14. Es tiempo de morir

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Capítulo 14. Es tiempo de morir

Hay diferentes tipos de veneno: los débiles de mente utilizan el veneno de la fuerza física, los inteligentes el veneno verbal, pero el mejor veneno es el psicólogo, porque todos sabemos que hay que quebrar desde el interior al enemigo. 

Las luces amarillas, verdes, azules y rojas alumbran el día, aunque dé una sensación de que sea noche. Una noche donde habrá mucha sangre de por medio.

Miro hacia abajo, asomando la cabeza por el tejado. Tai tiene la vista fija en el cuerpo de Erick que se balancea a los lados. 

Los hombres de los Klein tienen una sonrisa inquietante, como si hubiesen esperado que algo así sucediera para que dé comienzo al juego. 

Como cuando el árbitro da el silbatazo para el inicio de la matanza.

Los SUV negras disminuyen la velocidad y algunas cabezas salen por las ventanas, pero las cabezas son reemplazadas por armas y el sonido de las balas rompiendo el aire suena con claridad. 

Impactan en algunos hombres de los Klein, pero se levantan gracias a la ayuda de los chaleco antibalas. 

Todos se dispersan por el campo, escondiéndose detrás de sacos de arena que fueron aglomerados como protección. 

Porque sabían que esto iba a ser una guerra.

Thomas le da una palmada a Teinner en la espalda.

—Hay que movernos.

Teinner sostiene mi mano y bajamos por las escaleras, donde hay algunas gotas de sangre que vamos pisando y dejamos huella en el pasillo por dónde corremos. 

No me duele ver el color escarlata, no me duele Erick. 

Quizás antes, cuando creía que teníamos un futuro, pero cada día que pasaba, que lo iba conociendo, menos quería desperdiciar mi tiempo y futuro con él, porque él pensaba que las mujeres no servían para nada más que como compañía de un rato. 

Fue un gusto conocerte Erick Bellucci.

Thomas está a la delantera, bajando hacia la oficina de Tai, abriendo la puerta tan fuerte que choca contra la pared de madera. 

Algunas balas atraviesan las ventanas y los vidrios se rompen en cascadas. Teinner me protege bajo su brazo hasta llegar a la oficina. 

Thomas pulsa un botón bajo la mesa de trabajo y la pared de atrás se desliza hacia un lado dejando a la vista una habitación equipada hasta en el techo con armas de todos los colores y formas. 

La boca se me abre porque no creí que algo así estaría escondido a la vista. 

Los Klein saben cómo estar listos para el momento.

—Ten. —Me pasa un chaleco Thomas mientras gira tomando armas y metiendo en su pantalón—. Coje lo que quieras. 

Inspecciono el lugar mientras Teinner toma varios cuchillos y los guarda por todo su cuerpo. 

Voy hacia las pistolas, tomo dos sencillas Glock y sujeto varias municiones de repuesto para los muchos enemigos que se acerquen. 

Cojo dos cuchillos más que tienen un filo con dientes, no como los sencillos de cocina que se dañan en el primer uso; este parece que puede aniquilar hasta a un elefante. 

Teinner sale con ambas manos ocupadas de armas y lo sigo con Thomas detrás de mí.

—Quédate con Thomas —informa Teinner mientras va hacia la cocina. 

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