18. Cayendo como piedra +18

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Capítulo 18. Cayendo como piedra

Contemos los secretos que guardan: ella lo sabe, ella también, él lo sabe y ella también, ellos son los únicos que no lo saben.

Y el gran secreto, nadie tiene idea de que existe, aún.

La canción de Dayglow hace que el ambiente se torne más suave y delicado. El tipo de melodía que necesitan dos borrachos que están terminando la primera caja de pizza y las botellas vacías se van esparciendo en el piso.

Acomodo mi cabello mojado por la ducha sobre mi hombro, cerrando los ojos disfrutando de la música.

—¿Crees en el amor? —pregunto recordando la conversación con Violet.

Pasa la mano por su cabello sedoso castaño, sus dedos se esconden por las hebras. Toco con mi mano su cabello sintiendo lo suave que es, luce suave y así es como se siente. Alejo la mano tomando la copa y sirviendo más líquido.

Teinner se ha quedado pasmado y reacciona tomando todo el contenido de un solo trago.

—¿Por qué lo preguntas?

—Porque tengo la creencia que los hombres piensan que nosotras solo tenemos cabeza para eso. —Coloco la mano en mi barbilla—. ¿Es tan difícil creer que las mujeres tenemos ambiciones más poderosas que algo tan banal como el amor?

Se recuesta en el sillón, viendo hacia el techo blanco, ese blanco que me está molestando de nuevo. Coloca un brazo detrás de su cabeza, su pierna está contraída para que no me incomode. Compartir el mismo sillón parece más íntimo a esta hora de la noche, solo entre nosotros. Veo su cuerpo recostado, luciendo pensativo.

—No creo en algo que nunca he sentido.

—¿Nunca te has enamorado? —pregunto intrigada.

Niega la cabeza sin dejar de ver el techo.

—Hombres como nosotros no pueden ser amados o amar. El amor no existe.

—¿Hombres como nosotros?

—Bestias.

Recuesto la cabeza en el reposa cabezas, viendo el perfecto cielo raso de mi departamento. Su comentario me ha dejado con dudas, sobre lo que el amor debe significar para él. Creí que lo entendía, pero me doy cuenta que apenas he raspado su armadura.

—¿Por qué te consideras una bestia? —pregunto con intriga palpable.

Suelta una risa baja que reverbera en mi cuerpo y cierro los ojos por el sonido que me embriaga.

—Porque lo soy. Lo he sido desde que nací en este mundo, donde mi vida ya estaba planificada y, no puedo renunciar a ella. —Suspira despacio—. La verdad es que no quiero renunciar a nada de esto.

—Yo quisiera tener el poder de no tener esta vida. Desearía tener la opción de cambiar la historia que poseo. —Miro de lado como se ha acomodado haciendo que nuestras miradas se crucen, esos ojos azules se están volviendo tan familiares que ansío verlo a cada instante. La camiseta apretada se amolda a su pecho fornido y mis manos pican por tocarlo. El ligero aroma a tabaco y menta que emana me está enloqueciendo de placer, nunca creí que una mezcla de esos aromas haría que deseara oler más seguido.

—¿Hablas de tu matrimonio?

Rio, teniendo en mente otros asuntos.

—Sí, eso. —Volteo a verlo, y son esos ojos azules lo que me están haciendo rendirme y abrir la boca. Todos tienen ese color que me hacen quebrarme un poco, ser débil solo un segundo, pero en cuanto dejo de verlo, vuelvo a ser yo misma.

Barracuda ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora