9. Bahía de ostras

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Capítulo 9. Bahía de ostras

El momento en que hayas asumido que ruidoso es fuerza y silencio debilidad,

habrás perdido una batalla que ni siquiera has empezado a luchar.

Subo corriendo las escaleras y abro la puerta con tanta fuerza que esta golpea contra la pared.

Hay una chica que está en el marco de la ventana en cuclillas mirando hacia mí.

Me quedo de piedra observándola con detenimiento, su cabello negro relucen contra su piel blanca. Tiene una cicatriz en la cabeza que la hace lucir intimidante, de una manera cruel y sádica.

Sonríe al percatarse de mi presencia y alza las hojas moviéndolas; y se lanza por la ventana desapareciendo y dejándome atónita.

Recorro el espacio viendo hacia el piso con miedo de encontrarla estampada en el piso, pero el trampolín que sabemos armar para las fiestas está colocado bajo mi ventana.

Me tranquilizo un poco al pensar que no está muerta, pero el sentimiento regresa con más fuerza al recordar que se llevó las hojas. Está corriendo tan veloz que apenas veo su cabello que es comido entre los árboles que hay alrededor de la hermandad.

Salgo del entumecimiento y corro escaleras abajo apartando del camino a Teinner que me observa con confusión. Escucho pasos detrás de mí cuando voy hacia donde la chica salto.

Busco los alrededores para percibir cualquier movimiento que me indique hacia dónde fue pero no la encuentro. Llevo las manos a la cabeza con frustración, esto no puedo estar sucediendo.

—¿Qué pasó? —Tarja me toma del brazo para que la vea.

—Se lo llevó. —Es lo único que pronunció regresando adentro, camino con determinación buscando a Verónica que está sentada en la sala haciendo ojitos a un Thomas que parece totalmente indiferente a lo que le está diciendo.

—¿Te dijo su nombre? —le reclamo cuando estoy parada frente a ella.

La confusión que me lanza me irrita cada segundo.

—La chica que te dijo que era mi prima —digo aparentando calma—, ¿te dio un nombre?

—Es tu prima, debes saber su nombre. —Vira los ojos como si fuera tonta y se ve las uñas—. Dijo que se llamaba Layla.

¿Pero qué...?

Una fuerte mano me sujeta del codo haciendo que gire y enfrente la furia que está emanando Teinner.

Me arrastra fuera de la casa y en todo el camino intento soltarme de él, pero sólo provoco herirme en el proceso. Se queda parado cerca de mi Benz y me toma por los hombros sacudiéndome en el proceso.

—Empieza a hablar con la verdad o te prometo que te haré gritar de dolor —amenaza entre dientes.

Su forma de decirlo me indica que no está bromeando, una sensación fría me recorre la espalda porque lo he visto molesto y sé lo que puede hacerme.

Como si recordara mi cuerpo trago con fuerza la saliva que se me ha acumulado en la boca.

La cercanía de nuestros rostros me deja distinguir unas pequeñas motitas blancas en el azul de su iris.

Se ven increíbles a simple vista pero cuando veo todo el panorama siento miedo, del real, del que experimentamos pocas veces en la vida.

—Te juro que no la conozco —no reconozco ni mi propia voz en este momento—. Nunca la he visto en mi vida.

Barracuda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora