca.

Meneo la cabeza viendo su labial morado.

—¿A dónde?

—Al trabajo que debemos presentar esta semana, ¿lo recuerdas?

La verdad es que no, mi mente no ha estado enfocada mucho en los estudios.

Sonrío de lado y elevo el pulgar en afirmación, caminamos al parqueadero y observo su muy hermoso auto.

—Te veo en mi casa —dice subiendo y cerrando la puerta.

Eh, no.

—Mejor nos reunimos en mi departamento, será mucho más cómodo. —Además de que no estarán tus hermanos rondando.

—No hay nadie en casa. —Enarca la ceja esperando mi respuesta mientras baja la ventana de su lado.

—De acuerdo, en tu casa.

Sonríe.

Recorro la distancia hasta mi auto y conduzco detrás de ella. Debo pisar el acelerador a fondo para no perderla de vista hasta que se detiene en su casa.

Exhalo intentando conseguir energías que no tengo para poder encarar a alguno o, si es un mal día, a todos ellos.

Ingresamos y el silencio es prominente en todo el espacio, respiro un poco mejor sin escuchar nada de ruido. Pero mi suerte no dura, mi suerte siempre ha sido mala.

Un gemido se escucha con demasiada fuerza que hasta lo escucho en mi oreja, como si hubiese sucedido a mi lado. Tarja me queda viendo con una sonrisa incómoda que muestra un poco de su dentadura.

Barracuda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora